Los sueños llenaban su delirante mente, recuerdos de toda una vida pasaron ante ella, las privaciones y los placeres malvendidos por unas simples monedas, la violencia y la miseria extrema que sufrían los desheredados de la sociedad. Todos esos fragmentos de su vida desaparecieron, sustituidos por un momento de miedo y dolor extremo, cuándo volvió a sentir cómo fue apuñalada con brutalidad por su último cliente. Pero eso no fue el final, el recuerdo de unos ojos con una mirada intemporal en un bello rostro pálido y la promesa de salvación, llenaron su alma antes de abrazar la paz de la muerte. Marie despertó dando un terrible alarido, totalmente desnuda entre unas sábanas de seda, sobre una mullida cama. Sus ojos verdes recorrieron confusos el lujoso cuarto, lleno de muebles caros y sin ventanas, sobre un sillón de terciopelo verde yacía su viejo vestido rojo destrozado y acartonado por la sangre seca. Marie recordó lo sucedido la anterior noche, separó las sábanas de su cuerpo y miró con miedo, un grito de asombro salió de sus labios al no encontrar marca alguna, ni cicatrices de las puñaladas recibidas en ese oscuro callejón. Se levantó con cuidado y se apartó de la cama, dando unos torpes pasos por la alfombra, avanzó hacia el sillón donde estaba su vestido, cuándo sintió un agudo pinchazo en su estómago, el dolor y la necesidad de alimentarse se fue extendiendo por todo su ser haciéndola temblar, una necesidad primigenia de saciar esa hambre llenó su mente y amenazaba con consumirla.
La puerta de la habitación se abrió con suavidad, un hombre joven vestido con un uniforme oscuro entró sin hacer ruido, llevaba en sus manos perchas de acero con ropas limpias, su rostro palideció al ver despierta a Marie y se giró para salir corriendo lleno de terror. Ella lo vio y sonrió igual que un gato a un ratón, saltó la distancia que los separaba con gracilidad inhumana, justo cuándo el joven se giraba para huir y luego lo empujó con una fuerza colosal. El hombre cayó de bruces sobre el suelo de madera de roble, Marie se echó sobre él, pegando su cuerpo sobre el del hombre y lo inmovilizó como si fuera un niño pequeño, sin piedad clavó de forma brutal sus colmillos en su cuello. Un grito de dolor agónico salió de la garganta de hombre, mientras su vida se apagaba, inmovilizado e indefenso, sin poder hacer nada más que mirar lleno de terror a su asesina.
Marie sintió la calidez de la sangre en sus labios, su sabor cobrizo en la lengua y como apagaba en hambre que atenazaba sus entrañas, su mente se aclaró y al hacerlo fue consciente de lo que había hecho, se apartó del agonizante hombre con la cara manchada de sangre. Su mente se volvió un torbellino en el que se mezclaban el asco y el horror, pero también una creciente sensación de poder y placer. Confusa por esos sentimientos, se hizo un ovillo en la alfombra junto a la cama, sin dejar de mirar al cadáver. Una sombra oscureció la habitación, la temperatura descendió de repente y una presencia antigua se hizo sentir, Marie alzó la cabeza y su mirada se cruzó con la del último ser que recordaba antes de morir. Drácula sonrió mostrando sus colmillos, parecía haberse materializado de las mismísimas sombras, vestía las ropas de tonos rojos y negros que ella recordaba, en su espalda una capa negra que parecía ser mecida por un viento inexistente, sus ojos oscuros se clavaron en la joven sin piedad alguna.
-Bienvenida al mundo de los vivos, pequeña -la voz de Drácula sonó suave y seductora, cuándo pronunció las palabras sin moverse, únicamente observándola.-¿Ya te has saciado? ¿Te ha gustado el sabor del poder y muerte?
-Yo…no quería matarlo... yo…-Marie gimoteó mirando a Drácula, con las lágrimas cayendo por su rostro manchado.-¿Qué me ha hecho? ¿En qué me ha convertido?
-En un vampiro, eso es lo que eres -Drácula se acercó a ella, con una mano enguantada la cogió de la barbilla y la levantó sin esfuerzo alguno, para luego imponer su voluntad en la mente de la joven con facilidad.-Me pediste que te salvara en ese sucio callejón, te he dado poder y la inmortalidad. Tu vida me pertenece, aprenderás a aceptar tu nueva naturaleza y si me sirves bien, podrás vengarte del hombre que te llevo a esta situación.
-Sí...mi amo...-la respuesta salió de forma tartamudeante de los temblorosos labios de Marie, mientras sentía un extraño impulso a creerle y desear servirle.-Haré tu voluntad, existo para servirte.
-Bien, entonces límpiate y vístete por qué tienes trabajo que hacer -Drácula la soltó y señaló las ropas cercanas al cadáver. -Varios de mis agentes humanos y vampiros te esperan, tráeme al hombre que te mató y lo quiero vivo. Si me fallas, aprenderás que hay destinos peores que la muerte.
Drácula se alejó de ella, mientras su forma se volvía vapor etéreo, desapareciendo en las sombras, dejándola en sola en la lujosa habitación. Marie en silencio recogió las ropas del suelo, sin atreverse a mirar al cadáver que yacía tirado allí, igual que un juguete roto. Su vida había cambiado para siempre y no había vuelta atrás, tal vez estaba condenada para siempre, pero no le importaba por qué había probado la sensación de ser fuerte y poderosa. Marie se metió en el pequeño baño anexo, deseando tener el control y poder que tenía su nuevo amo para poder decidir sobre la vida y la muerte de los mortales a su antojo.
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