Transformers: El legado de Megatron

 Galvatron miró aquel foso en la corteza metálica de Cybertron, en su profunda oscuridad pudo vislumbrar tenuemente los cuerpos de cientos de miles de Transformers, pudriéndose en el olvido por largo tiempo. Eran los cuerpos de los esclavos, gladiadores y Decepticons que habían sido destruidos por los Autobots y arrojados al olvido por el consejo regente de los Prime, antes de la rebelión y la guerra civil. Los dedos de su mano derecha jugaron con la pequeña celda de energía, sintiendo cómo los restos de aquella chispa aprisionada aún se debatía débilmente por liberarse. Apretó con fuerza la celda de energía y la arrojó al vacío, desprendiéndose de la última parte de su interior que no había cambiado por el poder de Unicron, allí en la oscuridad y el olvido se perdería Megatron para solo ser una anotación a pie de página más en la historia. Observó cómo aquel pequeño recipiente caía a la oscuridad, una muerte miserable para una parte de sí mismo, que le ataba a un pasado que quería olvidar para siempre en pos de una nueva gloria.

La celda cayó y rebotó sin parar entre los restos destrozados de los Transformers olvidados milenios atrás, cuerpos de los rebeldes que lucharon contra la tiranía de los Quintessons, de los esclavos del sistema de castas implantado por el consejo de los Prime y de la rebelión armada de los Decepticons. El recipiente se golpeó con fuerza contra el suelo metálico, rompiéndose y dejando escapar una pequeña chispa de energía, que agonizaba y que flotó entre los restos. Descendió y se introdujo en un viejo modelo sin apenas forma definida, reclamando aquel esqueleto mecánico como su nuevo recipiente. Los huesudos dedos metálicos se crisparon y la luz roja de sus lentes oculares se encendieron, con un chirrido a metal oxidado y corroído se incorporó con un esfuerzo titánico. Los recuerdos de aquella chispa fluyeron, grabándose a fuego en el cerebro mecánico de su recipiente las escenas de su anterior vida, que se volvieron tan nítidas como si hubieran acabado de ser vividas.

Recordó cuándo era un simple esclavo minero sin nombre en uno de los asteroides, que el consejo atrapaba en la órbita de Cybertron para extraer de su interior hasta el último recurso. El sonido de picos, los gruñidos de esfuerzo y el restallar del látigo de energía, lo hizo estremecerse de manera inconsciente y al ver todos aquellos cuerpos recordó el motivo que le hizo hacer todo. Tras la derrota de los Quintesors y la creencia de su extinción, el consejo de los Prime había decidido que cada Transformer tendría una función asignada por ellos y no una elegida por cada individuo. El nuevo recipiente esquelético rebuscó entre los restos podridos y oxidados, seleccionando partes que se ajustarán a su nueva forma. Sabía que ahora vendría el dolor de las reparaciones y de las mejoras, de cubrir aquel simple chasis protoforma con órganos mecánicos, músculos sintéticos y el blindaje para sobrevivir en aquel ambiente hostil, que tan parecido era a las minas de los esclavos. Aquel pensamiento lo llevó a recordar un momento de su vida, un instante que lo cambió todo, lo más intrigante de todo era que aún ahora no sabía si lo hizo por la libertad o por la ira.

-¡Maldito viejo! -gruñó el capataz de los mineros esclavos, alzando su látigo de energía y azotando al anciano minero, que yacía en el suelo del pozo principal de extracción. -¡He dicho que vuelvas al trabajo! ¡El consejo quiere este asteroide limpio en tres ciclos!

Los esclavos observaron en silencio con las cabezas gachas, sus ojos miraban cargados de miedo y terror de ser los siguientes. D-121 apretó los puños, todos temían a los crueles capataces y sus accesos de ira por no cumplir las cada vez más exigentes cuotas de mineral impuestas por el consejo de los Prime. Los gritos del anciano resonaron por el túnel minero, cada latigazo de energía dejaba surcos en su carcasa metálica y mostraba los brillantes órganos internos, mientras todos temblaban asustados de la brutalidad del castigo. La ira creció en D-121 y sus puños apretaron la empuñadura del pico minero con fuerza, debía hacer algo o en anciano D-002 sería reducido a chatarra. Sin pensarlo se lanzó hacia delante, golpeando y clavando el pico en la espalda del capataz, que chilló de sorpresa y dolor al sentir la herida. El capataz giró el látigo y golpeó en pecho a D-121, dejando un largo surco del cual salió la purpúrea sangre, pero eso no lo detuvo. Enfurecido por siglos de opresión y abusos, se lanzó en plancha contra el capataz, derribándolo y acabando ambos en el suelo. Sus manos rodearon el cuello de su opresor y apretaron con la fuerza nacida del odio, la desesperación y de la sed de venganza. Sin piedad alguna y sintiendo los golpes del capataz, tiró con sus potentes manos encallecidas del cuello, arrancando la cabeza del capataz y salpicándose entero de su sangre. Un tenso y turbado silencio llenó el pozo minero, todos empezaron a temblar de pánico por la muerte del capataz y ante el castigo que les daría el consejo, D-121 arrojó la cabeza de su enemigo muerto y ofreció su mano al anciano para qué se levantará.

-Arriba anciano -dijo D-121, levantándolo sin esfuerzo y sonriendo levemente, ante la sensación de poder ser él quien decidiera su propio destino. -Hay que curarte esas heridas y tratar las mías -miró el surco que cruzaba su pecho y borraba su nombre de esclavo. -Nos alzaremos como lo hizo Megatronus contra nuestros opresores, ya no soy D-121. Ahora soy Megatron en honor al gran héroe.

-Debes escapar de este asteroide minero -el anciano D-002 le señaló uno de los túneles laterales con su vieja mano y con una mirada de esperanza en sus ojos. -Escapa Megatron, derriba los cimientos de esta sociedad tiránica...

Aquel recuerdo se esfumó como si hubiera sido unas volutas de humo, Megatron se sintió cansado tras horas de reparaciones y mejoras con restos de piezas de desperdicio. Al menos ahora su nuevo cuerpo estaba completo y totalmente operativo, un sentimiento de nostalgia le empañaba la mente, mientras observaba el pequeño fuego que había encendido. Gruñidos y el raspar metálico llamo su atención, sabía que en aquellas zonas olvidadas había depredadores creados para la caza o como guardianes por los Quintessons. Sus manos se cerraron alrededor de los mangos de dos hachas herrumbrosas y sin apenas filo, al ver los ojos rojos y azules en la oscuridad observarle con voraz malicia. Tres enormes mastines mecánicos salieron de las sombras, sus formas eran fuertes y alargadas, su piel blindada se veía pulida en colores oscuros, sus babeantes bocas mostraban colmillos como dagas y cada paso que daban dejaban marcado el suelo con sus poderosas garras. Megatron ya estaba en pie, listo para combatir contra aquellas fieras hambrientas, como había hecho centenares de veces en la arena de gladiadores ante la mirada de millares de Transformers favorecidos por el consejo. El primero se lanzó en una carga frenética, disparando unos láseres duales que tenía insertados en su cadera, ansioso en devorar al Decepticon caído en desgracia. Megatron esperó el momento preciso, apartándose a la izquierda y descargando un doble golpe con sus hachas, atravesando el blindaje superior de la bestia y rompiéndole la columna vertebral. Los otros dos mastines saltaron en ese instante sobre él, abriendo surcos en su blindaje, mientras su presa se revolvía desesperado, para intentar quitárselos de encima. Megatron soltó su hacha derecha y agarró del pescuezo a uno de los mastines, arrojándolo al fuego con un fuerte tirón, para luego dejarse caer de espaldas para aplastar con su peso al último mastín. La bestia se revolvió y saltó hacia un lado, evitando quedar aplastado por el peso de su enemigo y empezó a gruñir, poniéndose en posición. Megatron recogió el hacha que había soltado y se incorporó de un salto, arrojando el hacha recién recogida a la cabeza del mastín en llamas que empezaba a arrastrarse fuera del fuego, partiendo su cabeza como si fuera un melón. El depredador en guardia aprovechó el momento y saltó hacia su presa, en un intento de derribar al Decepticon y destrozar con sus fauces la cabeza de su enemigo. Megatron se giró sobre sí mismo y golpeó con la parte plana del hacha la cabeza de la bestia, derribándola en mitad del salto y luego puso el filo en su largo cuello, mientras posaba uno de sus pesados pies sobre el lomo blindado para inmovilizar al mastín.

-¡Basta! -gruñó Megatron, su tono de mando no admitía discusión alguna y su mirada inclemente, fue suficiente para que la bestia dejará de moverse. -Puedes morir por mi hacha o acompañarme en mi viaje por este lugar baldío, tú decides.

-Los fuertes mandan... los débiles obedecen o mueren -rugió el mastín, mirando los restos de sus compañeros destruidos sin compasión o pena alguna. -Te serviré... ¿Cuál es tu nombre, mi señor?

-Mi nombre es Megatron…-Megatron lo dijo con amargura y tristeza mal disimulada, apartando el arma y liberando al mastín de su pie, a la vez que le daba la espalda. -Como el nombre del Tirano de Cybertron y en honor al antiguo héroe Megatronus, un nombre odiado por todos. Tú eres una bestia sin nombre y necesitas uno, serás Furia y te dirigirás a mí como Gigatron, solo tú sabrás mi verdadero nombre. Tómalo como un acto de confianza entre ambos.

Aquel foso se extendía incluso debajo del caparazón metálico de Cybertron y sus ciudades en ruinas por la guerra en forma de bóvedas gigantes. Debajo había restos de las viejas ciudades del inicio de la era de los Quintessons y de los primeros Transformers, cientos de toneladas de basura, deshechos y cuerpos habían sido arrojados durante milenios desde la superficie, dando el aspecto de aquel lugar de un campo de guerra olvidado. Megatron y Furia recorrieron los túneles, encontrando carroñeros y bestias salvajes a cada paso que daba entre aquellas ruinas olvidadas hacía siglos. Las marcas de la guerra en Cybertron eran visibles incluso entre sus entrañas ocultas, sabía que el mayor culpable de toda aquella destrucción era él. Ahora mismo, estaba viviendo como un recolector de basura y de piezas en Última Vectris, un poblado fortificado habitado por desterrados, olvidados y carroñeros de todo tipo. Miró la pantalla de información de aquella pequeña tasca de mala muerte, su mano derecha acarició por inercia el blindaje de Furia, mientras se preguntó cuándo había cambiado y transformado de un libertador a un monstruo hambriento de poder. 

Los recuerdos volvieron a fluir como el agua, mientras observaba la información de la guerra a cinco bandos abierta por Cybertron. Megatron recordó la batalla contra el gladiador gigante Ocrix, un antiguo guardián de los Quintessons, que se había ganado la fama de gladiador invicto en las arenas de las clases altas. La lucha había sido cruenta y larga, hasta que consiguió derrotar a Ocrix destruyendo su cabeza con su cañón de plasma, pero el daño que había recibido por parte de su titánico enemigo fue enorme. Yacía en un estado de semi inconsistencia sobre una mesa quirúrgica, el sonido de los goteros y el jadeo de su pesada respiración resonaba en sus oídos, su visión borrosa vio tres forma ovoides flotar a su alrededor que tomó por alucinaciones por los calmantes. Aquellos seres ovoides flotaba sobre él, sus cuerpos metálicos tenían cuatro rostros metálicos que miraban con malevolencia, unos largos flagelos de metal salían ondeando de sus cuerpos, dándoles el aspecto de enormes medusas. Megatron se esforzó en escuchar sus agudas voces, usando todo su esfuerzo por no perder la conciencia y sumirse en el sueño narcótico de los sedantes.

-Este es poderoso -dijo el Quintesson de su derecha, señalando a Megatron con uno de sus tentáculos y mirándolo como si quisiera diseccionarlo. -Tiene el potencial para ser un Prime y eso lo hace peligroso para nosotros.

-Entonces deberíamos eliminarlo de la ecuación -respondió el Quintesson de la izquierda, a la vez que la punta sus flagelos se abrían como una flor mostrando sierras, agujas y más material quirúrgico.-Parecerá que murió de sus heridas y nadie sospechará de la muerte de un mísero gladiador.

-¡No! -rugió el Quintesson del centro com sus cuatro rostros a la vez, mostrando furia en cada uno de ellos ante la obtusidad de sus compañeros. -Los usaremos como un arma para destruir al Consejo de los Prime y haremos que Cybertron caiga en la anarquía, para luego recoger los despojos -el tono de sus voces mostró un malsano deleite al escuchar sus propias palabras. -El que debía ser su salvador, será su destructor. Modifiquemos su minúscula mente para que sea ambicioso y cruel, tanto que no le importe el método que tenga que emplear para conseguir el poder.

Los tres Quintessons extendieron sus tentáculos hacia la cabeza de Megatron y modificaron sus patrones mentales de una forma complicada a la vez que sutil, borrando su rastro de aquella manipulación de los recuerdos del gladiador, pero quedando grabados a fuego en lo más profundo de su chispa. Megatron parpadeó, saliendo de aquellos recuerdos olvidados ante el sonido de las alarmas y los gritos de pánico de los reunidos a su alrededor. Un largo suspiro salió de sus labios metálicos y salió fuera de la tasca con Furia a su lado, observando cómo los habitantes de Última Vectris cogían sus toscas armas y corrían a los muros defensivos de chatarra, para defender el asentamiento del ataque que estaban a punto de sufrir. Su cuerpo se movió por inercia y subió por las rampas de acceso a las murallas de chatarra para observar la situación, sus ojos miraron a la partida de guerra que estaba ante el asentamiento. Llevaban emblemas tachados y medio borrados de las cinco facciones en guerra por Cybertron. Desertores y traidores, sus labios escupieron aquellas palabras con asco y sintió un extraño odio por ellos, al recordar a su antiguo traicionero lugarteniente Starscream. El líder de aquel grupo de renegados era un enorme Decepticon, a simple vista podía deducir que se podía transformar en un tanque de asedio por su fuerte y robusta complexión, sujetaba una enorme maza y su mirada cruel estaba fija en el asentamiento.

-Soy Crow, señor de la guerra de los Cortadores de dedos -el Decepticon lo dijo sonriendo cruelmente, a la vez que agitaba el collar de dedos metálicos que colgaban de su cuello. -Rendid el asentamiento, servidnos o morid como los perros que sois.

Megatron saltó de la muralla con sus hachas en sus manos, no necesita mirar atrás para saber qué Furia había saltado detrás de él. Caminó con paso tranquilo, sabía cuál era la única opción de supervivencia de todo el asentamiento y era desafiar a Crow por el liderazgo de su partida de guerra. Todas las miradas se posaron en él, en su blindaje descolorido y en condiciones pésimas, en su forma de andar, de sujetar sus armas y en su templanza, que mostraban a un guerrero curtido a la vez de agotado por una vida de guerra constante. Alzó su hacha izquierda y señaló a Crow, mirando a los ojos a aquel bruto, sin amilanarse en ningún momento.

-Te desafío por el liderazgo de tus guerreros -la voz de Megatron resonó como una sentencia de muerte, sabiendo que su enemigo no podía rechazar su desafío o los siguientes en retarlo después de tomar el asentamiento serían sus propios lugartenientes. -Lucha como un guerrero o huye como un cobarde.

-¡Maldita chatarra! -gruñó Crow avanzando con pasos medidos hacia Megatron, sujetando con fuerza con sus manos su poderosa maza de guerra y sabiendo que todos lo observaban. -Te destrozaré y me haré una copa con tu cráneo metálico.

Crow lanzó un rugido y se lanzó a la carga, igual que un rinoceronte embistiendo con la cabeza gacha para arrollar a su enemigo y poder derribarlo, para machacarlo con facilidad con su maza. Megatron sonrió, había visto aquella técnica demasiadas veces en la arena de los gladiadores, espero hasta el último instante y se apartó hacia la izquierda, para luego descargar un golpe sus hachas contra la parte trasera de las articulaciones de las rodillas de su enemigo. El crujido del metal al ser cortado y el grito de dolor de Crow enmudeció los vítores de ánimo de sus guerreros, cayendo de bruces al suelo mutilado y gimiendo de dolor al perder la parte inferior de sus piernas. Megatron pisó la espalda de Crow y descargó sus hachas contra el cuello de su enemigo, decapitándolo de un único golpe y haciendo rodar su cabeza por el polvoriento suelo. Soltó una de sus hachas y cogió la cabeza de Crow, alzándola para que todos la vieran con claridad y declarar su victoria.

-Yo soy Gigatron, vuestro nuevo líder -Megatron dijo la variante que había indicado a Furia de su nombre, sabiendo que si decía quién era en realidad levantaría suspicacias entre todos los presentes. -Hoy nacen los Protectobots, guardianes de Cybertron y de sus gentes -su voz tronó con un tono de emoción y sonrió ampliamente, arrojando la cabeza de Crow al suelo, como si fuera basura. -Ya no seréis exiliados, renegados o proscritos, sino héroes y protectores de nuestra especie.


Los gritos de júbilo y emoción retumbaron por Última Vectris, Megatron bajo su nueva identidad, había evitado una carnicería y creado una nueva facción en Cybertron. Una sonrisa apareció en su rostro al sentir a Furia restregarse contra su pierna derecha, acarició su lomo blindado con satisfacción ante lo que acababa de conseguir. Al fin era libre de verdad, de las cadenas del esclavista consejo de los Prime, de la arena de los gladiadores, de las ambiciones implantadas en su mente por los Quintessons, de la obsesión con Optimus Prime, del poder oscuro de Unicron y de su propio legado como Megatron. Caminó con aquellos guerreros por las polvorientas calles, aclamado por la multitud y pensando en como expandir Última Vectris, mejorar las condiciones de vida esta gente y transformar aquella ruinosa zona olvidada llena de muerte en un lugar de esperanza. Sabía que tarde o temprano se enfrentaría a las demás facciones de Cybertron, pero sobre todo con su parte más oscura y demente que gobernaba con crueldad a los Decepticons, Galvatron. Esa sería su prueba de fuego y comprobaría si había dejado atrás su anterior ser totalmente, siendo libre del legado sangriento de Megatron.

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