La tenue luz de una enana blanca ilumina un destrozado sistema solar, los despojos sin vida de los planetas y lunas flotan a su alrededor, siguiendo el baile cósmico que tenían antes de ser asesinados. Los ecos de la antigua explosión aún se sentía en aquella zona estelar, pese a pasar miles y miles de años de la transformación de gigante roja a enana blanca. Una nave surcaba con delicadeza aquel sistema muerto y olvidado, la luz se reflejaba en su pulido fuselaje, dejando a la vista un símbolo de color rojo y una forma sinuosa dentro de un diamante, mientras avanzaba hacia la masa de asteroides que una vez fue el planeta Krypton.
Una figura solitaria observa desde el puente de mando de la nave, en sus ojos aparece la pena y el dolor al ver aquellos restos, tan conocidos y a la vez tan extraños de su planeta natal. Viste un traje negro con el escudo de la casa de El, un símbolo de esperanza y libertad, en aquel planeta muerto y en la Tierra. Este hombre posee dos nombres, dados por sus padres de los dos planetas a los que su cuerpo y alma pertenece, pero es conocido por otro nombre, otorgado por los débiles y oprimidos que protege, un nombre que temen los tiranos y villanos del universo, él es Superman.
Se gira y mira un enorme pedestal, sobre el cual hay una enorme cápsula de cristal con lo que parece una ciudad en miniatura, camina con cuidado hasta ella atravesando el puente de mando y acaricia el cristal, sus manos notan la suave superficie de la cápsula y sus labios susurran el nombre de la ciudad, Kandor. Encerrada por la malvada inteligencia artificial Brainiac, conservada en el tiempo y en el espacio con todos sus habitantes, igual que un insecto prehistórico en ámbar para toda la eternidad. Superman sabe ahora como liberar Kandor e incluso como reconstruir su planeta natal, utilizando la tecnología que sus aliados y amigos de la Tierra le habían dado. Su pueblo volverá a ser libre y tendrá su propio planeta de nuevo, pero no únicamente serán ellos los beneficiados, pues la nave en la que se encontraban era un arca salvadora.
Superman camina por la bodega de carga, más parecida a un zoológico con diferentes recintos acondicionados, que albergan más de un centenar de especies alienígenas de toda la galaxia. Cómo él, son los últimos de sus especies, que fueron capturados por un coleccionista alienígena, que también intentó agregarlo a su colección sin éxito. Sonríe sabiendo que les va a dar un lugar donde vivir y reproducirse, una nueva oportunidad para especies condenadas. Los alimenta por última vez, antes de empezar con el milagro que se propone realizar, su voz, pese a ser un leve susurro, se escucha por toda la bodega y explica su osado plan, sabiendo que aquellos animales lo entienden todo.
Sentado en el trono de control, observa por última vez los restos rotos de Krypton antes de empezar con su labor, la emoción llena su corazón y en silencio absoluto activa las máquinas, que son alimentadas con energías de poder cósmico. El poder recorre los circuitos y la propia estructura de la nave, gimiendo como un cetáceo herido de la Tierra, cuando los rayos de energía salen de ella. La tormenta de poder cósmico golpea los restos de Krypton, el destrozado núcleo late con nueva vida, atrayendo a los asteroides de su alrededor, chocando unos con otros violentamente y empezando a formar de nuevo un planeta, cada vez más grande con cada impacto, generando explosiones sobre la corteza del naciente mundo de varios megatones de potencia. Superman apaga las máquinas, dejando que la naturaleza terminé el trabajo que ha empezado, sin dejar de observar fascinado el renacimiento acelerado del planeta. Los datos empezaron a llenar las pantallas del puente de mando, informes de climatología, vulcanismo y estado de la atmósfera, todo mostraba un planeta estable y listo para ser habitado, Krypton vivía de nuevo, listo para ser moldeado y dejar de ser una roca yerma, para convertirse en un paraíso soñado.
Ahora debía iniciar el segundo paso, sacar a Kandor de su prisión y devolverla a su tamaño, dejándola sobré el planeta como su capital y la primera ciudad de Krypton. Superman cogió la cápsula que contenía Kandor con extremo cuidado, con paso tranquilo se dirigió a la esclusa de aire más cercana y la activó, saliendo al vacío del espacio y dirigiéndose hacia la atmósfera de Krypton. Descendió a toda velocidad, usando sus poderes otorgados por su morfología alienígena y la radiación solar, para proteger la preciada carga que llevaba hacia la superficie del planeta. El suelo crujió por el impacto, formando un cráter en el lugar del aterrizaje de Superman, muy despacio dejó sobre el reseco suelo la cápsula y se alejó volando, a la vez que activaba las máquinas y dispositivos de su nave de forma remota. Una descarga idéntica a un rayo cruzó el cielo hasta golpear la cápsula espacio-temporal, el cristal de la prisión empezó a agrietarse y romperse al no poder contener la ciudad, que empezaba a crecer para recuperar su tamaño real y libertad. Kandor reventó su prisión, alzándose como un coloso hacia el nuboso cielo de Krypton, hasta finalmente recuperar su tamaño real. Cientos de miles de voces gritaron a la vez de júbilo en la ciudad por su recobrada libertad, retumbando como el rugido de un poderoso animal.
Superman descendió flotando suavemente hacia Kandor, sabiendo que una nueva era empezaba para su pueblo. Liberaría a los animales del arca y crearía los ecosistemas, que harían de Krypton un planeta bello y fértil, despertaría a su familia y amigos, que permanecían en invernación para soportar el largo viaje desde la Tierra a allí. El exilio que le había impuesto la desconfianza humana, se había convertido en una nueva oportunidad, un nuevo comienzo para él y para Krypton. Alzó su mirada hacia el limpio cielo estrellado, sabiendo que en alguna parte de aquel mar cósmico estaría la Tierra. Su viaje había sido largo y tal vez ya no quedará nadie que lo recordará, sabía que Lex Luthor se habría dedicado a borrar su legado de la historia.
Al aterrizar y posarse en la plaza principal, centenares de ciudadanos se arrodillaron y gritaron el nombre de su casa. Ante ellos no era Superman, era simplemente Kal-El, salvador de Krypton y héroe de todo el universo, pues les había dejado saber todas sus aventuras en su obligado encierro. Usaría sus conocimiento morales, tecnológicos y diplomáticos para hacer florecer la sociedad, una era de esplendor llegaría a este sistema que compartiría con su pueblo, con su familia y amigos obligados al exilio por sus poderes o ser vigilantes enmascarados. Una nueva esperanza nacía, de entre los restos de las tragedias e iluminaria la galaxia con nueva luz. Superman sonrió con un entusiasmo y alegría naciente, ante toda la tarea que tenía por delante, esto no era el fin, si no el principio de algo nuevo.
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