El último señor del trueno


El hedor a muerte, pólvora y sangre derramada flotaba en el aire, los gritos de emoción y victoria habían sido sustituidos por los de ira e indignación, los guerreros trueno habían sido traicionados por su señor, el Emperador de Terra había decidido descartarlos. Los primeros copos de nieve cayeron de un cielo cubierto de oscuras nubes de tormenta, Nardok se alzó entre los muertos, su armadura estaba dañada, abollada, quemada y cubierta de sangre seca, se arrancó el casco y lo dejo cae al suelo nevado, había sobrevivido a la matanza llevada por los Custodios, los guerreros personales del Emperador. Sus ojos recorrieron aquel campo de batalla, los cuerpos de Guerreros Truenos yacían tirados como juguetes rotos, entre ellos podía ver las doradas armaduras de los Custodios que habían caído al perpetrar la traición contra ellos. No odiaba al Emperador por lo que había hecho en aquella cumbre olvidada, entendía muy bien su acción de eliminarlos de la ecuación, los había sacrificado para conseguir la lealtad absoluta de todas las naciones de la vieja Terra. Agarró el estandarte sucio y descosido del suelo nevado, el águila sosteniendo un manojo de rayos era visible en el ensangrentado y sucio tapiz, lo alzó y lo clavó en hielo enrojecido por la sangre derramada. Hilos de vapor serpenteaba entre los cuerpos rotos, mientras la tormenta de nieve ganaba fuerza, Nardok vio a las acorazadas figuras de los Custodios merodeando entre los muertos con sus lanzas de energía listos para matar a los supervivientes.  

-¡Venid bastardos! -el rugido de Nardok resonó entre las montañas nevadas, su rostro cubierto de cicatrices sonrío al sentir el familiar tacto del mango de su maza de energía. -El último señor de la hueste del trueno os desafía.

Atraídos como aves carroñeras, cinco Custodios se giraron hacia Nardok y avanzaron a la carga hacia él con sus lanzas girando a toda velocidad entre sus manos. Detrás de él resonó unos gritos roncos y una docena de Guerreros Trueno salieron de la Tormenta, disparaban sus bólters contra la guardia del Emperador y formaron alrededor del estandarte. Uno de los Custodios cayó derribado por los disparos, mientras el resto se estrelló como un terrible tsunami contra los Guerreros Trueno, las lanzas chocaron contra las mazas y hachas haciendo saltar arcos eléctricos y chispas que iluminaban levemente el escenario de aquella matanza. Nardok se apartó esquivando la acometida de la lanza de energía y dio un golpe de revés con su maza, arrancando el casco del Custodio que le atacaba, revelando un rostro patricio y parecido al del propio Emperador. Sus miradas se cruzaron durante un segundo, no había odio alguno en ella solo una determinación por matar y sobrevivir a aquella carnicería. Sin dudarlo, Nardok saltó sobre su enemigo y ambos cayeron al nevado suelo, forcejeando entre ellos y lanzándose a un combate barriobajero. Los puños del Custodio golpeaban son parar el cuerpo y el rostro de Nardok, pero este ignoró el dolor y sus manos acorazadas apretaron la cabeza de su enemigo con más fuerza hasta reventarla como si fuera un huevo, desparramando sangre y sesos por la nieve. Jadeando recogió su maza y se levantó, viendo a su alrededor como los otros tres Custodios restantes morían sobrepasados por la superioridad numérica, pero llevándose con ellos al infierno a quince Guerreros Trueno. Nardork caminó hasta el estandarte clavado en el suelo helado y lo alzó como símbolo de victoria al rugiente cielo de tormenta. Los supervivientes se reunieron ante el estandarte, atraídos como polillas ante una llama intensa y Nardok los miró de forma férrea.

-Debemos escondernos y salir de Terra, ya no es segura para nosotros, hermanos -Nardork alzó su voz para hacerse oír pese a la tormenta, sabiendo que cada guerrero que lo rodeaba estaba leyendo sus labios. -Somos la última hueste del Trueno y sobreviviremos, aunque tengamos que pasar toda una eternidad en las sombras y huyendo. ¡Saquead a los muertos! ¡Recoged todas las municiones, repuestos y provisiones que podáis!

Sosteniendo el estandarte, vio a los Guerreros Trueno saquear los cuerpos de sus hermanos muertos y a sus asesinos. Habían sido medio millón de guerreros y ahora solo quedaba un centenar, es verdad que eran crueles y fieros, guerreros inclementes dispuestos a todo por el suelo del Emperador. Sabía que debían ser rápidos en marcharse del monte Ararat o las fuerzas del Emperador caerían sobre ellos. Tras unos minutos, se puso en marcha sin mirar atrás, escuchando los pesados pasos de todos los demás supervivientes seguirlo. Nardok conocía demasiado bien a los Custodios, sabía que eran implacables y que nadie se esperaría que hubiera habido supervivientes, una sonrisa apareció en su curtido rostro al ver la zona de aterrizaje de las cajoneras Thunderbird allí apostadas, mientras guardias humanos se calentaban alrededor de hogueras improvisadas, ajenos a todo intentando protegerse de la tormenta. Clavó el estandarte en la nieve, señaló con sus manos acorazadas las armas de combate cuerpo a cuerpo, indicando que debían matar en silencio a aquellos patéticos guardias que esperaban el regreso de los Custodios. Los Guerreros Trueno asistieron todos en silencio pasando la orden de unos a otros con lenguaje de signos, un instante después se pusieron en marcha usando la tormenta de nieve que se recrudecía por momentos, como si fuera una cortina de humo para avanzar. Salieron de la tormenta como espectros blancos, totalmente cubiertos de hielo y nieve, despedazando con sus cuchillos de combate, hachas, mazas y espadas de energía, dejando un rastro de silenciosa muerte y embarcándose en tres lanzaderas Thunderbird. Nardok entró en la cabina de mando de una de las lanzaderas y apartó los cuerpos rotos de los tripulantes, mientras otros de sus guerreros se sentaron sin tapujos en los asientos.

-Canal Alfa-Beta-Gamma como línea segura de comunicación lista, Capitán -dijo con voz ronca el Guerrero Trueno sentando en el puesto de comunicaciones de la Thunderbird. -Nuestros hermanos esperan órdenes.

-Bien...-asintió con la cabeza Nardok y enlazó su comunicador con el de la nave con su mano izquierda, mientras aún sujetaba con su otra mano el preciado estandarte.-Rumbo a la Luna, formación en uve y armas listas para combatir. Silencio de comunicación hasta salir de órbita.

Un segundo después apagó su comunicador y se sentó en uno de los sitios disponibles en la cabina, enrollando el lienzo del estandarte y colocándolo en su regazo como si fuera un bebé. Los motores de las aeronaves rugieron y las pesadas máquinas se llevaron en la tormenta hacia la atmósfera, los limpiaparabrisas de la cabina trabajan sin para arrancando el hielo y la nieve de los cristales de las cabinas. Un instante después ante ellos apareció la negrura inmensa del espacio y un mar de restos de milenios de satélites, naves y pecios dejados por las diferentes potencias de eras pasadas. Las Thunderbirds navegaron en aquel mar de restos y chatarra, esquivando como si fueran gráciles aves en vez de pesadas lanzaderas artilladas, trazando una ruta a la creciente esfera gris que tenían ante ellos. Nardok observó la Luna, allí estaban los cultos genéticos y los antiguos astilleros de la Era Oscura de la Tecnología. Las alarmas sonaron en la cabina y pudo ver cómo los grandes cañones orbitales apuntaban contra ellos, una trasmisión entró por el canal de comunicaciones.

-Lanzaderas sin identificar…-la voz sonó fría y cruel por los amplificadores de la cabina. -Tienen treinta segundos para indicar qué motivos les traen a la Luna o marcharse, si no obedecen serán destruidos.

-Soy el Señor del Trueno Nardok, último líder de los Guerreros Trueno -Nardok respondió agarrando el micrófono que le ofreció el Guerrero Trueno del puesto de comunicaciones. -Solicitamos refugio y una nave para seguir nuestro viaje para alejarnos de Terra.

-¿Por qué deberíamos aceptar daros refugio y una nave? -preguntó la voz del Selenita con cierta mofa y desprecio.-Si no tienen nada con lo que negociar, váyanse o mueran.

-Tengo información de lo que ha pasado en Terra y del peligro que son para sus cultos genéticos lunares -Nardok sonrío, sabiendo que tenía algo valioso que ofrecer, información. -Además, también tenemos datos genéticos para crear mejorados, además de modelos armas y armaduras de combate de última tecnología.

-Mmm... está bien...-respondió con cierto interés la voz del Selenita. -Pueden aterrizar en el Mar de la tranquilidad, hangar del domo seis. Veremos si los que tienen merece la pena o no.

Nardok sonrío, sabía como crear otros Guerreros Trueno, pues el Emperador había enseñado a los capitanes como producir nuevos soldados mejorados para que sus fuerzas no disminuyeran durante la conquista de la vieja Terra. Daría todos los datos que tenía y dejaría que estudiarán sus armas y armaduras, no solo para conseguir una nave y recursos para continuar su huida, sino también retrasar el avance del Emperador. Sobrevivirían y encontrarían la forma de estabilizar si genética mejorada, pero que les daba una vida corta y demostraría al Emperador que se equivocó al descartarlos.

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