La Senda del Odio. Capítulo 14. El camino de la corrupción.

Aquel mundo había sido el corazón de aquel sistema solar, había sido colonizado durante la era de la expansión humana y había sido un nodo comercial de relevancia. La era de los conflictos y la larga noche de las tormentas de disformidad no habían sido suficientes para hacer caer en la barbarie al mundo de Crecensis, sus gentes habían aguantado y creado un sistema solar autosuficiente en Alonis. Altas ciudades colmenas se alzaban hacia el cielo, bosques densos y áreas extensas de cultivos eran visibles desde órbita, cuándo la cruzada del Emperador llegó. Lorgar observó aquel lugar en silencio meditabundo, recordando que fue recibido como un héroe y que habían abrazado el credo que había difundido sobre la divinidad del Emperador. Había vuelto y había soltado su Legión sobre aquel mundo, una marea carmesí acorazada enarbolando los estandartes de los Cuatro Dioses y del Caos indivisible. Los bosques densos eran ahora campos de estacas ennegrecidas por el fuego y en ellas yacían atados ciudadanos de aquel mundo desnudos, dejados a su suerte y condenados a una muerte por el hambre, los elementos o a manos de las bestias salvajes. Los campos prósperos de cultivos habían sido saqueados por los Legionarios y sus cultistas, hasta transformarlos en tierra baldía que habían salado para que nada creciera en ella. Solo ocho de sus ciudades colmenas seguían en pie, transformadas en enormes templos a los Dioses con los huesos, los cuerpos de vivos y muertos incrustados en sus estructuras y transformados en una oda a la demencia que la Herejía de Horus había traído a la galaxia. Lorgar podía escuchar en el aire los gritos de agonía y dolor, mientras recorría uno de los ocho caminos empedrados con cráneos hacia el altar enorme ceremonial en la que convergían, formando una estrella de ocho puntas del Caos. El ritual que estaba preparando ataría a sus hermanos leales y Legiones a los Dioses del Caos, ascendiendo a la demonicidad a los Primarcas que habían permanecido del lado del Emperador. Iba a dejar sin ejército y opciones de victoria a su Padre, además de conseguir el reconocimiento que se merecía de sus hermanos Traidores por conseguir aquel gran logro que cambiaría el curso de la guerra civil en el Imperio de la Humanidad. ¿Qué eran unos cientos de miles de billones de seres humanos muertos a cambio de la salvación como especie? Absolutamente, nada más que una gota en el mar de la galaxia y era algo con lo que podría vivir sin remordimientos de alguna clase.

La flota salió de la Disformidad atravesando la herida en el espacio real y entrando en el sistema solar Alonis, Trajana observó en silencio aquel sistema solar y dio la orden de avance en formación de combate. Una flota de nueve naves resguardaba el sistema en formación estándar imperial, una sonrisa cruel apareció en los labios de Trajana, por qué los Traidores seguían usando las mismas tácticas que habían utilizado en la Gran Cruzada del Emperador. Sin dudarlo dos veces impartió las órdenes de avance a toda máquina y fuego sostenido contra la flota de los Portadores de la Palabra. Las cinco barcazas de combate abrieron fuego al unísono, sin dar tiempo a sus enemigos a subir sus escudos, destruyendo a seis fragatas ligeras que iluminaron la oscuridad estelar por un instante como pequeños soles y dejando dañado a uno de los dos acorazados que protegían a la nave insignia, un destructor clase Redentor llamado Cántico Profano. Trajana sabía que el tiempo corría en su contra, si no era rápida, serían destruidos por los cañones del Cántico Profano. Sin dudarlo dirigió la Humillación de Russ contra el Destructor, las alarmas sonaron al recibir los primeros impactos en los escudos de energía y sufrir daños superficiales. La tensión en el puente de mando se podía cortar con un cuchillo de combate, mientras Trajana obligó a su nave pasar por el lateral derecho del Cántico Profano y rugió la orden de disparar a bocajarro. Los escudos de la nave enemiga se sobrecargaron ante la miríada de impactos a corta distancia y sin pensarlo dos veces, Trajana preparó la acción de abordaje, activando los ganchos y garfios magnéticos, acoplando su nave a la de los Portadores de la Palabra.

-Que todos los guerreros se preparen -rugió Trajana, levantándose del trono de mando y poniéndose el casco, mientras sentía a su Hacha del Pánico agitarse, ansiosa en su cadera por derramar sangre. -Vamos a tomar la nave del enemigo, es hora de derramar algo de sangre y tomar venganza.

-¡En marcha, mastines! -rugió Dorak desfondado su pistola bólter y su espada sierra, siguiendo a Trajana muy de cerca. Sabía que no tenía que mirar atrás, para ver cómo le seguían, Kortal, Vartus, Lenial, Chapael y Har'kan para formar la escolta de la elegida de Malal. -Tenemos enemigos que matar y almas que recolectar para nuestro vengativo dios.

Los guerreros del puente rugieron de aprobación y siguieron a Trajana, ansiosos de matar y tomar venganza contra aquellas fuerzas de los Portadores de la Palabra. Los largos tubos de abordaje se clavaron en el Destructor, perforando su fuselaje y abriendo un camino a los invasores a su interior, como si fueran gusanos en un cadáver. Astartes de servo-armaduras de color bronce y detalles negros salieron en tromba los tubos de abordaje, matando de forma cruel y rápida a las hordas de cultistas y Legionarios Traidores con precisión mecánica. Trajana se abrió paso enarbolando su Hacha del Pánico, dejando un rastro de muerte a su paso en dirección hacia uno de los tres puntos importantes de la nave de los Portadores de la Palabra. Chapael le había indicado que aparte de tomar la sala de máquinas y el puente de mando, había un lugar más valioso para los Astartes de aquella Legión Traidora, la capilla corrompida y dedicada a los Cuatro Dioses del Caos. Los pasillos en dirección a su objetivo mostraban los primeros síntomas de corrupción caótica, de las paredes salían excreciones de hueso y carne mutante como si fueran tumores extendiéndose por un cuerpo humano. El leve olor a corrupción los guío por aquellos corruptos y retorcidos pasillos, limpiando sala a sala a sangre y fuego. Una escuadra se adelantó y giró la esquina, que daba al largo pasillo de entrada a la capilla. Al internarse fueron recibidos por fuego de tres bólters pesados, montados sobre un parapeto construido con prisas con planchas de metal y sacos terreros, además de un mar de disparos de rifles láser. Cuatro de los Astartes de los Renacidos de Trajana fueron reducidos a pulpa sangrienta por el fuego pesado y el mar de disparos de fuego menor, los otros seis supervivientes retrocedieron y giraron por la esquina, apartándose del fuego enemigo, heridos y jadeando maldiciones. Trajana se asomó levemente, tras los parapetos había decenas de cultistas de mirada fanática y con los rostros tatuados con la estrella del Caos, que se retorcía como gusanos sobre sus pálidas caras.

-Puesto fortificado, tres Bólters pesados y doscientos humanos equipados con armas de medio alcance -Trajana lo dijo observando aquella posición y buscando una forma de romper sus defensas, para cruzar las puertas de bronce bruñido que había detrás de ellos. -Necesito dos guerreros que se abran paso entre un mar de fuego y acaben con las armas pesadas. ¿Algún voluntario?

-Yo estoy ansioso por derramar más sangre -Kortal sonrió ansioso y con la mirada cargada de voracidad, mientras sujetaba su enorme hacha sierra a dos manos. Parecía más un verdugo que un legionario, de su cinturón colgaban cabezas ofrecidas a Malal y su servo-armadura estaba empapada en sangre. -Como verdugo de la Legión, tengo el deber de impartir justicia a aquellos que desafían la voluntad de mi señora y de mi Dios.

-Entonces, te acompaño -dijo sonriendo Lenial, su rostro pálido parecía incluso más bello que su transformación en un Renacido y su servo-armadura estaba adornada de amuletos, gemas y colgantes de emblemas de sus enemigos caídos. -No es justo que solo te diviertas tú y el Campeón de la Legión solo se quede mirando.

Las risas divertidas salieron de las rejillas de voz de los cascos de los Renacidos que los rodeaban, incluso la propia Trajana no pudo evitar sonreír ante aquella chanza. Ambos eran varios de sus guerreros más antiguos y de mayor confianza, aunque fueran polos opuestos, un Devorador de Mundos y un Hijo del Emperador que se complementaban a la perfección en combate mutuamente. Asintió con la cabeza levemente, dando el visto bueno a que los dos guerreros intentarán romper aquel puesto defensivo, mientras les cubrían con fuego con el resto de Renacidos desde el otro extremo del pasillo. Los bólters pesados y los rifles láser rugieron de nuevo, al recibir los disparos de los Renacidos de Trajana desde el otro lado del pasillo, un instante después los dos Astartes elegidos salieron en tromba hacia el parapeto enemigo. Trajana los observó, Kortal avanzaba ignorando los disparos de rifle láser y respondiendo con su pistola bólter, mientras que Lenial parecía danzar entre el fuego de los enemigos esquivando cada disparo con facilidad. Ambos guerreros llegaron al unísono y lanzaron un par de granadas de fragmentación antes de saltar el parapeto para causar muerte y caos. Era el momento, Trajana dio la orden de carga y sus guerreros se lanzaron pasillo adelante en pos de matar aquellos miserables humanos que servían a los Cuatro Dioses. Al llegar al parapeto, solo encontraron un campo de matanza, cuerpos despedazados y enormes lagunas de sangre acumularse en los huecos ante las enormes puertas de bronce. Ninguno de los cultistas de los Portadores de la Palabra habían sobrevivido, los Renacidos pasaron entre los cuerpos rotos y pisando los charcos de sangre, para empujar con fuerza las pesadas puertas de bronce con los emblemas de los Cuatro, grabados en su pulida superficie y enmarcados en huesos humanos. Las puertas se abrieron como las fauces de una bestia, el olor a incienso quemado, sangre derramada y corrupción salió como el aliento de un depredador hambriento. Trajana entró en la enorme capilla corrompida seguida de sus guerreros, allí yacían cincuenta Astartes de los Portadores de la Palabra arrodillados en dirección al gran altar del fondo, sus cabezas estaban inclinadas hacia abajo y sujetaban sus armas con fuerza entre sus acorazadas manos. Decenas de ganchos para carne pendían sobre ellos con trofeos de enemigos muertos, estatuas de demonios menores de los Cuatro observaban con lascivia crueldad desde sus pedestales de huesos humanos y de Xenos, las imágenes de las vidrieras cambiaban sin parar, mostrando escenas de traición y depravación. Sobre el gran altar de obsidiana yacía encadenado un Astarte de los Ultramarines, al cual se le había arrancado los corazones y dejado que su sangre cayera por la oscura piedra. Dos enormes pebeteros de piedra ardían con fuego multicolor iluminando toda la capilla, tras el altar un Capellán de los Portadores de la Palabra leía con voz grave el libro maldito de Lorgar a su silenciosa audiencia, mientras sujetaba con su otra mano uno de los corazones de su víctima.

-Y el Falso Dios nos obligó a arrodillarnos sobre las cenizas de nuestras obras -la voz del Capellán era suave y su tono fluido, mientras leía el libro que se retorcía entre sus dedos. -Nos rechazó y nos abandonó, pero Lorgar encontró el camino a los verdaderos Dioses y a la salvación de la humanidad -alzó la vista del libro y miró a los intrusos con una mirada fanática, arrojando el corazón del Ultramarine hacia ellos. -Regocijaos hermanos, hoy tenemos a necios ignorantes que sirven al falso Emperador de Terra.

-¡Silencio perro sarnoso! -rugió Chapael, adelantándose, sujetando con fuerza su Crucius Arcanum corrupto y señalando al capellán de los Portadores de la Palabra con su arma. -Nosotros no servimos al Emperador y tampoco a tus débiles Dioses, que se retuercen en la Disformidad como gusanos en la mierda y que roban lo que no es suyo como ratas -alzó aún más la voz llena de furia apenas contenida, por qué una vez había sido un imbécil como aquellos legionarios y ahora había visto la verdad terrible de Lorgar. -Ante vosotros están los guerreros y la elegida de Malal, el jerarca de la Anarquía y señor de la venganza. ¡Arrepentiros o morid!

-Te conozco, eres Chapael del Capítulo del Círculo Rojo -escupió el Capellán con odio y descolgando su Crucius Arcanum de su cinturón. -Has traicionado a la Legión por una deidad menor y por un grupo de cochambrosos mercenarios de mala muerte, los Dioses disfrutarán de verte a ti y tus imbéciles en el altar de sacrificio…

Sus palabras terminaron abruptamente cuando una esfera de plasma azulado desintegro la cabeza y el torso del Capellán. Trajana bajo la pistola de plasma aún humeante y dio la orden de atacar a sus enemigos, mientras en las vidrieras cuatro rostros tomaban forma, interesados por aquella escaramuza en sus dominios profanados. Las estatuas se desquebrajaron, cayendo una fina capa de piedra como si fueran serpientes mudando de piel, demonios de los Cuatro ulularon ansiosos de matanza y sangre, bajando de los pedestales. Desangradores de Khorne de piel rojiza y cabeza cornuda alargada enarbolaban espadas negras, Portadores de Plagas ciclópeos de piel podrida avanzaban con pasos renqueantes con sus vientres hinchados y su piel ulcerosa. Diablillas de Slaanesh de sensuales cuerpos andróginos, sonreían de manera lasciva y hacían chasquear ansiosas sus brazos rematados en pinzas, mientras Horrores Rosa de Tzeentch cabriolaban sin dejar de reír por el rostro de su torso sin cabeza y agitaban de forma demente sus largas extremidades entre pequeñas llamas azuladas. El ruido de las armas chocar, de las garras raspa el suelo embaldosado, el sonido característico de los bólters al disparar y los gritos de furia, odio y agonía resonaron por la vorágine de guerra en que se había convertido la capilla. Trajana disparaba sin parar, blandiendo con precisión malévola su Hacha del Pánico, a su alrededor puso vislumbrar a Kortal luchando de manera desenfrenada, a Lenial ejecutar una danza de muerte con sus estiletes, Vartus sobresalía como un gigante entre sus enemigos rompiendo cabezas con enorme vaporosa maza. Har'kan era una armería andante destripando y disparando con los servo-brazos de su mochila cubriendo a Chapael que desterraba a los demonios de los Cuatro con plegarias oscuras y golpe de Crucius, mientras Dorak se movía como su propia sombra ejecutando con su espada sierra a todo estúpido que intentaba atacará su señora por la espalda.

La marea del combate empezaba a ir a favor de Trajana, cuándo en ese instante las cuatro caras de las vidrieras se rieron de forma cruel y la propia realidad vibró durante una fracción de segundo. Al instante el cuerpo sin vida del Ultramarine se elevó en el aire, siendo presa de convulsiones salvajes, sus huesos se rompieron y crecieron, sus músculos se hincharon de manera desproporcionada y su piel cayó rota al suelo, mientras la herida mortal de su pecho se cerraba. La sangre brillante sobre sus músculos se coaguló, transformándose en una piel rojiza tan dura como el acero, dos enormes cuernos crecieron de su deformado rostro gruñente y sus pies se fusionaron convirtiéndose en unas pesadas pezuñas. Aquel ser aterrizó sobre el altar, destrozándolo y lanzando una lluvia de esquirlas en todas direcciones, a la vez que desplegaba dos enormes alas de murciélago. Alzó sus enormes manos y la sangre que encharcaba los suelos de la capilla se volvió vapor, que se transformó en sus manos en dos enormes hachas de acero y latón, alzó su astada cabeza y rugió con hambrienta ira desmedida. Trajana maldijo, pues había visto una criatura semejante en el templo de Malal, aquel ser era la matanza andante, un gran demonio del Dios de la Sangre, un Devorador de Almas. El enorme demonio cargó contra la masa de legionarios Astartes, matando sin piedad a amigos y enemigos con sus enormes hachas, rugiendo ansioso de cosechar cráneos y sangre para su furiosa deidad. Trajana sabía que debían acabar con aquel ser o todos en aquella capilla morirían, alzó su pistola de plasma y disparó, desintegrando una de las hachas de la criatura, pero sin poder detener su avance y captando su atención.

La hoja del hacha enorme del gran demonio chocó con el Hacha del Pánico de Trajana, un mar de chispas salieron de la fricción de ambas hojas demoníacas. Furioso, el Devorador de Almas rugió y lanzó una lluvia de golpes de hacha contra su enemiga, obligándola a detener y esquivar cada acometida del demonio, sin poder contraatacar y obligándola a retroceder. Las sombras se agolparon a los pies del demonio y cientos de tentaculares zarcillos negros emergieron, enroscándose en sus piernas y deteniendo su avance. Chapael sonrió y siguió invocando el poder de Malal, mientras era cubierto por Har'kan, Vartus, Dorak, Lenial y Kortal, que mataban metódicamente a frenéticos Portadores de la Palabra y demonios, que intentaban liberar al Devorador de Almas de la presa del Capellán. Trajana sabía que no tendría otra oportunidad mejor y se lanzó a la carga, el Devorador de Almas alzó su hacha con sus dos enormes manos y lanzó un golpe descendente para partir a su enemiga en dos. Trajana vio el hacha descender y se arrojó entre las piernas del demonio, clavando su hacha en la entrepierna de su inmovilizado enemigo y luego saltando sobre su espalda alada. Un agudo aullido de dolor retumbó por toda la capilla y el Devorador de Almas se dobló, soltando su hacha y agarrándose su entrepierna herida, a la vez que se agitaba furioso para librarse de los zarcillos de sombras que lo inmovilizaban. Trajana se agarró a las alas del demonio y tiró, dejándose caer con todo su peso sin soltarlas, una sonrisa cruel apareció en su rostro al escuchar romperse los huesos y rasgarse las alas al intentar el Devorador de Almas alzar el vuelo. El demonio cayó de bruces sobré el mar de sombras, decenas de zarcillos adicionales envolvieron su cuerpo y empezaron a hundirlo en la oscuridad, igual que un lagarto prehistórico en una poza de negro alquitrán. Trajana recogió su Hacha del Pánico y miró a su alrededor, sus guerreros estaban ejecutando a los últimos Portadores de la Palabra, mientras la enorme mole rojiza del Devorador de Almas desaparecía en la oscuridad de las sombras, para engrosar la colección de trofeos de Malal.

-Capilla asegurada -transmitió Trajana por el canal de mando, mientras comprobaba el estado de su servo-armadura llena de abolladuras, golpes y roturas del encarnizado combate. -Informe de estado del resto de secciones. ¿Han sido aseguradas?

-El puente y la sala de motores han sido aseguradas -susurró la fría e impersonal voz de Antoninus en el oído de Trajana por el comunicador. -Estamos limpiando ahora mismo sala a sala, para acabar con cualquier reducto de ratas escondidas. El resto de la flota informa que ha acabado con las naves enemigas sin sufrir bajas. ¿Cómo procedemos mi señora?

-Toma unos cuantos guerreros y comanda esta nave, mata o convierte a Malal a los enemigos escondidos que encuentres -ordenó Trajana de forma inflexible y cruel, mirando las caras enfurecidas de los Cuatro Dioses del Caos en las vidrieras de la capilla en ruinas de la nave. -Marcharemos hacia el interior del sistema, tenemos que llegar a Crecensis antes que Lorgar haga su movimiento.

Lorgar frunció el ceño, había escuchado los gritos de muerte y agonía de sus hijos en la Disformidad, alguno de sus hermanos había llegado seguramente para detenerlo. Sonrió levemente, estaría preparado para dar una calurosa bienvenida a cualquiera de sus hermanos leales al Emperador y verlos abrir sus ojos a la verdadera realidad oculta tras las estrellas. Pronto su Padre, aprendería que despreciarlo había sido su mayor error.

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