El fuego de artillería hacía temblar todas las líneas de trincheras de ambos bandos, aquel mundo había sido un paraíso y ahora era un entramado de cráteres, trincheras y fortificaciones, que se veían desde el espacio como cicatrices. Todo era por un maldito mineral muy escaso en la galaxia, el Triniun. Un solo miligramo podía potenciar el poder de resistencia de cualquier metal y Caron IV tenía extensos depósitos de aquel mineral. Los Separatistas y la República llevaban luchando por aquel mundo del borde exterior meses, sin avances por ambos bandos y arrojando a la picadora de carne y metal centenares de efectivos. El comandante clon Grant observó la línea de trincheras, podía ver el cansancio y el estrés mental en los rostros de sus hermanos, algunos sufrían temblores nerviosos o tenían una mirada perdida, el mismo sentía sus manos temblar a veces de forma incontrolable. El ruido de la artillería enemiga paró y las alarmas sonaron por toda la línea de trincheras, era el aviso de un asalto de los ejércitos Separatistas. Grant se pegó a los sacos terreros y dio la orden de disparar, las ametralladoras pesadas blasters rugieron segando droides de combate B1, que avanzaban de forma inclemente apoyados por tanques graníticos que disparaban salvas contra las trincheras. Él mismo ya había alzado su rifle blaster y disparaba, los asaltos se habían vuelto cada vez más frecuentes y no había día que no se producirá uno por alguno de ambos bandos. Se volvió a cubrir y recargo su arma, se alzó a disparar, una maldición salió de sus labios al ver a los droides B2 y los Droidekas avanzar sobre los restos destruidos de los droides B1. Estaba claro que aquello no era un simple asalto, era una ofensiva en toda regla contra las líneas de la República. Grant maldijo en silencio y siguió disparando, dando órdenes rápidas y solicitando refuerzos para los diferentes puntos más débiles de las trincheras. Aquel asalto le pareció eterno, los cuerpos mecánicos se apilaban ante las trincheras y los droides parecían no querer ceder ni un solo centímetro de terreno. En algunos puntos los droides entraron en las trincheras y parapetos, desembocando en un terrible combate cuerpo dónde los superados soldados clon luchaban con uñas y dientes, contra el maremoto metálico que parecía que iba a pasarlos por encima. Grant había soltado el rifle y desenfundado sus pistolas gemelas, disparando en constante movimiento contra los droides pesados B2 y lanzando granadas disruptivas contra los esféricos Droidekas que se desplegaban para lanzar andanas de muerte con sus blasters pesados gemelos. La sangre y el aceite corría como pequeños riachuelos, mientras cada vez más cuerpos sin vida se amontonaban como juguetes rotos, Grant temió que el frente no aguantará, pero en ese instante los droides retrocedieron, igual que la marea baja, dejando solo una zona arrasada y en ruinas. Grant se derrumbó agotando y se sentó sobre un Droideka destruido, se quitó el casco y el hedor a muerte le golpeó como un bofetón en toda la cara. Reprimió las ganas de vomitar y miró a su alrededor, los soldados clon supervivientes remataban a los droides enemigos caídos y empezaban a atender a los heridos, suspiró cansado y sintiendo el cuerpo entumecido por el esfuerzo. El comunicador resonó en su oído derecho, un largo suspiro salió de sus labios cortados y pulso sobre el audífono con dos dedos para contestar.
-Aquí el Comandante Grant -la respuesta escapó de la garganta de Grant como un quejido. -¿Qué sucede General Gorel?
-Hemos perdido contacto con la sección KX8R -la inflexible voz de Caballero Jedi Calas Gorel resonó en el oído de Grant. -Mueva a sus hombres a esa sección, debe asegurarla y encontrar supervivientes, incluido a mi Padawan.
-Si, general -gruñó Grant, sabiendo que al General Gorel solo le importaban dos cosas, que había sucedido con su Padawan y no perder ninguna sección de trincheras sin importar las perdidas humanas. -Marcho en seguida...
Grant cortó la comunicación, suspiró y miró su reflejo en el visor de su desgastado casco, tenía oscuras ojeras rodeando sus ojos azules, su rostro estaba marcado de cicatrices y su pelo negro marcaba canas del estrés. Apartó la mirada y se colocó el casco, para luego ponerse en pie con un esfuerzo sobrehumano, mientras organizaba tres escuadras de soldados clon regulares y su escolta personal de soldados Arco. Sabía que sus hombres estaban cansados, que necesitaban ser reemplazados de su turno de trincheras, pero el General Gorel los había enviado a una zona que posiblemente estaría en manos del enemigo, solo para salvar a su Padawan. Grant y sus tropas recorrieron sección tras sección en silencio, soldados clones los observaban con la mirada perdida y sujetando sus armas como si fuera un salvavidas en mitad de un turbulento océano. Otros soldados saqueaban a los droides destruidos, robando sus armas y munición, para luego arrojar aquellas máquinas rotas fuera de las trincheras, para que fueran un obstáculo más ante un nuevo ataque. La desesperación era un manto que cubría aquel lugar, Grant lo sabía bien y para empeorar las cosas el General Gorel los trataba como si fueran droides, lanzándolos en ataques desesperados contra las trincheras enemigas u obligándoles a hacer turnos más largos de defensa de lo recomendable. Negó con la cabeza y apartó esos pensamientos, necesitaba estar despejado y concentrado si quería sacar vivos de allí al máximo posible de sus hombres.
-Primera escuadra, avance…-ordenó Grant, haciendo que la primera escuadra de clones regulares avanzará.-Soldados Arco cúbranlos, escuadra segunda y tercera en retaguardia. ¡En marcha!
Las escuadras se posicionaron de forma rápida, gracias al entrenamiento y los meses de guerra despiadada, cada soldado clon de aquel frente era un veterano a la altura de cualquier soldado Arco. Avanzaron en silenciosa procesión, todos con las armas amartilladas y listas para disparar. Grant apretó los dientes ante la visión que mostraba aquel lienzo de las trincheras, había muertos y droides destruidos por todos lados, pájaros carroñeros revoloteaban entre los muertos dándose un festín. Cada paso que daban chapoteaban en pequeñas lagunas de aceite, carburantes y sangre a partes iguales. Se veía las marcas ennegrecidas en las paredes de tierra de las trincheras de los lanzallamas y de las explosiones de las granadas, restos de miembros robóticos y humanos yacían esparcidos por el suelo, el hedor a muerte y descomposición flotaba con fuerza en aquel osario en que se había convertido aquel terreno de guerra. Los soldados revisaban cada cuerpo, buscando desesperadamente algún superviviente del ataque sin éxito, Grant sabía que era improbable encontrar alguien vivo en aquella zona de muerte, salvo tal vez al Padawan del General Gorel. Ante ellos apareció el búnker de mando, marcado por el fuego de blasters y de granadas, las armas pesadas de los puntos de tiro de la construcción estaban derretidas o destrozadas, todos los soldados miraron a Grant y este asintió levemente. Con cuidado sacó el escáner de su cinturón y apuntó al búnker, sin esperar gran resultado del escaneo de formas de vida. Siete agudos pitidos hizo contener el aliento a todos, había supervivientes a aquella masacre y podría ser que incluso el Padawan estuviera entre ellos.
-¡Sargento Argus! ¡Abra el búnker! -rugió Grant señalando al sargento de la primera escuadra de clones regulares. -¡Equipo médico preparado para atención de urgencias! ¡Vamos, vamos!
El sargento Argus corrió hacia el panel de control de la entrada principal del búnker e introdujo los códigos de seguridad de apertura, la puerta de seguridad blindada siseo al abrirse y el hedor a enfermedad, heridas mal curadas y aire rancio golpeó a los presentes. Grant entró con los médicos de combate y los soldados Arco, a la vez que le ordenó a Argus de formar con el resto de escuadras un perímetro de seguridad. Las luces parpadeaban, mostrando a una decena de bolsas para cadáveres con los cuerpos de soldados clon muertos en su interior, los supervivientes habían derribado las mesas y las usaban como parapeto, apuntando con sus armas a los recién llegados. Una figura con túnica y piezas de armadura salió al encuentro de Grant, tenía un aspecto desastroso y sucio, su pecho estaba vendado y su rostro juvenil mostraba una mirada aterrada, habían encontrado al Padawan Mae Dert. Grant y el resto se cuadraron ante Mae e hicieron el saludo militar, mientras los médicos de combate atendían a los clones supervivientes.
-Señor, nos envía a por usted el General Gorel -dijo con suavidad Grant a agotado Padawan, sin dejar de observar la escena con cautela. -¿Qué ha sucedido en esta sección de trinchera, Señor?
-Hemos sido atacados por unos nuevos tipos de droides, debemos evacuar -ordenó con urgencia Mae, sujetando con fuerza contra su cuerpo el sable de luz como si fuera un amuleto protector.-¡Vamos! ¡Lléveme a las lanzaderas, comandante!
-¿Lanzaderas?-preguntó desconcertado Grant, viendo el terror en la cara del Jedi y de los supervivientes. -Hemos venido a pie, las lanzaderas están siendo derribadas si se acercan demasiada zona de trincheras.
-¿No lo entiendes? -preguntó Mae presa de un ataque de ansiedad, mirando hacia la entrada temblando de miedo igual que un niño.-Ellos ya vienen… tenemos que huir de aquí…
Las palabras murieron en los labios del Padawan al sonar las ráfagas de disparos en el exterior, Grant maldijo y desenfundó sus pistolas gemelas. Sin pensarlo salió al exterior seguido de su escolta de soldados Arco, viendo a media decena de droides Magnaguardias y dos centenares de droides comandos avanzado hacia sus posiciones. Cinco altas figuras los dirigían, su aspecto era estilizado y su blindaje pintado de blanco estaba manchado de barro y sangre, sus manos estaban rematadas con afiladas garras y en sus antebrazos llevaban acoplados lanzallamas o blasters, cualquiera que los viera pensaría que eran clones del terrible general Grievous, exudaban un aura de muerte y miedo como si fuera un manto. El más alto de aquellos cíborgs alzó su puño derecho y todos los droides se detuvieron, dejando que un silencio funesto se extendiera por las trincheras. Grant notaba como temblaba de miedo el Padawan Mae, aquellos cíborgs debían ser los culpables de la matanza en aquella zona. Se adelantó, sus hombres aún apuntaban sus armas listas para volver a disparar, pero sabía que los Separatistas se habían detenido para parlamentar.
-Mirad lo que tenemos aquí…-dijo el líder de los cíborgs, subiéndose sobre un tanque andador destruido para ser visto por todos los clones.-Buenos soldados que cumplen órdenes, sin importar si son arrojados a la picadora de carne que es esta trinchera.
-Deja tu retórica para quien le interesé, Separatista -gruñó Grant, mirando serio al cíborg y escaneando a su enemigo en busca de puntos débiles. -¿Quieres negociar tu rendición y la de tus tropas?
-Vaya, eso sí que es tener sentido del humor, hermano -respondió riéndose de forma cruel el cíborg, apartando su placa facial de su rostro y mostrando una cara familiar para cualquier clon. -¿Me recuerdas, hermano?
-¿Sneak?-la pregunta salió de los labios de Grant como un jadeo, al reconocer el rostro tatuado de su hermano clon, que había sido el comandante anterior de aquellas trincheras.-No puede ser… desapareciste en combate… solo encontramos tu casco…
-Sí, me llevaron arrastras el enemigo y me libero de mis cadenas, Grant -contestó Sneak de forma siniestra, sonriendo y colocándose la placa facial de nuevo. -Soy el futuro, lo mejor de los clones de la República y de la tecnología droide de los Separatistas -ofreció su mano derecha hacia los clones allí reunidos. -Uniros a mí, abrazad la oportunidad de ser libres de la República y del envejecimiento acelerado, que os condena a morir en unos pocos años. ¿O esperáis que os pague la República por vuestros servicios? ¿A caso no os tratan como basura en esta zona de guerra y como seres desechables los propios Jedis?
-¡No escuchéis a ese traidor! -rugió pálido el Padawan Mae, alzando su sable de luz encendido hacia Sneak y mirando a los clones que permanecían en silencio.-¡Maldita sea!¡Obedeced malditos clones! ¡Atacad!
Grant soltó una maldición, cuando los droides Magnaguardias saltaron sobre el Padawan y los droides comandos empezaron a disparar sobre sus tropas, el estúpido Jedi había destrozado su única oportunidad de salir vivos de aquella trinchera de una pieza con su miedo e impaciencia. Los soldados clon respondieron al fuego, Grant veía como los Magnaguardias despedazaban al Padawan y sabiendo que ya estaba muerto el Jedi, arrojó sobre ellos tres granadas que reventaron a los droides. Una sombra enorme se alzó sobre él y saltó hacia atrás disparando sus pistolas sin hacer mucho daño al blindado cuerpo de Sneak, que activó un lanzallamas integrado en su antebrazo derecho. Grant rodó por el suelo con la armadura ennegrecida por las llamas, mientras esquivaba como podía las afiladas garras que abrían profundos surcos en el suelo y las paredes de los parapetos de la trinchera. Alrededor de ellos, la locura se había desatado y un infierno de combates a corta distancia, locura de luchas cuerpo a cuerpo y explosiones se grababa en las retinas de ambos hermanos clon, ahora enfrentados en un duelo a muerte. Sneak pateó el casco de Grant, arrancándoselo de cuajo y haciéndole caer boca abajo sobre el charco de restos destrozados y fundidos que habían sido los Magnaguardias y el Padawan Mae, soltando sus armas en la caída y notando peso del pie mecánico sobre la espalda de su peto.
-Esto se acabó hermano -se río triunfante Sneak, aplicando todo su peso sobre el cuerpo del caído Grant. -Ya que no vendrás por las buenas, te cortaré los brazos y las piernas, luego solo te arrastraremos con el resto de supervivientes para que seas igual que yo.
-Jamás… seré como tú…-respondió Grant, tanteando el sucio suelo desesperado en busca de una arma, su mano notó algo frío y cilíndrico, aferrándose a aquella arma con toda su alma.-¡Yo soy un buen soldado! ¡Nunca una arma de nadie!
Lanzando aquel grito de orgullo, Grant encendió el sable de luz y lo blandió a ciegas contra la pierna de Sneak, escuchando el siseo del metal ser cercenado por la hoja de color blanco. Sneak cayó hacia atrás contra el suelo, Grant apretó los dientes y se abalanzó sobre el cíborg, atravesándole el pecho con el sable de luz y cayendo agotado junto al cuerpo de su antiguo hermano, que agonizaba presa de violentos espasmos. Hedor a muerte, carne quemada, aceite ardiendo y sangre derramada llenó sus fosas nasales y sus ojos, vieron escenas de valor, terror y agonía pasar ante él en los siguientes segundos. Dos disparos perdidos lo derribaron y acabo hecho un ovillo en el suelo, sintió las primeras gotas de lluvia caer del cielo encapotado sobre su rostro, mientras la oscuridad le reclamaba y su consciencia se alejaba, sabiendo que iba a morir en aquel lugar olvidado de la mano de dios como otros miles antes que él.
El sonido de unas pesadas botas lo sacaron de su inconsistencia, Grant estaba flotando en un sucio charco de agua de lluvia y sus ojos se abrieron levemente, pudiendo vislumbrar la muerte y destrucción que le rodeaba. Una figura imponente envuelta en manto negro con capucha sobre la armadura de combate observaba la escena con sádica satisfacción, mientras hablaba con una figura holográfica con voz suave, el emblema de la Orden Jedi era visible en su hombrera derecha. La conversación le llegó como un susurro, arrastrado por el viento y resonando en los atronados oídos de Grant.
-Maestro… el experimento ha sido un éxito -dijo la forma encapuchada, observando a la pequeña imagen holográfica, sonriendo bajo su capucha con deleite macabro.-Las bajas han sido enormes y los sujetos de prueba han mostrado una lealtad incluso superior al General Grievous.
-Excelente, Acólito -respondió la figura holográfica y riendo complacido, mientras se frotaba las manos con gesto tranquilo. -¿Ha sobrevivido algún testigo del experimento que nos pueda incomodar?
-Solo uno, Maestro -contestó con suvidad el Acólito y señaló a Grant con un dedo enguantado.-Pero ahora mismo lo eliminaré, no dejaré cabos sueltos.
-Bien… has hecho un trabajo notable, infiltrandote en los Jedis y entorpeciendo su labor aquí -felicitó la figura holográfica y empezó a desvanecerse.-Acaba con él y vuelve a Exegol, en una semana Coruscant será sitiada y los Jedis caerán…
-Sí, Maestro…-dijo la figura encapuchada y guardó el comunicador con cuidado, para luego recoger un rifle blaster y sopesarlo con una mano. -No te hagas el inconsciente, Comandante Grant. Sé que lo has escuchado todo, pero no te va a servir de nada muerto…
-Eres un traidor, General Gorel -respondió sin fuerzas Grant, sabiendo que había sido utilizado como un simple conejillo de indias en una perversa red de maquinaciones.-Los Jedis y la República sabrá de esto… pagarás por tus crímenes…
-Yo creo que no, Comandante -se río cruelmente Gorel, mientras vaciaba todo el cargador del blaster sobre el maltrecho Grant y lo asesinaba sin piedad.-Por qué tú estás muerto, igual que el verdadero Calas Gorel.
El Acólito arrojó el arma descargada como si fuera un trozo de basura y se alejó, sabiendo que pronto su maestro Darth Sidious daría el golpe de gracia a los Jedis, a los Separatistas ya la misma República, cambiando la galaxia bajo el puño de hierro de los Siths nuevamente.
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