Luz Negra




Le habían quitado todo y lo habían desechado como si fuera basura, Hal Jordan había sido expulsado del cuerpo de Linternas Verdes y exiliado a un mundo cementerio olvidado en el límite de la galaxia. El consejo de los guardianes le había destituido de su puesto, arrebatado su anillo de poder y habían utilizado a un par de agentes del cuerpo fanáticos a ellos, para en vez de devolverlo a la Tierra, arrojarlo a aquel mundo agonizante por milenios de guerras. Hal observó en silencio el cielo de color verdemar, donde pesadas nubes se arrastraban con lentitud y suspiró ampliamente ante la desesperada situación. Naves destruidas yacían rotas sobre la superficie de aquel planeta, como ballenas varadas y dejadas morir en la playa. Los viejos fuertes y bases fortificadas eran ruinas cubiertas de cráteres, kilómetros de trincheras excavadas se veían en la lejanía como cicatrices grabadas en la piel de aquel mundo. Hal sabía dónde estaba, había reconocido aquel planeta por los archivos de Oa, era Trixar, un antiguo mundo jardín devastado por la codicia y la guerra continua. Los Trixarianos eran una raza humanoide que desconocían conceptos como la guerra, la codicia, la esclavitud o el odio, hasta que salieron de su sistema solar. Su mundo tenía un mineral único conocido como trainita, que potenciaba los sistemas energéticos y las armas. Aquel mineral atrajo a decenas de pequeños imperios, que se lanzaron a la conquista Trixar y provocando una guerra sin cuartel durante milenios, hasta que los Manhaunters arrasaron con todo en aquel planeta.

Avanzaba en silencio, había descendido de la montaña en que se encontraba y ahora caminaba por un inmenso campo de batalla olvidado. Los oxidados transportes de tropas y tanques de guerra varados sobresalían como pequeñas islas metálicas, rodeados de cráteres y cuerpos momificados de guerreros de imperios ya olvidados. Formaciones de cristales de trainita de un negro azulado crecían entre los muertos brillando con luz mortecina, dando un aspecto aún más macabro a aquel campo de batalla olvidado. Hal se arrodilló ante un cadáver acorazado, aquel soldado tenía un agujero en su pecho del tamaño de un puño, con solo mirarlo sabía que había muerto por culpa de un arma de gran calibre. Con cuidado recogió el arma que yacía entre los brazos rígidos del muerto, era un rifle de energía y pese parecer deslucido por el paso del tiempo, estaba en buen estado. Hal sopesó el arma y la alzó, apuntando a un viejo transporte de tropas reventado, su dedo apretó el gatillo y un rayo verde golpeó la carrocería del vehículo haciendo una pequeña muesca. Asintió levemente y empezó a avanzar nuevamente entre los muertos, mientras los dos soles brillaban con malignidad en el cielo como los ojos de un dios cruel. Hal sabía que debía encontrar un refugio cuanto antes para pasar la noche, guardó el rifle y se dispuso a continuar su camino, cuándo un lamento resonó por aquel campo de batalla olvidado. A su alrededor los cuerpos momificados y podridos se empezaron a mover, mientras los cristales de trainita brillaban con una luz fantasmal. Una maldición salió de sus labios y echó a correr, mientras aquellas criaturas muertas lo perseguían arrastrando sus pies y lanzando un cavernoso lamento. Decenas de manos engarfiadas intentaban agarrarlo, sabía que era cuestión de tiempo que aquella multitud lo acorralara y despedazara. El estruendo de un disparo y la luz de un rayo azul derribó al muerto andante que le cerraba el paso, Hal los vio un grupo de cinco figuras envueltas en largos capotes grises en el límite del campo de batalla, disparando contra los muertos andantes y abriéndole un camino. 

No había tiempo para dudar, simplemente para huir y nada más, sin pensarlo dos veces, corrió en dirección a aquel grupo, esquivando a los muertos derribados y notando el calor de los rayos de energía pasar a su alrededor. Aquella huida desesperada, le pareció que había durado una eternidad y que todo a su alrededor pasaba a cámara lenta, viendo escenas macabras de criaturas muertas iluminadas antes de ser derribadas por el impacto de los disparos de energía. Sus piernas temblaron al llegar al límite del campo de batalla y cayó de rodillas sobre el polvoriento suelo, su ropa estaba pegajosa por el sudor del esfuerzo y el miedo. Por instinto miró hacia atrás, esperando ser alcanzando por los muertos, pero aquellas criaturas podridas y resecas retrocedieron, volviendo a los lugares donde habían yacido minutos antes en silencio sepulcral.

-Has tenido suerte que te encontráramos antes que hubiera sido demasiado tarde -una figura humanoide enorme de cuatro brazos y piel amarilla envuelta en un largo capote gris le sonrío con un rostro cubierto de cicatrices y le ofreció a Hal una mano para qué se levantará. -Bienvenido al planeta de los condenados, soy Hart y te guiaré al único asentamiento actual de este mundo, Ciudad Tumba.

-Soy Hal Jordan, gracias por salvarme, Hart -respondió Hal agarrando la mano que le ofreció el alien e incorporándose. -Seguro que es mejor que estar entre muertos hambrientos.

-Eso seguro -se río Hart y asintió con la cabeza levemente. -En marcha gente, debemos llegar antes del anochecer.

El grupo se puso en marcha, avanzaban en silencio con las armas preparadas, esquivando los campos de batalla olvidados y pasando bajo la sombra de ciudades de diferentes arquitecturas en ruinas. El paisaje estaba lleno de cráteres de explosiones de artillería pesada, viejas naves de guerra se alzaban sobre puntos de impacto como esqueletos de cetáceos dejados pudrirse al inclemente clima. La noche empezaba a abrirse paso, cuando los soles gemelos empezaron a ocultarse, ante Hal apreció una formación de montañas destrozadas y en su centro una ciudad construida con los restos de las ruinas de las diferentes razas de conquistadores. Altos muros con torretas artilladas vigilaban el perímetro y una enromes puertas dobles daban acceso a su interior, habían sido construidas con las placas de una pesada nave de guerra. Decenas de grupos de exploradores como el de Hart cruzaban aquellas mastodónticas puertas, avanzando con prisa antes de que se cerraran al anochecer. Tras los muros de Ciudad Tumba, decenas de edificios toscos formaban una red de calles laberínticas, que daban a plazas de mercado dónde se vendía materiales saqueados de las naves varadas y de los asentamientos destruidos. La gente de la ciudad eran de decenas de razas alienígenas diferentes, algunas habían sido enemigos acérrimos, pero parecían haber encontrado una armonía entre ellos en aquel lugar olvidado. En la parte más profunda del asentamiento, una torre esculpida en la ladera de la montaña se alzaba vigilante y su sombra parecía envolver toda la ciudad de forma silenciosa. El grupo de Hart se dispersó, quedado solo el alien y Hall en una de las plazas, rodeados del barullo de los mercaderes recogiendo sus puestos ante el inminente anochecer.

-Debo llevarte a la torre de las sacerdotisas, todo recién llegado deben verlas -Hart señaló con un dedo la enorme torre y empezó a caminar con tranquilidad entre la multitud. -Es la costumbre, no te preocupes Hal.

-Entiendo, seguiré vuestras costumbres, pues soy nuevo en este mundo -Hal respondió con un asentimiento, sabiendo que debía evitar un choque cultural gracias a su tiempo como linterna verde.-Guíame con esas venerables sacerdotisas.

Hal siguió a Hart por las calles cada vez más vacías de Ciudad Tumba, parecía que todo ser viviente se escondía de la noche. Las farolas iluminaban las calles desiertas, dando un aura de ciudad abandonada y olvidada. Solo eran visibles los soldados vestidos con capotes grises con capucha, apostados siempre en azoteas y puestos de observación elevados como si fueran cuervos vigilantes. La torre crecía ante sus ojos a cada paso que daba, alzándose totalmente pulida y brillando con tonos azules negruzcos apagados, dejando claro que se había hecho con una veta de trainita de la propia montaña.  Cinco guardias armados y envueltos en sus capotes grises, vigilaban la entrada a la puerta labrada de la torre con sus armas preparadas. Al verlos llegar, se apartaron de forma silenciosa y uno de ellos señaló la puerta de entrada que se abrió con un suave raspar de la piedra. Hal miró a Hart y este le hizo un asentimiento para qué entrará solo al interior de la torre.

Un frío húmedo y el olor a incienso recibió a Hal al internarse en la torre, sus pasos resonaron por los pasillos desiertos y sus dedos acariciaron los muros llenos de jeroglifos. Hal los estudió en silencio, contaban la historia de los trixarianos desde sus primeros inicios, hasta su caída en desgracia al ser atacados por los diferentes imperios de sistemas solares cercanos. Las imágenes mostraron matanza, tras matanza, imperios llegar a Trixar y caer en los fuegos de la guerra, el ataque de los Manhaunters y su gran genocidio, la construcción de Ciudad Tumba e incluso la llegada de él mismo. Eso lo sorprendió, aquella talla de él, era reciente no tendría más de un par de días. La luz al final de aquel pasillo llamó su atención y siguió adelante, saliendo a una gran sala circular medio esférica que en su centro había una gran estructura que reconoció sin dudarlo, una batería de energía hecha de trainita negra, arrodilladas a sus alrededor hacia unas dos docenas de altas y delgadas trixarianas envueltas en túnicas grises y negras ceremoniales. Todas las ellas se pusieron en pie a la vez y miraron a Hal con sus dos pares de ojos negros con sus rostros grises enmarcados por el largo pelo lleno de piezas de trainita pulida y huesos atados con hilo de plata.

-Sé bienvenido, Hal Jordan. -dijeron al unísono las sacerdotisas y mirándolo con sus ojos negros. -Aquel que porta la luz y disipa las tinieblas, te estábamos esperando.

-Gracias por vuestra bienvenida.-Hal lo dijo haciendo un asentimiento de su cabeza de forma reverencial.-¿Cómo es posible que estuvierais esperando mi llegada?

-Fue profetizada tu llegada -respondieron y la más anciana se adelantó, abriendo sus manos y mostrando un anillo negro como la obsidiana. -La Luz nos lo dijo, vendrías y te convertirías en nuestro protector.

-¡Un anillo negro! -un grito de asombro y miedo salió de los labios de Hal, conocía muy bien el poder de aquel objeto, un anillo de luz oscura que era capaz de alzar incluso a los muertos. -Ese es un objeto maligno y peligroso, debería ser destruido, sacerdotisas.

-La muerte no es mala, ni buena, solo es inevitable para todos los seres vivientes -sentencio la gran sacerdotisa y se acercó lo suficiente a Hal para ponerle el anillo en la palma de la mano izquierda con delicadeza.-Tú decides qué hacer, bien o mal con el anillo. Eres dueño de tu destino y ahora mismo del nuestro...-una sonrisa suave y amable apareció en el rostro de las sacerdotisas.-Ya vienen, los primeros guardianes creados por los señores de Oa, vienen a matar a los vivos y saquear a los muertos.

Antes que Hal pudiera hacer nada, toda la torre tembló como si un gigante la hubiera golpeado. Del exterior llegaron los sonidos de las campanas de alarma, mezclado con el tronar de los disparos de las torres defensivas, los Manhaunters habían vuelto a reclamar las vidas de los habitantes de Trixar y todos sus recursos, para llevar su cruzada de pacificar todo el universo matando a todo ser vivo. La mirada de Hal iba del anillo negro al pasillo que llevaba al exterior, debatiéndose entre usar el poder de aquel artefacto de muerte o arrojarlo al suelo y salir a luchar con el arma que colgaba de su hombro. Una maldición salió de sus labios, sabía lo que tenía que hacer y esperaba que las sacerdotisas no se equivocaran. Sin pensarlo dos veces avanzó sin dudar hacia la batería de poder apagada y se colocó en anillo en el dedo corazón de la mano derecha y apuntó a la batería negra.

-En el día más brillante o en la noche más oscura...-las palabras del juramento salieron con una extraña facilidad, retumbando en la enorme cámara, mientras una luz dorada crecía en el interior de la batería.-Salvo a los vivos, custodio a los muertos, aquellos que intenten dañar el ciclo de la vida sienta el poder de la muerte.

"Hal Jordan has sido elegido."

Las palabras del anillo negro retumbaron en la cabeza de Hal, mientras se iluminaba y generaba un traje totalmente negro cubriendo el cuerpo además con guantes, botas y el emblema de su pecho totalmente dorados, un antifaz negro se generó sobre sus ojos y su cuerpo se alzó en el aire por el poder que sentía. Ya no era Hal Jordan de los Linternas Verdes, ahora era el nuevo primer Linterna Negra con la misión de proteger el ciclo de la vida de aquellos que lo amenazaban. Salió volando por el pasillo como una bala, recorriendo en segundos el laberinto que había desentrañado para llegar a la batería y abriendo con poder bruto las enormes puertas, saliendo a la noche iluminada por el ataque de los Manhaunters. Alzó su puño al cielo y de su anillo salió una columna de luz negra, que se expandió con rapidez hasta formar una enorme cúpula oscura sobre Ciudad Tumba. Los disparos e impactos de armas de energía golpearon la cúpula, haciendo temblar la ciudad por la fuerza de aquellas armas de destrucción masiva. Hal sabía que cualquier otro que recibiera un anillo sin experiencia, ya habría caído, pero no él, llevaba suficientes años habiendo sido un Linterna Verde para saber cómo esgrimir aquel poder, pues al final todo se basaba en un único factor, lo fuerte que fuera la voluntad del portador del anillo. Aquella lluvia de fuego pareció eterna, aunque solo fueron cinco largos minutos, al detenerse el ataque, Hal se alzó al cielo nocturno y se elevó para encararse con aquel ejército de máquinas asesinas. Uno de los Manhaunters, se acercó a su encuentro quedando a pocos metros de él, ambos mirándose y evaluándose mutuamente, flotando en el cielo en un silencio sepulcral.

-Literna Negra... reclamamos este mundo -la voz del Manhaunter sonó fría y carente de sentimientos, sus ojos rojos mecánicos lo miraban con una crueldad calculada. -No puedes ganar, somos miles y tú solo uno, ríndete y vete de este mundo condenado.

-No pienso abandonar este mundo, está bajo mi protección. Sois vosotros los que debéis marcharos y no volver nunca más-Hal lo dijo usando el poder de su anillo, para que su voz llegará a cada rincón del planeta y mirando a los ojos al Manhaunter con determinación.-Y te equivocas, yo no estoy solo, por qué soy legión.

La luz del anillo negro dentelleó un segundo y cada cadáver, cuerpo reseco y momificado de aquel mundo se levantó impulsado por una energía antinatural, marchando contra las cosechadoras de recursos de los Manhaunters y cargando contra aquellas máquinas asesinas. Hal sin dudarlo Uso la energía de luz de su anillo y creo una enorme guadaña con la que cortó en dos de un solo golpe al Manhaunter con el que había parlamentado. Una guerra salvaje entre máquinas humanoides y muertos andantes se desató por todo el planeta, mientras en el cielo Hal Jordan derribaba enemigos sin piedad o miedo alguno. Muertos andantes disparaban con sus dedos rígidos sus armas contra los Manhaunters que respondían al fuego con armas de energía que lanzaban rayos o fuego que reducían a cenizas a los a sus enemigos. Las viejas naves derribadas alzaron sus oxidadas armas y dispararon salvas de fuego pesado limpiando el cielo de máquinas de guerra enemigas. Los Manhaunters empezaron a retirarse, destrozados, machacados y mutilados, volviendo al espacio y alejándose heridos del planeta para evitar más pérdidas. Hal observó desde las alturas el escenario de guerra, los muertos andantes seguían destrozando con saña los Manhaunters caídos y sus máquinas cosechadoras de recursos, suspiró y dio la orden mental a través de su anillo de que la batalla había terminado, haciéndolos volver a sus lugares de descanso dónde habían muerto originalmente. 

Una multitud de voces alienígenas coreaban su nombre con diferentes tonos, los rostros de decenas de diferentes especies lo miraban como si fuera un salvador, mientras descendió hasta la puerta de la torre de las sacerdotisas Trixarianas, que esperaban de forma reverencial e inclinaron sus cabezas encapuchadas ante él. Hart estaba rodeado de más guerreros cubiertos de sus capotes grises, que empezaron a golpear sus pechos con el puño izquierdo cerrado en forma de saludo a su salvador, mientras más y más ciudadanos convergieron para ver el regreso de su salvador, que se posó ante las venerables sacerdotisas.

-Este mundo ahora estará protegido por los Linternas Negras -la voz de Hal fue traducida a todos los idiomas de los diferentes alienígenas, sus ojos se fijaron en las sacerdotisas.-Las sacerdotisas seguirán gobernando con sabiduría y benevolencia, se construirá cementerios para que los muertos descansen y se recuperará todo lo posible para que no solo Ciudad Tumba se recupere y crezca, sino todo Trixar. 

-Será como has dicho, Hal Jordan -respondió con una reverencia la sacerdotisa más anciana y miró a los reunidos allí con sus ojos negros.-He aquí al héroe de Trixar, Hal Jordan de la Tierra, líder de los Linternas Negras, protector de vivos y guardián de los muertos. ¡Hoy Trixar vuelve a la vida!

Un silencio lleno la ciudad durante un instante que pareció eterno, para luego ser roto con un gran grito colectivo de júbilo desmedido por cada ser vivo de la ciudad. Hal sabía que esto era solo el principio, repararía aquel mundo herido por la guerra y la muerte, daría la esperanza y futuro que a toda está gente le fue negado, mientras grababa a fuego el nuevo propósito de los Linternas Negras, ya no era matar a los vivos, sino protegerlos y custodiar el descanso eterno de los muertos. Un nuevo propósito había aparecido en su hora más oscura y ahora con el amanecer de este nuevo día, volvía a alzarse como un héroe en un mundo ajeno al suyo para salvar a aquellos que habían sido olvidados por el universo. 

Comentarios