One Piece: El viejo marine.

 


Toda aquello por lo que había luchado se estaba convirtiendo en polvo entre sus dedos, aquel momento era peor incluso que la turbulenta era de su juventud contra Gold Roger. Garp se sirvió otra copa de coñac, la mortecina luz del amanecer entraba por los cristales de la ventana de su camarote. Se había quitado su gabardina de Vicealmirante de la Marina y estaba sentado ante su escritorio, se llevó el vaso a sus labios y saboreó en añejo licor. Su bronceado rostro estaba cubierto de arrugas y cicatrices, su pelo y barba cuidada se habían vuelto blancas como la nieve por la edad, pese a ello su cuerpo trajeado seguía tan fuerte y robusto como en sus mejores años. Dejó el vaso en la mesa y observó los carteles de se busca, estaban esparcidos de manera desordenada a simple vista, pero había un cierto patrón en todo aquel caos de papeles.

-Siento haberte fallado, Ace -aquellas palabras salieron de los labios de Garp de forma suave y casi quebrada por el dolor. -Si solo me hubieras hecho caso y te hubieras hecho un soldado de la Marina, tal vez ahora estarías vivo y a mi lado, incluso Luffy no sería un pirata.

Eduard Teach, un desertor de la flota de Barbablanca y que había capturado a Ace, ofreciéndoselo a la Marina a cambio de pertenecer a uno de los siete guerreros del mar. Pero la verdad fue más aterradora, su propósito era crear una guerra y conseguir la fruta del diablo de Barbablanca, traicionando a la Marina y declarándose como un Yonkou. Garp miró con odio el cartel de se busca de aquel malnacido pirata, en la guerra había muerto Ace a quien había criado como su nieto entre los brazos de Luffy, su nieto consanguíneo que fue herido de gravedad físicamente y psicológicamente. Volvió a beber otro trago de coñac, la muerte de Barbablanca no había hecho del mundo un lugar mejor y lo había sumido aún más en el caos. Flotas de piratas competían por el puesto sin dueño de Yonkou, Big Mon y Kaido intentaban reclamar los territorios del difunto Barbablanca, únicamente a la intervención de Shanks el pelirrojo había evitado una enorme marea de sangre. Agarró el cártel de se busca de Luffy, su muchacho estaba en el punto de mira de todo el mundo, el Gobierno Mundial, la Marina, los Yonkou y otros piratas deseaban reclamar su cabeza a cualquier coste.

-Estúpido cabeza hueca -Garp lo dijo con furia y soltó una carcajada, sabiendo que la cabezonería era un rasgo de su familia. -Pese a lo que has sufrido y luchado, sigues buscando tu sueño…

Suspiró arrojando el cártel sobre la mesa y se levantó, cogiendo su gabardina de Vicealmirante del perchero y colocándosela sobre sus fuertes pero cansados hombros. Tal vez debería haberse retirado como Sengoku y dedicado solo a entrenar reclutas nuevos, pero aquel era un momento peligroso para la Marina. Teach había puesto recompensa a las cabezas de todos los soldados de la Marina, poblaciones enteras que vivían en la pobreza se habían alzado en armas y asesinado a sus protectores por la promesa de un puñado de Berris. Los piratas habían perdido el miedo a enfrentarse a la Marina, cegados por la sed de oro y poder que ofrecía Teach como recompensa. Garp salió a la cubierta, sintió en el rostro la salada brisa marina y podía escuchar el ajetreo de su tripulación preparándose para el combate. Su destino estaba claro, la isla de Hachinosu, la base de los piratas de Barbanegra y su misión era salvar a su alumno, el capitán Koby que era prisionero de Teach. Sabía que era un cebo, una trampa preparada para que alguno de los grandes almirantes cayera en ella, solo por el símbolo de esperanza de cara a la gente que era Koby.

-Vicealmirante, la flota está lista -el teniente comandante Helmeppo lo dijo poniéndose firme ante Garp, ansioso por rescatar a su compañero y amigo Koby. -Esperamos sus órdenes para empezar la operación -le ofreció caracolófono de comunicación a su maestro y superior. -Las naves de la flota están listas para tomar esa isla de piratas y salvar al capitán Koby.

-Bien chico, es hora de dar las órdenes -contestó Garp cogiendo el caracolófono y encendiéndolo, suspiró ampliamente y dejó que su tronante voz surgiera de su garganta. -Esta es una operación de rescate, no de ataque o castigo. No permitiré que se desperdicien vidas tontamente, sé que odiáis a los piratas de Barbanegra y que muchos habéis perdido compañeros por la maldita recompensa, que ha puesto sobre nuestras cabezas -clavó su dura mirada en la isla que ya era visible con claridad en el horizonte, notando el fuego de la ira ardiendo en su interior. -Un equipo de infiltración rescatará al capitán Koby, mientras yo creo el caos en toda la isla. La flota dará apoyo artillero y protegerá la retirada del grupo de infiltración. ¡En marcha Marines!

Devolvió el caracolófono a Helmeppo y caminó hasta la proa del barco, sabía lo que se iba a encontrar en aquel nido de ratas. Le esperaban los presos más peligrosos fugados de la prisión de Impel Down, piratas que se habían unido bajo la bandera de Teach y traidores a la Marina, entre ellos su antiguo alumno y ex-almirante de flota, Akoiji. Podía notar en sus huesos que una tormenta se cernía sobre el mundo, nada volvería a ser igual y podría llevarles a una era de oscuridad, incluso peor que la era pérdida de la historia. Aquel día podría ser el último de su vida, pero no lo importaba si con ello dejaba las bases de una nueva generación, que cambiará la Marina a mejor y dejará un mundo en paz. Apretó sus nudillos y cerró los ojos, vislumbrado la imagen de Ace agonizando entre los brazos de Luffy, a punto de ser asesinados por Akainu y una oleada de furia recorrió su cuerpo. El culpable de todo era Teach y lo tenía al alcance de su mano par vengarse por su familia, por los marines asesinados y por todos los inocentes muertos por la ambición de aquel desgraciado. Pasará lo que pasará, salvaría a Koby y obtendría su redención por fallarle a Ace, aunque eso significará una muerte segura. Una risotada salió de su garganta y abrió sus ojos llenos de determinación, listo para enfrentar a su destino cara a cara como el marine y viejo tozudo que era.

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