El universo se moría, las galaxias ardían y los sistemas planetarios se desmoronaban, ya fuera en las tormentas de fuego de estrellas hinchadas por tumores de energía o por soles que implosionaban sobre sí mismos, transformándose en enormes y voraces agujeros negros. Nunca antes en sus viajes había visto algo así, ni siquiera en la guerra del tiempo o cuándo descubrió al Amo escondido en un planeta olvidado en la era de la muerte de los soles, esta vez era la verdadera muerte del universo y el Doctor lo sabía. La Tardis temblaba con violencia sin cesar, los cables colgaban por encima de la cabeza del Doctor chisporroteando sin parar, mientras se movía alrededor de la consola que rodeaba en convertidor central de flujo temporal, intentando mantener el control de la nave. Había salvado el universo millones de veces en más de una docena de vidas, pero esta vez la solución parecía esquiva, incluso para él, sabía que se debilitaba y que su tiempo se agotaba, el cambio era inminente, pero quería salvar al universo una última vez. El Doctor miró una de las pantallas, una señal parpadeaba sin parar en ellas, sacó con cuidado de su chaqueta roja unas gafas y se las puso con delicadeza.
-¿Qué es esto?-se preguntó mientras se agarraba a la consola, sin apartar la vista de la pantalla. -¿Es una interferencia? No…no, es una llamada... una señal... ¿Cuánto tiempo llevas ahí llamándome, pequeña?
Tecleó sin parar buscando el origen de la llamada, la pantalla cambio mostrando un enorme mapa y escaneando cada sistema del universo. Los ojos del Doctor se abrieron mucho al ver el origen de la señal, el mismo centro del universo, un lugar donde nadie había ido, ni siquiera él en sus viajes. Introdujo la ruta y aceleró la Tardis hasta la máxima potencia, el rugido de los motores se mezclaba con el retumbar del universo moribundo contra la estructura de la nave. El Doctor se agarró a la consola, sintiendo que el cambio había comenzado en su cuerpo, su rostro y manos se iluminaron con luz dorada, mientras llamaradas salían de los paneles de la estructura de la Tardis y cables caían agitándose como serpientes, sin dejar de soltar regueros de chispas. Era el peor momento posible, pero ya no podía detener el cambio, su rostro cambiaba sin parar, tomando aspectos y formas usadas en sus anteriores regeneraciones, cómo si todos antiguos yo querían una nueva oportunidad de vivir y ser otra vez el Doctor. Cayó al suelo con las manos en la cabeza, mientras las voces y recuerdos se mezclaban en su mente, amenazando con romper su excéntrica cordura y perderse en un mar de locura irracional. La Tardis empezó a zarandearse sin parar, el metal chirrío amenazando con romperse al entrar en la atmósfera del planeta de destino. El Doctor salió despedido contra las paredes de la nave, cuándo la Tardis impactó contra el suelo y gimió igual que un animal herido. Un grito desgarrador salió de su torturada garganta, cuándo todas sus anteriores personalidades se fusionaron en una sola, su rostro se transformó en una mezcla de los rasgos de cada una de sus vidas pasadas. Sé levantó tambaleándose igual que un bebé, al intentar dar sus primeros pasos, alzó las manos y comprobó su rostro, su pelo y el resto de su cuerpo.
-Bien... dos piernas, dos brazos... y soy un hombre esta vez -se sorprendió al escuchar su voz, pues era más grave que antes, mientras salía de la Tardis. -Veamos dónde estamos y cómo salvamos a universo.
El Doctor se alejó de la Tardis y miró al cielo, el asombro le llenó el rostro al ver un sol amarillo y cuatro agujeros negros rodeando al planeta. Sabía que era imposible una confluencia semejante fuera natural, se palpó los bolsillos y una sonrisa apareció en su rostro, cuándo sacó de uno de ellos con cuidado su nuevo destornillador sónico. Lo observó con detalle, parecía más grueso y largo que los anteriores cuándo lo activó, el sonido que hizo le indicó que había encontrado la fuente de la señal. Estirando el brazo hacia delante con el destornillador en la mano, giró en redondo hasta que sonó un pitido, marcando la dirección a seguir, otra vez volvió a asombrarse al ver una ciudad a lo lejos con la típica arquitectura de los señores del tiempo, como el origen de la señal. El Doctor avanzó por la tierra baldía en dirección a la ciudad, en su camino hacia su objetivo se encontró restos de naves estrelladas desperdigadas. Eran más antiguas de lo que podía fechar su destornillador sónico, restos de naufragios o tal vez de una guerra en los albores de la vida del universo, esas dudas quedaron en su mente hasta llegar a los altos muros de la ciudad. Cruzó las enormes puertas que yacían abiertas de par en par, en ellas se veía grabadas imágenes cuadradas idénticas a la Tardis. Ante él se mostró una larga avenida llena de estatuas que parecían observarle, se acercó a la más cercana y la estudio con detenimiento, era un hombre anciano vestido de forma extraña y a la vez familiar, el rostro y sobre todo la mirada de la estatua le eran conocidas pero sin poder ubicarla en su memoria. Bajó la mirada al pedestal sobre donde estaba la estatua y leyó en voz alta la pequeña placa de bronce grabada:"El Doctor, Universo 2348". Alzó las cejas y se acercó a la siguiente estatua, leyendo la placa del pedestal y su intriga fue mayor, siguió avanzando por la avenida comprobando todas las placas de las estatuas, cada vez más convencido que en vez de una ciudad era un monumento dedicado a él.
Al final de la avenida, ocupando el centro de la ciudad se alzaba un enorme edificio, rematado con un techo semiesférico de plata pulida, el Doctor subió las escaleras hasta llegar a entrada del edificio. Las puertas de bronce se abrieron ante él, antes de poder llegar a ellas, se encontró con un hombre muy anciano vestido con una túnica marrón, llevaba una bufanda multicolor enrollada al cuello, se apoyaba en un viejo bastón y lo observó con sus ojos grises, su rostro venerable estaba lleno de arrugas y el largo pelo blanco echado hacia atrás.
-Llegas un poco tarde -dijo el anciano mirándolo con diversión, mientras le indicaba que se acercara con un movimiento de mano .-Vamos Doctor, tenemos que salvar el universo... o crear uno nuevo en el peor de los casos...
-Espera, espera…no te has presentado -el Doctor sacó su destornillador sónico y lo apuntó al anciano. -Dime quién eres y qué este lugar...
-¿De verdad que era tan impulsivo a tu edad? -la pregunta salió de los labios del anciano, mientras sacaba de un bolsillo de su pantalón con una sarmentosa mano un antiguo y viejo destornillador sónico. -Yo soy el Doctor, para ser exactos el Doctor del primer universo que existió.
-¿Entonces todas esas estatuas son representaciones nuestras? -la voz del Doctor sonó llena confusión y siguió al anciano al interior del edificio. -Si tú eres una versión de mí, entonces explícame que es este sitio y tu historia.
-Estás en Santuario, cuándo sucedió el fin de mi universo, creé este punto fijo en la confluencia de universos, para salvar lo que pude -la voz del anciano sonó triste al explicarse, sin dejar de caminar por el largo pasillo. -Al final solo quedó este planeta y se desató la última guerra, los Dalek, los Cibermen y muchas otras razas lucharon por el último mundo existente.
-Entiendo, todos querían para sí mismos el último mundo habitable del universo -el Doctor asintió con amargura, imaginándose lo sucedido. -¿Pero entonces como reiniciaste el universo? ¿Cómo lo salvaste, Doctor?
-Estás en lo cierto, ninguna raza quiso compartir Santuario, por eso construí la bóveda del reinicio... el sitio donde estamos -el anciano abrió los brazos al salir del pasillo a una gran bóveda, donde miles de Tardis volaban a toda velocidad, alrededor de una máquina de aspecto ancestral. -Allí está la máquina del Bing Bang, la usé para recrear el universo todas las anteriores veces hasta ahora.
-Impresionante, ¿cuántas Tardis y versiones de mí mismo hay aquí? -preguntó el Doctor sin apartar la mirada de todo, examinando hasta la última pieza y formando un plan mentalmente. -¿Nunca has conseguido salvar a un universo moribundo, verdad?
-Hay unas dos mil cuatrocientos noventa y nueve Tardis con sus respectivos Doctores -la respuesta del anciano sonó cansada, sin dejar avanzar cojeando hacia la máquina y de mirar al Doctor. -Nunca lo he conseguido, solo he podido reiniciar de cero el universo y dejar este lugar fijo en cada versión nueva, por qué utilicé nuestra esencia como piedra angular de todo el entramado. ¿En qué estás pensando?
-En Galifrey, durante el último día de la guerra del tiempo, conseguí salvarla -la voz del Doctor sonaba frenética explicando su plan, su mirada estaba fija en la enorme máquina que se alzaba ante él y las Tardis. -Con tantos Doctores y sus Tardis, ¿no podríamos repetir lo mismo a nivel universal, Doctor?
-¡Oh Dios! ¡Sí, muchacho! -el anciano Doctor se emocionó ante la idea y la posibilidad, en sus ojos apareció un brillo especial y una sonrisa se dibujó en su rostro. -Si trece versiones de un solo Doctor pudo salvar un planeta, dos mil quinientas pueden salvar el universo. ¡Hagamos un último vuelo que salvará el universo una última vez!.
El Doctor alzó su destornillador sónico, brilló y sonó su característico pitido con fuerza, haciendo a aparecer su Tardis detrás de él. Los dos Doctores se miraron, el anciano se giró y caminó hasta su antigua Tardis, situada junto a la máquina del Big Bang, sin volverse a mirar atrás, cada uno se montó en su nave, para hacerlas despegar junto al resto que volaban por la bóveda. Las energías regenerativas de los Doctores fluyeron a través de las Tardis, llenando como nunca antes la antigua máquina con energía de los todos Doctores, la máquina empezó a brillar cada vez con más fuerza, emitiendo una luz que cubría todo a su alrededor, se expandió envolviendo a Santuario, el sol y los agujeros negros, extendiéndose con celeridad para envolver al universo con un abrazo de luz y calor, devorando toda la oscuridad y muerte. El Doctor despertó confuso, tumbado sobre la fresca hierba de un prado junto a la Tardis, sin saber si todo había sido verdad o un sueño. Se levantó aún mareado, mirando el sol que se ponía en el horizonte y sonrió levemente, cuándo se giró hacia la Tardis vio algo junto a ella. Al acercarse encontró una bufanda multicolor atada al picaporte y un viejo bastón apoyado en puerta, cuándo los tocó supo que todo había sido real y que habían tenido éxito, pero una duda creció en su mente. ¿Era el último Doctor? ¿Era el primero? ¿O era todos y ninguno de todos los Doctores presentes en Santuario?.
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