El olor a corrupción y podredumbre fétida flotaba en el ambiente, árboles deformes y corrompidos se alzaban al cambiante cielo con sus troncos cubiertos de moho luminiscente, enormes y macabros frutos crecían en sus ramas, creciendo con las almas y la agonía de los mortales presas de enfermedades. El sueño estaba cubierto de raras plantas y hojas en descomposición entre los que se retorcían enormes gusanos, charcas de fétida agua estancada llena de larvas de moscas demoníacas y horrendos sapos gigantes prosperaban bajo el techado de hojas enfermas, decenas de moscas zumbaban en enjambres de forma ansiosa. Un grupo de figuras acorazadas se movía en silencio por aquel demente jardín, olfateaban el aire de forma metódica, espoleados una misión en la que llevaban embarcados una eternidad, llegar al centro de aquel extraño y corrupto bosque. Entre aquellos titanes una figura destacaba, era enorme, un gigante entre gigantes enfundados en armaduras y pieles, que se detuvieron al unísono al vislumbrar su objetivo desde el borde del demente jardín. Una enorme mansión se alzaba en claro rodeada de fango pútrido, un camino de losas cubiertas de rastros y suciedad llevaba desde el final del jardín hasta la entrada de edificio en decadencia y medio derruido. La entrada estaba protegida por hinchados Portadores de Plaga, que caminaban con paso lento con sus cuerpos llenos de heridas supurantes, Marines de Plaga de la Guardia de la Muerte con sus podridas y herrumbrosas armaduras que mostraban con orgullo en sus daños las brillantes y goteantes entrañas sujetaban sus bólters con firmeza. En el centro de aquella partida guardiana se alzaba una enorme figura, una fusión de carne enferma y servo-armadura corrupta, su rostro estaba hinchado y cubierto de pústulas, tenía una mirada febril en sus ojos rojos y un cuerno roto salía de su frente, sus enormes manos se apoyaban en un enorme mazo clavado en el suelo en su eterna guardia ante la puerta de la mansión del Dios de la Plaga Nurgle.
El gigante cubierto en pieles alzó su mano, indicando a sus hermanos de menor tamaño que esperarán escondidos entre los retorcidos árboles y el corrupto follaje, para luego encaminarse fuera del jardín en dirección a la mansión. Los demonios y Astartes traidores enmudecieron al verlo, por instinto alzaron sus armas ante aquella amenaza que no podía ser ignorada, el Príncipe Demonio Algorat sonrió ampliamente ante aquel desafío que rompía el eterno aburrimiento de su guardia, al reconocer a Leman Russ. El Primarca de los Lobos Espaciales había cambiado en estos diez milenios vagando por la Disformidad, su tamaño había aumentado aún más si eso era posible, su servo-armadura estaba marcada y reparada de forma precaria, pieles de lobo raídas y envejecidas colgaban como mantos fúnebres de su armadura. El rostro del Primarca estaba cubierto de decenas de cicatrices que hacían aún más regio su rostro, hilos de plata se entreveían entre su larga cabellera rojiza y en sus sienes, sonreía de manera divertida mostrando sus largos colmillos, mientras su mano izquierda acariciaba en el mango de su ancestral arma de energía. Se detuvo a doscientos metros de sus enemigos y arrugó su nariz al sentir el olor a podredumbre mezclado con el de la corrupción enfermiza, suspiró leve y los miró desafiante antes de hablar.
-Soy Leman Russ, apartaos de mi camino y viviréis un día más -las palabras de Russ salieron con una fuerza atronadora, que retumbó por todo el claro y dejando en claro sus intenciones. -Es el único y último aviso que recibiréis, escoria purulenta.
-Lo tuyo nunca fue la diplomacia, Russ -se burló el príncipe demonio Algorat y arrancó de un fuerte tirón del barro su enorme maza, para balancearla a modo de prueba. -Estás solo en los dominios del gran Abuelo, súplica su perdón y arrástrate como un perro ante su mansión, entonces tal vez serás tú el que sobreviva un día más, perro.
-Si es así como lo quieres...-Leman Russ desenvainó su espada y lanzó un largo aullido al cambiante cielo, lanzándose a la carga mientras detrás de él empezaba a arder el jardín de Nurgle por segunda vez. -Os daré fuego y muerte a ti, a tus guerreros y a tu propio purulento Dios.
-¡No! -chilló el príncipe demonio de horror al ver el fuego extenderse por el linde del corrupto jardín, para luego rugir furibundo para enfrentarse al Primarca. -¡Apagad el fuego! ¡Yo me ocuparé de Russ!
Los demonios y Astartes traidores obedecieron, corriendo hacia el linde de árboles retorcidos en llamas para apagar el fuego y evitar que se extendiera hasta reducirlo todo a cenizas. Russ sonrió, los seguidores de los Dioses Oscuros eran predecibles si sabías como hacerles perder el control de ellos mismos, era algo que había aprendido en estos diez milenios de larga búsqueda. En el mismo momento en que su espada de energía helada chocó con la maza del príncipe demonio, de entre las llamas salieron figuras salvajes aullando, los verdaderos Lobos Espaciales. Veteranos de la Gran Cruzada y de la Herejía de Horus, que siguieron a la Disformidad a su padre genético en la búsqueda de la cura para el estado del Padre de Todos. Los disparos de bólter rugieron de forma metódica y cruel, reduciendo a pulpa a los demonios y a los Astartes traidores sorprendidos en su carrera para apagar el ardiente incendio. El Primarca y Algorat intercambiaban rápidos golpes, haciendo brotar un mar de chispas al chocar sus armas, sus miradas de odio eterno se cruzaron evaluándose mutuamente y se evaluaron de forma metódica. Algorat hizo girar la maza entre sus enormes manazas, apartando con brutalidad la hoja de su enemigo y lanzar un golpe descendente contra su cabeza con la intención de reventarla como si fuera un melón. Russ sonrió cruel y desenfundó de su cinturón una pistola de plasma, disparando contra la rodilla derecha de su demoníaco enemigo. La esfera de luz azul golpeó la rodillera del Príncipe Demonio Algorat, desintegrando parte de ella y haciéndole perder la estabilidad, trastabillando hacia delante por el peso de la pesada arma. Con una sonrisa cruel asomando entre sus labios, Russ se apartó arrojando la pistola al suelo y lanzó un potente tajo a dos manos con su espada, cercenando los brazos de su enemigo a la altura de los codos y congelando los muñones en el proceso. Antes que su enemigo cayera al enlodado suelo del claro, Russ lo agarró por su cuerno roto y le dio un rodillazo en toda la cara, soltándolo y dejando que cayera de espaldas. Algorat quedó tendido de espaldas en el suelo, sentía la bota de Russ pisando su pecho y el filo del arma helada en su hinchado cuello, por primera vez en diez milenios desde que se sumió en el abrazo de Nurgle sintió miedo y dolor.
-¿Está lo que busco en la mansión, verdad? -Russ lo preguntó de forma insensible, abriendo un leve tajo helado en el cuello del caído Algorat. -Dímelo y tu muerte será indolora.
-Qué jodan…-respondió Algorat escupiendo dientes rotos y sangre, mirando con odio desde el suelo a Leman Russ. -Antes prefiero morir... Que ayudar a un puto lealista...
Russ se encogió de hombros y decapitó a Algorat de un solo golpe, haciendo que la corrupta cabeza rodará por el suelo lleno de barro. El Primarca se apartó del cuerpo del príncipe demonio, que empezó a arder con un fuego enfermizo y hediondo, para mirar a la figura envuelta en una capa con capucha de camuflaje, que apagaba su dispositivo de ocultación y sujetaba un rifle de francotirador cristalino. La exploradora Aeldari era una exodita, la última superviviente de una hueste Aeldari con la misma misión que Russ, robar el tesoro más preciado del Nurgle. La Aeldari se apartó la capucha, dejando ver su largo cabello rubio trenzado en una larga coleta que la llegaba hasta la cadera y adornada con varias joyas espirituales de sus antiguos compañeros muertos. Bajo la capa llevaba un traje semiblindado, botas altas y guantes de cuero flexibles, la parte inferior de su rostro estaba cubierto por un respirador que filtraba cualquier toxina del ambiente y sus ojos azules miraban hacia la mansión de Nurgle con férrea determinación.
-¿Cuál es la situación de la zona, Aliessa? -la pregunta de Russ fue realizada con una suavidad impropia de él, cargada de respeto y amabilidad por la exploradora Aeldari. -¿Estás segura de que estará ahí dentro?
-Tus sacerdotes rúnicos están extendiendo el fuego psíquico por el jardín y tus guerreros cazando a los agentes del Dios pestilente -contestó Aliessa con una voz dulce, pese al sintetizador de voz del respirador, mientras comprobaba su rifle de manera metódica con sus manos sin dejar de mirar la mansión. -Está allí dentro, puedo sentirla… llamándome por qué la saqué de aquel horroroso sótano y la alejé de su captor.
-Bien, que mis guerreros se preparen -Russ sonrió y recogió su pistola de plasma del suelo, para luego encaminarse con paso tranquilo hacia la mansión. -Tengo que patear el gordo culo de un Dios y robarle en su puñetera cara.
-Ten cuidado, Leman -susurró Aliessa, acomodándose la capa y activando su dispositivo de ocultación, desapareciendo como su fantasma etéreo. -El Dios pestilente no dejará que le roben fácilmente su premio y menos un mortal.
Russ asintió en silencio y entró en el porche de la mansión, su mano izquierda agarró una de las oxidadas argollas de bronce y tiró con fuerza, abriendo la puerta de acceso. El hedor a corrupción, podredumbre y enfermedad era agobiante en el interior, amenazando con abrumar los sentidos del Primarca, cada paso que daba hacía crujir la madera podrida del suelo y levantaba nubes de polvo de las mohosas alfombras. Las paredes estaban cubiertas de suciedad, moho oscuro y hongos que crecían descontrolados, charcos de desechos orgánicos brillaban ante la mortecina luz que entraba por los cristales rotos de las ventanas, enjambres de moscas zumbaban y pequeños nurgleletes es escondían entre los muebles podridos ante el paso del salvaje Primarca. Soltando un gruñido bestial se concentró y olfateó el aire, el rastro era sutil entre los corruptos olores del ambiente, pero para su agudo olfato era perceptible. Avanzó sala a sala, sin dejar de estar en guardia y vio la enorme trampilla en el suelo, su madera era nudosa y negra, repujada en adornos de metal verdoso por el óxido y la mugre. Sin pensarlo dos veces, Russ la destrozó con su espada y descendió por los escalones cubiertos de pringosa mugre en dirección al sótano y laboratorio de Nurgle.
El burbujeo del espeso caldo de la marmita era hipnótico, la abotargada y gigantesca figura cubierta de pústulas, heridas y bubones de Nurgle removía aquella nueva creación, absorto en su plan de venganza contra el Emperador y el resto de Dioses del Caos. A su izquierda miró de reojo hacia la celda de barrotes podridos, donde estaba sentada hecha un ovillo la bella Isha, vestida con bello vestido de color blanco impoluto pese a la suciedad del lugar y tan radiante como el primer día que la secuestró del destino de ser devorada por Slaanesh. La lanzó una sonrisa grotesca y cariñosa a partes iguales, para luego volver a seguir con su laboriosa mezcla y creación de aquella nueva enfermedad, ajeno a la figura que se movía entre las sombras y vapores de su laboratorio. Russ aprovechó aquel momento para atacar, saliendo como una exhalación de entre el necrótico vapor y patear la marmita, derramando todo el espeso caldo sobre el perplejo Nurgle y asentándole golpes con su arma de energía heladora. El Dios de la pestilencia chilló de dolor y rabia, su enfermedad estaba destinada a acabar con seres poderosos en la Disformidad como los demás Dioses del Caos y el Emperador, mientras sentía como su carne era cortada con un frío helador qué lo obligó a retroceder hacia el fondo del laboratorio. Russ se giró sobre sí mismo y destrozó la cerradura de la celda, agarró a Isha echándosela al hombro y salió corriendo hacia las escaleras a toda velocidad para escapar con su botín lejos de aquel malsano laboratorio. Nurgle respiró roncamente y frunció furioso su ceño, todo su buen y jocoso humor fue sustituido por un sentimiento de ira desgarradora y un gran miedo a perder a Isha. Russ terminó de subir las pringosas escaleras, para avanzar a grandes zancadas entre un mar de nurgleletes que habían salido de todos los rincones de la casa, alfombrando el suelo con una masa de carne podrida e hinchada que intentaba detener el avance del Primarca. La mansión de Nurgle empezó a temblar, pues el Dios de la pestilencia empezó a crecer e inflarse como un pez globo, para salir y capturar en persona al ladrón. Sin mirar atrás y sintiendo cómo la madera del suelo se combaba, Russ sabía que Nurgle no dejaría escapar a su esposa y prisionera, así como así. El Primarca salió de la mansión que empezaba a derrumbarse, mientras se veía una enorme masa de carne podrida e hinchada abrirse paso con el único objetivo de capturarlo. Russ se detuvo ante Aliessa y dejó con cuidado a su lado a Isha, podía ver a sus guerreros matar y aullar como lobos salvajes a las grotescas criaturas del bosque. Un gorgojeante grito de furia lo hizo girarse, allí estaba el Dios de la pestilencia sobre los restos de la mansión, una montaña supurante y corrupta armada con una herrumbrosa espada que alzaba hacia el cambiante cielo disforme.
-Debemos escapar, Russ -la voz de Aliessa sonó aterrada pese a su máscara respiratoria, mientras agarraba con suavidad el brazo derecho de Isha para alejarla. -No tenemos posibilidades contra un Dios del Caos furioso y lo sabes muy bien.
-Ve con mis guerreros -las palabras de Russ sonaron inflexibles, sus ojos brillaban de emoción y ansias de batalla. -Ganaré tiempo para que los Sacerdotes Rúnicos abran un portal a la realidad, donde Nurgle no podrá alcanzarla.
-Ve con cuidado hijo del Señor de la Humanidad -la voz de Isha sonó con un tono suave y musical, cargado de verdadera preocupación y compasión por aquel guerrero que no pertenecía a su especie. -Nurgle furioso es tan terrible como el Señor de los Cráneos, ten mi bendición en esta batalla y vuelve, pues tu hora aún no ha llegado.
Russ hizo una torpe reverencia ante las palabras de Isha y se giró, caminando con tranquilidad y confianza absoluta hacia el rugiente Nurgle que le miraba con odio asesino. Suspiró concentrándose, debía liberar todo sus poderes y convertirse en algo más que un Primarca si quería ganar, debía dejar salir a la bestia que se removía inquieta en su interior ansiosa de lucha. Un aullido salvaje y animal salió de su garganta, mientras su cuerpo se empezaba a transformar a toda velocidad. Su tamaño se triplicó, sus dedos acorazados se transformaron en garras afiladas y sus manos se cubrieron de un pelaje rojizo, los rasgos de su cara se alargaron y cubrieron de pelo hasta tomar la forma de un enorme lobo. Sus ojos amarillos se posaron en Nurgle, que lo miró asombrado ante aquella transformación y notando que el Primarca era un ser carne y disforme a la vez, como lo era el propio Emperador. El Dios de la pestilencia blandió su arma saliendo de las ruinas de su mansión, dejando un rastro de baba contaminada y gruñendo furioso hacia aquella bestia. Russ se lanzó a por su presa, atacando con sus afiladas garras sin para y lanzando dentelladas contra el cuerpo de Nurgle, que paraba con rapidez pese a su enorme y abotargado tamaño. El Dios de la pestilencia aspiró aire un momento y lanzó una enorme bocana de amarillo humo tóxico contra el Primarca licántropo, que lo obligó a retroceder y toser sangre ante el virulento ataque. El suelo licuó hasta volverse un limo líquido, confiado que ya tenía al hijo del Emperador acorralándolo, Nurgle se lanzó a la carga para destrozarlo con su herrumbrosa arma. Russ gruñó y abrió sus fauces, lanzando una ola de viento helado proveniente del propio Fenris, congelado el limo tóxico por donde se movía Nurgle y cubriéndolo de hielo helado hasta el pecho, inmovilizándolo como si fuera una grotesca estatua. Russ avanzó lentamente, debilitado por el asqueroso miasma lanzado por su enemigo, mostrando sus largos colmillos manchados de sangre y dejando largos surcos con sus garras, viendo cómo Nurgle lo miraba aterrado y forcejeaba por liberarse, cuando una figura alada apareció en el cambiante cielo disparando contra el lobuno Primarca para salvar al indefenso Dios. Russ se giró y corrió al bosque, esquivando con facilidad los disparos de Linterna de Mortarion, que se posó descendiendo con sus las de mosca ante Nurgle y cubriéndolo ante cualquier posible ataque, viendo como su hermano escapaba y sonriendo de forma amargamente divertida bajo su respirador, al ver el deplorable estado de su Señor.
Russ había vuelto a su forma original, caminaba a trompicones y tenía la frente perlada por el sudor de la fiebre, su cuerpo sobrehumano luchaba contra la pestilencia de Nurgle y volver con sus guerreros. Cada paso que daba era une esfuerzo titánico y sentía que sus oídos zumbaban sin parar, agotado, cayó de rodillas, maldiciendo en fenrisiano y sintiendo que su conciencia empezaba a ir a un lugar muy lejano. Entonces la vio, caminando con ligera suavidad, sus pies descalzos no se manchaban con la suciedad del bosque corrupto e irradiaba una aura de pureza que no había visto en la vida, las deformes criaturas del Caos se retorcían y huían a su paso, ese era el poder sanador y purificador de Isha. La Diosa con delicadeza posó una mano iluminada en la frente de Russ, acabando con la enfermedad de Nurgle con facilidad, pues el purulento Dios le daba a probar cada creación macabra que ideaba. Una sensación de bienestar y pureza recorrió el cuerpo de Russ, sintiéndose tan revitalizado, que hasta sus canas desaparecieron y si rostro pareció rejuvenecer, volviendo a notar una fuerza e ímpetu que tenía hace diez milenios. Aliessa carraspeó, sacando a Russ de su ensoñación para captar su atención, el Primarca olió como si ella hubiera tenido celos de su propia diosa ante aquella escena y no pudo evitar sonreír.
-El portal está listo, pero tenemos un problema -Aliessa señaló a Isha con dedo enguantado y suspiró ampliamente frustrada. -Isha es un ser del Empíreo, no puede salir de la Disformidad si no es un recipiente. Khaine tiene sus avatares, pero Isha no tiene uno a donde alojarse.
-¿Entonces como lo hacemos? -gruñó Russ, sintiendo que todo lo que habían hecho tal vez fuera en vano y que al final no pudiera llevar a la diosa de la vida ante Emperador para curarlo con sus poderes. -Debemos sacarla de aquí, si no Nurgle u otro de los dementes Dioses del Caos la devorará.
-Solo hay una solución -respondió Isha, mirando de forma benevolente a Aliessa y tomando sus manos enguantadas con delicadeza. -¿Estás dispuesta a ser mi heraldo y elegida, mi niña?
-Yo... lo estoy... ese es mi destino -Aliessa asintió emocionada, sabiendo que tal vez dejará de ser ella misma y se convirtiera en algo mucho más que una simple Aeldari. -Tomad mi cuerpo y seamos una, salvemos está galaxia condenada de su muerte.
-Haré qué seas recordada en toda la galaxia, por este sacrificio que haces -la voz de Russ pareció frágil, llena de una pena que quería ocultar y no dejar visible que se había acostumbrado a la personalidad y presencia de la Aeldari. -Gracias por hacer esto, Aliessa.
Aliessa asintió y se arrodilló ante Isha, la diosa brilló en la oscuridad de aquel retorcido bosque corrupto como un sol, haciendo retroceder la corrupción y haciendo brotar hierba verde a su alrededor. La vida sin corromper se abría paso esa luz, los Lobos permanecieron en solemne silencio y mirando la escena con emoción, aquello era un sacrificio digno de las grandes sagas y debía ser recordado. La luz de Isha se transformó en cientos de zarcillos, que entraron en el cuerpo de Aliessa y la elevaron, dejándola flotar a varios centímetros sobre la hierba, las gemas espirituales de su cabello se soltaron y de ella empezaron a crecer hueso, músculos y piel, devolviendo a la vida a los compañeros de la Aeldari. Cada Astarte sintió una leve calidez en su interior y como sus heridas se cerraban aún más rápido, además de rejuvenecer varios cientos de años, mientras el cuerpo de Aliessa era envuelto en la luz blanca cegadora. La Aeldari descendió y quedó arrodillada, su larga melena rubia brillaba como el oro y sus ojos azules se habían vuelto dorados, sus manos enguantadas buscaron a tientas el respirador y se lo quitó de un fuerte tirón, dejando ver su bello rostro perfecto a la vez que frágil. Russ se acercó a ella, sin hacer caso a los renacidos Aeldari y le ofrecío su mano con cuidado para qué se levantará, mientras se escuchaba los aullidos y los golpes de puño contra los petos de los Lobos Espaciales.
-Es hora de irnos, la galaxia nos espera -dijo Russ con solemne determinación y sonrió amable a la encarnación de Isha.-¿Cómo debo llamarte ahora?
-Aliessa, sigo siendo yo, pero porto en mi interior a la madre de los Aeldari -Aliessa se puso en pie y asintió ante la aseveración de Russ, pues había visto la galaxia y los horrores que se alzaban sobre ella. -Sí, el Gran Devorador amenaza con acabar con la vida de todos los mundos. Los viejos enemigos de mi pueblo han despertado de su letargo, el Caos se ha convertido en una amenaza imparable y una marea verde se desborda por la galaxia -el silencio se hizo dueño del lugar ante las palabras de la avatar de Isha y de los peligros que acechaban a la galaxia. -Pero hay esperanza, el León ha despertado de su letargo y el señor de Ultramar se alza con una nueva hueste y la alianza de una nueva facción Aeldari. Es la hora de que el Lobo aullé en la galaxia y todos sientan su ira, es tu momento de volver y traer esperanza a la galaxia, Russ.
Asistiendo en silencio, Leman Russ y Aliessa cruzaron el portal, seguidos por los Aeldari resucitados y los restos de la primera compañía de los Lobos Espaciales, mientras en la lejanía se escuchaba el lamento de Nurgle y las burlas de los demás Dioses del Caos por la desgracia de su hermano.
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