El encuentro en la oscuridad

 

Había visto demasiado para cualquier mente mortal, pero era su castigo para toda la eternidad. Había observado héroes, caer en la locura y la demencia, volverse monstruos, luchar batallas desesperadas para simplemente morir y aquello sucedía de forma constante. Crisis infinitas, noches más oscuras, alzamiento del Metal Oscuro, el alzamiento de Perpetúa o las guerras de las linternas, era solo eventos de muerte que se repetían ante sus ojos una vez tras otra. Miró aquel mundo, ese universo se hundía en la Oscuridad y acabaría en la parte condenada del Multiverso, que hasta la Rebelión del Batman Que Ríe, esos universos eran arrojados a la fragua multiversal para ser destruidos. Las calles eran presas del más absoluto caos, los héroes de aquella tierra habían caído bajo un virus extraño de alta capacidad evolutiva y se extendía como el fuego entre la maleza muerta. Pronto se debería marcharse para ver caer otro universo, se acomodó la capucha de su gabardina sobre su desaliñado pelo rubio y observó con sus ojos azules el oscurecido cielo, pronto llovería en aquella ciudad de muerte y locura, como si el mundo quisiera llorar por su condenación. Se giró sobre sí mismo, alertado por la presencia que se movía entre la oscuridad de las sombras de aquel tejado, una sensación de amenaza y terror flotaba en el ambiente, una risotada maligna anunció su entrada. Un ser hecho de oscuridad absoluta emergió de entre las sombras, igual que un nadador sale del tumultuoso mar. Era alto y de forma humana, la forma de su silueta recordaban la de Batman y su escalofriante sonrisa, era la del mismísimo Joker, una mezcla que debería ser imposible, pero que por desgracia ya había existido y había sido destruida, por la encarnación de la Amazona Diana en forma de Diosa cósmica y aun así allí estaba ante él, Batman Que Ríe Cósmico.

-¿Qué es lo que tenemos aquí? -susurró aquella versión cósmica del Batman Que Ríe, avanzando hacia aquel hombre con aspecto de mendigo sin dejar de clavar en él sus ojos rojos. -¿Una mosca en mi sopa? Ja, ja, ja.

-Así que puedes verme, criatura retorcida -respondió suspirando aquel vagabundo, sacando un cigarrillo y lo encendió con su viejo mechero de latón, luego dio una calada y arrojó un hilo de humo al oscuro cielo antes de continuar hablando. -Solo soy un vagabundo, un condenado a observar como los universos se van a la mierda -volvió a dar una larga calada al cigarrillo hasta consumirlo y lo arrojó al suelo de forma descuidada. -Ni siquiera recuerdo mis crímenes o mi nombre, debo ser alguien peligroso para ser condenado de esta manera, engendro.

-Mmmm... te recordamos -el Batman Que Ríe Cósmico sonrió y señaló al vagabundo, mientras las primeras gotas de lluvia caían sobre ellos y volvió a lanzar una risa divertida. -En otra vida, cuándo éramos simplemente Batman, te conocimos. Eres John Constantine, detective, hechicero, ocultista y héroe insufrible.

-Constantine… sí, recuerdo ese nombre -respondió ceñudo el vagabundo, sin dejar de mirar las escenas de salvajismo y matanza de las calles, que discurrían bajo la sombra del edificio de Industrias Wayne. -¿Y tú qué haces aquí? ¿A qué has venido a este universo que se ahoga en su propia sangre y agoniza?

-A recoger la cosecha, claro está -el Batman Que Ríe lo dijo sin miramientos, señalando las calles con sus oscuros dedos rematados en garras y dibujándose en su negro rostro una sonrisa cruel. -Yo soy quién ha hecho caer este universo en la oscuridad, es increíble lo que se puede hacer mezclando el virus de la ecuación de la anti-vida y el virus del Joker -cada palabra estaba llena de regodeo perverso y parecía saborear aquella situación como si fuera un vino de buena añada. -Volveré a alzarme, ahora estoy roto y solo soy un fragmento de poder cósmico, pero lo suficiente para poner las cosas en movimiento. ¿Vas a intentar detenerme, John?

-No es de mi incumbencia tus planes -Constantine le dio la espalda al fragmento cósmico del Batman Que Ríe, era la hora de abandonar aquel universo condenado y no volver a inmiscuirse en los problemas de los demás universos. -Ya salvé un universo de caer en la Oscuridad y mi pago es una condena eterna olvidando lo que hice, a quien amé y quién soy -volvió a sacar otro cigarrillo y lo miró un momento, para luego tirarlo al suelo al ver que estaba roto como aquel universo. -Puedes hacer lo que te dé la gana, en cuanto cambie de universo olvidaré todo otra vez y será como si jamás nos hubiéramos encontrado.

-Una pena, podría ofrecerte recuperar todo y más -sugirió de forma zalamera el Batman Que Ríe, tentado a Constantine con sus promesas, mientras se avanzaba con paso tranquilo hacia él. -¿Por qué conformarse con una Zatanna, cuándo puedes tener todo un harem de ellas? ¿Los mejores manjares y licores, poder e influencia? ¿O incluso un universo a tu disposición y dominio?

-Otros mejores que tú lo han intentado, Risitas -dijo Constantine, cruzando el portal que se abría ante él sin mirar atrás, mientras sus dedos se movían a toda velocidad y su mente recitaba hechizos para atar en su psique aquel instante. -Disfruta de tu momento, no durará demasiado, pues ya te derrotaron una vez y volverán a hacerlo otros.

-Ya nos veremos, Johnny -se río de forma amenazante aquel fragmento del Batman Que Ríe Cósmico, viendo a su interlocutor escapar a otro universo fingiendo que lo importará nada más que él. -No hay suficientes universos a los que escapar y la próxima vez no seré tan gentil contigo.

Despertó en húmedo suelo de un callejón, tosiendo fuertemente y sin recordar quién era o por qué estaba allí. Se levantó y escuchó como todos sus huesos crujieron con fuerza, se sentía frágil y cansado, salió del callejón arrastrando los pies. Ante él se alzaban enormes edificios de aspecto gótico y llenos de gárgolas sonrientes, las calles estaban llenas de gente que iba y venía sin importarles lo que sucedía a su alrededor. La suciedad se arremolinaba en las esquinas de cada calle y las papeleras estaban saturadas de basura, los locales de mala muerte contrastaban con los recargados e imponentes edificios. Se arrebujó en su gabardina al notar el frío nocturno azotar su cuerpo, aquel gélido aire le hizo recordar su castigo y por qué estaba en aquel lugar, para observar otro universo romperse y caer. Suspiró tristemente y alzó la mirada al estrellado cielo nocturno, viendo la señal de un foco enorme con el emblema de un murciélago, destacando como una segunda y tétrica Luna en la noche de aquella ciudad. Cerró los ojos por instinto y visiones terribles aparecieron ante él, mundos en llamas y destrucción, universos abnegados en muerte y locura, para luego, al final solo quedar una impenetrable oscuridad y la risa de un Dios demente, que resonaba sin parar en su cabeza. De sus agrietados labios salió un grito de terror y recordó quién era otra vez, un sudor frío empapó su cuerpo al recordar la conversación con el Batman Qué Ríe Cósmico y de lo que estaba por venir para todo el multiverso. 

John Constantine sacó un cigarro con manos temblorosas de un bolsillo de su gabardina, se lo llevó a los labios y lo encendió con su viejo mechero. Dio una larga calada y expulsó el humo, que se elevó en la noche como niebla arrastrada por la suave brisa, ahora sabía lo que se les venía encima y está vez, ni todos los héroes y villanos del multiverso podrían detener aquella retorcida y terrorífica versión de Batman. Debía reunir a todos los que pudiera, salvar a cuántos fuesen necesarios de aquellos universos condenados al multiverso oscuro y el olvido, todo para formar un ejército de desesperados y enfrentar a las huestes del Batman Que Ríe, esperando salvar de sus garras lo que pudiera a cualquier coste. Apagó el cigarro y se internó en las malolientes calles de Gotham, sabía por donde empezar, para detener a un Batman se necesitaba otro Batman.

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