Star wars. Salvadores condenados.

El puño de hierro de los Mandalorianos estaba estrangulando la galaxia, la República se tambaleaba ante la brutal expansión de aquellos feroces guerreros. El silencio de los Jedis no hacía más que empeorar la situación, mundos ardían bajo el fuego pesado de las naves Mandalorianas y millones eran obligados a ser esclavos para mantener la maquinaría de guerra de aquella raza de guerreros. Revan suspiró ansiosa, era una caballera Jedi y maestra por derecho propio, sentía las marras de la Fuerza agitadas por la matanza y quería intervenir, pero el alto consejo seguía dudando de las repercusiones de que los Jedis actuarán en aquella guerra cruenta. Agitó la cabeza haciendo que su larga melena castaña se agitará y avanzó a la reunión secreta que había preparado Malak, juntos reunirían todos los voluntarios dentro del templo que pudieran y marcharían a la guerra, desobedecer al consejo y ser castigado por ello era un precio ínfimo, si a cambio detenían aquella carnicería. 

-Llegas tarde, Revan -la suave voz de Malak sacó a Revan de sus pensamientos y vio la sonrisa amable en el bronceado rostro de su compañero Jedi. -Están todos los que han aceptado escucharnos. Son solo dos docenas, pero es mejor que nada.

-Lo es, Malak -Revan asintió y sonrió levemente al enorme Jedi enfundado en su traje de combate azul y amarillo, los tatuajes de su cuero cabelludo de color azul brillaban por las pequeñas perlas de sudor, pese a su pose y voz suave era evidente que estaba nervioso. -Es un debate entre Caballeros, Aprendices y Maestros Jedi de la situación de la galaxia. De momento no pueden castigarnos por esto, mantente tranquilo.

-Si, eso haré -Malak soltó una risa nerviosa entre dientes, pulsando el panel de acceso y las puertas se abrieron con un siseo, para luego hacer una leve reverencia a Revan para qué entrará primero. -Las damas e instigadoras primero, mi querida Revan.

Una risa salió de los finos y sensuales labios de Revan, para luego darle un suave puñetazo juguetón a su compañero en el costado. Respiró profundamente y se colocó correctamente su túnica, marcando su sensual y entrenado cuerpo, por años de manejo de la Fuerza y el manejo de las armas, para luego cruzar el umbral e internarse en el interior de la habitación. Era una sala de aprendizaje circular, allí estaban sentados en silencio Padawans, Caballeros y algún Maestro Jedi, pudo sentir la tensión y curiosidad de cada uno de ellos al entrar. Avanzó con paso solemne hacia el centro de sala, ignorando las miradas de curiosidad y recelo, sabía que estaba siendo estudiada y juzgada en todo momento, sus manos acariciaron sus sables gemelos de luz y el frío tacto de las empuñaduras le dio una sensación reconfortante. Malak ya se había acercado al holoproyector y estaba cargando los datos que tanto les había costado reunir, las luces se apagaron y un haz de luz salió de la máquina, generando una imagen holográfica de la galaxia flotando en el techo y girando perezosamente.

-Bienvenidos a todos los que habéis acudido a mi llamado -dijo Revan con suavidad, mirando cada rostro de los presentes y recordando quién era quién dentro de la jerarquía de la orden. -Yo soy Revan, muchos me conocéis y también al Caballero Malak -señaló levemente a su compañero que ya estaba de pie detrás de ella en silencio. -Estamos aquí para hablar de la verdad, la galaxia arde bajo el fuego de la guerra y la República agoniza ante el ataque de los Mandalorianos.

-Eso es cierto -interrumpió una voz anónima de una mujer mayor oculta por la oscuridad entre los asistentes. -Pero el consejo ha indicado que debemos esperar, pese a los mundos que arden y la muerte de millones. ¿Pero desobedecer no va contra el código Jedi, Revan?

-Los Jedis somos guardianes de la paz y luchadores contra la oscuridad -Revan señaló una mancha roja que se cubría por el Borde Exterior de la galaxia y empezaba a extenderse por el Borde Medio. -Los Mandalorianos se están expandiendo como un cáncer, pronto no habrá nada que proteger, solo muerte, dolor y esclavismo cruel -la mirada de Revan se fijó en la galaxia, sintiendo impotencia y rabia a partes iguales por la pasividad del consejo. -¿Cuánto más debemos esperar para actuar? ¿A qué los mundos centrales ardan? ¿A qué las flotas Mandalorianas estén sobre Coruscant?

-Es tiempo de actuar -prosiguió Malak, poniéndose al  lado de Revan y alzando su voz, diciendo lo que muchos pensaban, pero se callaban por miedo a la censura o castigo por parte del consejo. -Debemos dejar el templo e ir en ayuda de la República, cada día que pasa mundos agonizan y millones son transformados en esclavos. ¿Marcharéis a nuestro lado para salvar la galaxia? ¿Haréis lo que se espera de un verdadero Jedi?

-Es la hora de empuñar las armas y salvar la República -Revan lo dijo con una voz cargada de pasión y alzó la vista a la mancha roja que seguía expandiéndose a cada momento que pasaba. -Extirparemos este cáncer que amenaza con devorar la galaxia, salvaremos a la gente inocente. ¡Por la República! ¡Por la Orden Jedi!

Todos en la sala repitieron aquellos gritos presos de la euforia y cansados de la pasividad del Alto Consejo, que no hacía más que dar largas a la República para no inmiscuirse en la guerra. Revan observó en silencio cómo los asistentes se marchaban, sabía que pronto que todos ellos se arrojarían a la boca del lobo de los Neo-cruzados Mandalorianos y tal vez ninguno volvieran con vida de aquella guerra, pero al menos marcarían la diferencia para salvar la República. Sintió los brazos fuertes de Malak, abrazarla desde atrás y alzó la mirada para ver cómo su compañero Jedi, amigo y amante la sonreía con orgulloso cariño. Por un momento le iba a reprochar aquella actitud cariñosa, los Jedis no podían tener tales apegos sentimentales, pero decidió disfrutar del momento, sabiendo que tal vez sería último instante de paz y cariño que tuvieran en la vorágine de la guerra a la que iban a arrojarse.

Las dos flotas bailaban un lento vals sincronizado, intercambiando salvas de artillería y arrojándose centenares de cazas de combate. Ante ellos brillaba una de las Lunas de Onderon, la selvática y frondosa Dxun, el lugar donde la cruzada de los Mandalorianos había comenzado contra la República. Cientos de naves de desembarco de droides de combate y tropas descendían hacia las salvajes selvas, mientras esquivaban el fuego antiaéreo de las bases Mandalorianas ocultas. Revan estaba sentada en silencio en la nave de desembarco, a su alrededor podía sentir la emoción, el miedo y el deber que emanaba de los soldados de la República, sus uniformes naranjas con toques de amarillo y negro estaban marcados por las batallas anteriores. El comandante Saúl Karath se había alegrado al ver el contingente Jedi, asignando un Caballero o Padawan a cada unidad como apoyo. Sabía que aquello había sido deliberado, al incluir un Jedi en cada unidad subiría los ánimos mermados de sus tropas y los llenaría de esperanza por qué cambiarán las formas a aquella pérdida. La alarma de desembarco la sacó de sus pensamientos, se quitó el arnés de seguridad y corrió junto a los soldados, descendiendo de la nave a toda velocidad para internarse a la batalla con sus sables de hoja azul ya encendidos.

La batalla se había vuelto un desastre, los Mandalorianos los habían estado esperando desde el principio, habían plagado las selvas de minas y lanzaban emboscadas a las tropas republicanas. El humo de los incendios provocados por las explosiones de las naves y tanques destruidos se mezclaba con la enmarañada selva, el combate se había vuelto brutal y acorta distancia y para empeorar las cosas la fauna salvaje se había vuelto aún más agresiva, atacando a ambos bandos de forma indiscriminada. Revan había conseguido reunir a varias unidades y tomado el mando de ellas al cortarse las transmisiones con las flotas. Su túnica marrón estaba sucia y mojada por la humedad de la selva, su armadura marcada por los impactos de blasters y su cuerpo le dolía por las horas de combate sin parar. Malak y otros Jedis, junto a sus unidades de soldados republicanos, la seguían en dirección al supuesto centro de mando del enemigo, sabiendo que podían dar una oportunidad de salvar el máximo de tropas posible y dar un golpe a los Mandalorianos.

El campamento enemigo estaba ante ellos, sus muros defensivos tenían enormes huecos provocados por el bombardeo orbital.  Decenas de guerreros Mandalorianos se apostaban entre los cascotes con sus armaduras de veskar azul, los sargentos revestidos de un rojo sangriento mantenían un férreo control de sus tropas. Revan dio la orden de carga y se lanzó corriendo hacia una de las brechas, los disparos pasaban a su alrededor, los gritos de guerra y agonía resonaban en su cabeza, mientras las escenas pasaban ante sus ojos a cámara lenta. Alzó sus manos y lanzó un fuerte empujón de la Fuerza, arrojando hacia atrás a guerreros Mandalorianos y cascotes por igual de la brecha, abriendo un hueco en las defensas de sus enemigos. Los Jedis avanzaron entre sus enemigos, blandiendo sus sables de luz contra las formas acorazadas de los Mandalorianos y usando la Fuerza para superarlos. Decenas de guerreros vestidos con cochambrosas armaduras y máscaras mandalorianas se lanzaron a la carga, como si fueran perros rabiosos y armados con vibro-espadas, pesados collares colgaban en sus delgados cuellos. Los Jedis y soldados republicanos acabaron con facilidad con aquella chusma furiosa, mientras que los guerreros acorazados Mandalorianos los usaban para abrir huecos en las defensas de sus enemigos, causando graves bajas entre los intrusos y sin molestarse en apoyar a aquellos guerreros apenas acorazados. Revan se abrió paso despedazando enemigos, estaba empapada en sangre y tenía el cuerpo entumecido cuando vio aparecer a una figura acorazada oscura, rodeada de tropas de élite Mandalorianas de color naranja. Aquel Mandaloriano era enorme y sobresalía entre su guardia persona, sostenía en sus manos un sable de luz de hoja negra como la noche y se abría paso de forma rápida, dejando tras de sí un sendero de muerte y cuerpos agonizantes. Revan sabía quién era aquel guerrero, era Mandalore, líder de los Neo-Cruzados Mandalorianos y el artífice de que la galaxia ardiera bajo los fuegos de la guerra, si lo mataba en este momento y lugar, todo terminaría y los Mandalorianos se desbandarían en todas direcciones.

Los dos se miraron, sabiendo que ambos cargaban con el destino de la galaxia en sus hombros. La guardia de honor de Mandalore se lanzó a la carga para acabar con Revan, pero Malak los interceptó con un grupo de Jedis, chocando en un cruel combate cuerpo a cuerpo. Las chispas saltaban con cada impacto de las vibro-espadas mandalorianas de veskar contra las hojas de luz de los Jedis, en medio de aquel tumultuoso mar de cuerpos, Revan y Mandalore se enfrentaron en duelo de sables de luz. La hoja oscura contra las dos azules, moviéndose ambos a toda velocidad, atacando y defendiendo sin parar en un esfuerzo por superar a su enemigo. Revan se movía de forma fluida y rápida gracias a los años de entrenamiento de la Fuerza, mientras que Mandalore se movía de forma metódica, sin desperdiciar ningún movimiento, gracias a su armadura potenciada y una vida de combates a vida o muerte. Mandalore activó el lanzallamas de su mano izquierda y una llamarada envolvió a su enemiga, momento que aprovechó para lanzar un brutal ataque destinado a partir en dos a su enemiga. Pero Revan se lo había esperado y lanzó un fuerte empujón de la Fuerza, rechazando la llamarada y arrojando en todas direcciones a Mandalorianos y Jedis por igual, para luego dar un salto impulsándose con la Fuerza y lanzar un doble ataque desde arriba a Mandalore. Vio a la Jedi descender como un destello azulado hacia él y Mandalore activó su mochila propulsora, apartándose de su enemiga y alzando el vuelo hacia uno los cazas pesados Basílico que pasaban a toda velocidad sobre el campamento. Revan lanzó uno de sus sables de luz contra su enemigo que escapaba, destrozando la mochila propulsora justo cuándo este se agarró magnéticamente al casco del caza y escapó de aquel campo de batalla.

El sabor de la derrota se mezclaba con el olor a humo y carne quemada en la garganta de Revan, que observaba los cuerpos amontonados de los guerreros apenas acorazados y armados Mandalorianos. Habían descubierto una terrible verdad de aquella guerra, sus enemigos usaban los prisioneros capturados como tropas de carne de cañón y como esclavos para las tareas más peligrosas o arduas. Su mano retiró la máscara de un cuerpo escuálido, dejando a la vista el rostro de una chiquilla de unos dieciséis años, había sido obligada a luchar por el collar de obediencia neural que se ajustaba a su delgado cuello. Con cuidado cerró los ojos de la muchacha y miró la máscara ennegrecida por la batalla, por primera vez sentía odio y ganas de matar sin piedad a los crueles Neo-cruzados Mandalorianos, hacerles pagar con su misma moneda. Sabía que eso iba contra el código Jedi, pero poco le importaba el Templo y sus polvorientos dogmas, ahora solo importaba hacerles pagar y salvar la República. Escuchó los pasos de Malal acercarse y se levantó, mirando a su compañero Jedi y amante, también podía sentir su ira e indignación por la crueldad Mandalorianas y su deseo de venganza.

-Debemos retirarnos, Revan -las palabras de Malak estaban cargadas de amargura, tenía un aspecto terrible, manchado de barro y sangre de pies a cabeza. -La flota nos espera para retirarse hacia Taris y así reabastecerse para la siguiente batalla.

-Es mi culpa, podía haberlo terminado todo aquí -Revan lo dijo mirando la máscara madaloriana y poniéndosela sobre su rostro, ajustándola con cuidado bajo la capucha. -No volveré a fallar, voy a acabar con su cruzada y destrozar a los Mandalorianos, aunque eso me lleve al más oscuro camino. ¿Me acompañarás en esta senda oscura, Malak?

-Sabes que estoy contigo, Revan -Malak asintió, sabía a lo que se refería Revan, habían dado los primeros pasos al Lado Oscuro de la Fuerza. Podían renunciar, dejar los sables de luz y la Fuerza para salvarse de esa senda o abrazarla, cayendo pero salvando a la República en el camino. -Si no hay vuelta atrás, salvemos la República de los Mandalorianos y de ella misma.

Revan asintió complacida y sonrió tétricamente bajo la máscara, mientras seguía a Malak hacia el punto de recogida de las naves de la flota de la República. Ambos ya habían decidido que hacer, destruirían a cualquier precio a los Mandalorianos y a cualquiera que se interpusiera en ese objetivo, aunque fuera la propia orden Jedi o la misma República. 

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