La música de orquesta sonaba por todas las calles de las ciudades de Bral V, guirnaldas y farolillos multicolores adornaban cada rincón, para celebrar el día del Emperador de Terra. La muchedumbre se apelotonaba en la enorme plaza central de la ciudad de Coetis, ante el enorme y majestuoso palacio del gobernador planetario, su pomposa fachada estaba cubierta por estatuas de santos imperiales que parecían observar a la multitud de forma fría e inmisericorde. Byor se ajustó su pesada capa y la capucha, como centenares de millones pertenecía a la clase esclava solo por ser un mutante, su tercer brazo se crispó bajo su pesada ropa de minero y una sonrisa cruel apareció en su feroz rostro de un leve tono purpúreo. Hoy era el día en que el viejo régimen caería y sería la chispa que atraería a sus hermanos estelares, así lo había profetizado el Patriarca Alegix hacía décadas antes a sus padres. Sabía que había decenas de sus hermanos ocultos entre la multitud, listos para actuar y él sería quien lo empezaría todo. Su mano izquierda enguantada acarició ansiosa el detonador, se había tirado dos semanas en las cloacas, cubierto de mierda y residuos hasta el cuello, únicamente para colocar decenas de cargas de demolición mineras debajo del palacio del gobernador planetario Brottor Alensis. Bryor alzó su mirada hacia la balconada principal, allí estaba Brottor vestido con su uniforme almidonado y lleno de medallas, rodeado de sus comandantes y representantes de los diferentes Adeptus, a punto de empezar con su discurso fascista y xenófobo contra todo lo que era diferente a los humanos puros.
-Hijos e hijas del Imperio de la Humanidad -Brottor sonrió con su pálido rostro, mientras miraba a la plebe allí reunida como corderos estúpidos y mansos. -Hoy es el día en el que el sagrado Dios Emperador de Terra mató al traidor Horus y subió al Trono Dorado, alzándose como una divinidad -millares de gritos de adoración y fidelidad retumbaron por la plaza. -Y en estos tiempos de necesidad hemos sido bendecidos con el regreso de dos sus hijos más queridos, Roubute Guilliman y Lion El'Jonson para salvarnos de la escoria alienígena, de los mutantes y de los traidores.
Byor bufó ante aquel discurso egocéntrico y pulsó el detonador, cansado de la palabrería de aquel tirano de medio pelo. El edificio reventó en un mar de fuego, arrojando una lluvia de cascotes ardientes sobre la apiñada multitud, que entró en pánico y empezó a correr en todas direcciones. Con una sonrisa cruel se arrancó la capa, dejando a la vista de la aterrada muchedumbre su forma mutante y alzando su espada de ósea al cielo, aullando como un alma condenada. Decenas de sus hermanos híbridos se arrancaron las capas y empezaron a masacrar a aquellos idiotas seguidores del Emperador con sus rudimentarias armas. Los disparos de los francotiradores, los destrozos provocados por sus hermanos con sus pistolas y los enormes aberrantes armados con sus enormes mazas improvisadas habían transformado aquella plaza destrozada en un campo de matanza lleno de cuerpos retorcidos. El ruido de orugas mecánicas llamó la atención de Byor, las fuerzas de defensa planetaria se estaban desplegando para detener su insurrección de forma metódica. Decenas de Chimeras entraron disparando sus multi-láseres contra la masa de ciudadanos y mutantes por igual de forma inmisericorde, mientras descargaban a las tropas del Astra Militarum listas para acabar con los insurgentes mutantes. Un instante después se desató el caos entre las tropas de las fuerzas de defensa planetaria, varios Chimeras se lanzaron a una carga acorazada, sin precio aviso aplastando a los confundidos guardias imperiales, escuadras enteras desertaban y atacaban a otras lanzando alabanzas al Patriarca del Culto. Byor se rio de forma macabra, hacía años que se habían infiltrado los hermanos del culto en las filas de las tropas del Astra Militarum, robando armas, equipo y vehículos, esperando esté glorioso día para demostrar su verdadera fidelidad. Alzó la mirada al cielo y observó la extraña aurora marrón que cubría las estrellas, sus hermanos estelares habían llegado para liberarlos y crear una nueva sociedad de tolerancia. Byor sonrió al ver las primeras estelas de las esporas gigantes surcar el cielo nocturno, ansioso de unirse a sus nuevos parientes en aquella sangrienta celebración por la libertad.
Bral V había cambiado, ahora era un mundo arrasado por la guerra y la biotransformación Tiránida, enormes bio-estructuras en forma de titánicas espinas de hueso, carne y quitina se alzaban hacia el espacio, para transportar nutrientes a la flota que se cernía sobre aquel mundo agonizante. Los lagos, pozas y lagunas se habían convertido en fosas de ácido digestivo para transformar a los muertos en nutrientes, cientos de formas quintillosas salvajes se lanzaban a la caza de los defensores o se arrojaban al ácido para ser digeridos, tras darse un banquete de carne fresca hasta llenarse por completo. Byor arrastró un cuerpo de un guardia imperial hasta el borde de la fosa y lo arrojó, escuchando el siseó del ácido, que disolvió al muerto y se giró de forma mecánica a arrastrar el siguiente cadáver. Su mente había sido aplastada por una muy superior, ahora era una marioneta que se movía al son de lo que decía la Mente de Enjambre Tiránida. Era como mirar en un segundo plano, siendo consciente de todo lo que hacía pero sin tener control alguno de sus acciones en ningún momento. Recordaba como se había vuelto contra sus propios hermanos de culto humanos, que eran simplemente comida rápida y fácil para aquel enjambre voraz.
Ya no sabía cuánto tiempo llevaba sin dormir o comer, solo obedeciendo compulsivamente las órdenes, que llenaban su cabeza. Varios de sus hermanos al borde de la muerte por inanición se internaron en aquella fosa, entrando contorsionando sus rostros por el horror ante aquel suicidio obligado. El sonido de las titánicas explosiones llamaron su atención y desenfundó sus armas para proteger la fosa de nutrientes, era su deber implantado de forma metódica en su mente. Sabía lo que significaban aquellas explosiones, el fin del último reducto de la defensa de Bral V y que ya no era necesario para la flota Tiránida. Sintió las garras de la Mente de Enjambre, soltar su castigada psique y por primera vez en días tenía el control de su cuerpo. El sonido de millares de pezuñas, garras y patas corriendo en su dirección, le hizo mirar hacia el horizonte y vio una enorme nube de polvo acercarse.
-Oh… mierda…-susurró aterrado Byor, al observar a los millones de Devoradores y Gantes correr hacia la fosa desde todas direcciones, acorralándolos y dejándoles sin ninguna escapatoria a sus hermanos supervivientes y a él. -No hay escapatoria posible, solo muerte... dolorosa y terrible.
Enormes Guerreros Tiránidos guiaban a la horda, haciendo chasquear sus látigos orgánicos para que no se detuvieran, llevando a todas aquellas bio-formas menores a la fosa de ácido. Byor le pareció una escena casi humana, como ganaderos que llevaban a sus reses de forma obediente al matadero, hacia una muerte inminente y despiadada. La horda de cuerpos hinchados por un banquete de carne arrastraron a Byor y sus hermanos, arrojándolos con ellos al ácido digestivo de la fosa, para transformarse en nutrientes para la flota. Desesperado se aferró al caer a un saliente con sus tres manos desesperado, mientras a su alrededor se zambullían estúpidamente miles de cuerpos a una muerte sin duda alguna. Un enorme Tirano de Enjambre lo miró con sus ojos negros desde el borde de la fosa, soltó un rugido bestial y pateó el rostro de Byor con una pezuña, arrojándolo de su asidero a la fosa con el rostro ensangrentado por el brutal golpe. El siseó constante de la carne disolviéndose y las constantes zambullidas resonaron en los oídos de Byor, que intentaba nadar hacia el borde y salir de aquella trampa mortal antes que fuera demasiado tarde. Sabía que su pesado traje minero lo protegería un par de minutos, debía salir de allí a cualquier precio y nadó frenético, mientras rezaba desesperado al Emperador por primera vez en su vida.
-Vamos... vamos...-Byor jadeó a pocos metros del borde, esforzándose por llegar desesperadamente sabiendo que el tiempo y sus fuerzas se acababan. -Ya casi estoy, ayúdame... Emperador…
Pero la respuesta a su súplica no llegó, su traje se deshizo a apenas a un metro distancia del borde de aquella enorme fosa y un grito de dolor salió de su reseca garganta. Notaba desesperado como empezaba a disolverse lentamente y recordando que el Emperador no ayudaba a traidores y mutantes, cosas que era no por gusto sino por su genética híbrida. Byor cerró los ojos y se dejó llevar, hundiéndose en el ácido digestivo y soñando con un feliz paraíso de hierba verde prometido, que nunca vería por qué todo había sido una gran mentira, hasta que al final desapareció sin dejar rastro en aquel espeso caldo. Bral V quedó vacío de vida, cada nutriente y recurso fue sacado del planeta a través de las espinas digestivas titánicas, creando nuevas bio-naves Tiránidas hasta finalmente derrumbarse, resecas sobre el polvoriento planeta. La flota se separó del cadáver planetario, poniéndose en marcha ante la llamada imperiosa del Culto Genstealer más cercano, ansiosa de empezar a cosechar otro mundo cebado y lleno de recursos con los que saciar su voraz apetito eterno momentáneamente.
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