La luna brillaba con fuerza aquella noche de solsticio de verano, una cálida brisa hacía mover las hojas y flores del bosque, con la misma suavidad de una caricia. El ruido del fluir de los pequeños riachuelos, se mezclaban con el sonido de los diferentes animales nocturnos, formando una salvaje y primigenia melodía en el bosque. Una figura encapuchada avanzaba con la gracilidad de un ciervo, sus pies apenas parecían pisar el húmedo suelo de hierba, mientras se internaba en la profundidad del viejo bosque. Sus suaves y delicadas manos acariciaron las runas talladas en la corteza de los árboles, sintiendo sus almas milenarias y su regia presencia, guiando a aquellos que conocían el significado de las runas y confundiendo a los intrusos. La luz de la luna iluminó durante un momento su rostro, que se ocultaba bajo las sombras de su capucha verde, revelando fugazmente una pálida y bella cara de mujer, su pelo negro caía en largos rizos, una tímida sonrisa apareció en sus carnosos labios al entrar en el enorme claro, Hazel sentía que estaba otra vez en el hogar.
Las hogueras estaban repartidas por todo el claro, ardían con bailarinas llamas anaranjadas, la suave música de flautas, el grave resonar de cuernos y pequeños timbales recibían a todos los druidas al entrar en el sagrado enclave. Hazel avanzó con tranquilidad, saludando y sonriendo a todos los asistentes que la rodeaban, mientras se abría paso hacia el enorme altar en el centro del paraje. Se arrodilló con cuidado, sus ojos se posaron en la blanca roca finamente grabada y susurró una plegaria a los dioses, antes de levantarse y apartarse del altar. El silencio llenó el claro, cuándo una anciana vestida de verde llegó ante el altar cojeando y apoyándose en un nudoso cayado, su mirada estudio a los allí reunidos y soltó un suspiro de tristeza.
-Hijos e hijas del bosque, mi tiempo se acerca, lo he visto -la anciana señaló su ojo izquierdo totalmente blanco, idéntico al de todos los además en el claro. -Es nuestra bendición ver pasado, presente y futuro. Debo nombrar al siguiente oráculo del bosque, ven aquí joven Hazel.
Todas las miradas se fijaron en la joven Hazel, que avanzó con paso nervioso en dirección a la anciana, confusa por qué no había visto este futuro en sus visiones. Se arrodilló al llegar ante la druida oráculo y sintió la sarmentosa mano de la anciana, cuándo acaricio su cabeza y revolvió levemente su pelo negro. Hazel alzó su rostro, su mirada se cruzó con la del oráculo y pudo ver en sus ojos un millar de futuros, el miedo por la enorme carga que se iba a poner sobre sus hombros, amenazaba con abrumarla y consumirla por lo que debía evitar que sucediera.
-Es la hora, Hazel -susurró con suavidad la anciana, sonriéndola con la misma dulzura que una niña.-¿Estás lista, mi niña?
-Lo estoy, oráculo -Hazel asintió lista para empezar el ritual, sintiendo como un viento sobrenatural empezó a soplar por todo el bosque. -Puede empezar cuándo lo desee.
La energía fluyó de la mano del oráculo, internándose dentro del cuerpo de Hazel y empezó a gritar, cuándo sintió el poder del tiempo correr como un tsunami en su interior. Las visiones empezaron a sucederse, viendo toda su vida en un instante y los milenios siguientes. Vio imperios, nacer a sangre y acero, para luego caer y ser pasto de las llamas de la barbarie, religiones que hablaban de piedad y a la vez que declaraban sangrientas guerras de fe, tiranos gobernar con mano de hierro y promulgar el odio fanático entre sus pueblos. Las lágrimas caían por el rostro de Hazel, no quería ver aquello, pero era su deber, pesé a lo terrible y cruel que fuera el futuro. Finalmente, vio la madre tierra, envuelta en llamas arrasadoras, devorándolo todo por culpa de la humanidad y su odio insensato, después solo quedó una oscura calma. Hazel despertó, sintiendo la fría piedra del altar en su espalda, tembló levemente, más por los recuerdos del futuro que había visto que por el frío.
-Has visto lo que sucederá, mi niña -la anciana habló con tranquilidad, para luego sonreír a Hazel. -Nuestro deber es evitar que todo lo que has visto suceda, el futuro no es inmutable...
Hazel asintió ante las palabras de la anciana, que se giró y se internó en el bosque sin mirar atrás, en busca de su reposo final. Sabía lo que debía hacer, la anciana se lo había dejado claro, moldearía el futuro cómo un alfarero la arcilla y le daría la forma correcta, para salvar a la madre tierra y a la humanidad. Hazel se levantó y miró a todos los druidas allí reunidos, sintió su respeto y su dedicación, para después contar lo que había visto y lo que debían hacer todos juntos. Siendo así la primera onda en el río del tiempo, que cambiaría el aciago destino vislumbrado por ella.
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