Decenas de armaduras observaban en silencio desde dónde estaban colocadas, como trabajaba su creador, tecleando de forma frenética al son de la música de AC/CD. Tony Stark suspiró cansado y se apartó de la mesa llena de pantallas que mostraban diagramas de circuitos, apagó la música y miró intranquilo en todas direcciones. Tenía un mal presentimiento, como si estuviera pasando algo grave e importante que debería saber, pero sin poder dilucidar que era. Miró armadura tras armadura, estudiando de analítica cada éxito y fracaso, hasta llegar a la Mark I, la primera armadura que diseñó con restos y chatarra.
Observó con cariño y nostalgia aquel montón de chatarra anticuada, sabía que llevaba años sin usarla y había dejado que se llenará de una fina capa de polvo. Sus manos recorrieron su vasta superficie con extrema delicadeza, como si acariciara a un hijo muy querido que no hubiera visto en años, sin dejar de observar los detalles e imperfecciones de su vieja creación. Tony se estremeció y sintió una punzada en el corazón, por un momento su vista se volvió borrosa y vio como la misma realidad parpadeará, para desaparecer y cambiar a su alrededor durante un largo segundo. Confuso, miró aterrado en todas direcciones, buscando una explicación lógica a lo que acababa de suceder, mientras un sudor frío le empapaba todo el cuerpo. En ese justo momento, todas las armaduras del enorme laboratorio subterráneo se encendieron y se giraron hacia él, mirándolo con sus iluminados visores y sus altavoces chisporrotearon lanzando estática, para al fin pronunciar a la vez la palabra Excelsior, que resonó por el laboratorio de una forma extraña y cavernosa.
Tony retrocedió a la vez que se llevó las manos a los oídos, mientras veía como descargas eléctricas salían despedidas de sus armaduras, a la vez que se derrumbaban con un gran estruendo en su nichos. Una figura se formó ante él, estaba hecha de energía pura en un principio y sin rasgos, mientras avanzaba hacia Tony fue tomando el aspecto de un frágil anciano. Vestía unos pantalones grises, un jersey azul sobre una camisa blanca y zapatos negros, su pelo blanco estaba echado hacia atrás y su sonrisa cálida estaba enmarcada por bigote gris, sus ojos azules lo miraron a través de una gafas de sol con tranquilidad. Tony frunció el ceño y lo miró con curiosidad, aquel rostro le era familiar y recordaba haberlo visto en algún otro lugar, pero no recordaba dónde.
-Vaya estropicio tienes aquí, chico -dijo el anciano mirando los montones de armaduras, que yacían tirados por el suelo. -¿Por qué me miras así? ¿A caso tengo la bragueta abierta?
-Te miro por qué no sé qué o quién eres -Tony retrocedió hacia su mesa en busca de su tarjeta para avisar al resto de los Vengadores. -Y tú eres el causante de todo este desastre. ¿Quién eres, viejo? ¿Y como has entrado en laboratorio?
-Oh vaya, lo he vuelto a hacer…-el anciano se rasco la barbilla de forma pensativa y se encogió de hombros. -Soy Stan, venía a verte antes de emprender mi gran viaje. Ya he visitado a otros, eso sí, más gruñones que tú, Tony.
-Bien... esto gracias... Stan...-Tony se sentó en su silla y juntó las manos, sin apartar la mirada de Stan. -¿A quién has visto antes que a mí? ¿Y por qué querías verme?
-Creo que conoces a todos... veamos... Peter Parker, Clint Barton, Rick Richards y su familia, Charles Xavier, Bruce Banner…-Stan empezó a enumerar nombres con tranquilidad y sonriendo al ver la cara de sorpresa que ponía Tony. -Quería veros por qué mi tiempo se me acaba, deseaba despedirme de vosotros. Se me ha dado unos instantes para deciros adiós a cada uno de vosotros.
Antes de que pudiera Tony responder, Stan adelantó su mano izquierda y le tocó la frente. Cientos de imágenes fluyeron en la mente de Tony, recuerdos de Stan y suyos propios, dónde siempre había estado observando las aventuras de cada uno de sus “hijos” en cientos de universos, creados por el poder de la imaginación de un solo hombre. Tony miró a Stan, que sonreía y empezaba a desvanecerse, al acabársele el tiempo que se le había concedido. Tony se levantó de un salto y abrazó a la figura que se evaporaba, mientras le daba las gracias, por crear aquel universo y a él. El silencio envolvió el laboratorio, Tony se dejó caer sobre sus rodillas y suspiró levemente, dando gracias por haber conocido a su creador. Cuándo fue a levantarse vio algo brillando entre los restos de armaduras, un pequeño portaminas muy desgastado con la palabra Excelsior grabada en su superficie. Lo cogió con cuidado y sintió como la inspiración volvía a su mente, mientras sentía esa presencia que creía haber perdido y que siempre estuvo a su lado.
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