El enorme bionave avanzaba lentamente en solitario por el vacío estelar, dejando a su paso una estela de restos orgánicos y sangre congelada. Había escapado de una emboscada de los Ultramarines, todas las demás bionaves de ese tentáculo de la flota Leviatán habían sido destruidas y ella avanzaba agonizante, en busca de un planeta mínimamente viable para soltar sus semillas de destrucción. Sus rajadas velas solares se iluminaron de forma tenue al entrar en aquel sistema minúsculo. Un sol blanco brillaba de forma apagada, iluminando a dos planetas que giraban perezosamente a su alrededor. Uno era una esfera de gas azulado con tres lunas inertes y llenas de cráteres, el otro era una esfera rocosa con tres lunas pequeñas de hielo. Los flagelos del morro de la nave se movieron como las antenas de un insecto, a la vez que se encaminó hacia aquel mundo rocoso, notando vida microbiana pese al ambiente estéril en sus minúsculos mares de cianuro expulsado por unas docenas de volcanes. Sin detenerse, se arrojó contra la superficie planetaria, cruzando la atmósfera en caída libre y lanzando millares de esporas cargadas de virus y bacterias Tiránidas. La nave se estrelló contra las placas planetarias, dejando un rastro de tierra arrancado y despertó a varias decenas de volcanes dormidos que vomitaron chorros de cianuro, ácido y metano líquido. Aquel enorme leviatán estelar chilló de dolor, miedo y agonía cuándo la tóxica atmósfera terminó con su vida, mientras las esporas tiradas expulsaban chorros de gas de diferentes colores con la última esperanza de vida de aquella bionave muerta.
Los días, meses, años y siglos pasaron en aquel sistema catalogado por el Imperio como inútil, por su falta de recursos y también por no ser un sistema estratégico. Aquel mundo había cambiado, las bacterias y virus Tiránidos habían asimilado a la vida microbiana autóctona, prosperando en lo que ahora eran mares de una toxicidad insalubre y que separaban los distintos continentes. La enorme masa de la bionave había sido devorada y solo quedaban sus huesos blanqueados por la venenosa lluvia, plantas monstruosas e insectos blindados competían por la baldía superficie, mientras mares de depredadores luchaban y evolucionaban a un ritmo quinientas veces más rápido de lo que haría cualquier ser vivo de la galaxia. El tiempo pasaba inclemente, nuevas especies salieron de los mares, compitiendo en la superficie del aquel mundo contra la voraz flora y los venenosos insectos, formando un ecosistema elaborado y brutal. La guerra evolutiva del planeta siguió sin control, al no estar bajo la mente de colmena de los Tiránidos, mutando y generando nuevas especies totalmente nuevas basadas en los repositorios genéticos de su ADN y ARN.
Un nuevo ser había despertado la primera reina nord que nacía en aquel mundo salvaje, el único ser con consciencia de sí mismo y con el poder de controlar a cada ser de ese mundo con un solo pensamiento. Una ola de energía psíquica abrumó su recién nacida mente, al conectarse con la mente colmena del enjambre Tiránido, llenando su enorme cerebro con conocimiento genético y la misión de expandir su progenie por la galaxia. Man'darmin'a sonrío tétricamente, mostrando sus enormes dientes afilados y empezó a tomar psíquicamente el control de aquel mundo, creando una red sináptica de mentes salvajes y hambrientas. Los recuerdos de la última reina Norn que murió en aquel mundo llegaron a su mente, recordando a la humanidad y los híbridos genstealers, pero también a los terribles Astartes que habían cazado la anterior flota de Enjambre, para reducirla a una moribunda nave. Sabía lo que tenía que hacer, crear una nueva flota y vengarse, devorar sus planetas y asimilar sus nutrientes, genes y recursos. Pronto largas y colosales espinas óseas surgieron de la tierra, alzándose como enormes torres hacia la atmósfera y enormes charcos ácido digestivo brotaron a su alrededor. Bajo la cruel dirección de Man'darmin'a, todo ser viviente se lanzó a un frenesí caníbal, matando y devorando hasta saciarse, para luego lanzarse a las pozas de ácido digestivo en un acto ciego de suicidio inducido.
La primera bionave ya se alzaba imponente en órbita, en su interior Man'darmin'a había tomado posesión de la cámara principal de gestación y creaba con los hilos genéticos una nueva arma, mientras nuevas bionaves se formaban en los cielos y el planeta se quedaba poco a poco vacío de rastros de vida. Decenas de vainas brotaban del carnoso suelo de la sala de gestación, en su interior híbridos humanos y genstealers crecían de forma acelerada, mientras Man'darmin'a insertaba en sus cuerpos la semilla genética de los Ultramarines y observó complacida como aquellos cuerpos crecían en tamaño, fuerza e inteligencia. Las vainas se abrieron y dejaron salir a sus ocupantes, sus cuerpos brillaban con el oscuro líquido amniótico que se empezaba a solidificar, formando una malla de gruesa piel negra que cubrió sus pálidas pieles. Man'darmin'a observó el proceso con deleite, viendo cómo placas óseas crecían sobre la piel negra, formando una dura armadura de carne y hueso, espadas óseas, látigos orgánicos y fusiles devoradores crecieron en sus manos de garras afiladas. Cascos de placas óseas cubrían sus bulbosas cabezas y una miríada de cilios brotaban de sus placas faciales agitándose de forma predadora. Sus mentes eran fuertes, muy diferentes a cualquier organismo menor Tiránido e incluso formaban una pequeña red sináptica entre ellos, como lo hacían los genstealers, dándoles una independencia única en todo el enjambre.
-Pronto marcharemos a devorar la galaxia -la voz psíquica de Man'darmin'a resonó en la mente de sus Astartes Tiránidos, mientras se recostaba en su trono de hueso y carne. -Las estrellas y el hambre nos llaman, pronto la flota estará lista para marchar.
-Te servimos, reina Norn -dijo de Astarte Prime y se arrodillaron todos al unísono ante Man'darmin'a, sus cabezas se agacharon de forma sumisa.-Ansiamos traer la destrucción en nombre del Enjambre Tiránido y las flotas Colmena.
-Os prometo la inmortalidad para destruir, matar y devorar a nuestros enemigos -Man'darmin'a sabía que las criaturas importantes para el Enjambre y las flotas colmenas nunca morían realmente, su psique y esencia permanecía intacta en la mente colectiva, a la espera de un nuevo recipiente con el que traer la muerte a la galaxia. -Vuestra primera misión es proteger esta bionave, hasta que lleguemos a un sistema próspero que devorar.
-Sí, mi reina -el Astartes Prime asintió levemente y se levantó dando órdenes psíquicas de despliegue a las progenies bajo su mando.-Mis hermanos y hermanas obedecen tus designios.
Man'darmin'a los vio marchar, ansiosa de probar su efectividad como tropas de choque en los mundos Orkos, Taus e Imperiales, infiltrarnos en mundos corrompidos por los genstealers y encabezar las revueltas. Sí, esta nueva génesis que mezclaba humanidad, genstealers y Astartes con las mejoras Tiránidas pondría de rodillas a todas las razas de la galaxia para ser devoradas y asimiladas. Man'darmin'a cerró sus dos pares de ojos de su cabeza, entrando en un sopor natural de hibernación, las naves saldrían a la oscuridad de la galaxia al terminar con aquel mundo y buscarían una nueva presa, mientras ella dormiría conectada a la mente de Enjambre, sabiendo qué sucede en toda aquella galaxia asediada hasta su nuevo despertar.
Habían pasado meses vagando por el frío espacio, la pequeña flota de cinco bionaves despertaba otra vez, habían sentido una leve llamada lanzada al vacío. Man'darmin'a sabía lo que era, un Patriarca Genstealer llamaba a las flotas, marcando un mundo o sistema listo para ser consumido. Era consciente que ahora era una carrera contrarreloj, las flotas más cercanas avanzarían hambrientas por reclamar primero aquella cebada pieza. Dio la orden de desplegar las velas solares, de que los cilios, tentáculos y aletas bogaran más rápido para poder llegar antes que cualquier otra flota, si quería prosperar, la rapidez era necesaria en este momento. La flota que hasta ahora parecían simples precios sin vida, se agitó y avanzó con rapidez brutal, igual que cetáceos marinos en busca de bancos de peces que devorar y saciar su hambre. Recorrieron una distancia de varios años luz en pocos días, llegando a un sistema humano del Imperio, la sombra de la Disformidad de la mente Enjambre Tiránida cubrió aquellos mundos listos para ser cosechados.
Man'darmin'a ya estaba coordinando la creación de la primera oleada de asalto, Progenies de Lictores y Genstealers, cientos de miles de minas esporas y los Astartes Tiránidos serían la punta de lanza del ataque. El sonido de unos pesados pies llamaron su atención y mostró sus afilados dientes al ver al Astarte Prime, que entró en la cámara de gestación principal con andares ansiosos y se arrodilló ante ella.
-Las presas están listas para la cosecha, mi reina -el Astarte Prime lo dijo con un siseo, agitando los flagelos de su placa facial y mostrando cierta ansiedad por matar. -Deme la orden y arrasaré estás bolas de barro, la flota crecerá y el hambre será saciada por un tiempo.
-Bien, ve y lleva la ira del Enjambre -Man'darmin'a susurró psíquicamente al Astarte Prime, sabiendo que haría todo lo necesario para destruir cualquier oposición a la flota. -Puedes ascender a los híbridos que necesites de estos planetas, usa todos los recursos que tengas a tu disposición para cumplir tu labor.
-Se hará la voluntad de la mente del Enjambre, mi reina -respondió el Astartes Prime y se levantó, yéndose a toda velocidad ansioso de cumplir con su deber.
Man'darmin'a sonrió divertida, incluir la devoción fanática y los lazos genéticos en la psique de los Astartes Tiránidos los había hecho infalibles máquinas de matar, que no dudarían en morir por el Enjambre. Cerró sus ojos y extendió sus pensamientos, dejando que la mente colectiva fluyera por su cerebro hacía el resto de Tiránidos, que descendían sobre los planetas del sistema y tomaba el control de las hordas de cultistas genstealers, haciendo que la anarquía y el miedo reinará por doquier, allanando la masacre que estaba por llegar. Escuchó los gritos de terror, saboreó la carne fresca y vio la masacre a través de una mirada de sus hijos, sintiendo todas aquellas sensaciones abrumar sus sentidos y sonriendo, al sentir como parte del hambre eterna era aplacada, al menos por unos momentos. El festín estaba listo y su progenie comería hasta morir, para dar a luz una nueva generación en aquel ciclo infinito de muerte y renacimiento voraz.
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