Star Wars: Ira exiliada.

El dolor la despertó, le ardía cada fibra de su cuerpo y sentía sus ropas acartonadas por la sangre, el sudor y los excrementos. Su pálido rostro estaba sucio y su pelo gris apelmazado, sus ojos se enmarcaban en ojeras de no poder dormir por los espasmos y sus labios resecos de apenas probar líquidos. Yacía sobre una rígida camilla de metal, inmovilizada con fuertes correas y el pesado collar neuronal la impedía usar sus poderes de la Fuerza, además de pensar con claridad. Había sido exiliada de la orden y aun así, los Separatistas la habían perseguido, cazándola como una bestia salvaje.  Le costó una eternidad recordar su nombre, Yazel Beterian, antigua caballera Jedi y exiliada por negarse a comandar legiones de clones como una general por ir contra todo lo que se le había enseñado. La nave en la que viajaba al Borde Exterior había sido atacada por piratas, que trabajaban con los Separatistas para conseguir esclavos y sujetos de prueba para la Tecno Unión. Sus ojos azules miraron a la esférica sonda de tortura que flotaba a un par de metros de ella, el brillo de los escalpelos y las agujas la hizo temblar levemente, al recordar las horas seguidas de tortura cruel y las preguntas incesantes sobre los Jedis. El campo de energía roja se apagó con un siseo, dejando paso a la alta figura del Skakono de la Tecno Unión conocido como Mordak, una mirada de odio y miedo a partes iguales se hizo patente en los ojos de Yazel. Aquel ser de más de dos metros vestía una túnica roja como la sangre, sobre la que llevaba un pectoral de metal pulido, el largo cuello estaba cubierto por un collarín metálico con respirador incluido. La parte frontal de su verdosa y bulbosa cabeza estaba cubierta por una placa facial sin rasgos, sus manos enguantadas se crisparon de emoción por empezar la sesión de interrogación, mientras sacaba un estilete y una tableta de datos para apuntar.

-Prisionera Px-12/05 -la voz de Mordak sonó de forma mecánica y distorsionada por el sintetizador de voz, mientras activaba la sonda de interrogación. -Sería todo más fácil si colaborará, díganos lo que queremos saber y el dolor terminará.

-No sé nada de disposición de tropas o de los planes del Templo -siseó Yazel, concentrándose para decir cada palabra pese al dolor y la confusión mental. -He sido exiliada de la orden, ya no soy un Jedi. ¿Tan idiotas sois que no lo entendéis?

-Puede que ya no seas un Jedi, pero tienes mucha información que necesitamos extraer de usted -aquellas palabras de Mordak denotaron una crueldad y un sadismo desmedidos. Sin dudarlo dio la orden a la sonda, para empezar de nuevo el interrogatorio brutal. -Sabes sobre sus costumbres, métodos, forma de combatir y sus protocolos. Lo sacaré todo, hasta transformarte en un desecho vacío y quemar tu mente. 

La sonda avanzó flotando perezosamente, a la vez que desplegaba de su interior juegos de agujas, escalpelos, varillas y flagelos electrificados con los que empezar su macabra labor. Un mar de dolor amenazó con ahogar a Yazel, al sentir como ante cada pregunta no respondida de Mordak, la sonda aplicaba una forma nueva forma de tortura. Las cuchillas abrían su carne hasta el hueso, para luego ser cerrada por agujas que se movían a alta velocidad, sintió las drogas inyectables correr por su cuerpo, nublando aún más su dispersa conciencia o amplificando el dolor hasta el punto de la locura. Lo único inmutable era la mecánica voz del Skakono y el rasgar de su estilete sobre una tableta, tomando cualquier dato, palabra o insulto de los labios de Yazel, como si para aquel ser todo aquello fuera un experimento más. Los gritos resonaron por la pequeña celda de interrogación, la furia y el odio crecían en el interior de la torturada mujer, que se debatió sin parar intentando aflojar los correajes que la sujetaban a aquella fría camilla de metal. La Fuerza era un murmullo apenas audible por culpa del collar neuronal, Yazel se agarró aquel lejano eco con la desesperación y presa de un dolor agónico. Con un esfuerzo titánico, usó aquel lejano murmullo de la Fuerza y empujó la sonda contra Mordak, derribando a ambos y escuchando una maldición por parte del Skakono al caer al suelo. Aprovechando la oportunidad, Yazel tiró sin parar de las correas que la sujetaban hasta escuchar el desgarrarse el cuero, liberándose su mano derecha. Mordak al verla activó la alarma, pulsando uno de los botones de sus brazaletes de control, mientras llamaba a gritos a los guardias droides que esperaban fuera de la celda. El rojo campo de contención de energía roja parpadeo y se apagó, dejando entrar a dos esbeltos droides B1 con sus blasters listos para disparar contra lo que se moviera en el interior de la celda. Pero ya era tarde, la prisionera se había quitado el collar de supresión neuronal, una sonrisa cruel y llena de dolor apareció en su rostro al sentir el torrente de poder de la Fuerza correr libre por su interior. Alzó sus manos y elevó a ambos droides, arrojándolo contra el techo y haciendo que se estrellaran contra su superficie sin parar hasta ser reducidos a chatarra. Mordak palideció ante aquella muestra de poder desatado y salió corriendo aterrado de la celda, esperando que los droides de toda la base fueran suficientes para detener a la furiosa Jedi.

Yazel caminó con paso lento hasta los montones de chatarra que habían sido los droides B1, apartó con cuidado los restos y recogió los dos blasters para luego ir hacia la entrada de la celda. Salió como una exhalación al pasillo, disparando ambos blasters contra los primeros droides que avanzaban por el largo corredor lleno de celdas, para detener aquel intento de fuga. Sabía que ella sola no podía enfrentarse a un ejército pese a todo su entrenamiento y poder en la Fuerza, una sonrisa apareció en su sucio rostro al ver las celdas que la rodeaban llenas de prisioneros de todas las razas de la galaxia y soldados clones modificados cibernéticamente. Al igual que ella, habían sido capturados por los piratas y vendidos a Mordak para ser usados en sus dementes experimentos y caprichos. Sin necesidad de pensarlo dos veces, Yazel disparó contra los controles de los campos de fuerza de las celdas, que se apagaron y dejaron salir una masa aullante de furiosos prisioneros que se lanzaron contra los sorprendidos droides, que avanzaban para reducir a la antigua Jedi. Sin mirar atrás, Yazel se abrió paso entre el tumulto, utilizando la Fuerza con una brutalidad y odio nacidos del dolor de la tortura sufrida, siguiendo el rastro de Mordak igual que un lobo a su presa. Tal vez todo aquello la estaba haciendo caer en el Lado Oscuro, pero ahora solo le importaba una cosa, matar a Mordak de la forma más dolorosa y cruel posible.

El silencio en sus aposentos privados era tranquilizador, pesé a sentir como toda la instalación temblaba bajo sus botas, por la lucha salvaje entre los droides Separatistas y los prisioneros fugados. Mordak observó las vitrinas llenas de artefactos Jedi y Sith, saqueados de antiguos enclaves de aquellas extrañas órdenes religiosas guerreras, mientras dejaba al droide Comandante encargarse del motín desde el centro de mando. Su misión importaba más que cualquier otra cosa, investigar la Fuerza y a los usuarios de la misma, solo con la finalidad de crear soldados que pudieran imitar o usar aquel poder, así superando a los Jedis de la República y ganando la guerra. Las puertas blindadas crujieron de forma estrepitosa, por instinto Mordak se giró y desenfundó su pistola blaster, mientras un sudor frío empapó su cuerpo al ver cómo ambas puertas blindadas de dos metros de grosor caían al suelo retumbando con violencia. Alzó su arma hacia la oscura entrada envuelta en humo y polvo, disparando en un intento desesperado de abatir a cualquiera que intentará entrar en su refugio. Un torso destrozado de un droide comando fue arrojado desde el umbral contra Mordak, golpeándolo en el pecho y haciéndole retroceder por el impacto, en ese mismo instante sintió como si una mano invisible lo agarrará del cuello y lo alzará en el aire de su museo personal. Su respiración se volvió un jadeo distorsionado, sus manos enguantadas sujetaban su collarín de metal que se empezaba a doblar por la presión, sus pies patearon desperado el aire y sus ojos aterrados se fijaron en la figura que entraba en la sala con paso tranquilo.

-Has experimentado y torturado con centenares de inocentes en estas instalaciones -la voz de Yazel sonó fría e inclemente, a la vez que avanzaba estudiando la sala museo con interés. Su mano derecha sujetaba un blaster y la izquierda estaba alzada hacia su víctima a medio cerrar. -Y por lo que veo has estado saqueando ruinas de los Jedis y los Siths, pensando que saldrías impune de todos tus malvados actos -cerró un poco más su mano aumentando la presión sobre el cuello de Mordak y deteniéndose frente a él. -Dame una razón para no acabar contigo aquí y ahora.

-Los... clones.... están programados para traicionar a los Jedis...-las palabras de Mordak salieron distorsionadas por el dañado sintetizador de voz, mientras sacó a tientas de un bolsillo de la túnica su tabla de datos y la arrojaba a los pies de su torturadora. -Tienen un chip biológico instalado con comandos... por favor... no me mates...

Yazel empujó con la Fuerza a Mordak y tiró al suelo el blaster, haciendo que el Skakono se estrellará contra la pared de fondo y atrayendo hacia sus manos dos sables de luz de los expositores. Se encendieron a la vez, una hoja azul oscuro y otra de un rojo carmesí, girándose sobre sí misma para enfrentar a los dos droides magnaguardias IG-100 que entraron a la carga por la derribada puerta, blandiendo sus picas de energía para acabar con la antigua Jedi. Los droides lanzaban ataque tras ataque con sus armas electrificadas, que eran parados por las hojas de luz y esquivadas por su ágil enemiga, pareciéndole una extraña coreografía al aterrado Mordak. Yazel se centró en defenderse del enemigo de la derecha, dejando su guardia izquierda baja. El magnaguardia de la izquierda se dio cuenta y lanzó un golpe descendente para derribar a su enemiga pero aquella situación ya había sido planeada por Yazel, que se giró sobre sí misma y cercenó las piernas mecánicas de droide a la altura de las rodillas, haciéndolo caer de espaldas al suelo. El otro droide magnaguardia se preparó para lanzar un ataque ascendente, pero fue arrojado hacia atrás por un empujón de la Fuerza de Yazel y se preparó para encararlo. El droide derribado se volteó en el suelo y empezó a arrastrarse hacia su enemiga, que luchaba con ferocidad contra el otro magnaguardia intercambiando golpes de forma frenética, ambos buscaban un fallo en la guardia de su adversario. Yazel se preparó para ejecutar una serie de ataques contundentes destinados a romper la guardia de su enemigo, cuándo el droide mutilado que se arrastraba se abalanzó sobre ella y agarró sus piernas, deteniéndola en seco hasta casi hacerla caer al suelo. El otro magnaguardia aprovecho la oportunidad, golpeando el pecho de Yazel y dejando que cientos de voltios corrieran por el cuerpo de la torturada mujer. El dolor, el miedo y la ira llenaron la mente de Yazel, impulsada por esos sentimientos, dejó escapar un grito de dolor y furia cargado de poder de la Fuerza. Las ondas sónicas de aquel chillido de energía cargado de odio y dolor rompió los cristales de las vitrinas, hizo temblar toda la sala y derribó soportes de armas, el impacto a bocajarro reventó a los dos magnaguardias y los redujo a escoria humeante. Agotada y dolorida, Yazel cayó de rodillas sobre el pulido suelo entre los restos de las destrozadas máquinas asesinas, su respiración era jadeante y pesada, el dolor aún llenaba su torturado sistema nervioso, cuándo sintió los ecos resonar en su cabeza. Al principio era un pequeño susurro, pero ahora era un grito de agonía, que resonaba por toda la Fuerza y cualquier usuario de ella podía sentir, la muerte sincronizada de cientos de Jedis de una forma violenta y cruel, unida a una frase que resonó con voz maligna en su interior.

-Ejecutar Orden 66...-aquellas palabras salieron con asco de los labios cortados y resecos de Yazel, que miró con odio a Mordak por tener razón y decir una verdad incómoda. -Así que no mentías... los clones eran armas latentes contra los Jedis.

-No he mentido, está todo en la tabla de datos -respondió Mordak con voz jadeante, esperando que lo dejará marchar y así poder escapar de aquella demente Jedi, mientras se intentaba apoyar en las rotas vitrinas que le habían protegido de aquel espantoso grito. -¿Me dejarás vivir?

-Yo no te haré daño...-sonrió de forma controlada Yazel, alzándolo con la Fuerza de su escondite entre las vitrinas y arrojándolo como un pelele ante las puertas derribadas. -Pero no sé si los demás serán tan piadosos con su torturador, son ellos quienes decidirán tu destino.

De las sombras del umbral de la entrada salieron decenas de prisioneros de toda clase y especie de la galaxia, que rodearon a Mordak para luego abalanzarse sobre el Skakono con cuchillos improvisados y herramientas de mantenimiento contundentes. Los gritos de dolor resonaron por todo el museo, Yazel apartó la mirada y la fijó en todos los holocrones, armas y objetos allí reunidos, todo ese conocimiento y poder a su disposición para crear algo nuevo. Los Jedis ya no existían, la República no era de fiar al traicionar a sus propios guardianes de la paz y los Separatistas estaban perdiendo aquella guerra de forma sistemática. Solo podía contar con ella misma y los prisioneros rotos por la Tecno Unión, las viejas formas Jedi y Sith eran el pasado, debía producir algo diferente, sin afiliación ninguna que dejará su propio eco en aquella cruel galaxia. Una sonrisa apareció en su sucio rostro, aquel momento demostraba que jamás se había equivocado al no querer participar en aquella guerra, los viejos maestros que la exiliaron ahora estaban muertos y ella viva, era su momento de resarcimiento por las humillaciones y el dolor que la habían infligido.

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