Las pesadillas le acosaban desde hacía días, Nerik Val se despertó empapado en sudor en mitad de la noche. El recuerdo de la última pesadilla se desvaneció con rapidez, apartó las sábanas aún aterrado, sabía que era una advertencia, un presagio llegado a través de sus sueños por la Fuerza. Nerik se levantó de la cama, al hacerlo las luces de su pequeño cuarto se encendieron, dejando ver la austera habitación. Con cuidado se sentó en el suelo acolchado, cruzó las piernas y cerró los ojos, concentrándose, como sus maestros le habían enseñado, para ser uno con la Fuerza.
El poder fluyó despacio dentro de él, expandiendo su percepción de todo lo que le rodeaba, notando las corrientes que fluían por el templo Jedi y por todo Coruscant. El ceño de Nerik se frunció al notar una perturbación en las corrientes, se concentró en ella aislándose de todo lo demás y la vio crecer como nubes de tormenta, una tempestad que se acercaba a dónde estaba él, con la certera amenaza de destrozarlo todo a su paso. Nerik jadeó asustado, con dificultad se puso en pie y caminó hasta la ventana de su cuarto, observó en silencio la oscura ciudad que rodeaba al templo. Su cuerpo se tensó, cuándo vio aparecer a un enorme ejército de clones subiendo las escaleras de acceso al templo, su mirada busco con desesperación al líder del ejército. Al verlo Nerik palideció, era una figura envuelta en ropas oscuras, su aura mostraba un gran poder y una determinación asesina, su cabeza estaba cubierta por una capucha negra, la cual proyectaba oscuras sombras sobre su cruel rostro.
Nerik se apartó de la ventana, avanzó hasta la pared contraria y abrió el armario oculto, ante él aparecieron varios uniformes de soldados Separatistas y de la República que usaba en sus labores de espionaje, con cuidado sacó un uniforme de soldado clon de un blanco absoluto y lo dejó sobre la cama. Sabía que debía darse prisa, empezó con cuidado a ponerse el uniforme, pieza a pieza, temiendo que en cualquier momento lo descubrieran y lo mataran sin más. Nerik miró el casco sabiendo que ahora vendría la parte más difícil, debía utilizar su habilidad única que lo hacía tan especial dentro de la orden y un espía imposible de detectar. Se volvió a sentar en el suelo, mientras se concentró en el rostro que deseaba tener, en su mente apareció la familiar cara de un soldado clon y empezó con el cambio. La Fuerza fluyó por su rostro, haciendo ondular sus músculos como si fueran simple agua, el dolor hizo apretar los puños a Nerik, cuándo los huesos de su cabeza crujieron al romperse y soldarse de nuevo, el sabor de la sangre le llenó la boca al morderse los carrillos, para no gritar por la agonía. Agotado cayó hacia delante con el rostro crispado por el dolor, el proceso siempre era traumático, pero el tener que hacerlo con tanta rapidez lo había hecho casi insoportable, avanzó arrastras hacia la cama y la uso como punto de apoyo para incorporarse. Su mirada se centró en el cristal de la ventana, el reflejo de un rostro diferente al suyo estaba fijo en él, aún cansado por el proceso, cogió el pulido casco y se lo puso, volvió al armario y sacó un rifle de asalto, pulsó un botón oculto en el armario, haciendo desaparecer los trajes tras un doble fondo. Desmontó en dos piezas su sable láser y se lo guardó en los bolsillos del cinturón, caminó hasta la puerta de su cuarto con paso seguro, lanzó un largo suspiró y salió al pasillo.
El silencio habitual que llenaba los pasillos fue sustituido por el ruido de la lucha, los gritos de dolor y el sonido de las armas resonaban por todo el templo Jedi. Nerik avanzaba con cuidado, ocultándose en los recovecos y las sombras del lugar, evitando los combates y llamar la atención de los dos bandos en disputa. En su mente resonaron los ecos de la matanza, notaba como crecía en aquel sitio el poder del lado oscuro y como generaba una herida sangrante en la Fuerza, que amenazaba con romper su cordura. Ya podía divisar las puertas del templo, el vestíbulo estaba siendo usado como centro médico improvisado de campaña por el ejército de clones, sabía que necesitaba una excusa para poder acercarse a ese sitio sin levantar sospechas. Miró en todas direcciones, al no ver a nadie cerca, manchó su armadura con sangre de un Padawan, el cual yacía tirado en el suelo con el cuerpo destrozado, luego retrocedió y encontró los que buscaba, los restos de un combate reciente. Nerik de forma meticulosa fue comprobando cada cuerpo hasta encontrar a un clon vivo, con cuidado lo levantó y se echó al hombro al herido.
-Vamos a llevarte con un médico -Nerik imitó a la perfección el tono hosco de los soldados, mientras cargaba con el herido. -Por favor aguanta y no te mueras.
-Gracias… pensé… que moriría ahí tirado…-respondió el clon herido. -Los Jedis son guerreros duros…
-Sí que lo son, pero somos una legión y les superamos en número -las palabras le supieron amargas a Nerik al decirlas. -Pero eso no significa que salgamos indemnes de esto.
El clon asintió en silencio ante las palabras de Nerik, mientras recorrían los pasillos llenos de muertos en dirección al centro médico de campaña. Tras lo que pareció una eternidad, llegaron al enorme vestíbulo del templo y entregó al herido para su tratamiento. El olor a desinfectante y sangre llenaban el aire, los gemidos de los heridos se mezclaban con el zumbido de las máquinas médicas, la actividad era frenética por todo el lugar, era otra guerra diferente a la que se libraba en el resto del templo. Nerik vio la puerta de salida del templo, guardada por una docena soldados Arco, observó en silencio que media docena de clones entraban y salían transportado bolsas de cadáveres con aquellos pacientes que no habían sobrevivido, alzó las cejas ante el descubrimiento y el inicio de un plan de escape.
La pequeña plataforma de carga avanzó flotando hacia la puerta del templo, llena de cadáveres en bolsas negras apilados con cuidado. El sargento de los soldados Arco paró la plataforma, pese a las quejas de los soldados clon encargados de su transporte. Con un solo movimiento de su mano, los soldados Arco abrieron las bolsas de cadáveres y examinaron los rostros de los muertos uno a uno, buscando algún rostro diferente al de los clones sin éxito. Tras comprobarlos, cerraron las bolsas con un respeto ceremonial y dejaron pasar a la plataforma, sin volver a mirarla y preparados para comprobar la siguiente. Los soldados clon llevaron su tétrica carga hasta una lanzadera, que esperaba posada sobre una de las plataformas de aterrizaje del templo. Los dos soldados empezaron a transportar los cadáveres dentro de la bodega de la lanzadera, dejándolos alineados en el frío suelo de metal hasta llenar toda bodega, tras terminar su lúgubre trabajo salieron de la lanzadera de vuelta al templo, para continuar transportando cadáveres de soldados clon.
El aire frío de la bodega creaba una capa de escarcha en las paredes de metal, los cadáveres medio congelados rodaron por el suelo, cuando la lanzadera despegó alejándose del templo Jedi. Una de las bolsas tembló y se abrió, dejando a la vista a su ocupante jadeando vapor helado, mientras sus ojos estudiaban la oscura bodega. Nerik soltó una risa alegre, había escapado fingiendo su propia muerte, gracias a ralentizar sus constantes vitales mediante un trance destinado a la lucha de envenenamientos, hasta hacerlas imperceptibles a cualquier escaneado. Con cuidado se levantó mantenimiento precariamente el equilibrio, avanzó hacia la rampa de la bodega de carga y la abrió, el aire contaminado de Coruscant entró y el descuidado vuelo de la lanzadera arrojó los cadáveres que transportaba al vacío. Nerik vio las largas torres de viviendas, sin pensarlo dos veces se lanzó al vacío con el sable láser en la mano, el aire y la velocidad de la caída tensó su rostro, una torre de acero apareció a su derecha y con un rápido movimiento encendió su sable láser y lo clavó en el pulido metal. Agarrado a su sable, dejó un surco en la torre al descender por la fachada, hasta llegar a un pequeño balcón y luego saltó a la calle para perderse entre la multitud.
Había pasado varías horas, en todas pantallas de Coruscant se proclamaba como traidores a los Jedis y a Palpatine como Emperador del nuevo naciente Imperio. Nerik dio un trago a su bebida, había cambiado de rostro y de ropas otra vez, sabía que era cuestión de tiempo que supieran que había escapado a la masacre del templo Jedi, debía alejarse y esconderse hasta que las corrientes de la Fuerza cambiarán. Terminó su bebida y salió de la cantina, a la búsqueda de una nave que le llevará al Borde Exterior de la galaxia.
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