La nave de carga rápida Arcadia aminoró la potencia de sus motores de propulsión, para acercarse a la órbita de la Tierra y ser escaneada por los controles de seguridad del O-12. Tras dos horas de comprobaciones, finalmente pudo atracar en su destino, la enorme estación de seguridad Burundi, que flotaba amenazante con sus colosales cañones de iones apuntando al espacio, para proteger al planeta natal de la humanidad. Garrik se ajustó su largo abrigo negro y se colocó el casco de combate, a su alrededor se habían posicionado los integrantes de su equipo. No necesitaba activar los sentidos automáticos del casco para saber que estaban todos listos para su encuentro con el jefe de seguridad Nilus Gorfal. Suspiró levemente y observó a su gente. Freyna estaba a su lado, comprobando los últimos datos en su dispositivo hacker con la máscara pulida que cubría su rostro, dándole un aspecto impersonal. A su derecha estaba Arneo, fuerte como una piedra, con su impoluto hábito combate que marcaba todos sus músculos y sin dejar empujar el armero rodante con el equipamiento necesario para la misión. Detrás de ellos estaban la hermana Emily y el hombre hueco, Damián. Garrik se giró, posando su mirada sobre el grupo antes de dirigirles la palabra.
-Damián y hermana Emily, os sugiero que guardéis silencio en todo momento -espetó Garrik dirigiéndose con un tono suave a ambos. -Puede que nos toque colaborar con agentes de Aleph y de otras naciones, nada de asesinatos de IAs sin autorización. ¿Ha quedado claro?
-¡Sí, gran exorcista Garrik! -contestó Emily, asintiendo y cuadrándose, mientras guardaba los últimos viales médicos en su cinturón. -Prestaré asistencia médica a todos los integrantes del pelotón y a los demás agentes de otras naciones, señor.
-Lo he entendido, gran Exorcista -respondió Damián con una voz sintética y con cierto tono de aburrimiento, sin dejar de mirar con sus ojos mecánicos a Garrik. -No eliminar a nadie que colabore en esta misión, sin importar afiliación o biología.
-Bien y no me llaméis gran Exorcista, podéis llamarme por mi nombre -indicó Garrik girándose y avanzando hasta la puerta de la esclusa del pasillo de atraque. -Ahora vamos, nos están esperando.
La puerta de la esclusa se abrió de par en par mediante un diseño hidráulico, dejando a la vista un largo pasillo en forma de tubo acristalado que conectaba la Arcadia con el muelle de la estación espacial. Al avanzar por el tubo, Garrik pudo observar la región iluminada de la Tierra con más detalle, sus mares y continentes, grabando esa imagen de majestuosidad, la enormidad del planeta en su memoria. Los pasos del grupo resonaron en aquel estrecho corredor mientras a su espalda se cerraban las puertas estancas y la Arcadia empezaba a alejarse de la estación tras haber dejado su secreta carga. El equipo de Garrik salió de un tubo de conexión, adentrándose en una bodega de carga del muelle que se hallaba totalmente vacía. Al fondo del almacén se encontraba Nilus Gorfal escoltado por media docena de sus alguaciles de Corregidor de semblante serio que sujetaban sus fusiles combi con la confianza de veteranos. Garrik se cuadró ante el jefe de seguridad e hizo un saludo militar, mientras su equipo formaba detrás con aspecto tétrico, sin hacer caso a las miradas de miedo de los alguaciles y del propio Nilus.
-Bienvenidos a la estación Burundi -dijo Nilus, cuadrándose y devolviendo el saludo militar a Garrik. -No esperábamos un equipo especial de la propia Observancia, esperábamos otro tipo de soldados.
-La Observancia y la Mano Negra se toman muy en serio esta amenaza, jefe de seguridad Gorfal -las palabras de Garrik sonaron frías y carentes de emoción. - Ahora llévenos con el resto del equipo de incursión, se nos ha advertido de que el tiempo será prioritario en esta misión.
-Sí, claro…lo entiendo -Nilus palideció de miedo, temiendo haber ofendido a aquel grupo de agentes de la Observancia. -Les llevaré inmediatamente al hangar donde les esperan, acompañenme por favor.
Salieron del almacén a un pasillo de acero y plástico, que tenía cada ciento cincuenta metros una puerta enorme de metal con un número grabado en el que se indicaba a qué hangar pertenecía cada almacén. Se detuvieron frente a la puerta con el número uno grabada en su superficie, Nilus se acercó al terminal que había junto al marco de la puerta y pulsó una serie de teclas. El terminal zumbó y un haz de luz escaneó su cara varias veces antes de validar el acceso, las puertas soltaron un crujido metálico y se abrieron para dejar pasar al grupo de Garrik, mientras Nilus y sus hombres permanecían firmes hasta que las puertas se cerraron como las fauces de una bestia. Garrik observó a los equipos de asalto que había en el interior de aquel desangelado almacén, formando grupos separados por la desconfianza mutua tras años de guerras encubiertas, se podía sentir la tensión eléctrica en el ambiente. Desde el grupo de Aleph se escuchó un bufido de ira y desprecio, al observarlos con más detenimiento, su mirada se cruzó con el líder de los Mirmidones, la recreación de Aquiles en persona. Garrik le sostuvo la mirada, sabiendo que en otras circunstancias estarían internando matarse, suspiró levemente y se concentró en la misión que tenía que cumplir, mientras estudiaba al resto de los escoltas de Aquiles. Vio a dos Mirmidones, que permanecían impasibles detrás de la recreación, una Funcionaría Deva comprobando el lanzallamas de su Devabot con amoroso cuidado detrás de ellos. Garrik apartó la mirada y vio como el grupo Haqquislamista estaba arrodillado rezando en dirección a la Meca. En él se observaba a dos bellas y sensuales Odaliscas, dos fornidos mercenarios Kaplan y un voluminoso Azra'il con una pesada ametralladora. A su derecha y cerca de los soldados de Aleph, estaban las tropas de PanOceanía con sus uniformes de azul y blanco destacando. Garrik pudo distinguir dos soldados Orco con sus pesadas armaduras que permanecían impasibles, dos veteranos Bagh-Mari que miraban a su alrededor con la precaución típica de los bastidores y una de los temibles operativos Hexas revisando un pad de datos de manera meticulosa. A la izquierda del grupo de Aleph estaban las tropas enviadas por el gigante asiático Yu Jing, era un grupo siniestro formado por un Guardia Celestial al cual seguían obedientemente dos Kuang Shi, moviéndose como animales amaestrados. Dos voluminosos Wú Ming con sus pesadas armaduras flanqueaban al Guardia, moviéndose con pesados movimientos medidos. Unos pasos procedentes de atrás llamarón su atención y Garrik se giró para ver quién más había entrado en aquel almacén, que atestado de soldados tan dispares y que se odiaban entre sí. El recién llegado caminaba hacia el centro de la sala, era un hombre alto, vestido con una armadura negra, que tenía toques púrpuras y el símbolo del O-12 grabado en su pectoral. Consigo, cargaba con un pequeño arsenal de armas y llevaba el rostro descubierto. Sus ojos azules miraron peligrosamente a todos los reunidos allí y sonrió, dejando ver sus marcados rasgos lobunos antes de hablar.
-Bienvenidos señores y señoritas, soy el Agente Corvus Trece y vuestros culos me pertenecen -declaró el hombre de la armadura de combate negra, mientras sacaba un cigarrillo de uno de los compartimentos de su cinturón y lo encendió con tranquilidad absoluta. -Esta es una misión del O-12, seguiréis mis órdenes al pie de la letra. ¿Ha quedado claro?
-Ha quedado claro, Agente Trece -respondió Garrik con un asentimiento de cabeza, estudiando con detenimiento al agente del cuerpo de intervención secreta del O-12. -Pero creo que todos queremos saber más sobre la misión.
-Por mucho que me fastidie, el nómada tiene razón -gruñó Aquiles, cruzándose de brazos y mirando con frialdad al Agente Trece. -Es hora de que se nos expliqué de qué va todo esto.
-Bien, supongo que es justo -asintió Trece dando una larga calada al cigarrillo y luego soltando una espesa nube de espeso humo gris. -Hace tres años un satélite que escaneaba el mar Atlántico, encontró unas ruinas sumergidas. Tras crear un domo de contención, se vació de agua y se mandó un equipo arqueológico, que determinó la antigüedad de dichas ruinas y su origen.
-Toda esa parte venía en los informes – dijo la Hexa señalando el pad de datos, que había estado examinando segundos antes. -¿Por qué es tan importante ese lugar como para reunir un equipo de intervención tan dispar?
-Esas ruinas fueron la Atlántida - dijo Trece alzando la voz, para que sus palabras resonaran en aquella bodega. - Encontramos tecnología comparable a la actual y alguna incluso superior. Se perdió el contacto cuando entraron en el templo de Poseidón, creemos que algo peligroso puede haber sido reactivado en su interior. Nos preocupamos tras la desaparición del primer equipo de rescate que enviamos y se dio prioridad a esta misión internacional.
-Entonces podemos considerar que es una misión de ataque y no de salvamento -dijo con frialdad absoluta el Guardia Celestial, sin mostrar ningún tipo de sentimiento en su voz. -Entramos y destruimos aquello que se haya despertado, es algo sencillo y posiblemente rápido.
-Puede ser, pero en un principio es una misión de rescate - Trece tiró al suelo el resto de su cigarrillo y lo aplastó con el talón de su bota derecha. - Ahora no perdamos más tiempo, vamos a la nave de inserción, es una orden.
El Agente Trece caminó con paso firme hacia la puerta blindada del fondo, sin ni siquiera asegurarse de que los equipos de ataque le siguieran y pulsó el código de acceso en el panel del marco de la puerta. Garrik se puso en marcha y su equipo avanzó decidido, sabiendo cuáles eran sus órdenes y dispuestos a cumplirlas, mientras los demás operativos del resto de naciones de la Esfera también se ponían en movimiento. Avanzaron por un conducto de conexión hecho totalmente de acero que no dejaba ver el exterior y que estaba apenas iluminado por unas tenues luces de emergencia, hasta llegar a una puerta hidráulica tras la que Garrick esperaba encontrar la nave. Al entrar hallaron lo que parecía un compartimento de transporte, lleno de asientos de un tipo que nunca había visto. El Agente Trece ordenó que se colocaran los arneses de sujeción y se marchó a paso ligero hacia la parte delantera de nave, donde debía estar la cabina. La escotilla se cerró con un siseo y los motores hicieron vibrar la estructura, Garrik frunció el ceño pensativo, notaba que había algo extraño en aquella nave y no sabía que era.
-Bueno, niños y niñas, empieza la excursión - la voz del Agente Trece resonó con estática a través de los amplificadores de la nave. - En tres minutos la nave Noctis, nos arrojará a la atmósfera, si queréis rezar a vuestros dioses es un buen momento, por favor no manchéis mucho de vómito y de mierda este bonito submarino.
-¿Pero qué cojones? -soltó pálido de miedo Aquiles, apretándose las sujeciones del asiento con rapidez. - ¿Ha dicho submarino? ¿Nos van a arrojar en una lata de sardinas desde la atmósfera?
-Esto parece – aseveró Garrik sonriendo bajo su casco, al saborear el miedo del elegido de Aleph, pese a sentir su propia dosis de nerviosismo. -¿Acaso el poderoso Aquiles tiene miedo?
La respuesta de Aquiles fue eclipsada por el sonido de la sirena de alarma, que empezó a sonar a la vez que notaron el empujón que se produjo al ser arrojados por la nave Noctis a la atmósfera. La presión de la entrada en el planeta los aplastó contra los asientos, dejándolos inmóviles y solo pudiendo encomendarse a su suerte, mientras escuchaban como vibraba y crujía la nave por la violencia inserción. El tiempo pareció casi detenerse, Garrik cerró los ojos y apretó con fuerza los reposabrazos de su asiento, sin dejar de recordar su última misión y cómo en ella había escapado de la muerte por los pelos. Una sonrisa volvió a aparecer en su rostro bajo su casco, sabiendo qué tal vez todo había sido un preludio para este momento y lugar, no pudiendo evitar soltar una carcajada llena de ironía.
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