La determinación de Dante.




La oscuridad amenazaba con devorarlo y arrastrarlo a la condenación, cada paso era una lucha constante para mantener su cordura y su alma intacta. Dante había descendido al mismo infierno, su amada Eloísa había sido condenada por los pecados de él, engañada por el señor del averno para salvarlo de la condenación eterna. Las risas crueles y los lamentos de los condenados resonaban en sus oídos, las promesas de placeres y dolores indescriptibles eran constantes intentos de seducirlo y hacerle caer. Sus nudillos se pusieron blancos al apretar el agarre de sus espadas cortas, su cuerpo estaba empapado en sangre e icor, sobre su piel se habían cosido sus pecados cometidos durante la cruzada para liberar la Tierra Santa de Jerusalén. Ahora veía con claridad que aquella guerra no había sido voluntad de Dios, sino del odio y la ambición humana, había matado y causado actos terribles en nombre de lo más sagrado. Dante suspiró y alzó la mirada viendo sobre él los ocho niveles que había descendido en busca de su amada en el infierno. Observó a la delgada figura de Virgilio, su guía por aquel demente lugar, envuelto en una túnica de color rojo y que resaltaba su pálido rostro impasible.

El viento helado soplaba con fuerza, estaba en el último círculo del infierno, el círculo helado de la traición. En aquel lugar moraban los traidores, aquellos que habían traicionado a sus ideales, a sus seres queridos, a sus responsabilidades y a sus aliados ya fuere por accidente, error o por voluntad propia. Gigantes tan altos como torres se alzaba como enormes columnas congeladas, bosques de condenados encerrados en hielo hasta el cuello gritaban desesperados, mientras enormes mastines de aspecto lobuno merodeaban por los campos de nieve. El aliento de Dante se helaba formando pequeñas nubes congeladas, cada paso de sus botas acorazadas hacía crujir el suelo de nieve del que salían rígidas y frías manos de condenados intentando agarrarlo desesperadamente. Delante en silencio, Virgilio lo guiaba de forma estoica hacia el centro de aquel círculo del infierno, dónde yacía el primer prisionero de aquel terrible lugar y quién tendría en sus garras el alma pura de la amada de Dante.

-¿Quiénes son estos condenados, Virgilio? -preguntó Dante intentando ignorar el helador frío, que se calaba hasta lo más profundo de su alma. -¿Por qué unos están totalmente congelados y otros solo encerrados en hielo?

-Depende de la causa de su traición -Virgilio señaló a los condenados congelados, que se arrastraban en la nieve y alzaban sus manos ennegrecidas hacia ellos. -Estas almas traicionaron sus ideales y son condenadas a vagar por estos desiertos de hielo y nieve amarga hecha con las lágrimas de sus víctimas. 

-¿Y los que están atrapados en hielo? -Dante miró a las figuras encerradas en hielo, algunas estaban totalmente cubiertas y otras tenían la cabeza libre de su congelada prisión. -¿Y qué son esas bestias parecidos a lobos que merodean por los campos de nieve?

-Los que están atrapados totalmente son aquellos que han traicionado voluntariamente por ambición, por lujuria u odio. Los que tienen sus cabezas libres son aquellos desgraciados que se arrepienten de sus actos traicioneros, los que traicionaron engañados o sin saber que estaban cometiendo traición. -un leve suspiro salió de los labios de Virgilio y miró a los monstruos lobunos con desprecio. -Esas bestias fueron una vez leales perros, que atacaron y mataron a sus amos traicionándolos, para luego devorar su carne muerta. Su condena es vagar por estos fríos campos de nieve, persiguiendo a aquellos que se liberan de sus prisiones heladas para alimentarse de su carne condenada.

-Pues las bestias nos están rodeando...-respondió Dante, alzando sus espadas y señalando a los enormes mastines de pelaje gris y ojos heladores. -Quédate detrás de mía, Virgilio. Yo acabaré con ellos.

Dante observó cómo los primeros mastines lobunos se lanzaron a la carga, presos de un hambre atroz que parecía consumirlos desde dentro. Esquivó al primero, atravesó el costado del segundo llegando hasta su corazón y pateó la cara del tercero. Los demás retrocedieron y empezaron a dar vueltas alrededor de ambos, esperando una brecha en la defensa del caballero. Pero Dante no esperó a ser atacado, lanzándose hacia delante y rodando por la nieve, pasando entre dos bestias lo unas y cortando sus extremidades, para luego ponerse en pie de un salto lanzando tajos a diestra y siniestra contra todos los enemigos que le rodeaban. Se transformó en un torbellino de acero, que cercenaba extremidades y hendía cráneos dejando una estela de muerte sangrienta a su paso. Cuerpos ennegrecidos y rígidos emergieron de la nieve, como nadadores en un mar blanco y extendieron sus rígidas manos hacia las bestias muertas o heridas para alimentarse con ansia de su la carne caliente de sus víctimas. El monstruo lobuno más grande de todos gruñó y se lanzó a por Dante, derribándolo con su enorme peso e intentando destrozar su cabeza con sus mandíbulas llenas de amarillentos dientes. Hilos de baba caían sobre el rostro de Dante, que apuñaló el pecho de la bestia con sus espadas y sintió la sangre caliente empapar sus manos, mientras las mandíbulas desesperadas chasqueaban sin parar. Con su gran esfuerzo empujó el cuerpo de pelaje sarnoso muerto un lado y se incorporó, pateó las manos de los condenados que intentaron asirlo a él y a su víctima. Dante se acercó al cuerpo muerto del líder de la manada de bestias y empezó a desollar su pelaje, mientras los supervivientes de la manada huían al perder a su líder hacia los campos de nieve. Tras terminar su macabro trabajo, Dante se puso la piel sin curtir alrededor de su cuerpo y dirigió una mirada seria a Virgilio.

-Vamos, el tiempo apremia -dijo Dante alzándose como un espectro vengativo sin apartar la mirada de Virgilio. -Llévame al corazón de este infierno helado, tengo que rescatar a mi amada Eloísa.

-Entonces sígueme a la fortaleza del odio eterno -Virgilio alzó una mano esquelética hacia la tormenta que se alzaba ante ellos.-Pero te advierto, tu alma se enfrentará a un mal que pocos pueden soportar.

-Yo no importó, es Eloísa quién está sufriendo por mi culpa -las palabras de Dante flotaron en el aire helado, mientras se puso en marcha hacia la rugiente tormenta de nieve y hielo. -No he llegado tan lejos para rendirme ahora…

Virgilio asintió levemente sorprendido por la determinación de Dante y se puso en marcha, internándose ambos en la tormenta en busca de su destino. Cada paso era un logro titánico, el viento amenazaba con derribarlos y la nieve que caía con furia cegaba sus ojos, solo viendo un palmo de pasos delante de ellos. Muchas almas habían intentado llegar al corazón de la tormenta, pero solo habían conseguido el olvido helado en una tumba de nieve amarga. Tras lo que pareció una eternidad vagando por el interior de la tormenta, apareció una fortaleza de piedra negra cubierta de capas de hielo, brillando sus muros como si fueran obsidiana pura y sus enormes puertas estaban abiertas, mostrando una oscuridad densa como una noche sin estrellas. Virgilio señaló la negrura de la entrada y Dante asintió, sabiendo que debía entrar solo y enfrentar a su destino para salvar a su amada. Sin mirar atrás se internó en los pasillos de aquella oscura fortaleza, cada paso hacía crujir el hielo que cubría los suelos con alfombras congeladas. El silencio lo envolvía todo como un sudario mortuorio, mientras una extraña opresión se cernía sobre los hombros de Dante. Salas vacías y llenas de muebles destrozados cubiertos de escarcha, hablaban de una antigua gloria eones olvidada en aquel lugar transformado en una prisión para el primer traidor a Dios. Entró en el salón del trono, enormes pilares se alzaban hasta la oscuridad del techo de la sala, en el centro había tres tronos formando un triángulo perfecto, ocupados por hombres congelados hasta en cuello por sus pecados. Dante al verlos, supo al instante quienes fueron aquellos tres hombres, traidores ilustres y conocidos de la historia, desdeñados y malditos por sus actos viles. Caín hijo de Adán y asesino por enviada de su hermano Abel, Bruto que apuñaló y traicionó a Julio César por poder, Judas Iscariote que traicionó por unas míseras monedas de plata a Jesús de Nazaret. La mirada de Dante se fijó en la figura congelada en capas de hielo y encadenada en el centro de aquel triángulo, Lucifer el primer traidor de la historia, sobre su figura apresada flotaba una llama luminosa, era el alma de Eloísa que gemía y gritaba en silencio hacia la eternidad.

-Vete y huye por tu vida, necio -gruño Bruto, mirando con ojos cargados de ambición y sonriendo con arrogancia. -No puedes vencer, aquí solo conseguirás la muerte.

-Olvida a la mujer y vete, disfruta lo que te queda de vida antes de volver a ser arrojado al infierno por tus pecados -dijo Caín ansioso y mirando a Dante, deseando estar en su lugar y ser libre de vivir una nueva vida. -Es lo que yo haría… vivir mi vida y no mirar atrás.

-Callaros pecadores…-gritó Judas, su voz hizo callar a los otros dos condenados y miró a Dante.-Hazlo que debas, no te arrepientas de no haber hecho lo correcto como yo…

-Sí, sé lo que tengo hacer -Dante asintió mirado a Judas con cierto respeto y avanzó hasta la enorme masa congelada de Lucifer. -Liberaré a mi amada de este impío lugar a cualquier precio.

El hielo y las cadenas crujieron, rompiéndose en una tormenta de eslabones y trozos de agua congelada, dejando libre al ángel caído que aprisionaban y se río siniestramente al mirar a Dante. Su cuerpo una vez de belleza absoluta, era ahora una monstruosidad retorcida, enormes cuernos salían de su frente, alas de murciélago brotaban de su espalda y una larga cola de reptiliana azotaba los restos de hielo, sus dedos acababan en garras afiladas y sus ojos relucían con malignidad. Dante retrocedió al ver la enorme figura monstruosa alzarse entre él, sintiendo el miedo roer sus entrañas como una rata hambrienta y atenazando sus músculos. Lucifer lo miró con odio y desprecio, agitando su larga cola igual que un reptil ansioso por torturar al mortal que lo desafiaba. Eloísa observaba la escena en silencio con horror y miedo pintado en su cara, alzando sus manos hacia su amado. El señor del Inframundo se lanzó a la carga, dando terribles golpes capaces de destruir una fortaleza y obligando al caballero a retroceder, mientras sus armas se mellaban con cada ataque de su monstruoso enemigo. Dante alzó sus espadas para detener el último ataque de las brutales garras de Lucifer, el impacto rompió las hojas en decenas de pedazos y lo arrojó contra una de las paredes del salón del trono.

-No puedes vencer, eres un pecador y estás condenado -las palabras salieron de los curvados labios de Lucifer, cada una de ellas cargadas de burla, odio y maldad. -Y gracias a tus actos, tengo un alma pura que alumbrará una salida del Infierno para volver a desafiar al Cielo.

-No te lo permitiré…-la voz de Dante tembló por el dolor y escupió sangre, su mano derecha sacó el colgante de plata en forma de crucifijo y lo alzó hacia el ángel caído. -Yo acepto mi condena por mis actos realizados en vida… libera a estás almas condenadas que se lo merezcan y guía a las puras sin pecado a tu diestra…

-¿Qué estás haciendo? -preguntó nervioso Lucifer, retrocediendo al notar el poder de la plegaria de Dante y cómo al contrario que el resto de condenados, aceptaba su castigo divino.-¡No lo hagas! ¡Nadie acepta su condena eterna! ¡No seas idiota!

-¡Yo lo hago! -rugió Dante con el crucifijo en lo alto, brillando con la cálida luz de la gracia divina y el perdón de Dios. -Aléjame de todo mal, Dios. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!

La luz cubrió todo el salón del trono, los tres traidores gritaron de asombro al ver aquel milagro, mientras los chillidos del ángel caído resonaron en los oídos de todos los habitantes del Infierno. Dante observó fascinado como el alma de Eloísa se alzaba hacia el Cielo, envuelta en una cálida luminiscencia y su rostro mostraba una paz como nunca antes había visto. Ante aquella luz era tan fuerte, que obligó a Dante a parpadear, un instante después todo volvía a estar en la tenue oscuridad. Lucifer estaba otra vez encerrado en su helada prisión, renovada y reconstruida con la Fe que había esgrimido Dante contra él. Caín y Bruto maldijeron sin parar al ver el trono de Judas vacío, su arrepentimiento había sido visto y terminando su tormento eterno. Eloísa había ascendido a los Cielos y salvada de una condena que no era la para ella, un suspiro salió de los labios de Dante y sintió como los pecados cometidos por él se habían desprendido de su carne, arrojados al suelo igual que una sucia tela. Era libre, pero aún distaba mucho de salir del infierno y redimir sus terribles actos, tal vez un día volvería como prisionero a aquel maldito lugar, pero ahora tenía una oportunidad de servir al Cielo y a Dios de verdad. Se giró y se puso en marcha para salir de aquella fortaleza condenada, mientras detrás de él sus pecados cometidos tomaron la forma de una serpiente que se arrastró hacia las sombras en silencio. Aquella solo había sido un embate más entre el bien y el mal, una guerra eterna que se libraba en los corazones de los mortales hasta el fin de los tiempos, a la espera de la batalla final por el dominio de las almas humanidad.

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