Arcane: Motivos para morir o vivir.

 


El silencio y la frialdad de esa celda oscura la envolvió como un sudario mortuorio, por tercera vez su vida se había derrumbado y hecho pedazos ante sus ojos. Jinx había recuperado su familia, había tomado bajo su ala a la pequeña Isha, hecho las paces con su hermana Violet y recuperado a su padre Vander, aunque fuera ahora un monstruo en parte animal y en parte máquina, para luego perderlo todo bajo un ataque furibundo e inclemente. La muerte del curandero Víktor y el ataque de las Tropas Noxianas de Ambessa Medarda, habían destrozado la pacífica comunidad que les había acogido y hecho enloquecer a Vander. Isha la había robado el arma con tecnología Hex y sobrecargado creando una gran explosión, salvado a Violet, Caitlyn y a ella de una muerte segura. Jinx tembló al recordar la sonrisa de la niña, su larga cabellera azul estaba desparramada por la celda y las lágrimas caían por su sucio semblante, mientras temblaba presa de los fantasmas de su pasado. La culpa de la muerte de la madre de Caitlyn por su bombardeo enloquecida y la muerte de Silco a sus manos, eran otras consecuencias de sus actos erráticos y desmedidos que volvían a su mente para atormentarla aún más, demostrando que era un desastre andante y que todo lo que tocaba moría. 

-¿Cuánta más gente tiene que morir por mi culpa?-preguntó Jinx encogida y temblando, hecha un ovillo en una esquina de la oscura celda.-Es mejor pudrirse aquí… así nadie más saldrá herido por mi presencia…

-Este es el problema de aferrarse a los lazos de la amistad y la familia, mi niña -susurró en su oído el espectro de Silco creado por la febril mente de Jinx. -Debes romper todos los lazos que te atan para ser libre…

-Sé lo que tengo que hacer…-respondió Jinx con voz temblorosa, mientras sus ojos violetas miraban al espectro.-Debo romper con todo y desaparecer de la ecuación… así todos estarán a salvo de mí.

Jinx había engañado a su hermana y la había dejado encerrada en la celda, allí estaría segura hasta que Caitlyn la sacará y no podría perseguirla para impedir que hiciera lo que debía, reducir a cenizas todos los lazos que la ataban a la vida. Descendió por los túneles oscuros de ventilación de Piltober, ignorando el hedor, la humedad y las alimañas que allí moraban, hasta llegar al límite de la ciudad de Zaun. Avanzó por las desiertas calles, sus habitantes habían huido hacia la parte superior a la ciudad de Piltober o habían sido evacuados en los barcos voladores, una guerra se cernía sobre aquel lugar y la muerte vendría a reclamar su diezmo otra vez. Jinx se detuvo ante el viejo bar, Vander lo había regentado hasta su muerte, tras lo que Silco lo había reclamado como su cuartel general. Cogió los bidones llenos de alcohol, que había tras la barra y empezó a empapar el local, su mirada se alzó hacia el despacho y lanzando un largo suspiro, subió con un bidón en la mano las escaleras y dio una patada en la puerta. Allí estaba el viejo escritorio y la silla acolchada de Silco, su mano izquierda acarició el mullido asiento un segundo, antes de empezar a echar alcohol sobre los muebles y la silla, con delicadeza abrió el cajón del escritorio y sacó el encendedor de Silco, lo encendió y vio la llama bailar durante un tiempo indeterminado, antes de arrojarlo encendido contra la silla prendiendola fuego y dejando que se extendiera sin control. Sin mirar atrás Jinx salió como un alma en pena, dejando que su hogar de su infancia y adolescencia ardiera hasta los cimientos.

Destrozó y arrasó cada enclave de Silco, de forma sistemática hasta no dejar piedras sobre piedra, rompiendo los lazos de su pasado y ser libre de ataduras. Ahora estaba en el último lugar que deseaba ir, su escondite y morada, el lugar que había compartido con la pequeña Isha, aquella niña la había recordado a ella misma de pequeña, inteligente, impulsiva y ansiosa de impresionar a quién consideraba su hermana mayor. Lágrimas cayeron nuevamente por su rostro manchado en hollín y ceniza, sacó una granada de su cinturón y la sujetó entre sus manos, observándola con cierta mezcla de añoranza, culpa. Y melancolía, mientras los recuerdos golpeaban si frágil cordura hasta casi romperla de nuevo.

-Qué curioso… todo este lío empezó por una granada de las mías…-Jinx lo susurró sujetándola con fuerza con su mano derecha y se preparó para tirar de la anilla.-Es correcto que termine así… es hora de cortar todos los lazos…

Un largo suspiro salió de los labios de Jinx, cuando arranco la anilla y la luz multicolor de la granada la iluminó. Un segundo después se dio cuenta de que estaba en el mismo punto de antes de tirar de la anilla, a su izquierda vio la figura jadeante y apresurada de Ekko. Tenía arañazos de metralla en su oscuro rostro, quemaduras leves en sus brazos y hollín en su pelo blanco de rastras, como si hubiera pasado por varias explosiones. Colgada de su espalda llevaba una extraña máquina con un cilindro de cristal, en su interior giraban lo que parecían pequeños monos de juguete que ella hubiera diseñado y una esfera de tamaño de una canica brillaba con luz cambiando constantemente.

-¿Qué quieres Ekko? -preguntó Jinx acariciando la anilla de la granada, con sus ojos violeta mirando a los pequeños monos de juguete girar alrededor de la esfera del cilindro de cristal de la máquina de su antiguo amigo de la infancia.-¿No ves que estoy cortando los lazos con todos y todo?

-Espera… Jinx… por favor…- suplicó Ekko, sentándose en uno escalones de metal de la pasarela donde estaban y tomando aire agotado de manipular el tiempo.-No tienes por qué cortar los lazos con todo y volarte en pedazos. Una amiga algo alocada me dijo que pese a nuestro pasado, debemos conservar lo que nos importa y seguir hacia delante…

Jinx miró el rostro de Ekko y luego su granada, cerró sus ojos recordando a sus amigos de la infancia, a su hermana Violet, a Vander, a Silco y finalmente a Isha, aquella niña la había traído esperanza y le había dado un amor incondicional. ¿Qué clase de madre o hermana adoptiva sería si despreciaba así su sacrificio? Un bufido salió de sus labios y arrojó al vacío la granada sin activarla, abrió los ojos y miró con una nueva determinación a Ekko.

-Está bien… haremos algo grande…-refunfuñó Jinx, posando las manos en sus caderas y sonriendo de manera perversa a Ekko.-Reúne a tus moscas de fuego, guapo. Vamos a mostrar a Piltober como luchamos en Zaun.

Ahora tenía un objetivo, proteger lo que le quedaba, su hermana Violet y la gente de Zaun y Piltober de las garras de la cruel Ambessa Medarda. Jinx cogió sus gafas y sus herramientas, mirando su escondite con una sonrisa demente, lista para crear una nueva máquina de guerra y destrucción, para detener la amenaza que podía consumir ambas ciudades por una simple ambición desmedida.

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