Venganza en la sangre


Habían sido exterminados, atraídos por el ansia de saborear la sagrada sangre de Sanguinius. Cortados por las espadas sierra, quemados con lanzallamas, hechos explotar con disparos de bolter y machacados por los puños acorazados de los Ángeles Sangrientos y sus Capítulos Sucesores en la cripta del gran ángel. Él había visto un destello dorado del campo de éxtasis donde yacía el cuerpo de Sanguinius, por unos segundos la Rabia Negra que atenazaba su cuerpo mutado y su mente fragmentada se calmó lo suficiente para ver el panorama de muerte y destrucción, haciendo que huyera a los desiertos de Baal. Ahora era el último de los hijos de la sangre, creados por apotecario Caecus y Fabius Bilis, vagando por aquella tierra abandonada e irradiada como un carroñero. Debía esconderse, los Ángeles Sangrientos seguían buscando cualquier superviviente de los hijos de sangre para matarlos y eliminar cualquier indicio de su existencia. Los murmullos de las personalidades de los Ángeles Sangrientos que formaban su ADN resonaban sin parar en su cabeza, su cuerpo musculoso se tensaba ante las ráfagas de aire caliente, avanzaba encorvado usando sus manos y pies, sus dedos estaban rematados en uñas parecidas a garras, vestía una túnica blanca con el emblema de la gota de sangre alada, arrebatada a un Astarte que había matado, manchada de sangre seca, suciedad y excrementos.

Por instinto alzó su cabeza, mechones de largo pelo blanco cayeron sobre su gruñente rostro y sus ojos rojos se entrecerraron, por instinto su mano derecha agarró el cuchillo de combate de su cinturón. Veía una figura acorazada acercarse entre las dunas de la roja arena, al principio pensó que era uno de los batidores de los Ángeles Sangrientos, pero un instante después reconoció la imponente y aterradora figura que estaba grabada en lo más profundo de su mutada psique. Aquella enorme figura era un Astarte, enfundada en una armadura de un color rojo desvaído, sobre la que llevaba una gabardina hecha de retales de piel humana, su mano derecha enguantada se apoyaba en un báculo rematado en un cráneo y la izquierda sujetaba una temible pistola lanzadardos. Su rostro curtido por el tiempo y la edad parecía estirado, dejando a la vista una sonrisa cruel entre sus finos labios, sus ojos azules miraban de forma analítica y su largo pelo blanco caía en cascada sobre su gorguera. El siseo de los servobrazos de la mochila de su espalda conocida como el Cirjuando al desplegarse, hizo que se le erizara el pelo al Hijo de la Sangre al ver las cuchillas para huesos, escalpelos, inyectores de largas agujas y viales de líquidos iridiscentes. Aquel terrible ser era Fabius Bilis, el antiguo apotecario de la Legión de los Hijos del Emperador, el Primogenitor del Caos, el señor de los clones y el maestro de la hélice genética.

-Oh, mira qué interesante hallazgo tenemos aquí -la voz de Fabius sonó con un tono cruelmente divertido, al mirar al hijo de la sangre que se había postrado ante él. -Puedo ver mi mano en tu creación... dime criatura. ¿Qué es lo que buscas?¿Cuál es tu deseo?

-Venganza…-la voz del hijo de la sangre sonó con tres tonos diferentes, como si tres personas intentarán hablar a la vez. -Venganza contra los Ángeles.

-Mmmm, interesante -Fabius sonrío ampliamente, sin dejar de mirar a la criatura mutante que tenía postrada a sus pies, como si fuera a diseccionarla palmo a palmo. -Yo también quiero vengarme de ellos, me han estropeado un proyecto importante y tú me serás de ayuda. -alzó el báculo del tormento y de los ojos de la calavera de acero salió un rato disforme que abrió un portal. -Ven, iremos a un lugar seguro... y terminaré de mejorarte para vengarnos de los Ángeles.

Fabius sonrío y avanzó con paso tranquilo en dirección al portal, al otro lado se veía un enorme laboratorio de aspecto tétrico y oscuro, que ofrecía promesas de dolor y tormento. El hijo de la sangre obedeció y se puso en pie, avanzó arrastrando sus pies por la arena roja e ignorando a las voces que chillaban en su cabeza que huyera. Sintió su mundo dar un vuelco al cruzar el portal, por instante fue roto en millones de pedazos y luego reconstruido, cayendo sobre un frío suelo de metal y dejando muy atrás el abrasador calor del desierto de arenas rojas de Baal. Uno de los brazos mecánicos del cirujano salió disparado y clavó una aguja en el cuerpo del hijo de la sangre, sacando una muestra del líquido vital del mutante y llevando un vial, que dejó en las manos enguantadas de Fabius Bilis. Este alzó el vial y lo agitó con cuidado ante sus ojos, una sonrisa macabra apareció en sus labios, ansioso por descubrir los secretos que encerraba esa sangre y qué aberraciones podía crear.

Las pruebas se sucedían día tras día, cada una más cruel y brutal, extracción de sangre, pruebas de tolerancia al dolor, comprobación de la regeneración y resistencia del hijo de la sangre, mientras enormes cubas genéticas de clonación empezaban a gestar una nueva generación de hijos de la sangre. Para Fabius había sido fácil desentrañar los misterios de la creación de aquella criatura, una versión retorcida y mutante de un ángel sangriento, ahora estaba creando decenas de esas criaturas gracias a la sangre de varios hijos de Sanguinius que había capturado de diferentes capítulos. Ahora necesitaba llevar a cabo la prueba de fuego, intentar transformar al hijo de sangre original en algo superior, Fabius sonrío al ver el Rubicón Primaris, que había robado a una de las flotas del Mechanicus. Era  la hora de probar a evolucionar al hijo de la sangre y desentrañar el proceso de Primarización, para que sus futuras creaciones alcanzarán una perfección superior que las del insolente de Cawl. 

-Entra en la máquina -la orden fue sencilla, pero dada con una fuerza por Fabius Bilis que no permitía ser desobedecido, señalando el Rubicón Primaris con un dedo enguantado. -Ve y álzate, es hora de conseguir el primer paso a hacia tu destino, criatura.

El hijo de la sangre avanzó pesadamente hacia el Rubicón Primaris, su cuerpo había crecido por los fluidos regenerativos y la sangre fresca que le había dado Fabius Bilis. Su mente era una tormenta, las voces de las diferentes personalidades de la mezcla de ADN de su cuerpo luchaban, gruñían y farfullaban en su interior de forma enloquecedora, instándole a huir y escapar de aquel lugar. Pesé a ello, siguió avanzando y entró en el Rubicón Primaris, su cuerpo fue sujetado por fuertes brazos mecánicos y sintió las cuchillas cortar su carne, agujas se clavaron en su piel inyectando extraños fluidos y sintió un dolor atroz recorrer cada terminación nerviosa. Los gritos resonaron en el laboratorio, haciendo temblar tanto a criaturas mutantes como a los ayudantes de Fabius Bilis, que miraba la escena con tranquilidad absoluta, absorbiendo cara mínimo proceso de la ascensión Primaris y pensando como mejorar el proceso con su profana ciencia oscura. El tiempo parecía fluir a cuentagotas en el interior del Rubicón Primaris, la agonía era eterna y la mente fragmentada del hijo de la sangre parecía unirse y deshacerse sin parar, mientras las mutaciones de su cuerpo enloquecían y modificaban su carne sin parar. Y entonces sucedió, vio la batalla entre Sanguinius y Horus, sintió la muerte del gran ángel y la Rabia Negra de una forma totalmente diferente, sintió la oscuridad tragarlo y las voces de las personalidades delos Astartes que componían su genética ser ahogadas por la sed de sangre, el odio primigenio y una fría determinación.

El Rubicón Primaris se abrió, igual que las fauces de una bestia, dejando salir al monstruo de su interior. Fabius miró con curiosidad, sin saber si saldría un Astarte, un mutante totalmente deforme y enloqueciendo o simplemente una masa de carne gimiente. La enorme figura que salió media tres metros de altura, su cuerpo marcado por enormes músculos, las mutaciones y deformidades parecían haber desaparecido, su rostro era de una belleza oscura enmarcada en un largo pelo blanco como la nieve, sus ojos seguían siendo dos orbes rojos inclementes, en su boca eran visibles largos colmillos y sus dedos estaban rematados en largas uñas negras capaces de abrir el blindaje de un tanque de batalla. Una risa de demente triunfo salió de los labios de Fabius Bilis, había creado su primer Primaris con éxito a partir de un desecho genético de los Ángeles Sangrientos. Ahora la duda era si tenía inteligencia o solo era un cuerpo sin mente, una bestia guiada solo por el instinto o era una criatura consciente de sí misma y por ende con inteligencia propia.

-¿Sabes quién soy, criatura mía? -la pregunta salió de los finos labios de Fabius Bilis, estaba cargada de interés y curiosidad insana por saber. -¿Sabes lo que eres?

-Eres el creador...-la voz salió de los labios del reforjado hijo de la sangre, que miró sus manos con curiosidad y sonrío levemente. -Soy el verdadero legado de Sanguinius y su venganza, yo soy el primer Sanguinari y voy a destruir a los Ángeles por rechazar el legado oscuro del Primarca.

-Bien... bien…-Fabius asintió con la cabeza de forma pensativa, sabía que los Ángeles Sangrientos caían en una furia extraña y recibían las visiones de los últimos momentos de su padre, enloqueciendo y volviéndose asesinos salvajes. -Así que Sanguinari, me gusta como suena eso, crearé un ejército como tú para que llevemos a cabo nuestro objetivo en común. -ahora lo sabía, este era el verdadero potencial oscuro que rechazaban los hijos de Sanguinius, uno ligado a la venganza y a la sangre derramada. -Necesitas un nombre, te llamaré Vlad, como el vampiro de las antiguas leyendas de la vieja Terra.

-Vlad...-pronunció el Sanguinari con un leve asentimiento y mirando los tubos de clonación dónde crecían más deformes hijos de la Sangre. -Alza un ejército de mis hermanos para mí, creador. Te prometo que Baal arderá y que hasta el último Ángel Sangriento y sus Sucesores morirán a mis manos.

-Sí...me gusta, quiero que lleves la muerte a los hijos de Sanguinius -Fabius se frotó las manos de forma inconsciente, ansioso por su venganza y de toda las diferentes semillas genéticas que podría sacar para desentrañar totalmente el genoma de Sanguinius. -Pero quiero la semilla genética de cada capítulo que destruyas, ese es mi precio por tu venganza.

-Lo tendrás, creador -Vlad asintió sabiendo que era mejor tener a Fabius Bilis de aliado y no de enemigo. -Tendrás tu premio y yo mi venganza por destruir a mis hermanos.

Vald miró nuevamente el Rubicón Primaris, pronto serían Legión y ahogarían en sangre los mundos de los Ángeles y de sus Sucesores, mostraría a sus estúpidos hermanos el verdadero legado de Sanguinius. No era la nobleza, ni proteger el Imperio o la humanidad, sino satisfacer la sed de sangre que ardía como un fuego que imposible de apagar y que lo devoraba todo, hasta solo quedar una oscuridad absoluta.

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