Había sido traicionado y en el proceso lo había pedido todo, su clan, su familia, su honor y finalmente su vida. Pero por desgracia la muerte no había sido el final, al menos no para Hanzo Hassasi, un guerrero de determinación inquebrantable y deseoso de vengar la afrenta sufrida por los Lin Kuei, pero sobre todo la de matar al verdugo de su familia y antiguo amigo Bi Han. El dolor lo despertó, el hedor a ceniza y sangre derramada le llenó las fosas nasales, había sido totalmente inmovilizado, expuesto como un trozo de carne o un lienzo de un artista demente. Colgaba entre dos enormes pilares de roca que salían de volcánico suelo ennegrecido, le habían atravesado los antebrazos y los gemelos de las piernas con cuchillas unidas a largas cadenas de hierro oscuro de pesados y afilados eslabones. A su alrededor podía ver cascadas de lava que formaban ríos, el calor distorsionaba las imágenes y podía ver sombras extrañas moverse entre los afloramientos de rocas. Los gritos y gemidos de dolor eran un sonido constante y se mezclaban con el restallar del látigo, el raspar del metal contra la carne y el fluir de la lava. Ante Hanzo había una mesa cubierta tapete de piel humana, sobre la que había expuestas de forma ordenada una serie de afiladas herramientas de tortura, que eran examinadas por un enorme monstruo de piel verde de tres ojos y cuerpo extremadamente musculosos.
-¿Dónde estoy? -la pregunta salió casi como un susurro de los resecos labios de Hanzo, que forcejeó para liberarse de las cuchillas y haciendo manar sangre de las heridas. -¿Estoy muerto? ¿Esto es el infierno?
-Casi, pero no, humano. Estás en el inframundo del Dios Shinok -dijo con cruel satisfacción el demonio torturador, mientras examinaba uno a uno las herramientas expuestas ante él. -Es inútil tu resistencia, nadie puede escapar de aquí, eres un prisionero en este lugar cumpliendo una condena de dolor y desesperación -el demonio señaló con una larga daga un cúmulo de rocas flotantes, sujetas enormes cadenas y derramando lava al rojo vivo a la tierra quemada bajo su sombra. -Allí gobierna Quan Chi, el regente de Shinok y su hechicero favorito, es el único con el poder de salir de este reino maldito.
-¿Por cuánto tiempo? -preguntó Hanzo con la mirada fija en el punto que le había señalado el demonio. -¿Cuánto tiempo estaré condenado en este aberrante sitio?
-Para siempre, claro está -contestó el demonio riéndose con malicia, a la vez que probaba el filo de una daga en su palma de la mano y dejando un leve surco que dejó brotar su ardiente sangre. -Tranquilízate, tenemos toda la eternidad para que disfrutes de la agonía del dolor -dijo al ver cómo forcejeaba y se acercó aún más, cuándo el humano agachó la cabeza y se puso a rezar en voz apenas audible. -¿Estás rezando una plegaria? Eres un necio, aquí ningún Dios puede oírte.
Tras decir esas palabras, clavó la daga en el costado de inmovilizado Hanzo, haciendo brotar la sangre con abundancia por el torso musculoso del guerrero caído en desgracia. Riéndose, el demonio acercó aún su cruel rostro al de su víctima para saborear su dolor de cerca, pero Hanzo era lo que esperaba y con la furia nacida de la desesperación le mordió la oreja izquierda, arrancándola de cuajo y lanzándola contras cadenas tensas que sujetaban su brazo izquierdo. Al golpear el tronzo de carne, los duros eslabones se derramó un chorro de hirviente sangre, el metal siseó y derritió, rompiendo la cadena y liberando el brazo de Hanzo. El demonio retrocedió gritando furioso y agarrándose la herida, mientras veía con asombro como el humano golpeaba con la cadena rota la otra que aún le mantenía suspendido del aire, hasta destrozarla y caer de rodillas al ceniciento suelo. Hanzo con un movimiento rápido se arrancó las cuchillas de los ganchos para carne de sus extremidades, justo cuándo el demonio lo acometió con el cuchillo, para intentar reducirlo en vez de con intención de matarlo. Reaccionando gracias a años de entrenamiento y combates, Hanzo rodó esquivando la daga del demonio y golpeando de manera brutal con el puño envuelto en los pesados eslabones la rodilla izquierda, que crujió de forma estrepitosa al romperse y dejando de rodillas a su enemigo. Sin dudas y sin piedad alguna en su corazón, cogió la espada que había probado su torturador y saltó sobre él, descargando un brutal golpe descendiente que partió al demonio en dos hasta el vientre. Hanzo soltó el arma y el cuerpo cayó hacia atrás, desparramándose por el suelo las ardientes entrañas de la criatura del inframundo.
Cientos de ojos observaron desde las sombras aquella escena con deleite e interés, hacía milenios que una alma poderosa no caía en aquel inframundo y subyugarla sería todo un logro ante el regente de Shinok. Cientos de demonios deformes salieron de las sombras y de entre los peñascos, estaban hambrientos de batalla y gloria, sus miradas ansiosas estaban clavadas en el humano, pero manteniendo una distancia segura hasta estar listos de atacarle como una jauría de perros salvajes. Hanzo arrancó el tabardo de su torturador y se lo puso alrededor de su cintura atado, cogió el paño de lino blanco que usaba su caído enemigo para limpiar las armas y se tapó la parte inferior del rostro para protegerse de las emanaciones vaporosas de los cercanos ríos de lava. Se alzó con las largas cadenas envolviendo sus antebrazos y miró desafiante a la horda de demonios.
-No puedes ganar -gruñó un demonio babeando ansioso y avanzando hacia Hanzo, a la vez que abría y cerraba sus afiliadas garras. -Tú solo eres uno y nosotros somos una legión, estás condenado.
-¡Ven aquí! -gritó Hanzo, a la vez que utilizó una de las cadenas de sus brazos como un látigo que se enroscó en el cuello del demonio. -Estás acabado…-tiró de la cadena con brutalidad y los eslabones afilados cercenaron de cuajo la cabeza de su enemigo, que rodó hasta sus pies. -Uno menos, venid a morir si tenéis el valor suficiente…
Los demonios dudaron durante un instante y luego se lanzaron en masa hacia Hanzo, mientras las cadenas se agitaban como rápidas serpientes rompiendo extremidades, aplastando torsos y abriendo cabezas. Hanzo sintió en su interior el calor de la venganza que ardía con fuerza en su destrozada alma, disfrutando de la muerte de cada una de aquellas criaturas crueles y hambrientas de infligir sufrimiento en las almas de los condenados a aquel inframundo.
Hanzo subió por las escaleras flotantes, su objetivo era la parte superior de aquel cúmulo de rocas donde yacía el gobernante de aquel Inframundo. No recordaba cuánto tiempo llevaba luchando para llegar a aquel lugar, los días, meses y años eran indistinguibles en aquel reino alejado de la mirada de los dioses. Subió el último tramo y se encontró en una plataforma de superficie pulida, canales excavados en la roca transportaban flujos de lava que caían al vacío y que su origen se encontraba en el trono de obsidiana negra en el centro de aquel paraje, decenas de pilas de huesos y cráneos lo rodeaban como si fueran macabros tesoros. Su mirada se clavó en el alto hombre de piel pálida sentado en el trono, vestía con cuero ennegrecido y un tabardo azulado, sus poderosos brazos tenían tatuajes de un color rojo sangriento que parecían moverse de forma sinuosa y le subían por el cuello, la nuca y el cuero cabelludo hasta su frente. Su rostro era anguloso y afilado, sus ojos parecían velados como los de un muerto y miraban a Hanzo como si fuera un insecto, mientras sonreía de forma cruel mostrando unos afilados dientes.
-Quan Shi, he derrotado a todos tus monstruos -dijo con voz sombría Hanzo, caminando despacio hacia el trono y listo para enfrentarse a aquel pálido hombre. -¡Exijo que me devuelvas al mundo de los mortales!
-Hanzo Hassasi, líder de un clan de asesinos honorables destruidos -Quan Chi se puso en pie y su voz parecía salida de ultratumba, sus ojos se iluminaron con una extraña energía. -Marido de una esposa asesinada y padre de un hijo torturado hasta la muerte. He visto lo que hizo Bi Han a los tuyos, sírveme y te daré lo que tanto ansías.
-No juegues conmigo -gruñó ceñudo Hanzo, cerrando por instinto sus manos alrededor de sus cadenas y mirando con odio a Quan Chi. -¿Por qué debería servirte? ¿A caso me puedes devolver lo que perdí?
-Por qué puedo darte lo que en verdad quieres y buscas con ansias, la venganza -las palabras de Quan Chi sonaron melosas y zalameras, mientras en sus dedos aparecieron llamas de fuego verdoso que danzaban de manera juguetona. -Bi Han va a participar en el torneo Mortal Kombat, bajo el nombre Sub-Zero. Sé mi campeón en ese torneo y véngate de quién asesinó a gente.
Ante de Hanzo pudiera dar una respuesta, Quan Chi uso sus poderes y lo paralizó, mientras las pilas de huesos salieron volando y cubriéndolo bajo una masa ósea. La lava que recorría de los canales se agitó y entró en salvaje ebullición, salpicando la masa de huesos que cubría al aprisionado Hanzo, formando un caparazón endurecido de roca caliente y huesos. Quan Chi sonrió y lanzó su magia corruptora, mientras se escuchaban en todo el inframundo los gritos de agonía de Hanzo. El caparazón de hueso y roca caliente se rompió, arrojando restos en todas direcciones y mostrando al nuevo guerrero que acababa de nacer. Vestía ropas negras ceñidas, sobre las que llevaba un tabardo amarillo con capucha que cubría la parte superior de su rostro, la parte inferior de su cara estaba cubierta por una máscara dorada labrada con las imágenes de dos escorpiones. Hanzo Hassasi había muerto, consumido por odio, la sed de venganza y la magia oscura, dejando solo una carcasa asesina y obediente a su nuevo amo, él era Scorpion.
-Marchemos, mi campeón -dijo Quan Chi complacido, por el resultado de su nueva creación para ganar el torneo y liberar a su maestro Shinok. -Es hora de conseguir tu venganza y liberar a nuestro señor Shinok.
-Sí, maestro -Scorpion lo dijo con una respiración jadeante y expulsando leves motas de ceniza hirviente por los agujeros de su máscara. -Se hará tu voluntad y mataré a quien se interpongan en nuestra misión.
Quan Chi asintió complacido y movió sus manos, creando un portal dimensional hacia la isla secreta del hechicero Sang Tsung, que cruzó sin mirar a tras, sabiendo que su nuevo esclavo lo seguiría ciegamente. Scorpion avanzó hacia el portal, ahora era solo una marioneta movida por la venganza, en su interior gritaba el alma de Hanzo Hassasi lleno de rabia por el monstruo en que se había transformado. Una sonrisa apareció bajo su máscara, para vengarse de un monstruo debía ser uno aún más temible y poderoso. Las llamas le envolvieron al cruzar el portal y dejando atrás el inframundo en busca de su enemigo Bi Han, reclamaría la venganza y finalmente la libertad tras cumplir la misión de Quan Chi, aunque tuviera que matar al hechicero.
Comentarios