El cielo se cubrió de oscuras nubes negras, envolviendo el planeta de los Hechiceros bajo un impenetrable sudario de negrura absoluta. Cada palabra del hechizo de Ahriman resonó como una sentencia de muerte y descargas multicolores recorrieron las oscuras nubes, para luego lanzar una lluvia de rayos contra cada uno de los Mil Hijos, que yacían en la superficie del planeta. Miles de voces se alzaron gritando de agonía, al reducir la carne mutada de los Astartes sin poderes psíquicos a cenizas y encerrando sus almas en los cascarones vacíos de sus servo-armaduras, mientras cada Hechicero notaba sus poderes multiplicados por mil y su mente abrirse a los conocimientos arcanos de Tzeentch. En lo más profundo de las ruinas de Tizca, arrancadas de Próspero por el propio Magnus para salvar a su Legión y a él mismo, yacía un laboratorio secreto y bibliotecas ocultas incluso al propio Primarca. Aquel era un bastión de tortura y conocimiento prohibido, el olor a incienso se mezclaba con el hedor de la sangre y los desechos humanos, abandonados en celdas, en el nivel más profundo yacían los sujetos de pruebas de Ahriman, legionarios Astartes de los Mil Hijos afectados por la Maldición de la Carne.
Sadiki no se atrevía a mirar a su alrededor y ni siquiera a su propio reflejo en el cuenco de agua, pues eran unos engendros deformes con su carne en constante cambio bajo sus servo-armaduras. Él y los guerreros arrojados a aquel sombrío lugar habían sido usados por el Bibliotecario Jefe de la Legión, Azek Ahriman para desarrollar su enloquecido proyecto de detener las mutaciones en las filas de los Mil Hijos. Sadiki había sido un prisionero desde la caída de Próspero, por negarse a empuñar sus armas contra del Imperio y del Emperador, mientras su Primarca alzado a la demonicidad marchaba al lado de Horus, quemando la galaxia y destruyendo el legado de la Gran Cruzada. Regueros de polvo empezaron a caer de los abovedados techos, todos alzaron sus deformes cabezas y escucharon el extraño crujir de la piedra al ser partida por el poder del rayo, iluminando aquel olvidado lugar con luces enloquecedoras cambiantes y golpeando a cada Astarte mutado. Los rayos de colores estridentes recorrían la ceramita de color rojo, haciendo hervir la pintura y evaporándose, mientras intentaba devorar la carne corrupta para aplicar sobre sus almas la condena eterna bajo las garras de Tzeentch. Los aullidos subieron de tono, Sadiki yacía de rodillas sobre la paja sucia de su celda y apretaba sus dientes, sus ojos vieron un espectro rojo como la sangre, alzarse como una densa niebla y tomar la titánica forma de Magnus antes de su oscura ascensión, mirándolos con piedad y dolor en su rostro enmarcado por su leonino pelo rojo, su cuerpo estaba envuelto en una túnica blanca símbolo de su pureza.
-¿Has venido a burlarte de los últimos leales de tu hijos a la Humanidad? -preguntó Sadiki con la voz cargada de dolor agónico y mirando con odio a la imagen espectral de Magnus. -Si vamos a morir, lo haremos como Astartes leales, enfrentando a nuestro destino hasta el último aliento -se levantó con un esfuerzo titánico y avanzó con paso tambaleante hasta los barrotes de su celda. -Puedes ofrecernos mil mentiras, pero no fallaremos como tú lo hiciste, Magnus.
-No, no he venido ni a burlarme y tampoco a tentarte, Sadiki -respondió el espectro de Magnus, flotando con suavidad hacia la celda del legionario hasta quedar cara a cara con él. -Yo solo soy un fragmento del alma rota de Magnus, cuándo Russ nos quebró, no solo rompió nuestra espalda en fragmentos, sino también el alma -lo dijo con una extraña melancolía, concentrándose en el momento y dejando atrás el doloroso pasado. -Ahriman ha sido engañado por el mismo Dios oscuro que me engañó a mí. Ha lanzado su Rúbrica y reducirá a polvo a los que no tienen el don psíquico, además de retorcer a los que lo tienen -se giró y miró con su ojo sano cada celda, dónde los Astartes se convulsionaban y luchaban por su carne, vida y alma sobre el sucio suelo. -Puedo ayudaros, usar una chispa de mi esencia para despertar del todo vuestra semilla genética, pero debéis rechazar la Rúbrica, a pesar del dolor con toda vuestra voluntad y no dejaros llevar por la oscuridad.
-¡Hazlo! -rugió Sadiki, golpeando su cabeza contra los barrotes por el dolor de la Rúbrica, que intentaba quemar su carne y reducirlo a cenizas dentro de su servo-armadura. -Sí... podemos luchar y recuperar nuestro honor, si dices la verdad y eres lo poco de decencia que quedaba de Magnus, entonces solo hazlo de una maldita vez…
El fragmento de Magnus asintió levemente y se concentró, su único ojo se iluminó con luz dorada y de las yemas de sus dedos salieron una miríada de rayos formando arcos eléctricos. Cada uno de aquellos rayos impactó en cada agonizante Astarte, Sadiki sintió las dos energías correr por su cuerpo al borde de la destrucción, mientras en sus oídos resonaban los gritos de agonía de sus hermanos. Una palabra apareció en el fondo de su mente y se repitió sin parar, cada vez más y más fuerte, hasta salir como un grito por su torturada boca, “determinación”. Aquella palabra tenía un significado especial, había sido lo que le había hecho pasar las pruebas de la Legión, impulsado en cientos de campos de batalla y de mantener firmes sus juramentos de lealtad, cuándo su propio padre y Legión los rompieron. Se agarró a esa palabra e impulsó en la energía que le había insuflado el fragmento de Magnus, empujando el fuego maldito de la Rúbrica fuera de su cuerpo. Sadiki cayó de rodillas, exhausto por el esfuerzo de resistir el hechizo, entonces notó que algo cambiaba y despertaba en su interior, una extraña calidez familiar recorrió su cuerpo cuando la semilla genética del Primarca Magnus se activó y liberó todo el potencial en sus venas. Sus huesos se rompieron y se volvieron a fusionar, sus músculos y tendones se desgarraron para luego crecer, las mutaciones desaparecieron de sus maltratados cuerpos son dejar rastro alguno, sus servo-armaduras reventaron ante aquel crecimiento desmesurado, mostrando la piel y melena leoninas de color rojizo. Dónde había Astartes llenos de deformidades y rotos, ahora se alzaban titanes de piel rojiza y mirada dorada, el verdadero poder de la semilla genética había despertado, estimulado por la chispa de poder del fragmento de Magnus y la férrea voluntad de los Astartes, rechazando el envite y fuego abrasador de la Rúbrica maldita de Ahriman. Sadiki arrancó la puerta de su celda y la arrojó al suelo, saliendo de su interior y avanzó con pasos inseguros hacia el flotante espectro de Magnus, para finalmente arrodillarse ante él y agachar la cabeza en señal de respeto. El resto de legionarios supervivientes al proceso lo imitaron, formando un círculo alrededor de la flotante figura en silencio reverencial, sintiendo que su determinación y negativa a traicionar al Emperador, al Imperio y a la propia humanidad había sido la decisión correcta desde el principio.
-Debemos salir de estas cámaras de tortura y brujería -las palabras del fragmento de Magnus tenían suave tono cansado, ojeras de agotamiento eran visibles en su cincelado rostro. -Ya vienen los traidores, para comprobar las instalaciones de Ahriman, nos marchamos de este maldito lugar y empezaremos con la reconstrucción de una nueva Legión.
-Se hará tu voluntad, mi Primarca -Sadiki asintió, alzándose listo para comandar aquella treintena de Astartes, que tenían cada uno el tamaño de un legionario con armadura de Exterminador. -¡Prepararos para marchar! ¡Voluntad y determinación!
Los Astartes repitieron la consigna de Sadiki y se alzaron del sucio suelo donde estaban arrodillados, dispuestos a marchar y pelear dónde el fragmento de Magnus les guiase. El fragmento flotó hasta el muro más profundo del pasillos de la celdas y lo reventó con un solo pensamiento, mostrando un nuevo pasillo de paredes de cristal de hueso aeldari y se internó en ellos, sin mirar atrás. Aquel mundo había sido parte del caído Imperio de aquella raza alienígena casi extinta, los pasillos eran una locura diseñada para confundir y hacer perderse en ellos a cualquier intruso. Sadiki paso su mano izquierda por la cristalina superficie del muro, sintiendo los ecos de una era olvidada y los lamentos psíquicos de las almas de aquella raza en el momento de su caída, mientras seguían en silencio al espectro de Magnus hasta una enorme sala. Allí se alzaban estatuas de héroes Xenos sobre cristalinos pedestales, mirando a los intrusos con desdén y arrogancia de seres tan antiguos como la propia humanidad. En el centro se alzaba un portal apagado, su superficie de hueso cristalino con joyas engarzadas en plata y oro se alzaba imponente ante ellos. El fragmento de Magnus fue tocando las gemas, siguiendo un orden preciso, el portal zumbó al activarse, creando una superficie líquida enmarcada en la estructura del portal. Sadiki miró al fragmento de Magnus y asintió, sabiendo lo que debía hacer y sin temor alguno cruzó el portal, siendo arrojado al otro lado de la galaxia y saliendo por otro portal idéntico cubierto de vegetación, estaba en un mundo salvaje lejos de Ahriman, la versión demoníaca de Magnus y sus traidores hermanos de batalla. Aspiró el aire puro y miró al bosque de su alrededor, listo para defenderse de cualquier amenaza, mientras sus compañeros Astares salían del portal uno tras otro formando un perímetro de defensa. Finalmente, surgió el fragmento de Magnus, igual que un nadador de las oscuras profundidades marinas, se giró y pulso cada gema espiritual del dintel de portal, apagándolo para luego lanzar una descarga psíquica fundiendo el hueso cristalino y dejando en libertad las almas atrapadas en la estructura.
-Estamos en el borde de la galaxia, en un mundo Exodita -informó el fragmento de Magnus a los Astartes que vigilaban en claro del portal. -Debemos ponernos en marcha, los Aeldari vendrán a investigar que ha sucedido a su portal-sonrío y su ojo brillo con luz dorada, ante la perspectiva de haber recuperado un pedazo de su antigua vida de las garras de Tzeentch. -En marcha, debemos encontrar una nave y salir de este mundo salvaje.
-¿Cuál es nuestro destino? -Sadaki lo preguntó caminando al lado del espectro de su padre genético, sin dejar de vigilar los oscuros árboles de aquellos bosques indómitos y sintiendo que estaban siendo vigilados. -¿Qué propósito tenemos, Magnus?
-Nuestro destino es Próspero, allí hay otro fragmento de Magnus. Nos fusionaremos en uno y conseguiremos reconstruir una parte importante de nuestra alma -el fragmento lo dijo con un anhelo de estar completo, de volver a ser de carne y hueso otra vez, de poder redimirse de sus errores, pecados y arrogancia que había esgrimido en el pasado. -En el camino reconstruiremos la Legión, reformándola y no cometeremos los mismos errores del pasado. Recuperamos nuestro honor y daremos caza a nuestras contrapartes caídas en desgracia. Ahora sois los Titanes Carmesíes, los verdaderos Hijos de Próspero y de Magnus.
Sadiki asintió en silencio, ante la perspectiva de venganza contra sus hermanos Traidores, la redención era algo que cada uno de los Astartes que le rodean deseaban, pero sabía muy bien que debían ganarla a sangre y fuego, aunque esa labor les llevará diez milenios. No le importó el tiempo que les llevará, ahora eran los Titanes Carmesíes y tenían un nuevo propósito, usarían toda su determinación para lograrlo y acabar con Los Mil Hijos, Ahriman y la versión demoníaca de Magnus.
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