La guerra de la noche. Parte 2: Tras los pasos de la bestia.

El olor metálico de la sangre derramada eclipsaba el resto de olores del callejón, el inspector Lestrad de Scotland Yark observó la escena del crimen intrigado. Ya era malo que hubiera un asesino loco suelto en las calles de Londres, pero que desaparecieran los cadáveres de las víctimas, era aún más escalofriante. Lestrad se sentía intrigado y a la vez confundido, odiaba tener que pedir ayuda y más todavía a ese hombre. El sonido de dos pares de zapatos sobre el empedrado del callejón interrumpió sus pensamientos, Sherlock Holmes y su ayudante, el doctor Watson acababan de llegar. Lestrad sabía que los necesitaba, pese a que detestaba admitirlo ante los altos mandos de Scotland Yark.

Holmes avanzó por el callejón, vestido con su típico abrigo y su gorra de color marrón claro, dando suaves caladas a su pipa y observando cada detalle del escenario del crimen. Detrás de él le seguía el doctor Watson, vestido con su traje gris y su abrigo negro, con el bombín sobre su cabeza y transportando un maletín de cuero con instrumental. Holmes saludó con un simple asentimiento de cabeza a Lestrad, para mirar con el ceño fruncido al charco de sangre casi seca.

-¿Dónde está el cuerpo, Lestrad? -Holmes preguntó con cierto enojo y clavando sus ojos azules en el inspector. -Le tengo dicho que no deben alterar el escenario de un crimen.

-No hemos tocado nada, está como lo encontramos -respondió Lestrad con cierta indignación, ante la sugerencia de su falta de profesionalidad. -He pedido su ayuda, por qué el cadáver no aparece. No sé si el Destripador se lo ha llevado o es que ha sido robado, últimamente desaparecen cuerpo y gente en tod Londres.

-Entiendo, bien veamos que tenemos aquí -dijo Holmes observando el lugar exacto del crimen, con cuidado saco su lupa del abrigo y revisó el escenario. -La víctima y su asesino entraron por el callejón, avanzaban en dirección a aquella pensión, seguramente la víctima pensó que era otro cliente más.

-Ya eso supuse, pero hay muchas huellas por el callejon -asintió Lestrad con detenimiento, sin dejar de observar a Holmes trabajar. -¿Acaso ese asesino tenía cómplices? ¿O llegaron después para robar el cuerpo? 

-Bueno, esas preguntas son muy aterradoras e inquietantes - el Doctor Watson abrió en maletín sacando un frasco de polvo blanco, con delicadeza se lo entregó a Holmes. -¿Pero quién querría robar cadáveres? 

-Eso lo averiguamos a su debido tiempo, Watson -Holmes abrió el bote lleno de talco y con cuidado lo esparció por los alrededores del charco de sangre seca. En el sucio suelo del callejón se formaron huellas blancas, Holmes se agachó y las observó con cuidado e interés a través de su lupa. -El asesino huyó por donde llegó con la víctima, dos personas, seguramente hombres, por el tipo de huella que veo, llegaron hasta la víctima desde el fondo del callejón. Lo extraño es que tres pares de huellas se alejaron al fondo de callejón y desaparecen sin dejar rastro. 

-No tiene sentido -la voz de Lestrad tembló al llegar al fondo del callejón y ver que no había salida, simplemente desaparecían las huellas sin más frente a un alto muro de piedra. -¿Cómo escaparon si no hay salida por aquí? 

-No lo sé, pero podemos cazar al Destripador -respondió Holmes a la vez que devolvía el frasco a Watson, guardó su lupa dentro de su abrigo marrón. -Lestrad volveremos en un par horas, necesitamos ayuda de un buen rastreador y yo conozco a uno que puede encontrarlo. Por favor que sus agentes mantengan el callejón como esta. 

Antes que pudiera responder, Lestrad vio como Sherlock Holmes y el doctor Watson salieron a toda prisa del escenario del crimen. Un suspiro frustrado salió de su garganta y su mirada se posó en el fondo del callejón, cómo si esperará ver algo que hubieran pasado por alto. Habían pasado tres horas de aburrida espera, Lestrad estaba harto y quería volver a la comisaría, se sentía estúpido esperando allí. Justo cuándo estaba decidido a marcharse, vio entrar a Holmes y Watson. Les seguía un hombre joven, con el pelo castaño largo y ojos oscuros que miraba en todos direcciones, sus pasos eran rápidos y seguros, vestía un traje verde oscuro y llevaba un largo abrigo verde claro. En la cara de Lestrad apareció una mueca de confusión, pues no esperaba alguien tan joven y bien arreglado. 

-Has tardado mucho tiempo, Holmes -refunfuño Lestrad sin apartar la vista del desconocido. -¿Quién es la persona que habéis traído? 

-Te presento a Lord Jhon Clayton Greystoke, Lestrad -sonrió Holmes, al ver el rostro de Lestrad palidecer al reconocer el apellido. -Verás que tiene un don y habilidades muy particulares, inspector. 

Jhon se quitó el abrigo, entregándoselo al doctor Watson y se puso en cuclillas, con cuidado posó las manos en el sucio suelo y olisqueo el aire. Los olores y rastros contaban una historia a sus sentidos, podía oler la locura y el asesinato del Destripador, el miedo y el dolor de la víctima, casi podía ver el momento y la escena del terrible acto. Frunció el ceño, dos nuevos rastros aparecieron ante él, uno era el olor de engaños y maquinaciones llenas de ansias de poder, el segundo olor le hizo retroceder asqueado y soltar un gruñido bestial, que asustó a los otros tres hombres allí presentes. Con cuidado se levantó y se palmeó las manos, para dirigir una mirada que recorrió a los tres hombres que le habían observado. 

-Cuatro olores diferentes - anunció Jhon con lentitud, volviendo a mirarlos con ojos de depredador. - Tres de hombre y uno de mujer. ¿Cuál quieren seguir? 

-El rastro del que provocó este acto sangriento -señaló Lestrad al charco seco de sangre, con una de sus manos enguantadas. -Primero quitaremos al asesino del medio, luego iremos a por los ladrones de cadáveres. 

Con un simple asentimiento de cabeza, Jhon se volvió a agachar y olfateo con el cuidado, separando los olores y centrándose en el del asesino. Lestrad, Holmes y Watson lo siguieron con un silencioso asombró fuera del callejón, internándose en las calles de Londres a la búsqueda del asesino conocido como Jack, el Destripador. La carrera contra el tiempo había empezado, Lestrad sabía que debían darse prisa y encontrar al asesino, antes que volviera a matar como una bestia salvaje cuando la noche volviera a caer sobre la ciudad o el miedo y la paranoia se haría dueña de toda Londres.

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