La lanzadera aterrizó en aquel polvoriento hangar de aquella instalación olvidada, el capitán Valack Aldis se colocó el respirador y miró al regimiento de Stormtroopers, que le acompañaba para reclamar aquel lugar antes que el Buró de inteligencia imperial y que el Inquistorium. Una sonrisa apareció bajo en su pálido rostro bajo el pesado respirador, el ruido de la rampa de desembarco lo sacó de sus pensamientos y dio la orden de salir de la nave. Los soldados de asalto bajaron a toda velocidad con sus armas preparadas para disparar, Valack desenfundó su pistola bláster y descendió tras ellos. Volutas de polvo flotaban en el ambiente con cada paso que daban, el hedor a cerrado era tan fuerte que traspasaba los filtros de los respiradores, produciendo arcadas a todos los presentes. Figuras mecánicas delgadas yacían tiradas en todas direcciones, como cadáveres resecos en una tumba abandonada y enormes contenedores oxidados apilados se alzaban en el hangar como ancestrales zigurats. Valack se arrodilló ante uno de los antiguos droides abandonados y destrozados, eran los característicos droides de guerra B1 de los Separatistas de las Guerras Clon. Varios droides astro-mecánicos descendieron pitando y chillando por la rampa de la lanzadera, pintados de negro y gris, mirando en todas direcciones y esquivando restos con facilidad.
-Que los droides activen la energía de la instalación -ordenó Valack, poniéndose en pie y quitándose el respirador, al ver las luces verdes de los sensores de su muñeca, indicando que el ambiente era respirable. -Y formad un perímetro de seguridad en las puertas de acceso, malditos inútiles.
Los droides pitaron y se alejaron a la búsqueda de los puertos de conexión más cercanos al sistema, iluminando su avance con sus luces integradas. Valack observó cómo los soldados tomaban posiciones ante las puertas blindadas de acceso a la instalación, eran torpes y sin experiencia, los peores soldados de la academia militar de Coruscant. Le habían prometido una nave de guerra y una tripulación de calidad por graduarse en la academia de oficiales como el mejor de su promoción, pero en vez de eso se le entregó un viejo crucero y una tripulación que nadie quería, todo para patrullar una zona olvidada del Imperio. Las luces se encendieron y parpadearon durante unos segundos hasta estabilizarse, las puertas blindadas de acceso a la instalación se abrieron de golpe y dio gracias al Emperador Palpatine, casi esperaba que sus nerviosos soldados se pusieran a disparar como unos locos idiotas. Se acomodó su gabardina negra sobre su uniforme y avanzó con paso rápido, debía organizar todo rápido y empezar con la inspección de su nueva base.
-Sargento Malik, formé un retén de seguridad en este hangar -dijo Valack señalando a uno de los tres sargentos, luego señaló a los otros dos. -Sargento Frigar delante con su escuadra. El sargento Gerk y su escuadra irán conmigo. ¡Adelante por el Imperio!
Las dos escuadras formaron, la primera avanzando en cuña con las armas apuntando hacia delante y en la punta de la cuña, un artillero sujetaba un lanzallamas. Valack iba detrás con el sargento Gerk y su escuadra, rodeándole para protegerle como un muro de carne acorazada en caso de un ataque desde atrás. Las luces parpadeaban, mostrando pasillos llenos de sombras danzarinas, bajo sus botas crujían los restos de los viejos droides Separatistas como si fueran ramitas secas. Todos podían sentir una extraña opresión y el silencio, únicamente era roto por los chasquidos de los comunicadores de los soldados al hablar a través de las frecuencias de escuadra. Cada cien metros se veían ventanales acristalados, que mostraban las cadenas de montaje del piso inferior, donde colgaban droides a medio construir, como si fueran parodias a cadáveres de animales colgados de los ganchos de una carnicería. Las salas laterales eran talleres de reparación, estaciones de recarga o laboratorios de investigación, también encontraron barracones vacíos con camas derribadas y taquillas destrozadas. Valack se detuvo y se arrodilló en el barracón, observando largas marcas de quemaduras en el suelo y pasó su mano enguantada.
-Sargento Gerk, usted es un veterano de las Guerras Clon -Valack lo dijo sin apartar la mirada de las extrañas marcas del dormitorio. -¿Esto son marcas de sable láser?
-Déjeme comprobarlo, Capitán -Gerk estudió las marcas y quemaduras del lugar, durante un instante su mente divagó a un tiempo más lejano y asintió levemente. -Sí, pese a que únicamente serví el último año de las Guerras Clon, estás marcas son del típico sable láser Jedi. Aunque no hay ningún informe sobre esta base en los registros de la guerra, tal vez fuera una misión secreta del propio templo.
-Entiendo, gracias Sargento -Valack se apartó pensativo y sintiendo un extraño escalofrío recorrer su espalda. Sabía que pese a pasar casi una década desde la Purga, aún había Jedis sueltos por la galaxia socavando la legitimidad del Imperio y del Emperador Palpatine. -Sigamos, quiero llegar al centro de mando de esta base y reclamarla de una vez.
Todos los soldados asintieron y los sargentos dieron la orden de avanzar, era evidente que iban con un paso más cauto y aún más tensos por el miedo de tal vez encontrar a un Jedi escondido en aquella base. El tiempo parecía correr a cuentagotas, los segundos parecían horas y Valack sentía como si algo o alguien los observará desde algún lugar, esperando para saltar sobre ellos. Todos sus instintos le decían que debían salir de allí, pero su desesperación por conseguir logros y el poder demostrar su valía, ganaron la guerra que se libraba en su cabeza. El grupo se detuvo ante una enorme puerta blindada, era de un grosor equivalente al casco de una nave de guerra, hecha para resistir artillería pesada y cargas de plasma, Valack sonrió ampliamente, sabiendo que seguramente que tras esas puertas estaba al fin el corazón de la instalación. Avanzó entre los soldados y pasó su mano enguantada por la polvorienta superficie, al hacerlo la puerta se abrió con un chasquido y sus hojas se guardaron en los marcos blindados laterales, dejando a la vista una amplía sala a oscuras. Valack dudó un instante y luego alzó su mano derecha, dando la orden de avanzar a la escuadra de vanguardia al interior. Al entrar, las luces se encendieron mostrando decenas de consolas y pantallas de control, cuerpos momificados yacían tirados sobre el suelo o en sus puestos, en sus ropas eran visibles el símbolo de la Tecno-unión. Las paredes estaban cubiertas de nichos verticales y en su interior descansaban estilizados droides envueltos en largos tabardos con capuchas, que cubrían sus cabezas con pulidas máscaras sin facciones, mientras sus carcasas estaban conectados a gruesos cables de datos y energía, pareciendo parodias de mecánicas de Jedis o Siths. Valack y el resto de sus soldados entraron, viendo en silencio aquel mausoleo y fijándose en la figura sentada en un trono de mando en el centro de la sala. Era un droide idéntico a los que había empotrados en las paredes, pero exudaba un aura tangible de amenaza y peligro, su cuerpo era más robusto y a la vez se veía que podría moverse a una velocidad endemoniada, su tabardo estaba más elaborado y llevaba un emblema cosido parecido al del Imperio. Su máscara facial era de metal rojo pulido y decenas de cables salían del techo, para conectarse en las diferentes tomas de su cuerpo mecánico y en el trono. Aquel extraño droide alzó su cabeza y los miró, helando la sangre a todos los presentes, al ver que estaba activo y cada soldado alzó su arma para apuntar a su figura.
-Sed bienvenidos a la instalación Peragus -la voz del droide sentado en el trono sonó extrañamente humana, mientras observaba con tranquilidad absoluta a los soldados imperiales. -Veo que la galaxia ha cambiado estos últimos años. ¿A quién servís? ¿A la República o a los Separatistas?
-Al ninguno de los dos, ya no existen y tampoco los Jedis -Valack se armó de valor, respondiendo al extraño droide y adelantándose al resto de sus soldados, confiando en la potencia de fuego y el respaldo de su pequeño ejército. -Ahora solo existe el Imperio y Palpatine es su gobernante absoluto. Tus enemigos y constructores están muertos desde hace tiempo, sírveme y encuentra tu lugar bajo las órdenes del Imperio.
-Ya veo, así que mi maestro lo consiguió -el droide se puso en pie y se rio de una forma extraña, haciendo una leve reverencia a Valack para presentarse. -Mi nombre es Dooku, el Conde Dooku. Líder Separatista y señor de los Siths conocido como Darth Tyranus.
-¡Eso es imposible! -gritó aterrado Gerk al lado de Valack, mientras temblaba de pánico al reconocer el nombre del antiguo líder de los Separatistas. -Dooku murió en la batalla de Coruscant, los Jedis lo mataron antes de la Purga.
-Es cierto, morí a manos del Jedi Anakin Skywalker -la máscara pulida del Dooku se deslizó hacia arriba, dejando ver la anciana cabeza del Sith insertada cibernéticamente en aquel cuerpo mecánico. -Pero un droide comando recuperó mi cabeza y se la entregó criogenizada a la Tecno-unión. Me transformaron en un cíborg, igual que el General Grievous -un tono de desprecio apareció en su tono de voz, mientras la pulida máscara cubría de nuevo si rostro. -Me he convertido en algo en lo que despreciaba y apenas siento la Fuerza en mi mente como un eco lejano, pero aun así es una oportunidad para vengarme de mi maestro. ¡Despertad mis guerreros!
Los cables conectados a Dooku y a los durmientes droides de los nichos se soltaron, retrayéndose y ocultándose, liberándolos y activándose todos al unísono. Valack sintió el miedo recorrer su espina dorsal, dio la orden de retirada bajo fuego sostenido contra el enemigo. Los Stormtroopers dispararon sus blásters contra aquellas máquinas de guerra, pero en ese instante de las muñecas de los droides salieron sables duales de un rojo carmesí, que movieron con una rapidez inhumana y calculada, devolviendo el fuego y derribando a varios de los soldados de blanca armadura. Dooku se levantó del trono y encendió sus antiguos sables, los sopesó con cuidado y lamentó en silencio no sentir su suave tacto, para luego lanzarse de un potente salto contra los aterrados Stormtroopers, que salieron en desbandada ante la visión de aquel Sith revivido mecánicamente. Valack no miró atrás, simplemente echó a correr por el largo pasillo y rezando por qué hubiera suficientes soldados para poder llegar al hangar, antes que le alcanzarán esos droides asesinos. El sudor empapaba su uniforme, los gritos y maldiciones del canal de comunicación llenaban sus oídos, mientras avistó la entrada al hangar. Una sonrisa de alivio apareció en su rostro, pronto estaría en la lanzadera y de vuelta en su crucero, para reducir a polvo con todas sus armas aquel lugar y la amenaza que había despertado a la galaxia. Al llegar a la mitad del hangar se dio cuenta del silencio sepulcral que reinaba en el lugar, tampoco había rastro de los soldados que había dejado protegiendo si ruta de escape. Decenas de droides comandos estilizados y cubiertos con capas holográficas de camuflaje aparecieron, dejando ver los cuerpos de los soldados de Valack y rodeándolo con tranquilidad, sujetando fusiles y pistolas blásters que le apuntaban con precisión mecánica.
Valack se derrumbó y soltó la pistola, quedando de rodillas en el polvoriento suelo, sintiendo las frías miradas de los droides que lo rodeaban para no poder llegar a la lanzadera. La enorme figura mecánica de Dooku entró en el hangar seguido de su comitiva de guerreros, su tabardo estaba manchado de sangre fresca y sujetaba con tranquila indolencia sus sables gemelos de rojo carmesí, deteniéndose ante la arrodillada figura del oficial Imperial, como un adulto ante un niño pequeño. La placa facial se deslizó hacia arriba y mostró el pálido semblante del Conde de Sereno, sus ojos se clavaron en Valack y lo estudió con tranquilidad absoluta, como si mirará un insecto interesante.
-Llevadlo al calabozo e interrogarlo a fondo -Dooku lo dijo de forma fría, mirando a través del campo de contención del hangar hacia la nave que se veía flotando en las cercanías entre el mar de escombros. -Tomad la nave y activad las cadenas de producción, vamos a reclamar nuestro lugar en la galaxia.
-¿Qué hacemos con los cuerpos? -preguntó uno de los encapuchados droides armado con sables de luz carmesí, mirando a los cuerpos inconscientes de los soldados imperiales. -¿Los quiere muertos?
-No, llevadlos a los laboratorios y que empiece su transformación -Dooku río macabramente, pues tomaría sus sistemas nerviosos y los convertiría en sus guerreros mecánicos Sith. -Una vez que estén instalados en sus nuevos cuerpos, que empiece la carga de los programas de obediencia y de entrenamiento de combate de todos los archivos de los Jedis y de los Siths recopilados durante de las Guerras Clon.
-Sí, mi señor -respondió droide cíborg asintiendo y dio las órdenes a los comandos para qué se llevarán a aquellos desgraciados, mientras se encaminó hacia la lanzadera con sus compañeros para asaltar y reclamar el crucero imperial. -Se hará su voluntad, Lord Tyranus.
Valack gritó de terror, mientras se lo llevaban arrastras dos droides comando hacia su aciago futuro. Dooku no le echó una segunda mirada, apagó sus sables de luz carmesí y empezó a planificar la campaña de venganza contra Palpatine por traicionarlo, dejándolo morir a manos de Skywalker. Aquel crucero y estos soldados serían la primera pieza de su plan, tomaría naves mercantiles, piratas y de patrulla de sistemas cercanos, creando una flota de guerra con ejército tan eficiente como los Jedis o Siths, pero con la lealtad ciega de los droides. Pronto todos los mundos volverían a temblar, ante la simple mención de su nombre y reclamaría lo que se le debía, la propia galaxia.
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