Habían perdido y eran los culpables del estado ruinoso de la Tierra, su caída no había sido de golpe, sino planeada paso a paso, para perder la confianza de aquellos que habían jurado proteger. Bruce Wayne pensó en silencio como había sucedido, el comienzo fue hace dos décadas, cuándo Lex Luthor se hizo presidente de Estados Unidos. Desde ese asiento lleno de poder sembró la desconfianza en Superman y los Kryptonianos, creando amenazas desde las sombras contra la Tierra, desafiando a su protector día tras día. Fue fácil para él convencer a las Naciones Unidas de que la culpa era de los Kryptonianos refugiados en su mundo, dándole carta blanca para capturarlos y arrojarlos a la Zona Negativa. Se declaró como criminales la Liga de la Justicia, debido a sus bases de operaciones repartidas por todo el mundo y por su estación orbital, alegando que los justicieros enmascarados no estaban bajo la jurisdicción de ningún país y ley internacional. La Atalaya fue derribada por un ataque de misiles sincronizados desde las naciones más poderosas militarmente, asesinando a decenas de héroes y personal civil de apoyo que trabajaban en ella. Declararon estado terrorista a Temisira, obligando a la Amazonas a aislarse con una niebla mágica, que ocultó su isla para siempre ante el miedo de conquista y de un ataque del resto del mundo. La Atlántida no se libró de las garras de Luthor, que ayudó al Príncipe Ohm a dar un golpe de estado, asesinando al matrimonio real formado Aquaman y Mera. Pronto, escuadrones suicidas de criminales menores entrenados por Deadstoke, Sportmaster, Peacemaker y otros villanos cazaron como manadas perros salvajes a cada héroe a lo largo del planeta.
Bruce se recostó en su silla y miró las pantallas de su computadora, viendo las imágenes en tiempo real de lo que se había convertido la ciudad de Gotham. En aquel caos, había intentado mantener de una pieza su ciudad, pero Luthor ya había decidido la manera de tratar con él. El ejército derribó los puentes de acceso a la ciudad, bloqueó los túneles de salida y construyó un gran muro a su alrededor para que nada y nadie pudiera escapar de aquella ratonera. A continuación liberó a toda la chusma de Arkham y Blackwater en las calles de ciudad, transformando Gotham en una zona de guerra de dementes, criminales y maníacos con poderes. Uno tras otro su familia había caído en las sucias calles ante hordas de criminales, mientras él fue capturado por el Joker, que lo torturó durante días y destrozó cada hueso de su cuerpo, para luego dejarle atado a la puerta de la mansión Wayne. Lo habían dejado vivo por una razón, para que viera como se pudría su amada ciudad y el mundo, que tantas veces había salvado como Batman.
-Es la hora de su medicación, Amo Bruce -dijo la cascada y envejecida voz de Alfred, dejando una bandeja con un vaso de agua y pastillas para el dolor sobre una mesita auxiliar. -Debe de dejar de observar el mundo, solo se está mortificando así mismo y retrasando su recuperación.
-Gracias, Alfred -respondió Bruce, cogiendo con manos temblorosas el vaso de agua y las pastillas para el dolor. Las miró largamente y suspirando se las tomó. -No puedo apartar la mirada, es mi fracaso. Mira el mundo en que estado está -señaló los otros monitores, que mostraban otras localizaciones geográficas del planeta. Todo Norteamérica son los Nuevos Estados Unidos de Luthor, Sudamérica es una jungla caníbal y enemiga de cualquier animal bajo el reinado de Hiedra Venenosa. Europa es una dictadura imperial bajo el férreo mando de Vándalo Salvaje, los Países Árabes están bajo su nuevo autoproclamado nuevo Dios, Black Adam -cada palabra que decía estaba cargada de pesar y dolor por la perdida. -África está en las garras de Gorila Grodd y el imperio de las bestias, donde los humanos son esclavos o alimento. Asia es ahora la tierra del miedo de Siniestro y sus Linternas Amarillas. Los polos es el reino de hielo del Señor Frío y los mares ahora son el coto de caza de los atlantes salvajes de Ohm y sus monstruosidades de la fosa. Australia y las islas de la polinesia son el reinado de fuego de Trigon y sus demonios. El mundo está en manos de dementes, dominios o déspotas por qué fallé a la Liga y a nuestro mundo.
-No fue su culpa, sino de la gente al dar poder a ese hombre -Alfred señaló la pantalla donde estaba Lex Luthor dando un mensaje a su nación. -Ahora esos tipejos se han hecho con el mundo y se atacan mutuamente, pues su ambición no tiene fin -negó con la cabeza y sonrió levemente, mirando a Bruce como un padre orgulloso. -Los preparativos están listos y vamos a recuperar nuestra libertad de sus manos.
Bruce sabía a qué se refería, durante los últimos años había reunido a huérfanos en secreto y ampliado su cueva, transformándola en una enorme base de operaciones subterránea con largos túneles, que incluso salían fuera de la anárquica ciudad de Gotham. Héroes supervivientes a la gran cacería como Oliver Queen o John Constantine se habían unido a su plan, incluso la Liga de Asesinos liderada por Talía Ghul se les había unido. Ra's al Ghul había reclamado parte de Asia y de los países árabes, como compensación por el trabajo de sus asesinos y por la muerte de su nieto, Damián Wayne. Pero Luthor en vez de cumplir su parte del trato, envió a Black Adam, que destrozó el templo secreto de la Liga de Asesinos y despedazó a Ra's al Ghul con sus manos desnudas. Talía buscaba venganza por la muerte de su padre y de su hijo, Bruce sabía que no le traicionaría por qué él era un medio para llegar a su objetivo. Avanzó con paso cansado, apoyándose en un bastón de metal en dirección al ascensor, sabía que debía dejar los escrúpulos y romper su regla de no matar, pues ahora luchaba contra un cáncer qué amenazaba con matar al mundo. Entró en la carlinga del ascensor y pulsó en botón a la planta menos cinco, sintió el leve empujón del arranque, mientras observaba en su descenso a las profundidades las distintas plantas a través del cristal de observación de la puerta del ascensor. Descendió a gran velocidad, teniendo una visión fugaz de dojos y campos de entrenamiento, cadenas de montaje y laboratorios a pleno rendimiento hasta llegar a detenerse el ascensor en su destino. Bruce salió a aquella sala, que parecía una capilla excavada en la roca y observó el sarcófago de metal con tubos conectados a diferentes cubas de líquidos resplandecientes puesto en el centro de la misma, el olor a incienso llenó sus fosas nasales y supo aquel lugar era una reproducción del Pozo de Lázaro. Decenas de figuras encapuchadas agitaban incensarios en silencio, formando un círculo perfecto ante el sarcófago, y una bella mujer vestida en un traje de combate negro ajustado manipulaba y comprobaba cada conexión de aquel artefacto antiguo.
-Es la hora, Bruce -Talia se giró y se apartó del sarcófago, que se abrió como las fauces de una bestia. Ella seguía teniendo el mismo bello y sensual aspecto de su primer encuentro hacía décadas. -El sarcófago está listo, no es lo mismo que bañarse directamente en el Pozo de Lázaro. Sus aguas curarán tus heridas, revitalizarán tu cuerpo y te darán fuerzas renovadas, pero no rejuvenecerás al mismo nivel como lo hacía mi padre.
-Lo entiendo, Talía -Bruce asintió, dejando su bastón apoyando junto a la puerta del ascensor y quitándose la ropa con rapidez hasta quedar en boxers. -Procedamos con ello, no perdamos más tiempo.
Sus pasos eran indecisos y casi torpes, como los de un niño empezando a caminar. El cuerpo de Bruce estaba cubierto de marcas, quemaduras y cicatrices obtenidas en más de un millar de combates contra todo tipo de villanos y criminales. Podía sentir las miradas silenciosas de Talía y sus sacerdotes, mientras entonaban los primeros cánticos rituales de aquel ancestral proceso. Sin pensarlo dos veces, se introdujo en el sarcófago y sintió las suaves manos de Talía sobre él, fijando las correas de sujeción a su cuerpo por seguridad, pues las aguas del Pozo de Lázaro tenían un efecto secundario de generar una agresividad ciega a las personas que se bañaban en ellas. El sarcófago se cerró con un chirrido metálico y dejó en oscuridad total a Bruce, los cánticos resonaban en el interior y parecían destinados a introducirlo a un estado de meditación autoinducido. El milagroso líquido recorrió los tubos y empezó a inundar el interior hermético del sarcófago, subiendo rápidamente hasta llenarlo por completo. Bruce intentó liberarse de sus sujeciones por instinto, mientras aguantaba la respiración y notaba como el verdoso líquido le hacía picar la piel. El tiempo parecía pasar lentamente y al final no pudo aguantar más tiempo, dando una bocanada y tragando una cantidad ingente de aquellas espesas aguas. Los desagües de la parte inferior del sarcófago se activaron y drenaron las aguas del Pozo del Lázaro, mientras Bruce se convulsionaba sin parar en su interior, jadeando como un animal herido de muerte. Los huesos se rompieron y recompusieron, los músculos se hincharon y recolocaron de una forma brutalmente dolorosa, su piel le picaba como si fuera mordida por un millar de hormigas y sus venas ardían al limpiarse de toda impureza. Los gritos resonaron en toda la estancia de manera escalofriante e hicieron temblar a todos los allí presentes, hasta que finalmente cesaron de manera abrupta. Talía abrió el sarcófago y observó fascinada la empapada figura de su interior, que le devolvía la mirada con una ferocidad y determinación inhumana.
-El proceso ha terminado, Bruce -la voz de Talía sonó de forma melosa y casi gatuna, a la vez que liberaba las sujeciones del cuerpo del que había sido su amante, aliado y enemigo a partes iguales. -¿Cómo te sientes? ¿Sigue tu mente intacta o te has roto por el proceso?
-Mi mente y mi cuerpo están bien -respondió Bruce saliendo del sarcófago, su cuerpo había recuperado su tono muscular y fuerza. Sus cicatrices habían desaparecido e incluso parecía haber rejuvenecido un par de décadas, sus ojos azules se clavaron en cada uno de los allí presentes llenos de ira, determinación y fiereza a partes iguales. -Es la hora que vuelva a ser el caballero de la noche, Batman encabezará esta guerra para liberarnos del yugo de los tiranos y vengar las muertes de los inocentes.
Dos de los sacerdotes vistieron a Bruce, el tacto del traje blindado de combate se sentía bien. Volver a ponerse la máscara una última vez y salvar al mundo era su último deseo, si moría lo haría luchando y recuperando lo que le pertenecía a la gente por derecho propio, la justicia y la libertad. Si plan era sencillo, golpear rápido y de forma simultánea a cada uno de los tiranos de la Tierra. El tiempo habría pasado para muchos de ellos, dejando atrás su mejor momento de mayor poder y dejando los debilitados por la edad.
Washington ardía en llamas transformada en una zona de guerra, en sus calles combatian soldados y robots del régimen de Luthor contra los guerreros de la Liga de Asesinos y los nuevos héroes entrenados por Batman. La enorme nave de Brainiac flotaba sobre la Casa Blanca, agitando sus enormes tentáculos y disparando sus armas para derribar a los vehículos que desafiaban el régimen de presidencial. Lex Luthor observó en silencio la batalla a través del cristal blindado de la sala Oval, enfundado en su armadura tecnológica y con su ajado rostro crispado por la furia, su pulida calva brillaba por el sudor y sus ojos miraban de reojo el botón de lanzamiento de los misiles termonucleares. Sabía que el ataque era a nivel global, Gotham había sido pacificada y se había perdido el contacto con el Rey Joker, Aqualad lideraba un ataque rebelde contra Ohm, Constantine estaba enfrentándose a Trigon, un nuevo Shazam había surgido para desafiar a Black Adam, las Amazonas habían salido de su encierro para atacar a Vándalo Salvaje, las selvas de Sudamérica se retorcían entre la lucha de la Cosa del Pantano y Hiedra Venosa, del cielo descendían los Linternas Verde a atacar a las tropas del terror de Siniestro, todo su imperio se estaba desmoronando. Si era derrotado, nadie debía sobrevivir a su régimen, era él o la muerte. El ruido de combate resonó en su despacho, haciéndose más fuerte y cercano a cada momento que pasaba. Se sentó en la silla presidencial y juntó sus manos acorazadas, mirando las puertas, ansioso de saber quién lideraba a aquel ejército de insurgentes y orquestado toda esa operación. Las puertas estallaron en un mar de astillas y trozos de madera, al ser atravesadas por dos inconscientes guardias enfundados en armaduras tácticas, todos los agentes del servicio secreto de la sala apuntaron hacia el agujero con sus pistolas. Una figura oscura entró en silencio, sus manos se movieron con rapidez y discos afilados en forma de murciélago impactaron en las manos de cada agente del servicio secreto, desarmándolos y explotando, haciendo saltar dedos mutilados y chorros de sangre.
-Mira lo que nos ha traído el gato, si es un murciélago -dijo con suficiencia Luthor, mientras se ponía en pie y se reía de forma demente, más relajado al conocer a quién se enfrentaba. -¿Así que has tenido el valor al fin de salir de tu cueva? ¿Cuántos años han sido?
-Veinte años -Batman lo dijo sin inmutarse, su traje estaba desgarrado y manchado de sangre, su capa estaba rajada y las marcas de impactos bala eran visibles en el blindaje. -Se ha terminado, ríndete Luthor. Ya has perdido y no tienes escapatoria.
-Puede ser que sea como dices -Lex Luthor sonrió de manera cruel, sosteniendo la fría mirada del caballero oscuro. -Has ganado, pero si piensas dar un paso más pulsaré este bonito botón y el mundo arderá en llamas nucleares -señaló con un dedo de su mano derecha el botón rojo empotrado en su escritorio y que activaba el armamento nuclear de su nación. -Todos moriréis en esta miserable bola de fango, mientras abandono este mundo junto con Brainiac en busca de pastos más verdes.
Sin mediar palabra, Batman desenfundó con un movimiento rápido y fluido su lanzador de garfios, disparando contra Luthor. El arpón salió disparado y atravesó la armadura tecnológica de Luthor a la altura del hombro, para luego salir por su espalda y desplegar los garfios plegados, que se clavaron en la parte trasera de la coraza. Lex Luthor soltó un aullido de dolor y miró aterrado en mástil metal enterrado que sobresalía de su hombro, para luego disparar con su mano derecha una ráfaga de energía contra su enemigo. Batman se arrojó al suelo y rodó por la alfombra, esquivando y golpeando a los heridos agentes del servicio secreto, a la vez que tiraba de cable de acero unido al arpón como haría un pescador al recoger el sedal. De la muñeca izquierda de Luthor salió una hoja de acero y cortó el cable, para evitar ser arrastrado por su adversario, para luego golpear furioso el botón rojo de lanzamiento nuclear. Las alarmas chillaron por toda la Casa Blanca, mientras los misiles se armaban en todas las instalaciones militares del continente norteamericano y empezaba la cuenta regresiva. Luthor se rio como un maníaco, mientras la sangre empapaba su armadura verde y disparaba ráfaga tras ráfaga de energía contra su adversario.
-¡Has condenado a la Humanidad a la extinción! -rugió furibundo Luthor, furioso por el dolor lacerante de su hombro y la imposibilidad de acertar contra el danzante Batman, que esquivaba todos sus disparos. -¡Has perdido! ¡Ríndete y muere!
-No, tú has perdido - corrigió Batman, lanzando contra Luthor bat-boomeran tras bat-boomeran de forma sincronizada. -Solo que no te has dado cuenta aún, Luthor.
Al ver que Batman acortaba distancia, Luthor activó los propulsores de su traje y se elevó sobre el suelo intentando escapar y salir en busca de Brainiac, pero se apagaron de golpe y lo dejaron caer sobre la mesa presidencial, reventándola con su cuerpo blindando. Sorprendido, Luthor se dio cuenta de que cada Bat-boomeran había sido lanzado con precisión milimétrica contra su armadura con un único objetivo, cortar los cables de energía apenas visibles entre las junturas de cada sección acorazada. Batman sonrió fríamente y sacó una palanca de acero, estaba manchada de sangre seca y antigua, tenía un aspecto deslucido, pero en manos de aquel oscuro caballero parecía un arma amenazante. Luthor supo al instante a quién había pertenecido ese objeto y para que se había usado, era el arma con la que el Joker había asesinado a Jason Todd, Dick Grayson y Damián Wayne. Aterrado se arrastró alejándose de la oscura figura que se acercaba a él, rezando por qué los misiles cayeran de una vez y dieran final a la humanidad, sabiendo que sobreviviría gracias a su armadura. Batman alzó la palanca y golpeó, sin parar con fuerza y furia desmedida, rompiendo pieza a pieza la armadura tecnológica de Luthor, quitando capa a capa hasta dejar su patético cuerpo herido y vestido con un mono negro. Sin miramientos alguno agarró la cruceta del arpón con garfios y tiró, arrancándolo de una sola vez de cuerpo de Luthor y dejando una estela de sangre tras de sí. Batman sacó una pequeña jeringa autoinyectable y se la clavó a su herido enemigo, el líquido gorgoteo al entrar en el cuerpo de Luthor y la herida del hombro empezó a cerrarse.
-Mira al cielo, Luthor -susurró Batman en el oído del caído villano y señaló con la destrozada palanca el cielo nocturno. -Observa la esperanza de la humanidad volver a alzarse en esta oscuridad.
-¡No! -gorgoteo Luthor, mirando al cielo nocturno y viendo cómo se abría un enorme portal luminoso, que eclipsaba la oscuridad. -¡Destruí el portal!! ¡No puede volver!!!
Unas decenas de figuras descendieron lentamente del portal, flotando tranquilamente y observando con el ceño fruncido la escena de guerra de las calles de Washington. A la cabeza de ellos, enfundado en azul y con una capa roja ondeando al viento como una bandera, Superman dio la orden y cada Kryptoniano salió disparado a detener los misiles que acababan de ser expulsados de sus silos, para llevar la muerte a aquel mundo. Explosiones iluminaron los cielos del mundo, al ser destruidos los misiles destinados a provocar el fin de todo, mientras Superman destruyó la nave de Brainiac con su mirada calorífica, para luego moverse a toda velocidad entre los combates, desarmando a cada soldado y robot del régimen de Luthor en segundos. Batman observó la escena y sonrió ampliamente, se sentía bien volver a recuperar la esperanza y la libertad otra vez.
-Esto es lo que he hecho estos veinte años -Batman se giró envuelto en su capa y su sombra cubrió a Luthor. -Preparar los cimientos de tu caída desde la oscuridad, para que la luz vuelva a brillar otra vez -la luz de las explosiones y del portal le dieron un aspecto siniestro, que hizo temblar a su derrotado enemigo de puro miedo. -Yo soy Batman, yo soy la venganza y la oscuridad. Aunque creas que no te veo te vigilo desde las sombras, Luthor. ¡Siempre estaré ahí! ¡Vigilando y listo para detenerte!
Había pasado una semana y los villanos habían caído, para ser llevados a una prisión secreta creada por el propio Superman en la cara oculta de la Luna. Decenas de villanos, demonios y criminales estaban encerrados en estériles celdas blancas, todos y cada uno de ellos se acurrucaban aterrados al apagarse las luces y llegar la oscuridad. Los pasos de su carcelero y guardián resonaban por los apenas iluminados pasillos, mientras se escondían asustados de su mirada y de su ira, pues aquel ser había dejado de ser mortal y se había convertido en la misma oscuridad. Era el Batman eterno, el señor de las sombras y el carcelero de la prisión de la noche, gracias a la exposición a las aguas del Pozo de Lázaro que corría por su interior. Estaban condenados hasta el fin de sus días a estar atrapados en las sombras, bajo la mirada siempre vigilante de aquel caballero de la oscuridad.
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