Había pasado una semana y Korriban había demostrado que no estaba tan carente de vida como se pensaban los piratas. Decenas de manadas de Shairaks moraban en las cuevas y tumbas, aquellos monstruosos murciélagos habían transformado en cascarones secos a hombres adultos. Los monstruosos mastines Tuk Ata de aspecto reptiliano acechaban en las planicies y lanzaban asaltos contra el campamento, llevándose a sus víctimas para ser devoradas vivas. Karus había visto morir a decenas de esclavos a las manos de aquellas bestias, el carguero había despegado y se había ido a capturar nuevos desgraciados, para arrojarlos como mano de obra desechable en aquel mundo perdido. Los aullidos de Tuk Ata lo despertaron y se mezclaron con las alarmas de seguridad, aquellas bestias estaban atacando el campamento otra vez y tal vez esa podría ser su oportunidad de escapar. Karus salió de la tienda que compartía con otros once esclavos, los trandoshanos no los habían enjaulado, pues aquel era un mundo inclemente y fuera de la zona excavación solo había una muerte segura. Pese a todo era mejor morir libre que bajo el látigo, Karus avanzó en silencio oculto entre las sombras en dirección opuesta al ataque de los Tuk Ata, subiendo que todos los guardias estarían defendiendo el campamento de las bestias salvajes. Echó a correr en la oscuridad y encontró un sinuoso sendero, lo siguió sin mirar atrás, usando todas sus fuerzas para alejarse del valle de los Lores Siths, mientras escuchaba el sonido de los blásters y los gruñidos salvajes resonar detrás de él. Al llegar a un recodo, vio una cueva abierta en la fría roca en la base de las paredes de los acantilados que enclaustraban el sendero, su oscuridad parecía un tentador refugio donde esconderse de sus captores. Karus dio un paso hacia aquella oscuridad y le respondió el gemido ululante de los Shairaks hambrientos, que empezaron a salir atraídos por su olor y el ansia de saciar su hambre. Gritando de terror, corrió hacia adelante por el camino, viendo de reojo como aquellas criaturas salvajes le seguían planeando con metódica tranquilidad, guardando las distancias a la espera de caer sobre él. Para el horror de Karus el camino acababa en una alta pared de roca, dos estatuas envueltas en largas túnicas y se alzaban en cada esquina que aquella pared rocosa, se detuvo aterrado ante las dos estatuas que guardaba un mural erosionado, escuchando el aleteo y el chillido de los Shairaks a su espalda. Desesperado paso las manos por la fría piedra, notando relieves desgastados y erosionados por milenios de polvoriento viento seco. Una sonrisa de esperanza apareció en su rostro, aquello no era un mural, era una puerta a algún lugar, solo esperaba que no estuviera sellada. El rugido hambriento de los Shairaks resonaba en su cabeza, podía sentir su caliente y fétido aliento en su nunca cuando encontró la hendidura del panel de activación y lo pulsó, mientras rezaba porque quedará suficiente energía en aquella puerta para abrirse. El chirrido de los engranajes resonó con suavidad y la vieja puerta se abrió con un gemido, Karus no lo dudo y se arrojó al interior de lo que hubiera detrás de aquella puerta olvidada.
La oscuridad lo envolvía todo cuándo Karus se despertó, recordaba que se había lanzado dentro de la sala tras la puerta oculta y golpeado la cabeza contra el suelo, perdiendo la consciencia. Soltando un gruñido se puso en pie, las luces empotradas en las paredes y techo iluminaron de forma suave la estancia, mostrando su interior al extraño visitante. El suelo está cubierto de mosaicos cubiertos de una capa de polvo, el olor a rancio y muerte flotaba en el ambiente. Pudo ver varias taquillas y baúles de almacenamiento sellados, cuerpos momificados yacían tirados en extrañas posiciones y las marcas de batalla eran visibles en el suelo, paredes e incluso en el suelo. Se acercó al baúl más cercano y lo abrió, con la vana esperanza de encontrar algo que los saqueadores seguramente hubieran pasado por alto. Karus se arrodilló y manipuló la cerradura, la tapa se abrió con un chasquido ante él y con cuidado observó el interior del recipiente. Había un uniforme de malla sintética y una túnica negra, ambos doblados y limpios, también había un pad de datos, paquetes de barritas alimenticias, créditos de un imperio olvidado y un arma. Alzó el arma con sorpresa y excitación, aquello era un sable de luz que usaban los Jedis y Siths. Dejó el sable en su sitio y cogió el pad de datos sin muchas esperanzas que funcionará, pulso el botón de su base y esperó lo que le pareció una eternidad, hasta que se encendió. Un mensaje apareció ante sus ojos:"Bienvenido nuevo aprendiz de la academia Sith de Deshree en Korriban. Por favor introduce su nombre para usar las instalaciones". Aquellas palabras aceleraron el pulso de Karus y tocó la pantalla, haciendo aparecer un teclado en la pantalla táctil e introduciendo su nombre completo. Después se acercó al terminal de la puerta de acceso a las instalaciones e introdujo el pad de datos, la pantalla totalmente apagada del terminal se encendió y mostró un mensaje de texto:"Acceso concedido, aprendiz Bale. Por favor diríjase a la biblioteca para empezar su instrucción."
La puerta abre Karus se abrió dejando a la vista un largo pasillo apenas iluminado, sabía que esto era la mejor opción, sabía el castigo por escapar y ser capturado. Un suspiro salió de sus labios agrietados y se quitó las sucias ropas llenas de polvo, poniéndose el traje de malla y la túnica con cuidado, luego se enganchó en el cinturón el pad de datos y el sable de luz. Miró durante un largo rato aquel paquete de reacciones alimentarias y tras pensarlo mucho saco una barrita del paquete. La observó y olió, parecía que no hubiera pasado el tiempo por aquel alimento procesado, se lo llevó a la boca y cerró los ojos esperando que estuviera podrido, pero para su sorpresa sabía bien. Karus sonrió alegre sabiendo que al menos no moriría de hambre, su mirada fue hacia el largo pasillo que se abría ante el sugerente y amenazante, no había otra opción que seguir adelante. En silencio total, cerró la taquilla y empezó a caminar por el largo pasillo, marcas de sable de luz y blásters estaban impresas en la fría piedra del largo acceso, cadáveres momificados eran los testigos silenciosos de una batalla encarnizada ya olvidada hace milenios. La puerta del final del pasillo se abrió antes de que Karus llegara, dándole acceso a enorme sala octogonal con otras siete grandes puertas de pesada piedra. Volutas de polvo flotaban en el ambiente iluminado por las parpadeantes luces, más cadáveres resecos yacían dónde habían caído en combate, había taquillas derribadas y usadas como barricadas improvisadas. La puerta más cercana a su derecha se abrió y supo que aquel era su destino, armándose de valor, se encaminó hacia aquella supuesta biblioteca y lo que le esperará en su interior. La sala rectangular era inmensa, sus paredes estaban cubiertas de terminales de estudio y en el fondo de la sala había un enorme ordenador central, que se encendió al instante de entrar y del techo salió un haz de luz, que formó una figura humana uniformada de un gris piedra. El rostro de aquel hombre estaba tatuado con extraños dibujos púrpuras y su cabeza totalmente afeitada, su piel era pálida y se le marcaban las venas, sus ojos amarillos parecían estudiar a Karus con cruel diversión.
-Bienvenido aprendiz a la academia Sith del nuevo Imperio de lord Malak -el holograma sonrió levemente, sin dejar de obsérvalo con divertido interés. -Soy el Holocrón del director de la academia Uthar Wynn y estoy aquí para empezar tu instrucción. ¿Ya has sentido la Fuerza vibrar en tu interior, aprendiz Bale?
-No maestro -respondió Karus de manera respetuosa, sabía lo que era un Holocrón y los conocimientos que habría en su interior, además de personalidad que albergaba de su creador, gracias a los esclavistas en su búsqueda de material de la Fuerza. -Estoy aquí para aprender y hacerme más fuerte.
-Siento tu odio y dolor, aprendiz. Es una buena base para empezar -dijo Uthar sonriendo de forma cruel y miró de forma feroz a Karus.-Siéntate aprendiz, es hora que sientas la Fuerza y el poder del Lado Oscuro.
-Sí, maestro -contestó Karus obedeciendo y sentándose ante el holograma con las piernas cruzadas, a la espera de la guía de aquel resquicio de personalidad y sabiduría de un Sith largo tiempo fallecido.-Escucho tu guía y obedezco.
-Cierra los ojos y deja la mente en blanco-las palabras de Uthar sonaron solemnes y cargadas de poder, mientras observaba fijamente a Karus. -Ahora escucha el sonido de la galaxia, siente su dolor por la guerra, los gritos de venganza de los muertos, el odio de los vencidos, la crueldad de los fuertes y las promesas de poder. Déjate llevar por ese torbellino y no te alejes de su oscura melodía, acepta el regalo de su poder y ábrete a la Fuerza. Fórjate como un arma con el odio y el poder para usarlo contra tus enemigos, reclama tu destino y álzate como un Sith.
Karus obedeció y dejó su mente en blanco, al principio solo escuchaba la voz de Uthar y el silencio de aquella cripta que una vez fue una academia Sith. Un murmullo apareció al límite de su audición, se concentró en escucharlo con todas sus fuerzas y fue en aumento hasta transformarse en una cacofonía aterradora. Sintió los gritos de furia de los muertos de Korriban, cargados de odio y sed de venganza, los ecos de las explosiones de los mundos destruidos por las armas de destrucción masiva de Palpatine, el miedo de los millones de personas asesinadas o echas prisioneras por esclavistas, piratas o los supervivientes de la Primera Orden. Aquel espiral lo envolvió y parecía que iba a devorar su mente, pero las palabras de Uthar avivaron las llamas del odio en su interior. Odio a la Nueva República y su nueva orden Jedi de Rei Skywalker por abandonar su sistema a piratas y esclavistas, pero también sed de venganza contra aquellos que habían destruido su futuro y lo habían encadenado para usarlo como un esclavo en aquel mundo olvidado. Se aferró a aquellos sentimientos y se sumergió en ellos, escuchando la cruel melodía del Lado Oscuro y despertado en la Fuerza.
-Has despertado a la Fuerza, aprendiz -Uthar lo dijo con cruel satisfacción, al ver que los ojos grises de Karus se habían vuelto amarillos y sonrió levemente, antes de hacer una pregunta. -¿Cuánto tiempo ha pasado desde que Lord Malak murió, aprendiz? ¿Existen todavía los Jedis y los Siths en la galaxia?
-Han pasado muchos milenios, maestro -respondió Karus con sinceridad y miró a su maestro, listo para explicar los últimos acontecimientos de una galaxia herida.-Los Siths han sido derrotados en Exogol, la orden de los Jedis está reconstruyéndose y la Nueva República está lamiéndose sus heridas tras la pérdida de sus planetas capitales. El borde Exterior y el borde Medio sin presa de piratas, esclavistas y los restos de las tropas del último señor de los Siths -sabía que debía decir toda la, era como una compulsión ante la férrea mirada del ancestral Sith.-Yo mismo soy un esclavo fugado de saqueadores trandoshanos, que remueven y excavan en las ruinas de Korriban, maestro.
-Ya no importa lo que fueras, has roto las cadenas de tu destino y la Fuerza te ha traído aquí -Uthar sonrío ampliamente ante las posibilidades del estado de la galaxia.-Juntos traeremos un nuevo orden a la galaxia, Aprendiz. Durante las próximas semanas entrenarás bajo mi tutela y tendrás el poder para vengarte.
-Venganza... contra aquellos que me esclavizaron, contra los que lo permitieron y nos abandonaron -respondió ansioso Karus, notando como el fuego del odio y la sed de venganza ardían con fuerza en su interior.-Estoy listo para aprender, mi maestro.
-Recuerda y aprende estás palabras, pues guían a los Siths -sonrió complacido Uthar alzando su voz al recitar el código de la orden Sith con un tono que no admitía discusión y mostraba sus férreas convicciones.-Con la pasión, obtengo fuerza. Con la fuerza, obtengo poder. Con el poder, obtengo victoria. Con la victoria, mis cadenas se rompen. No olvides nuestro credo jamás, aprendiz.
Karus repitió el código de los Siths, sintiendo el peso y poder en aquellas palabras, empapándose de ellas y grabándolas a fuego en su corazón. La Nueva República y sus Jedis le habían fallado, abandonado y permitido que lo esclavizaran, ahora era libre y tenía el poder para castigar sus negligencias. Escuchó al holograma del Holocrón, preparándose para un entrenamiento de semanas en aquella cripta que una vez fue una academia y gracias a él, resurgiría de sus cenizas para agarrar a la galaxia por el cuello e imponer el orden a sangre y fuego.
Tysvik odiaba aquel mundo olvidado y arenoso, lleno de ruinas y monstruos salvajes, si no fuera por los cientos de miles de créditos que estaba ganando de vender los artefactos de las ruinas, habrían dejado aquel olvidado lugar y vuelto a cazar wookies. Las alarmas de proximidad al campamento aullaron como almas en pena, sacando a Tysvik de sus pensamientos y maldijo, pues ese sonido significaba que las bestias de la zona intentaban atacar la excavación otra vez. Corrió hacia el perímetro exterior junto la resto de sus guerreros trandoshanos, sujetando con sus poderosas garras una enorme vibro-espada, esperando encontrar una manada de Tuk Ata o una banda de Shairaks demasiados estúpidos y hambrientos como para acercarse al campamento. Se detuvo en seco al ver lo que había activado los sensores de alarma, un hombre joven envuelto en una túnica oscura y con el rostro oculto bajo las sombras de su capucha, en su cinturón colgaba un sable de luz que lo marcaba como un usuario de la Fuerza. Tysvik se recolocó la capa de piel de wookie que colgaba de sus hombros y se adelantó amenazante enseñando sus afilados dientes para encarar al intruso.
-Jedi… estás lejos de la jurisdicción de la Nueva República -siseo Tysvik alzando su vibro-espada hacia el supuesto Jedi, mientras sus guerreros se posicionaban a su alrededor para el combate.-Marchate, aquí no haces nada. Este lugar es nuestro y todo lo que haya en él.
-Yo no soy un Jedi -Karus pronunció las palabras con un tono peligroso y cruel, su sonrisa apareció en sus finos labios al instante de encender su sable de luz y mostrar una hoja carmesí.-Yo soy un Sith y vosotros estáis muertos…
Los trandoshanos alzaron sus armas siseando para atacar, pero ya era demasiado tarde y Karus ya había recorrido con una velocidad inhumana la distancia que le separaba de sus enemigos. La hoja se movía sin parar, deteniendo ataques y cercenando extremidades, dejando un rastro de muerte y sangre a su paso. Tres trandoshanos se lanzaron a la carga contra Karus, este alzó su mano izquierda y una miríada de arcos eléctricos salieron de las yemas de sus dedos, electrocutando a sus enemigos hasta ser carcasas humeantes. Tysvik vio su oportunidad y saltó sobre Karus para partirlo en dos con su vibro-espada, pero su presa rodó por el polvoriento suelo esquivando el ataque y se levantó de un salto para enfrentarlo. Los esclavos miraban la escena con ojos desorbitados, cargados de esperanza, odio y voraz ansia de venganza contra sus captores desde sus escondites. La vibro-espada chocaba sin parar contra la hoja del sable de luz, Tysvik jadeaba agotado por el esfuerzo de intentar detener aquellos ataques que eran borrones de luz rojiza. Karus sentía odio, desprecio y asco por aquel enemigo, ese trandoshano había dirigido el ataque contra su colonia y asesinado a sus padres, merecía morir dolorosamente.
-Vamos, lagartija subdesarrollada -gritó Karus insultando a Tysvik, para enfadarlo y obligarle a atacar, abriendo sus brazos y mostrando su pecho desprotegido. -Ven a dar tu mejor golpe… si puedes…
-¡Muere!-rugió Tysvik lanzándose a la carga, enarbolando su vibro-espada a dos manos contra Karus con ira asesina.-¡Me comeré tu corazón!
Una sonrisa cargada de crueldad apareció en el encapuchado rostro de Karus, cuándo esquivó el ataque de Tysvik y le cercenó los brazos al transdosiano con un tajo lateral. El olor a carne quemada le llenó las cosas nasales y dejando que el odio se apoderaba de él, pateó al mutilado Tysvik arrojándolo al polvoriento suelo. Los gritos de dolor y las súplicas resonaron por todos el campamento, haciendo temblar de terror a los esclavos, que observaban como el Sith iba mutilando al líder esclavista hasta transformarlo en un montón carne destrozada. Karus agarró la reptiliana cabeza de Tysvik y la alzó, sabiendo que todas miradas estaban fijas en él y saboreó el dulce sabor del miedo que flotaba en el ambiente.
-La Nueva República y los Jedis os han abandonado -sentenció Karus arrojando la cabeza de su enemigo al suelo como si fuera una fruta podrida y miró a los temblorosos esclavos con férrea determinación. -Sois débiles y patéticos, pero se os ha dado una oportunidad de ser fuertes y de haceros los amos de vuestro destino -se giró y señaló al sendero por el que había venido con la hoja de color carmesí de su sable de luz. -Venid y uniros a mí, os prometo que seréis fuertes y obtendréis la venganza contra los que os han abandonado o quedaros aquí, esperando la vuelta de vuestros amos a la espera de una muerte segura bajo sus látigos.
Sin decir más, se giró para volver a la academia Sith, sin mirar atrás, sabiendo que solo aquellos que aún albergarán algún sentimiento de esperanza, odio y sed de venganza lo seguirían a la oscuridad. El resto simplemente moriría por su debilidad esa noche a manos de las bestias de Korriban. Una sonrisa apareció bajo su rostro, su primer acto de venganza había sido dulce y había disfrutado del miedo de sus enemigos, pronto toda aquella cruel galaxia sentiría el verdadero poder del Lado Oscuro y de su venganza.
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