Marvel Cenizas. Parte 5. El culto de la Furia.

 Habían pasado dos semanas desde la batalla contra Dormammu y sus secuaces, ahora alrededor del Sanctum Sanctorum se alzaban rudimentarias cabañas construidas por los gigantes de hielo de Loki y los humanos que habían sobrevivido al despertar del Fénix en aquella zona. Stephen Strange apartó la mirada del ventanal y la centró en orbe que flotaba en el centro de aquella enorme habitación, todos los Vengadores guardaban silencio para dejar al Hechicero Supremo lanzar sus conjuros de adivinación. Las manos de Strange se movieron a toda velocidad, formando runas de luz con arcos y rectas casi imposibles, mientras las suaves palabras salían de sus finos labios, cargadas de un poder imaginable de energía mística. La esfera empezó a cambiar, formando en su superficie los continentes y mares, hasta ser una réplica en miniatura de la propia Tierra en tiempo real. Concentraciones de puntos de luz brillaban en algunas regiones, mostrando las regiones donde había los mayores grupos de supervivientes tras despertar del Fénix. Los Vengadores observaron aquella réplica del mundo, había lugares que no les sorprendía que hubieran sobrevivido, como Latveria, Wakanda, Atlantis o Kamar-Taj, otros puntos eran concentraciones algo menores como la Tierra Salvaje, las islas de Krakoa y Gehenosa, la antigua base de Alpha Fight en Canadá y las Pirámides de Egipto entre otros. El punto que más le extrañó al Hechicero Supremo, fue uno que parecía expandirse lentamente desde el desierto de Nevada. Strange se fijó en esa zona y dejó al ojo de Agamotto le mostrará lo que había pasado en aquel lugar desde el despertar del Fénix, entrando la mente de uno de los puntos más brillantes que representaba a un superviviente.

Aquella cacería de hulks se había convertido en un desastre, el cielo nocturno se había iluminado un segundo antes de que les golpeará el mar de llamas. El General Thaddeus E. "Thunderbolt" Ross maldijo su suerte, habían sobrevivido gracias a las altas protecciones contra la radiación Gamma y Cósmica de sus tanques y transportes de tropas, pero aquel fuego estelar había frito todos los circuitos de los vehículos, dejándolos varados en mitad del desierto de Nevada. Avanzaban sin rumbo en busca de una ciudad intacta cercana donde curar a sus heridos y conseguir provisiones, pues las líneas de comunicación estaban muertas en todas las frecuencias. El General Ross se secó la frente de sudor con su pañuelo, el calor era casi insoportable y apenas les quedaban provisiones, los dos últimos pueblos que habían encontrado eran ruinas calcinadas sin supervivientes y solo habían conseguido unas pocas provisiones envasadas y enlatadas. Estaba seguro de que aquello debía haber sido culpa de Bruce Banner, por eso lo perseguía, por lo peligroso que era tanto él como su alter ego verde. El Teniente Williams se acercó a él y se cuadró, sacándolo de sus pensamientos de venganza contra el científico y lo miró con el ceño fruncido.

-¿Qué sucede, Williams? -preguntó Ross, seriamente mientras lo miraba con cierto enfado por ser molestado y sacarle de sus pensamientos de venganza. -Sea rápido y conciso.

-Si, señor -asintió Williams, que tenía el rostro chupado por la falta de comida y agua, su uniforme estaba sucio del polvo del desierto. -Nuestros exploradores han encontrado un oasis oculto, no figura en ninguno de los mapas -lo miró cansado con su rostro oscuro, estaba consumido por la falta de apenas alimento y sus labios resecos por el racionamiento de agua. -Los soldados están listos, solo falta su orden de ponernos en marcha, General.

-Bien, que los hombres se preparen -el General Ross asintió levemente, sabía que la falta de provisiones hacer desertar o rebelarse a sus soldados, aquel lugar podía ser el primer golpe de suerte en semanas. -Pero que todos recuerden que esto es una operación militar, es una zona sin explorar y se puede considerar territorio hostil. Marcharemos al amanecer, que todos lleven sus equipos y armas listas.

-Informaré a todos, se procederá con la máxima precaución posible -Williams se cuadró y saludó sonriendo al General Ross, pues sabía que su superior podía ser tozudo y cabezota, pero su preocupación por sus hombres siempre había sido genuina. -La operación empezará al alba como ha ordenado.

Thaddeus E. "Thunderbolt" Ross vio marcharse al teniente Williams y suspiró, sacó de uno de los bolsillos de su chaleco un puro y lo encendió, tras darle una calada, miró el humo alzarse en el cielo del atardecer. Deseaba haber conservado sus poderes Gamma del Hulk Rojo, así podría haberse adelantado y comprobado en persona la zona, ahora iban a un terreno desconocido a ciegas y aún había sueltos varios Hulks, que estaban persiguiendo antes de que todo se fuera a la mierda. 

Trescientos soldados avanzaban en silencio, sus armas tecnológicas Gamma se habían destrozado por la radiación cósmica y habían tenido que tomar armas de carácter menos tecnológico como rifles, escopetas y revólveres.  Matojos y matorrales empezaron a aparecer ante ellos, pronto en su avance imparable la arena fue sustituida por hierba de un verde áspero y empezaron a aparecer los primeros árboles jóvenes. El General Ross sabía que eso era una buena señal, debía haber una fuente de agua cerca, ya fuera superficial o subterránea que hacía fértil la zona, eso les daba una oportunidad de sobrevivir, pues habría agua, plantas comestibles y animales que cazar en aquel retazo de fertilidad. Cada paso que daban se estaba volviendo más y más difícil, la hierba se había vuelto alta y les llegaba hasta la cintura, grupos de árboles gruesos de hojas oscuras crecían con troncos nudosos, la sensación de estar vigilados era cada vez más intensa. El General Ross quería dar la orden de retirada hasta el límite de aquel vergel, pero algo en su interior le decía que siguiera adelante y le impedía pensar con claridad. El sonido del agua cayendo los impulsó continuar hacia delante, estaban tensos y sujetaban sus armas con fuerza apuntando a todo lo que se movía. Ante ellos apareció un lago de agua, que brillaba con toques esmeraldas al incidir el sol sobre su superficie. Una casca caía desde el interior de una enorme cueva que sobresalía de una torre natural de piedra rojiza, como si fuera un enorme tótem dejado allí por un titánico Dios. Se detuvieron al llegar a la orilla del lago y el General Ross dio la orden de limpiar la zona de maleza, para establecer el campamento junto al lago y así tener una fuente de agua a mano. Los soldados sacaron machetes largos y empezaron a cortar la alta hierba, mientras otros empezaban a apartar la hierba caída, montar las tiendas de campaña y recoger agua.

Habían pasado cuatro horas desde que habían establecido el campamento y los ánimos habían aumentado, se apostaron guardias al principio del claro y los demás soldados descansaban, jugaban a las cartas o se bañaban para quitarse el polvo del desierto, hasta que les llegará su turno de guardia. En ese instante un brutal grito resonó en todo el lugar y Ross supo que Bruce Banner estaba también allí, el sonido de tambores tribales siguieron al bestial alarido, antes que pudieran reaccionar una andanada de flechas toscas en llamas llovió sobre el campamento. Ross maldijo y empezó a dar órdenes de forma desesperada, pero era demasiado tarde, habían caído en una trampa y ahora debían confiar a sus armas, su instrucción y experiencia en combate. De las altas pasturas cargaron enorme moles de músculo de forma humana, una vez habían sido personas, pero ahora eran salvajes gigantes gamma, hulks de todos los colores envueltos en pieles de bestias y portando hachas, garrotes y lanzas de piedra toscas. Los disparos y los gritos se mezclaron con el crepitar de las tiendas en llamas, aquellos monstruos golpeaban de forma brutal reduciendo a pulpa sangrienta a soldados o los arrastraban hacia los altos pastos de hierba oscura, horrorizado vio como aquellos de sus soldados que se habían bañado en las aguas del lago o bebido de ellas empezaban a convulsionarse. Un grito de dolor y demencia salió de aquellos soldados, mientras sus músculos se hinchaban y sus huesos crecían, sus uniformes reventaban mostrando sus pieles de diferentes colores. Ross maldijo, pues él mismo había sufrido aquella transformación cuando era el Hulk Rojo, solo podía hacer una cosa dar la orden de retirada, pero una pedrada lo derribó al golpearle la sien derecha y haciéndolo caer al suelo de boca sobre la húmeda hierba cortada.

Parpadeó mareado y con la vista borrosa, alzó la cabeza y la mirada de Ross se clavó en la  joven mujer hulkerizada, que lo había derribado con la pedrada. Su piel era de un tono rojo oscuro y su pelo negro alborotado era largo, vestía pieles de animales, portaba una honda en su mano derecha y un garrote en la izquierda, sus ojos amarillos se clavaron con odio y rabia en él. Ross tragó saliva al reconocerla, pesé a ese estado de monstruosidad colérica y salvaje, sabía que ella era Betty Ross, su hija y la razón de la nueva cacería de Hulks, que había organizado antes que el mundo se fuera a la mierda. El garrote de Betty descendió sin piedad golpeándolo repetidas veces sobre su cuerpo, Ross se sumió en la oscuridad de la inconsciencia, mientras escuchaba los gritos de ira y furia de su hija.

 El dolor lacerante, el olor a hierbas aromáticas quemadas y el sonido rítmico de tambores despertó a General Ross, un gemido salió de sus labios y agitó la cabeza levemente para aclararse la vista. Le tiraba la cara y le zumbaba la cabeza, al intentar tocarse el rostro se dio cuenta de que tenía las manos atadas a la espalda y que estaba de rodillas sobre el frío suelo de roca. Estaba en una cueva de techo alto, cada diez pasos habían colocado antorchas para iluminar el lugar, un pequeño riachuelo de color verde brillante fluía desde el fondo de la cueva y se mezclaba con las aguas de la cascada contaminándolas. Respiró rítmicamente para aclarar su mente, miró a su alrededor estaba Williams y otros de sus hombres supervivientes, también atados y machacados a golpes, esperando desesperanzados por su funesto destino. Apartó aquellos pensamientos y miró hacia delante, allí había unas dos docenas de hulks arrodillados en muestra de adoración, tres figuras estaban ante ellos y se alzaban como adultos ante niños. Ross los reconoció al instante, su hija Betty estaba a la derecha y los miraba con indiferencia, a la izquierda estaba la enorme masa de músculos enfundada en una rosca armadura de cuero y con las manos apoyadas en las empuñaduras de dos espadas de hueso que colgaban de su cadera, era Skaar, el hijo de Hulk. La figura que más le llamó la atención fue la del centro, llevaba un capote de piel, decenas de colgantes y fetiches de hueso colgaban de sus muñecas y cuello, sujetaba con fuerza un largo cuando y llevaba sobre su cabeza el cráneo de un bovino enorme. Aquel hulk habla de forma tosca y arrastrada, para ser el genio tecnológico conocido como Amadeus Cho.

-El antiguo Rojo ha despertado -Cho señaló con el cayado a Ross, para luego hacer un gesto con su mano izquierda, indicando a un par de adoradores que lo acercarán. -El primigenio quiere hablar contigo, es todo un honor estar en su presencia.

-¿Os habéis vuelto locos? -preguntó Ross mirando al trío, su ceño se frunció de enfado y desconcierto a partes iguales. -Ni siquiera en vuestros peores estados de ira y destrucción habéis hecho algo parecido. ¿Qué os ha sucedido, Cho?

-El gran Dios Verde nos protegió del fuego con su cuerpo -gritó Cho alzando los musculosos brazos hacia el techo de la cueva y mirando a Ross de forma demente. -El dolor, la ira y el hambre nos atenazaron, pero el Dios Verde creo un paraíso con su sangre, pese a sus heridas y dolor nos dio su bendición en estado líquido -adelantó y agarró el mentón de Ross con fuerza, obligándolo a mirarlo a sus enloquecidos ojos. -Él quiere verte antes que cambies, Rojo. Llevadlo con el Dios, yo me ocuparé de convertir a estos humanos.

Skaar y Betty asintieron, avanzaron hasta el General Ross y se lo llevaron arrastras, internándose en la parte más profunda y oscura de la cueva. Se movían en silencio, siguiendo el riachuelo de líquido verde espeso, sus salvajes rostros eran iluminados por las antorchas dándoles un aspecto más amenazador y sus pasos hacían crujir el suelo liso de roca. Llegaron al final de la cueva y la escena dantesca dejó sin hablar a Ross, incrustado en la pared del fondo de la cueva estaba el cuerpo de Hulk, su piel verde estaba llena de quemaduras de gravedad y tenía cortes rituales de donde manaba la sangre que formaba el riachuelo. Cientos de ofrendas lo rodeaban y un par de Hulks de piel cetrina lo alimentaba de forma escueta, pero también volvían a reabrir las heridas que cicatrizaban para que río de sangre siguiera fluyendo. Para aquellos monstruos enloquecidos por el apocalipsis de fuego cósmico, él era un Dios, pero Ross sabía que era un prisionero, condenado a ser usado para crear una raza de gigantes mutantes gamma salvajes. Ross fue arrojado sin piedad ante el cuerpo de Hulk y sus cuidadores se apartaron para dejarlos un momento a solas, pero sin quitar ojo de lo que sucedía, por si tenían que matar al humano. Ross se incorporó y miró a el gigante esmeralda atrapado, se lamió los labios y suspiró antes de hablar.

-Mira a lo que nos ha llevado tu reticencia a entregarte, Bruce -las palabras de Ross estaban cargadas de reproche y odio. Culpaba al Doctor Banner de la transformación de su hija en un monstruo gamma y del estado actual de la situación en aquel lugar. -El mundo ha ardido y tú has creado una sociedad salvaje de monstruos iracundos. ¿No te bastaba con mi hija y todos los que has destrozado con su malsano toque?

-Yo…no quería nada...de esto… -la voz de Hulk era un susurro entrecortado, cada palabra que pronunció parecía provocarle un dolor abrumador y hacía temblar sus enormes músculos encajados en la roca. -Despertaron sedientos en la oscuridad con su mente destrozada por el fuego y bebieron mi sangre en vez de liberarme, volviéndose salvajes primitivos y desterrando cualquier atavismo de su cordura pasa...

-Y empezaron a adorarte como un Dios -sentenció Ross entendido toda la situación, mientras sentía una extraña ansiedad ante la sangre irradiada, que fluía ante él y un extraño temblor recorrió su cuerpo. -Pero tú has recuperado la cordura, es más hablas como Bruce Banner y no como el salvaje Hulk.

-Mis dos personalidades están despiertas... pero no puedo liberarme, está tierra se ha contaminado y me ha atrapado -las palabras de Hulk sonaron llenas de frustración apenas contenida y pena por lo que sucedía ante sus ojos. -Les diré qué puedes irte, busca a los Vengadores y matadme, para poder evitar que esta marea de furia no acabé con el mundo...

Ross ya no escuchaba a Banner, miraba el riachuelo de sangre verde, tan ansioso como un yonki por una dosis de su droga favorita. Su parte racional quería huir y hacer caso a las palabras de Banner, pero una voz de su interior le instaba a beber aquel fluido y recuperar el poder que se le arrebató. No más líderes débiles dándole órdenes, mientras se escondían en despachos opulentos como cobardes engañosos, también sería libre de convenciones y derechos humanos, solo sería fuerza e ira desatada sin restricciones. Sin dudarlo, bebió el espeso líquido verde y sintió su ardiente calor bajar por su garganta, un instante después empezó a convulsionarse de forma violenta en el suelo. Sus huesos se ensancharon y alargaron, sus músculos crecieron y se hincharon de forma desproporcionada rompiendo las cuerdas que ataban sus muñecas, su piel se volvió de un rojo intenso y su pelo blanqueado por la edad se volvió negro como la noche. Se alzó gritando lleno de furia y jubilo a partes iguales, ya no volvería a ser Thaddeus E. "Thunderbolt" Ross, ahora por fin era de nuevo el Hulk Rojo y se convertiría en el señor de la guerra del culto al Dios Verde. Al fin era libre de dilemas morales, de las normas y leyes internacionales, ahora podría dedicarse a la guerra sin piedad con un ejército poderoso. Sintió las miradas de aprobación de Skaar y de su hija Betty, Cho se río alegremente y detrás del Hulk Rojo se escuchó el lamento de un Dios herido y apresado, que veía como su última oportunidad de acabar con su sufrimiento se esfumaba ante él.

Strange tembló y cayó de rodillas sobre el entarimado suelo del Sanctum Sanctorum, había visto la amenaza que crecía en el Oeste y pronto aquel culto de Hulks marcharía, extendiéndose como un cáncer por todo el territorio. Tenía el rostro perlado de sudor y sintió las miradas aterradas de todos los demás Vengadores que habían visto lo mismo que él, gracias al ojo de Agamotto y sabían que una guerra se avecinaba, una que no podían ganar sin ayuda. Debían mirar en las demás zonas y ver quiénes habían sobrevivido, para saber si eran posibles aliados o amenazas en potencia.

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