El hedor a moho, polvo y cuerpos resecos flotaba en aquellos túneles, excavados bajo el Sanctum Sanctorum y la ciudad de New York en secreto con magia inimaginable. Phobos había creado una esfera de luz que iluminaba el camino del grupo, mostrando los nichos excavados en la dura roca y su podrido contenido, antiguos aprendices y hechiceros de la antigüedad ya olvidados por el tiempo. El grupo caminaba en tensión con Logan y Daken avanzando por delante, usando sus sentidos agudizados para rastrear el camino, mientras los seguían la Capitana Marvel y el Capitán América protegiendo a Phobos, Grito cerraba la marcha meciendo su larga melena y lista para atacar a cualquier amenaza. El tiempo parecía pasar a cuentagotas, cada segundo era eterno y sentían la extraña opresión de aquel lugar. Entraron en una enorme cripta, al otro lado de aquella enorme habitación se veía el dintel de unas escaleras que ascendían a los pisos superiores del Sanctum Sanctorum. Las paredes estaban cubiertas de estatuas de un aspecto humano con grabados místicos reluciendo levemente, en el centro reposaba un enorme sepulcro de piedra oscura rodeado de urnas funerarias y ofrendas a los pies del mismo, al entrar las antorchas se encendieron al unísono. Logan y los demás avanzaron con paso cauto por la cripta, vislumbrando montones de oro, viejos pergaminos y reliquias a los pies de las estatuas, un botín funerario que cualquier arqueólogo o saqueador tomaría sin precaución alguna. Todos apartaron la mirada del tesoro, que ahora era solo basura sobrevalorada tras el despertar del Fénix y la destrucción de la civilización, ansiosos de dejar atrás aquella sala y detener la incursión de Dormammu. El ruido de la losa del sepulcro, al ser apartada y caer al suelo con estruendo que resonó por toda la sala, hizo girarse al grupo y mirar a la tumba abierta, preparados para atacar a lo que saliera de su interior. Una figura se alzó del sarcófago, su piel estaba pegada a su marchito cuerpo, sus lujosas ropas y vendas funerarias eran ahora harapos raídos, medio podridos y cubiertos de moho, amuletos colgaban de sus muñecas y largo cuello llenos de polvo y marcados por el verdor del óxido. Su rostro estaba chupado, marcado los rasgos óseos del cráneo y su largo pelo blando caía lacio, mezclándose con su polvorienta barba, sus ojos vacíos ardían con fuego místico, llenos de odio y rencor hacia los intrusos que perturbaban su descanso eterno, a la vez que se elevaba levitando sobre su sepulcro hacia el abovedado techo.
-¡Ladrones blasfemos! -rugió el revivido hechicero, señalando al grupo con su mano derecha rematada en largas uñas rotas. -¿Quién osa penetrar en la cripta de descanso de Agamotto, el primer Hechicero Supremo?
-Somos los vengadores, gran Agamotto -dijo Phobos, adelantándose y haciendo una reverencia al no muerto en señal de respeto. -Lamentamos interrumpir tu descanso eterno, nuestra misión es detener la incursión de Dormammu y ayudar al actual Hechicero Supremo, Stephen Strange.
-Lo sé, pequeño Dios -replicó con sorna Agamotto, asintiendo de manera siniestra, mientras las estatuas de las paredes se rompieron, mostrando a aprendices momificados en su interior, que gemían como almas en pena. -Y aun así no pusisteis salvar el mundo del despertar del Fénix. Debéis ser puestos a prueba, para saber si merecéis seguir siendo dignos de ser los guardianes de este planeta o simplemente acabar como un polvoriento muerto más -cada una de sus palabras eran una acusación, por su fallo al dejar que casi toda la humanidad muriera. -Sobrevivid a mis aprendices y demostrad que estáis a la altura o morir en esta tumba olvidada.
Los momificados aprendices empuñaron espadas oxidadas y bastones de madera podrida, lanzándose en tropel, arrastrando los pies y soltando gemidos de ultratumba contra aquel grupo de Vengadores. Agamotto movió sus huesudas manos a toda velocidad, creando grifos en el aire y lanzando ráfagas de proyectiles mágicos, Phobos los paraba creando escudos de energía mística, aquellas acometidas eran capaces de derribar ejercitos y pudo sentir el peso del poder de aquel ser ancestral. Logan y Daken se lanzaron a la carga encabezada por el Capitán América contra la muchedumbre de momias, mientras la Capitana Marvel disparaba ráfagas de energía al hechicero no muerto y Grito despedazaba a cualquier momia con su zarcillos y larga melena de simbionte, protegiendo al concentrado Phobos en su batalla mágica. Agamotto observaba aquel variopinto grupo, estudiando sus movimientos, si se concentraba podía sentir la guerra ante las puertas de Sanctum Sanctorum entre los Sin Mente de Dormammu y los gigantes de hielo de Loki. Aquel era una variopinta mezcla, un soldado fuera de su tiempo, un padre e hijo utilizados como armas y con un amargo rencor entre ambos, una piloto con poderes cósmicos que se culpaba de sus pérdidas personales, un niño Dios que intentaba desligarse del legado de su padre, una mujer con dos mentes en simbiosis en el filo de la navaja entre la cordura y la locura, además de otro dios queriendo demostrar que ha cambiado y que lo que hace no es otra mentira. Logan se abrió a paso despedazando carne momificada con sus garras de adamantino codo con codo con su hijo Daken, algo que no habría creído posibles hace unos días, apartó aquel pensamiento y saltó hacia el hechicero con sus garras extendidas en un intento de destrozarlo, su hijo lo imitó, creyendo que el no muerto no podría detener a ambos. Agamotto movió sus manos con rapidez y pronunció una palabra arcana, lanzando a ambos contra el muro del fondo con un golpe invisible. Aquel momento fue aprovechado por el Capitán América, que intentó cortar la cabeza de Agamotto con el filo de su escudo, pero este retrocedió en el aire a la vez que hizo girar sus manos, creando un portal que cruzó y se situó detrás de Phobos, de la Capitana Marvel y de Grito con una sonrisa muerta en sus retraídos labios.
-¡Retroceded! -gritó la Capitana Marvel, a la vez que se iluminó como un sol al sobrecargar sus poderes y entrar en fase nova. -Yo ganaré tiempo, debéis subir al Sanctum Sanctorum y ayudar Strange.
Agamotto observó aquel poder desatado con interés, cansado de jugar con aquel grupo de héroes y villanos rotos, alzó sus manos y trazó un movimiento complejo. Al instante decenas de bandas de luz salieron del suelo, envolviendo e inmovilizando a cada uno de los intrusos, pese a ello, el escudo del Capitán América salió disparado en dirección al hechicero no muerto, golpeándolo en el pecho y derribándolo, arrojando su marchito cuerpo al polvoriento suelo. Las bandas de energía desaparecieron, desvaneciéndose en el aire y dejando un leve olor a ozono, Logan y Daken se lanzaron rugiendo sobre Agamotto para despedazarlo, pero al instante de clavar sus garras se convirtió en polvo cristalino. Toda la cripta crujió, igual que un cristal rompiéndose y demostrando al confundido grupo que todo lo que había sucedido había sido únicamente una elaborada ilusión. No había ni rastro de las momias, ni de la batalla librada en aquella sala mortuoria, solo estaba Agamotto flotando sobre su sarcófago mesándose su larga barba y estudiándolos con detalle. Sus ropas habían cambiado y ahora eran de seda elaborada impoluta, su rostro ya no era cadavérico sino el de un anciano venerable, sus ojos fríos e inflexibles parecían poder vislumbrar el alma de todos los allí presentes.
-Habéis pasado la prueba, por los pelos y en el último momento -Agamotto suspiró y negó con la cabeza, descendiendo al suelo de terracota y señalando uno a uno. -James Howlett y Daken Howlett, vuestro resentimiento mutuo y vuestra furia os impide trabajar en equipo -siguió caminando, poniéndose ante el Capitán América. -Steve Rogers, no has perdido otra era, estás en una en la que puedes crear algo nuevo -miró a la Capitana Marvel y la sonrió con cierta compasión. -Carol Danvers, no te culpes. Ni yo mismo podría detener el fuego desatado del Fénix - se detuvo ante el joven Phobos y pasó una mano por su rubia melena. -Joven Dios, tu padre y sus decisiones no te definen, tu destino es tuyo y de nadie más -finalmente miró a la combinación de simbionte y humana, frunció el ceño y luego se encogió de hombros. -Grito, tus dos mentes están en conflicto, deben unirse en armonía para conseguir la paz mental que tanto deseas.
-¿De verdad era necesaria una prueba? -preguntó Steve Rogers, mientras se colocaba su escudo en la espalda y miraba pensativo a Agamotto. -Eres el primer Hechicero Supremo y tendrás tus razones, pero me gustaría saber el porqué hacernos pasar por esto, cuándo el tiempo apremia para salvar a Stephen Strange.
-Habéis estado en una dimensión de espejo, solo han sido unos segundos en el mundo real -replicó Agamotto cruzando sus manos a su espalda y volviendo hacia su sepulcro con paso tranquilo. -La prueba era necesaria, nuevos y viejos males van a querer reclamar este mundo herido, sus protectores deben estar a la altura de poder ayudar al Hechicero Supremo y proteger la Tierra -chasqueó los dedos de su mano derecha e hizo aparecer un portal de luz. -Ahora cruzad el portal, al otro lado os espera Strange en vuestra primera verdadera batalla, Vengadores.
Todos se miraron en silencio y asistieron, cargaban con sus dudas y demonios personales sobre sus hombros, debían dejarlos atrás si querían sobrevivir y que la tierra no acabará en manos de cualquier deidad maníaca. Uno a uno fueron cruzando el portal de luz, hasta solo quedar Agamotto en el silencio de su cripta, deseando haber sido unos milenios más joven o seguir vivo para unirse a aquellos héroes en el largo viaje, que les quedaba para restaurar aquel mundo herido y casi agonizante. Se sentó dentro de su tumba, viendo con sus poderes al culto de la furia, el hechicero demente de Latveria, los ejércitos de las profundidades marinas, el concilió de la hélice genética y otros peligros a los que se debían enfrentarse este nuevo grupo de Vengadores.
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