La luz del mediodía entraba por los enormes ventanales del desordenado estudio, cientos de libros llenaban las mesas de trabajo y varias pizarras estaban cubiertas de recortes de periódicos unidos por cordeles de distintos colores. El fuego de la chimenea ardía de forma tenue, Lestrad observó las llamas bailar sobre los troncos, sentando en uno de los cómodos sillones del hogar de Sherlock Holmes, los recuerdos de la noche pasada aún estaban aterradoramente frescos en su memoria. Cerró los ojos y se concentró en los sonidos que le rodeaban, podía escuchar como el doctor Watson organizaba el instrumental médico de su maletín de cuero, a Sherlock Holmes tocando el violín frente al ventanal para aclararse la mente, el agudo chillido de una piedra de afilar contra la espada de plata del cazador de muertos Van Helsing y la fuerte respiración de lord Greystoke sentando en el otro sillón de la estancia que estudiaba todo a su alrededor con su mirada. Se les había escapado el Destripador, cuándo casi lo tenían y habían visto una amenaza aún mayor que ese loco asesino, una oscuridad que podía destruir no solo Imperio Británico, sino a toda la civilización del hombre. Lestrad abrió los ojos al parar la música del violín, su mirada se clavó directamente en Sherlock Holmes, que estaba dejando el instrumento con cuidado en una mesa llena de libros y notas manuscritas.
-Bien, señores recapitulemos y veamos que sabemos -Holmes cogió su pipa y la encendió, luego le dio una calada y soltó un leve suspiró. -Ya conocemos quién es nuestro verdadero enemigo, el autodenominado Conde Drácula. Un vampiro con un vasto ejército de seguidores vivos y no muertos, gracias a la información del señor Van Helsing. ¿Pero cuál es su objetivo en verdad?¿Y por qué secuestró al Destripador?
-No lo sé, Holmes -respondió Lestrad con frustración desde su sillón, mientras sus manos apretaban los reposabrazos con furia. -Solo sé que ahora tenemos un problema aún mayor, que un loco destripando a mujeres en las calles.
-El Conde Drácula solo busca una cosa, gobernar a la humanidad -la voz de Van Helsing sonó inflexible y llena de un odio profundo hacia su enemigo acérrimo. -Es un ser sin alma, un engendro de la noche con un frío y oscuro corazón.
-Tal vez sea lo que decís, Van Helsing -el doctor Watson observó el bisturí que tenía en la mano derecha a contra luz del sol y asintió al ver que estaba limpio. -Pero Holmes tiene razón.¿Para qué quiere al Destripador? ¿No es un ser que ha transcendido a la muerte?
-Es elemental mis queridos amigos -Holmes se acercó una de las pizarras móviles y miró el mosaico de artículos de periódicos colgados. -Está reuniendo un ejército y aliados, preparando y moviendo los hilos para su jugada. Su objetivo debe ser muy grande, para necesitar tantos recursos e incluso a un asesino en serie.
-Creo que Holmes tiene razón -Lord Greystoke dirigió una mirada feroz a todos, al romper su silencio. -Sus acciones son cautelosas, como las de un depredador tras una presa. Pero si no puedes cazar en solitario a tu objetivo, entonces debes hacerlo en manada para así abatirlo.
-Entiendo lo que lord Greystoke está sugiriendo, es muy lógico -Lestrad asintió pensativo, mientras sus manos aflojaron la presa que tenía sobre los reposabrazos. -¿Pero era el último recurso que necesitaba Drácula? ¿O necesita reclutar a alguien más? ¿Qué locos o monstruos quiere tener bajo su dominio para sus planes?
-Considero que sé el siguiente objetivo de Drácula -Holmes cogió un periódico de la mesa, sin dar importancia a los libros que se cayeron al suelo, lo abrió y enseño el artículo principal. -La nueva exposición del museo de nuestra querida majestad, sobre los recientes hallazgos en la ciudad de los muertos del antiguo Egipto. Allí se expone el libro de los muertos del Dios Anubis, usado por los antiguos sacerdotes para los rituales mágicos de enterramiento.
-Sí…es algo que atraería a Drácula. Busca poder y si ese libro se lo puede dar... entonces lo querrá -Van Helsing asintió, sus ojos brillaron ansiosos sabiendo que pronto se volvería a enfrentar a su enemigo. -¿Entonces simplemente esperamos allí a que ataque?
-Pero si estamos solo nosotros, nos matarán - se levantó lord Greystoke y se estiró, luego sonrió levemente. -Nos enfrentamos a un ejército y solo podemos vencer como otro ejército.
Todos miraron al noble de forma pensativa, tenía razón y lo sabían, ir solo ellos sería un suicidio. Lestrad sintió las miradas de todos clavarse sobre él, sabía lo que iban a pedirle, pero no se atrevían a decirlo, no después de perder casi dos docenas de agentes de Scotland Yard en una sola noche. Un gruñido de resignación nació de sus labios, mientras rezaba mentalmente a Dios pidiendo perdón, por tener que enviar a una muerte segura a buenos agentes de policía. Lestrad se levantó, sintiendo aún el tirante dolor de las heridas recién cosidas, pero dispuesto a dar su respuesta.
-Puedo pedir varios agentes -la voz de Lestrad sonó débil y sin fuerza, al recordar los rostros de los hombres que habían muerto hace unas horas. -Pero más os vale que estemos bien preparados, no quiero perder otra vez buenos hombres por no tener un armamento apropiado.
-Lo entiendo, Lestrad -Holmes asintió dejando la pipa apagada en la mesa, a la vez que se acarició la barbilla pensativo y sonriendo levemente. -Yo también puedo pedir a mi hermano ayuda, por mucho que deteste deberle favores.
-Entonces debo marcharme -Van Helsing guardó su espada y cogió del perchero su abrigo y sombrero de cuero. -Tendré que preparar armas de plata y bendecidas, además de ristras de ajo para un ejército.
-Yo no tengo hombres, pero puedo vigilar el museo -Lord Greystoke se llevó un dedo de su mano derecha a su nariz y sonrió igual que un depredador a su presa. -Ya sé cómo huelen, puedo captar su olor y saber si están cerca del museo.
-Perfecto, entonces nos reuniremos en el Gorrión Rojo -Holmes caminó hasta una pizarra cubierta por un enorme mapa de la ciudad de Londres y señaló la pequeña taberna de una calle cercana al museo. -Estad allí dos horas antes del anochecer, ahora será mejor darnos prisa porque el tiempo corre en nuestra contra y no dudo que esta noche atacará el museo.
Lestrad asintió con la cabeza y cogió su chaqueta de pana marrón, sintiendo cómo la emoción y la sed de venganza le corrían por las venas. Sabía lo que había en juego si fracasaban, un reinado de oscuridad eterna dominaría a la humanidad y solo serían simple ganado para satisfacer a Drácula y sus bebedores de sangre. Un escalofrío recorrió todo el cuerpo de Lestrad, ante tan tétrico resultado de los acontecimientos, mientras salía de la casa y se internaba en Baker Street en dirección en a la comisaría de Scotland Yard.
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