La Humillación de Russ navegó azotada por las violentas mareas de la Disformidad, su rumbo estaba en un punto fijo donde pocos mortales habían estado, el Templo de Malal. La nave estelar salió de la Disformidad y se internó en la tormenta conocida como el Ojo del Terror, navegando por su tumultuoso interior hasta llegar donde la realidad y la locura se tocaban. Allí estaba aferrado sobre un enorme asteroide su hogar, el santuario de su oscuro y exiliado Dios, el baluarte de los guerreros dedicados a la venganza y a traer la anarquía a la galaxia. Trajana frunció el ceño al ver cuatro barcazas de batalla Astartes, amarradas en sus anclajes orbitales alrededor del asteroide y con la marca de los renacidos grabada en sus cascos. El silencio llenó el puente de mando, tanto los Astartes como los sacerdotes que operaban los mandos y sensores de la nave podían notar el enfado y la ira de su maestra, que ordenó avanzar y tomar una posición cercana al asteroide para descender al templo de su Dios. El sonido de una transmisión entrante, rompió el incómodo silencio y Trajana alzó su mano izquierda, indicando que aceptaba la transmisión. El haz holográfico se activó y generó la figura de un sacerdote totalmente vestido por un largo hábito, su cabeza estaba oculta por una pesada capucha que dejaba en la oscuridad su rostro. Una cadena de plata colgaba de su delgado cuello con el icono de Malicia, la estrella de ocho puntas con el cráneo blanco y negro en su centro.
-Sea bienvenida a casa, Lady Trajana -dijo el sacerdote haciendo una leve reverencia, mientras acariciaba el icono que colgaba de la cadena con sus manos pálidas. -Nuestro señor la espera en su cubil, ha ordenado que se presente de inmediato con sus paladines de confianza ante él.
-Gracias por la bienvenida, iré de inmediato -las palabras de Trajana sonaron como un gruñido furibundo, su pálido y bello rostro se crispaba por la ira apenas contenidas. -¿De quién son estás naves? ¿Y por qué llevan el símbolo de los Renacidos de Malal?
-Son elegidos por Malal, como lo fue usted -el sacerdote midió sus palabras, sabía de la legendaria ira y crueldad de la actual campeona del Dios de la Anarquía. -Han sido reclamados como su hueste, el elegido de los Cuatro ha empezado su avance hacia Terra para reclamar el trono y a la humanidad.
-Lo sé mejor que tú, estúpido sacerdote -Trajana se levantó y desenfundó su Hacha del Pánico, señalando al holograma con el arma demonio de forma medida. -Me he enfrentado a Horus Lupercal y he sobrevivido, he visto de lo que es capaz y sé cuál es su verdadero objetivo, la divinidad -abrió sus brazos dejando ver las marcas en su servo-armadura de la reciente batalla y sonrió igual que un depredador al sacerdote. -Descenderé en unos minutos, por tu propio bien, espero que estés esperando en persona mi llegada. ¡Cortad la transmisión!
Los operadores de comunicación obedecieron en silencio, haciendo que la imagen del sacerdote desapareciera como si fuera un espectro. Trajana suspiró ampliamente, tenía un atavismo de lo que le esperaba en el altar ante Malal y eso la llenaba a partes iguales de emoción y furia desbordante. Sin mediar palabra, indicó con un leve gesto a sus guerreros que la siguieran al hangar para montar en una de las Thunderhawks para descender a la superficie del asteroide. La lanzadera descendió a toda velocidad, desde las ventanillas de observación se podía ver el enorme movimiento de máquinas de guerra y armas monstruosas en el patio exterior del templo, dejando ver una capacidad armamentística equiparable a la de una de las Legiones de Astartes. La Thunderhawk se posó con cierta brusquedad, dando un fuerte tirón a los Astartes amarrados a los asientos con los cinturones y cierres magnéticos, la rampa trasera descendió y extendió de forma pesada, dejando entrar el hedor a humo, carburante y contaminación disforme. Trajana suspiró y se quitó las sujeciones, levantándose y saliendo con paso decidido de la lanzadera, no necesitaba mirar atrás para saber que su círculo interno de guerreros la seguían igual que obedientes perros. El sacerdote de antes esperaba en silencio, a pocos metros de la nave e hizo una reverencia a Trajana, sonriendo de forma extraña bajo su capucha. Dos legionarios de los Renacidos lo flanqueaban a modo de escolta, permaneciendo en silencio e inmóviles como estatuas ante los recién llegados, mirándolos de forma fría a través de las rojas lentes de sus cascos.
-Sea bienvenida nuevamente, Lady Trajana -dijo el sacerdote, incorporándose de su reverencia y señalando al ajetreado caos de su alrededor. -Le pido disculpas que no haya traído una escolta de honor, pero como ve esto es un hervidero de actividad.
-Gracias por la bienvenida -se obligó a decir Trajana, asintiendo y mirando hacia donde indicaba aquel insidioso sacerdote, viendo enormes máquinas de guerra demoníacas y vehículos típicos de más Legiones Astartes ser ordenados, para embarcar en las naves de guerra que flotaban alrededor del asteroide. -Un gran despliegue de vehículos y armas, que pueden hacer arder mundos... si hubiera contado con todo esto hace unos días habría acabado con el propio Horus.
-Sí, los recibimos hace tres días directamente de la Forja de Almas -el sacerdote asintió levemente, mirando aquella enorme colección de armamento desplegado rugiente. -El propio señor de la forja vino en persona a entregarlos, es algo raro que Vashtorr haga la entrega e incluso dejó un mensaje para usted.
-Vashtorr...-Trajana pronunció con odio el nombre de semidiós, que la había enviado a una trampa solo para conseguir un artefacto antes que Horus. Su mano derecha descendió por inercia a la cabeza del Hacha del Pánico, que te retorcía furiosa en su cadera al escuchar el nombre del maestro de la Forja de Almas. -Al menos ese puñetero bastardo ha cumplido su parte del trato. ¿Cuál es su mensaje?
-Sí, procederé a dárselo, mi señora -asintió el sacerdote, para luego escucharse el crujido de sus cuerdas vocales, cambiando para pronunciar el mensaje del semidiós, uno que solo podía escuchar Trajana y su cohorte de guerreros. -Gracias por conseguirme lo que llevaba buscando desde hace milenios, me alegra que hayáis sobrevivido al jovial encuentro con Lupercal y así poder entregar el equipo prometido, casi pensé que me saldría gratis este tesoro.
-¡Maldito desgraciado! -rugió Trajana, agarrando por el cuello al sacerdote y alzándolo como si levantará a un bebé, mientras sentía como pataleaba y golpeaba desesperado su antebrazo blindado. -La próxima vez que te vea, te despellejaré vivo, bastardo semidiós -sin miramientos arrojó al sacerdote contra los dos Astartes, que habían desenfundado sus armas y los miró de forma desafiante. -Llevadme ante nuestro Dios, Malal espera y la paciencia de ambos es muy corta con los idiotas que nos hacen perder el tiempo.
Jadeando y tosiendo, el sacerdote asintió aterrado, se puso en pie con la ayuda de sus dos escoltas y los guío por el laberinto de máquinas de guerra y vehículos de destrucción que formaban un enrevesado laberinto mecánico en el patio exterior. El interior del templo de Malal había cambiado, el silencio sepulcral que los recibió la primera vez había sido sustituido por un bullicio resonante de decenas de Astartes y aspirantes entrenando, orando a Malal o compartiendo relatos de afrentas y planes de venganza. Los cuatro grandes demonios de los otros grandes poderes seguían allí expuestos, para recordar el destino que les esperaba a los Dioses que habían exiliado a Malal del panteón del Caos y dejándolo solo como una sombra de lo que había sido. Al llegar ante las puertas de bronce que llevaban al enorme abismo excavado de en el asteroide, se alzaba un enorme gigante acorazado de mirada inflexible que montaba guardia silenciosa. Trajana y sus guerreros palidecieron, al reconocer a la cambiada y revivida figura de Ferrus alzarse ante ellos, cortando su entrada al cubil del Dios exiliado. Sus brazos cubiertos de metal viviente tenían juramentos ardientes grabados con runas ardiendo con fuego oscuro, su armadura llevaba el bronce y los detalles negros de los Renacidos, su cuello mostraba una larga cicatriz cubierta por el mismo metal orgánico. Al lanzar la mirada vieron la cabeza del Primarca hecha del mismo metal, sus ojos eran dos orbes rojos llenos de odio y su pelo eran largos zarcillos de acero rematados en sus puntas con cabezas serpentinas que siseaban, dándole el aspecto de la Gorgona mitológica de la antigüedad.
-¡Alto! -la voz del revivido Ferrus sonó metálica y mezcladas con otras más agudas de carácter demoníaco, mientras daba el alto a la comitiva sujetando un enorme martilló de guerrera de energía a dos manos. -Declarad vuestras intenciones y asuntos con el jerarca de anarquía y señor de la venganza.
-Apártate si no quieres a volver a perder la cabeza, Ferrus -gruñó furiosa y sin paciencia Trajana, a la vez que empuñó su hacha del Pánico y la sopesó, igual que un verdugo antes de dar el tajo al condenado. -Malal reclama a su elegida y su hueste de guerreros, así que abre esas malditas puertas o te devolveré a Istvaan, para que te mueras de asco entre los cadáveres de tus hijos muertos.
-Debería hacerte pagar por esa insolencia, pero tienes razón en que te esperan -Ferrus se echó al hombro el martillo y abrió con una sola de sus metálicas manos las puertas al abismo excavado en la roca. -Pasad, Malal y el resto de los señores de sus huestes os aguardan ante su altar. Veremos qué opina el señor de tus acciones desde que partiste para sembrar el caos y la anarquía en la galaxia.
Sin hacer caso a las palabras de aquella retorcida y revivida versión de Ferrus, Trajana avanzó y bajo en silencio por la pequeña rampa que sobresalía en espiral por el oscuro abismo de las paredes del agujero. El número de nichos excavados en la roca donde había aprisionadas almas agonizantes había aumentado, miles de espectrales manos engarfiadas se alzaban ansiosas de agarrar a los guerreros que pasaban, mientras aullaban presas de un sufrimiento eterno por alimentar a Malal. Para el grupo la bajada se le hizo eterna, sintiendo el opresivo ambiente magnificado mil veces desde su última visita a aquel lugar de maldad absoluta, donde les esperaba su deidad patrona ansiosa de juzgarlos. Al llegar al enorme saliente que se alzaba como una garra, saliendo de la pared a medio camino al fondo del abismo, frente al pulido altar de mármol blanco con adornos de obsidiana, esperaban cuatro grupos separados de guerreros enfundados en servo-armaduras con el color bronce bruñido y los detalles en un negro tan oscuro como el vacío estrellar. Pese a sus colores, Trajana se dio cuenta de las sutiles diferencias en las armaduras y los detalles añadidos, que los marcaban como antiguos integrantes de diferentes Legiones de Astartes. El primer grupo apestaba a sangre y miedo, sus armaduras estaban cubiertas de trozos de piel fresca despellejada y las máscaras frontal de sus cascos estaban cubiertos por la parte delantera de una calavera, no necesitaba ser una adivina para saber que eran antiguos Amos de la Noche. El siguiente grupo estaba a la izquierda de altar y miraban de forma estudiosa los nichos, largos pergaminos con hechizos y libros de conocimiento arcano colgaban de sus cinturones, mochilas y hombreras, una aura de escarcha psíquica los rodeaba y marcaba como los hijos de Magnus el Rojo. A la derecha del altar, legionarios cubiertos por tabardos y túnicas, miraban con arrogancia desde sus cascos que habían sido modificados para parecer leones rugiendo, Trajana sabía que solo podían ser los hijos del León. Finalmente, casi en el extremo más alejado, el último grupo parecían idénticos, sin ninguna diferencia a simple vista, salvo por las escamas esculpidas en sus servo-armaduras y el aire misterioso que los envolvía, dejando claro su anterior afiliación a la Legión Alfa.
La enorme y colosal forma de Malal emergió de las profundidades oscuras, alzándose como un enorme titán ante todo los Astartes allí reunidos. Su piel gris cenicienta brilló ante la luz espectral de las almas prisioneras que emitían desde los nichos, los dientes de su enorme boca vertical se movieron y su larga lengua los lamió de forma perversa. Sus dos pares de ojos rojos se clavaron en los allí reunidos, obligándolos a arrodillarse solo por su propia fuerza de voluntad, mientras se reía agitando complacido su coronada cabeza con cuernos y su largo pelo blanco grisáceo. Malal saboreó el momento, deleitándose ante la reverencia y el miedo de sus seguidores, mientras se reía de forma cruel, sabiendo que podía matarlos a todos con un pensamiento o ascenderlos a la demonicidad en ese mismo instante. Todos los Astartes temblaron postrados ante su enorme Dios, que se regodeó de su temor y reverencia hacia su persona por parte de aquellos insignificantes mortales.
-Sed bienvenidos mis hijos -la voz de Malal resonó por todo el foso, vibrando con fuerza en la cabeza de los allí reunidos y agitando a las almas de los condenados de los nichos. -Alsarius de la Legión Alfa, has sumido a mundos leales y traidores en la anarquía de una guerra intestina con los rumores y mentiras. Asphet de los Mil Hijos, has interceptado comunicaciones psíquicas e interferido con los planes de ambos bandos, sumiendolos en engaños -cada vez que nombraba a uno de sus paladines, lo señalaba con enorme dedo de su mano izquierda, distinguiéndolo del resto de Astartes. -Aspariel de los Ángeles Oscuros, te has dedicado al saqueo y matar a paladines de ambos bandos, para demostrar tu superioridad sobre sus necias creencias. Valakiar de los Amos, has llevado el miedo, la anarquía y la muerte a mundos arrasados, castigados por traidores y leales, sumiéndolos en espiral eterno de miedo y anarquía -el Dios exiliado saboreó cada triunfo y hazaña de sus guerreros como si fuera un dulce manjar, clavando finalmente la vida en la primera de sus paladines. -Trajana, mi heralda. La saqueadora de Istvaan y ladrona de guerreros, portadora de la anarquía y pactadora con semidioses. Aquella que ha desafiado al elegido de los Cuatro, sobrevivido a su encuentro y burlado, escapando con facilidad entre sus garras dos veces.
-Gracias por su bienvenida, mi gran señor -Trajana se levantó haciendo gala de una fuerza de voluntad indomable, mirando a la horrenda figura de su señor. -Estoy aquí para servirte, igual que todos estos terribles guerreros. ¿Qué es lo que deseas, maestro de la Anarquía?
-Uno de los Primarcas Traidores se está preparando para hacer un movimiento osado, si le sale como quiere, los Cuatro tendrán en sus garras a los Primarcas Leales transformados en Príncipes Demonios y el Emperador perderá la galaxia -la voz de Malal estaba cargada de enfado e irá apenas contenidas, su larga boca vertical se crispaba y su lengua purpúrea se agitaba como una serpiente ansiosa. -Debéis de detener a Lorgar y su ritual, si no la galaxia estará en manos de los que me desterraron y nuestra oportunidad de vengarnos se esfumará -la enorme mano izquierda de Malal los señaló con un dedo acusador. -Debéis partir al sistema Alonis y detener el ritual, llevaros todos los vehículos y armas que Vashtorr ha entregado. Si me falláis... estaremos todos condenados.
-Bien, ya lo habéis oído -gruñó Trajana, viendo cómo los demás señores de hueste y sus guerreros se alzaban, lanzándola una mirada sombría y de desafío silencioso. -Partiremos inmediatamente y detendremos a Lorgar, en marcha.
-No -respondió Aspariel, quitándose el casco de forma leonina y mostrando un rostro pálido enmarcado en una melena cenicienta, su barba estaba recortada y sus ojos negros la miraban con desprecio, mientras entregaba el casco a su segundo al mando. -Yo te desafío por el puesto de elegido de Malal y el honor de acabar con esta amenaza contra nuestro señor -desenvainó su espadón a dos manos de energía con la guarda en forma de alas angelicales y señaló a Trajana. -No permitiré que una mujer bastarda media Astarte me comande, prepárate para luchar y ser derrotada por un verdadero legionario.
-¡Necio! -gritó furiosa Trajana, agarrando su Hacha del Pánico, que se agitaba ansiosa entre sus manos por el insulto a su maestra. -Ante nuestro Dios y los demás señores elegidos, acepto tu desafío. Prepárate para morir de una forma terrible y agónica.
Aspariel avanzó un par de pasos y alzó la hoja ante su rostro para lanzar una plegaria, pero Trajana no le dejó terminar lanzando un terrible golpe dirigido a decapitarlo. El espadón se movió con la rapidez nacida de cientos de batallas, parando la acometida del Hacha del Pánico y girando para devolver el golpe. Ambos se movían con ágil celeridad, intercambiando golpes brutales que destrozarían a cualquier mortal normal y lo reducirían a una masa sangrienta. Los Astartes de los Renacidos de Malal observaron en silencio, mientras notaban como su Dios se alimentaba de aquel conflicto entre dos de sus paladines, como si aquel acto de anárquica rebeldía fuera el más suculento plato. Trajana se concentró, parando cada ataque con rapidez y sonrió levemente, dando gracias al entrenamiento intensivo de combate que había hecho en la Humillación de Russ en su vuelta al templo de Malal. Aspariel frunció el ceño, sus ataques estaban siendo detenidos con rapidez por aquella mestiza asquerosa, incluso contraatacaba y conseguía hacer pequeños rasguños a su armadura. Eso lo enfurecía aún más, era un veterano y de los primeros elegidos en Caliban para ser un hijo del León, sentía el mismo desprecio en Trajana que en su Primarca, que lo había dejado atrás con el resto para pudrirse en su mundo natal. Trajana notaba el odio y la frustración que emanaba su enemigo, sería fácil provocarlo como le había enseñado Kortal y darle un rápido golpe letal. Abrió sus brazos y sonrió arrogantemente, invitando al antiguo ángel oscuro a atacar y mirándolo de forma burlona.
-Vamos, pequeño ángel olvidado -Trajana lo dijo de manera burlesca y se rió, sabiendo que el orgullo era uno de los defectos de la antigua Legión de Aspariel. -¿A caso te dejaron pudrirte en Caliban por ser un cobarde?
-¡Maldita perra!!! -rugió Aspariel, lanzándose a la carga enarbolando su espadón de energía a dos manos, gritando furioso y mordiendo en anzuelo de su enemiga. -¡Te mataré! ¡Daré de comer a los perros con tus restos!
Trajana se movió en el último segundo, apartándose a un lado y pateando la mochila de Aspariel, haciéndolo trastabillar hacia delante y caer de boca al suelo. Aquel acto había sido un borrón en la vista de los asombrados Astartes, pues para Trajana la velocidad de Aspariel era lenta comparada con la que exhibió Horus Lupercal en su enfrentamiento. Sin piedad y mostrando una sonrisa cruel, descargó su Hacha del Pánico, cercenando cada extremidad de forma rápida y certera del caído Aspariel, que aulló de dolor y se convulsionó. El antiguo ángel oscuro se arrastró, dejando una estela de sangre negra sobre la piedra en dirección hacia Malal, implorando piedad y su ayuda. Trajana lo pateó y le dio la vuelta, dejando boca arriba a su enemigo y se sentó a ahorcajadas sobre él, guardó su hacha y empezó a arrancarle pedazos de su armadura corrupta con sus acorazadas manos. Una sonrisa sensual apareció en su rostro al ver la pálida piel de Aspariel al descubierto, como si fuera un amante beso ligeramente su desnudo pecho y luego empezó a arrancar pedazos de carne con salvajes mordiscos. Los gritos resonaron por todo el foso, los guerreros de Trajana se rieron y relamieron ante el banquete que se estaba dando su señora, los guerreros de Aspariel miraron la escena aterrados y asqueados a partes iguales, mientras los guerreros de Valakiar aplaudían y silbaban emocionados, deseosos de poder ver una escena tan macabra. Los guerreros de Asphet tomaban notas, observando cómo Trajana absorbía parte del poder de Aspariel para hacerlo de su propiedad, los guerreros de Aslarius miraban indiferentes la escena, esperando a que acabará en un silencio sepulcral. Trajana se levantó con el rostro y la armadura manchada de sangre sobre los restos devorados de Aspariel, mirando al resto de los presentes con una sonrisa cruel y mostrando sus afilados dientes.
-¿Alguien más desea desafiarme? -preguntó Trajana con un tono meloso y sensual, mientras se relamía los labios y observaba con mirada gatuna a los Astartes allí reunidos. -Bien, entonces en marcha -ordenó de forma inflexible y señaló con un dedo al segundo al mando de los antiguos hijos del León. -Tú, Zaraphiel estas ahora al mando de tus hermanos. No me decepciones o acabarás como un antiguo señor.
Sin mirar a los guerreros hizo una reverencia a Malal y se encaminó a subir el pequeño sendero de vuelta a la superficie, mientras vio como su Dios recogió lo que quedaba de Aspariel y se lo llevó a su enorme boca, devorando con ansia los restos y el alma del corrupto Astarte. Trajana no pudo evitar temblar levemente, sabiendo que ese podía ser su destino si fallaba o si era demasiado débil como para que otro reclamará su puesto. Suspiró ampliamente, sabía que debía centrarse en lo que tenía entre manos, la misión de evitar el ritual de Lorgar y sobrevivir para reclamar su venganza contra Horus Lupercal.
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