La guerra de la noche. Parte 4: La noche de los cazadores.

 El sol entraba por el enorme ventanal del dormitorio, el doctor Henry Zorton temblaba hecho un ovillo en una esquina del destrozado cuarto. Se miró las manos en carne viva de tanto lavárselas, todavía se sentía sucio y asqueado, por lo que su otro yo hacía noche tras noche. Henry se golpeó con las palmas de las manos las sienes, cuándo escuchó en su interior la cruel risa de Jack, burlándose él y llamándolo débil. Las lágrimas cayeron por su rostro, mientras pronunciaba el nombre de su amada Ana, sabía que la noche llegaría pronto y Jack saldría de nuevo a matar, sin que él pudiera impedirlo. Henry se acurrucó aún más en la esquina, temiendo que hoy fuera el día en que finalmente Jack tomará el control total de su cuerpo.

El sol empezaba a ponerse y Lestrad observó el edificio antiguo de piedra y madera, ese era el lugar que lord Greystoke había señalado, allí estaba la guarida del asesino conocido como Jack el destripador. Sus agentes estaban listos para entrar, detrás de él se encontraban Sherlock Holmes, el Doctor Watson y lord Greystoke listos para internarse en la casa. Lestrad había intentado convencerlos para qué se quedarán a salvo en el exterior, pero Holmes era un maldito testarudo y había insistido que cuántos más hombres fueran, más fácil sería reducir al Destripador. Dio las órdenes pertinentes y sus agentes avanzaron, bloqueando cualquier ruta de escape del asesino, una sonrisa apareció en el rostro de Lestrad, ya tenía al asesino en sus manos. Unas figuras oscuras los observaron, ocultas en las sombras de los callejones adyacentes, esperando que el sol finalmente se pusiera.

El ruido de la puerta principal al caer contra el suelo retumbó por todo el edificio, Jack alzó la cabeza tomando el control y relegando a Henry a lo más profundo de su mente, se levantó en silencio y avanzó hasta el destrozado tocador. Allí expuesto estaba el instrumental quirúrgico mezclado con cuchillos, sierras y garfios propios de un matarife, con una sonrisa cruel recogió con rapidez un par de afilados cuchillos y se pegó a la pared. Jack se quedó inmóvil junto a la puerta, escuchando los crujidos de los escalones de las viejas escaleras, la puerta se abrió de golpe y dos hombres entraron en el oscuro cuarto. Mantuvo la respiración, dejando que entraran en la oscuridad del cuarto, mientras sostenían lámparas de aceite encendidas y porras para reducirlo, saltó igual que un depredador sobre ellos, apuñalándolos por la espalda de forma frenética, sonrió deleitándose en los gritos de dolor y terror. Las lámparas cayeron al suelo derramando aceite ardiendo, las llamas lo iluminaron todo y Jack río tétricamente, para luego descender por las escaleras para enfrentar a los invasores de su morada.

El olor a madera quemada puso en alerta a Lestrad, gritó órdenes y pronto todos sus agentes se dispersaron por el enorme salón, listos para rodear a su presa en cuanto entrará en aquel lugar. El crujir de los escalones precedió la entrada de Jack, empapado en sangre fresca y con el rostro manchado de hollín, sujetando con delicadeza sus cuchillos y mirando en todas direcciones con crueldad. Lestrad sacó una pistola y dio la orden de rodearlo, sus agentes cerraron en un medio círculo alrededor del asesino, listos para luchar e incluso matarlo si era necesario. Podía escuchar el gruñido animal que salió de los labios de lord Greystoke, la exclamación de asco del doctor Watson y el murmullo pensativo de Sherlock de tras suya, pero a Lestrad lo que le importaba era que tenía atrapado al Destripador y volverían por fin a ser seguras las calles de Londres.

-¡Scotland Yark queda detenido! -Lestrad apuntó con su pistola al asesino, sabiendo que no tenía escapatoria. -Tire las armas y ríndase, no nos obligué a dispararle.

-No, os voy a matar a todos -una sonrisa maníaca apareció en el rostro de Jack y sus manos apretaron con fuerza las empuñaduras de sus armas. -Voy a disfrutar destripándo a todos vosotros, como si fuerais simples cerdos .

-Maldito maníaco -espeto Lestrad amartillado el arma y apuntó a la cabeza de Jack. -Última advertencia, suelta el arma o eres hombre muerto.

-Creo que aquí los únicos hombres muertos sois vosotros -dijo una voz fría y femenina, que parecía salir de la nada y de todas direcciones a la vez. -Mi amo desea al Destripador y es lo que tendrá.

Las sombras de salón parecieron agitarse, para momentos después salir de ellas furtivas figuras, que los miraban como si fueran simple ganado. Jack se estremeció confuso al reconocer la voz, sin poder apartar la mirada de los nuevos invasores de su refugio. Marie salió de las sombras, vestida con un ceñido traje de cuero negro, su rostro era de una palidez mortuoria, sus ojos se habían vuelto oscuros como la noche y su largo pelo rojo estaba recogido en una trenza. Hizo un simple gesto con una de sus manos enguantadas, al unísono las figuras ocultas en las sombras salieron a la luz, mostrando su terrible aspecto. Vestían ropas destrozadas y raídas, que marcaban sus esqueléticas formas, sus rostros eran tan pálidos como el de Marie, pero con un aspecto salvaje y demacrado, sus ojos eran hambrientos orbes rojos que miraban con voracidad, su pelo largo y enmarañado. Lestrad retrocedió un paso asqueado y algo asustado, su mano izquierda descendió hacía su bolsillo en busca de su silbato, tenía que pedir refuerzos o estarían todos muertos. Sherlock le sujeto a medio camino y negó con la cabeza, para luego mirar a Marie.

-Interesante, sus rasgos concuerdan a la descripción de la última víctima del Destripador - Sherlock Holmes se sacó su pipa y la encendió, luego dio una suave calada y sonrió. -En un principio pensé en el robo del cadáver, aunque no concordaba con el rastro del callejón, lo que me sorprende que pueda moverse por la perdida de sangre y las heridas causadas por el asesino. Viendo a los seres que la rodean, sospecho sin lugar a dudas que es usted similar a ellos. Por lo que creó son vampiros, es algo elemental, pues la palidez denota una falta de sangre y las marcas de su cuello, me hacen creer sin dudas que usted fue transformada antes de morir. ¿Me equivoco al decir que usted Marie Williams?

-Impresionante, señor Holmes -Marie sonrió mostrando sus afilados colmillos y aplaudió con suavidad. -Su mente es tan aguda como dicen, pero por desgracia para todos vosotros debéis morir. ¡Matadlos y capturad al Destripador!

Las criaturas vampíricas se lanzaron al ataque, rugiendo furiosos, ignorando los disparos y cayendo sobre los aterrados agentes de Scotland Yark, para abrirse paso hacia su objetivo. Marie avanzó con tranquilidad, esquivado los ataques con facilidad en dirección a Jack, que se ponía en guardia para enfrentarse a ella. La lucha se volvió desesperada, nada parecía afectar a los vampiros que luchaban como lobos hambrientos, Lestrad vio como sus hombres morían con rapidez, mientras los famélicos vampiros se alimentaban de la sangre de los caídos. Jack se lanzó a la carga contra Marie, intentó apuñalarla con ataques salvajes, que ella paraba con facilidad con sus manos desnudas. Ella abrió los abrazos dejando que Jack le clavará los cuchillos, una sonrisa aterradora apareció en su femenino rostro y su mano derecha se movió con la velocidad del rayo, agarrándolo por el cuello y levantándolo como si no pesará nada, mientras se deleitaba del miedo que afloró en los ojos de su asesino. Los gruñidos de sus esbirros la alertó, un nuevo enemigo entró por la puerta principal, se giró y lo observó con cuidado sin soltar a su presa. El vampiro más cercano a la entrada se lanzó contra el hombre que acababa de llegar, siseando y gruñendo como un animal salvaje. El extraño hombre se apartó con facilidad del vampiro a la vez que le lanzó una esfera de vidrio, la esfera chocó con el rostro de la criatura, rompiéndose y derramando un espeso líquido sobre el cuerpo del vampiro. El monstruo gritó de dolor, cuándo el agua bendita le empapó entero, su cuerpo empezó a humear y su carne a derretirse como si fuera cera, mientras se retorcía de dolor en el suelo. El hombre sonrió y sacó una espada de su oscuro abrigo de cuero, el filo de plata del arma brilló, dejando ver los textos sagrados grabados en la hoja, cuándo se lanzó a la carga contra los vampiros. El arma bendita del desconocido abría grandes tajos en la carne de los vampiros, Marie bufó y avanzó hacia las sombras sin soltar a Jack, para escapar y cumplir con su misión. Lestrad corrió a hacia ella para intentar detenerla, con tranquilidad ella dejó caer a un medio ahogado Jack al suelo y sacándose los cuchillos clavados en su cuerpo, para lanzarlos con una rapidez inhumana contra el hombre que intentaba detenerla. Soltando un grito de dolor, Lestrad cayó al suelo con dos cuchillos clavados en sus piernas, mientras Marie se hundió en las sombras danzantes de la casa en llamas, desapareciendo con su presa.

El edificio se desmoronó, cuándo las vigas de sujeción se debilitaron, reduciéndolo a un montón de ruinas en llamas. Lestrad apretó los dientes de dolor, mientras el Doctor Watson le desinfectaba y cosía las heridas de las piernas. Pocos habían sobrevivido al asalto contra la guarida del Destripador, pensó enfadado sin dejar de mirar a los supervivientes y el estado en que se encontraban. Si no hubiera sido por la aparición de ese extraño en el último momento, seguramente estarían todos muertos. Lestrad dirigió una mirada a ese hombre, que estaba hablando con Holmes y lord Greystoke, se había presentado como Víctor Van Helsing, un cazador de vampiros y lo que contó les había helado la sangre. Ya no era simplemente detener a un asesino, sino detener a un mal muy antiguo y su corte de horrores andantes, se habían metido en una guerra para salvar el destino de la humanidad. 


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