La senda del Odio. Capítulo 9. El premio de Vashtorr.


La Espíritu Vengativo se abrió paso entre los campos de escombros y restos retorcidos de las destruidas naves del Mechanicus, que chocaban contra sus escudos de energía como si fuera una lluvia de granizo. Horus Lupercal, Señor de la Guerra y líder de las Legiones Traidoras al Imperio, observó aquel miserable sistema a través del Oculus del puente de mando de forma impasible. Era un semidiós enfundado en una gigantesca armadura negra como la noche, las runas deformes de los juramentos y tratos con los poderes de la Disformidad se retorcían de forma agónica, su pálido y esculpido rostro miraba hacia la bola pedregosa que era Engram con la férrea determinación de saquear sus secretos. Sus espías dentro del Mechanicus y la propia adivinación de Erebus le habían revelado lo que ocultaba aquel planeta olvidado, un tesoro que lo haría ascender a la misma divinidad. La esquirla del C'tan, un artefacto de una raza extinguida llamada Necrontyr hacía sesenta y cinco millones de años, en un cataclismo que había sacudido la galaxia de forma brutal. Una descarga eléctrica recorrió la garra relámpago de Horus, al cerrarla y abrirla de forma inconsciente, mientras se giraba para mirar a su consejo de guerra con furia apenas contenida.

-¿Es este el sistema donde está la reliquia, Erebus? -la voz de Horus sonó cruel e inflexible, al pronunciar la pregunta. -Por qué sí es así, más vale que merezca la pena por tu propio bien.

-Sí, mi Señor de la Guerra -asintió ladinamente Erebus, sonriendo con su pelada cabeza cubierta de danzantes tatuajes sombríos. -La reliquia está en ese mundo, los idiotas del Mechanicus piensan que es una fuente de almacenamiento de datos infinita y la han conectado a su red de datos. Quieren crear un nuevo Marte, lejos de los ojos del Imperio y de los dos bandos en disputa.

-Son unos necios -Ezekyle Abaddon lo dijo de forma brutal, sabiendo que era lo que pensaba su padre genético, a la vez que avanzaba enfundado en su negra armadura de Exterminador, como si fuera una réplica del propio Horus. -En esta guerra no hay bandos neutrales, estás con nosotros o en nuestra contra y lo último significa la muerte, por desafiar al Señor de la Guerra.

-Muy cierto, Ezekyle -Horus asintió levemente mirando con orgullo a su primer capitán, qué se arrodillaba ante él a la espera de saber su voluntad. -Prepara a la Legión, vamos a hacer un ataque de punta de lanza contra la capital de este miserable mundo. Reclamaré en persona mi premio, hijo mío.

-No tiene por qué mancharse las manos en este pequeño mundo -Erebus replicó, sintiendo sobre él la mirada iracunda de Abaddon y la del propio Horus. -Yo mismo le traeré la reliquia, mi señor.

-¡Silencio, víbora! -rugió Abaddon alzándose como un titán y encarándose a Erebus, al cual sacaba más de una cabeza gracias a su poderosa armadura y desenfundó su espada de energía. -Estoy harto de tu petulancia y tus medias verdades, creyéndote que puedes manipular al Señor de la Guerra y a su Legión -la hoja del arma se iluminó al ser activada y Erebus retrocedió un paso, sintiendo como cada Astarte del puente estaba listo para saltar sobre él. -Se hará la voluntad del Señor de la Guerra y tú, obedecerás sus deseos o perderás tu cabeza.

-Tranquilo Ezekyle, parece que nuestro querido Erebus ha entendido su situación de invitado -Horus se regodeó levemente, mientras hacía su papel de magnánimo líder ante todos. -Él no hará nada, es más, se quedará en la Espíritu Vengativo como muestra de obediencia. ¿Verdad, Erebus?

-Sí... Señor de la Guerra -las palabras salieron de entre los finos labios apretados de Erebus, mientras retrocedía hasta las sombras junto con el resto del consejo de guerra de Horus apretando los puños, frustrado por ser apartado de aquella invasión. -Obedezco tus órdenes y deseos.

Horus no le hizo caso, se volvió hacia el Oculus otra vez y sus ojos miraron hambrientos al mundo de Engram. Tomaría la esquirla del C'tan y haría lo que su padre no hizo, transformarse en un Dios y gobernar eternamente a la Humanidad con puño de hierro, evitando su extinción y acabar con las cadenas que le habían puesto los Cuatro para obedecer su voluntad. Su risa cruel retumbó por todo el puente, haciendo temblar a todos los presentes y se encaminó con paso rápido a su Thunderhaw personal, mientras era seguido por Abaddon y su escuadra de Exterminadores Justerin. Reclamaría su premio en persona y mataría a todo ser que se interpusiera en su camino con sus propias manos, nadie le impediría alcanzar su glorioso destino y dejar una marca eterna en la galaxia.

Trajana frunció el ceño bajo su casco, la tormenta se estaba desatando sobre sus cabezas y no tenía nada con lo que detener la acometida del Señor de la Guerra Horus. La ciudad era un hervidero, todo aquel que podía empuñar un arma había sido reclutado y se había puesto barricadas improvisadas en cada calle y retenes con armas pesadas, pero sabía que aquello solo ralentizaría el avance de las fuerzas de una Legión de Astartes. En el cielo ya se veían las estelas de cientos de cápsulas de desembarco y Thunderhaws, que dejaban al atravesar la atmósfera de Engram. Las defensas antiaéreas rugieron en un intento inútil de detener aquella lluvia letal que caía sobre ellos, pero era como intentar vaciar un océano con un cubo, inútil. Trajana acarició nerviosa la cabeza del Hacha del Pánico con su mano derecha, mientras se llevaba la mano izquierda al casco y activaba su comunicador.

-Har'kan el tiempo se acaba -las palabras de Trajana sonaron tétricas y sombrías, casi proféticas, cuándo vio estrellarse las primeras cápsulas contra los chamizos de los suburbios más alejados del centro de la ciudad. -Tienes como máximo un par de horas, antes que toda esta defensa improvisada se desmorone como un castillo de cartas y tengamos a Horus encima de nosotros.

-Estoy en ello, mi señora -respondió Har'kan, avanzando por los pasillos más profundos de la Prefectura con su grupo de infiltración. -Esto es un maldito laberinto, pero llevaré el cubo de Vashtorr al nodo central de datos como se me ha ordenado, lo juro por Malal.

-Bien, hazlo lo más rápido que puedas -ordenó Trajana y desenfundó el Hacha del Pánico, sabiendo lo que debía hacer. -Te ganaré algo de tiempo, no lo desperdicies o yo misma te despellejaré vivo. 

-Lo sé muy bien -Har'kan tembló levemente, sabiendo lo que era capaz Trajana cuando se desafiaba su voluntad o se la decepcionaba.-Cumpliré con mi parte para contentar a ese bastardo de Vashtorr. Har'kan fuera.

Har'kan suspiró al cortar la transmisión, volviendo a mirar el plano de aquel vasto edificio en el visor de su casco. Ya no había tiempo para sutilezas o infiltraciones sigilosas, se abriría paso a sangre y fuego hasta su objetivo para cumplir su misión a tiempo. Su escuadra de diez legionarios avanzaron por los pasillos desiertos a paso rápido con las armas listas, extrañados de que no hubiera guardias o personal de mantenimiento en los pasillos que llevaban al centro de datos. Har'kan se detuvo y observó las paredes metálicas, dónde debería haber servidores de defensa en nichos empotrados, solo había huecos vacíos con marañas de cables arrancados, las salpicaduras de sangre y aceite reciente eran evidentes hasta para el más ciego de los humanos. Todo aquel pasillo estaba lleno de rastros de asesinato brutal y marcas de muerte brutal, el ligero hedor a muerte se acentuó al cruzar la arcada que llevaba al siguiente pasillo y mostrar un escenario de locura. Las paredes estaban pintadas totalmente con sangre y aceite, restos mecánicos y humanos yacían tirados como basura por el suelo, crujiendo bajo las botas de los Astartes en su inclemente avance. Decenas de cuerpos mutilados y desollados colgaban de pesadas cadenas rematadas en garfios para carne, el asqueroso olor a sangre, excrementos y carne en descomposición se filtraba incluso en el casco sellado de Har'kan, haciéndole que se le revolviera el estómago. La puerta blindada del fondo estaba manchada por marcas de palmas de manos ensangrentadas, se abrió de golpe con un siseo siniestro, dejando paso a una horda de servidores y adeptos del Mechanicus que salieron en tromba hacia el grupo de infiltración. Corrieron aullando hacia los legionarios, empapados en brillante sangre de pies a cabeza, sus cuerpos desnudos en parte humana y en parte máquina estaban envueltos en pieles humanas desolladas, sus manos habían sido modificadas y sustituidas por garras afiladas, cuchillas de carnicero o bisturís quirúrgicos para poder despellejar con facilidad a sus víctimas. Har'kan gruñó y dio la orden de disparar, los diez Bólters abrieron fuego al unísono, despedazando a las primeras filas de aquellos maníacos mecánicos, pero incluso destrozados seguían arrastrándose hacia ellos presas de una ansía asesina y de carne fresca. No tenían tiempo que perder con aquellos dementes, Har'kan empuñó su hacha de energía y gritó la orden de contra carga, lanzándose contra la muchedumbre aullante sin mirar si sus guerreros le seguían. Su hacha subía y bajaba sin parar, decapitando y mutilando enemigos que intentaban apuñalarle, sentía las garras arañar sin parar su armadura e incluso intentar morderle. Aquella era una locura que dejaba a la altura del betún a la hecatombe del templo de Malal, era demencia homicida y caníbal en estado puro, totalmente desatada y desenfrenada. Un jadeo ronco salió del respirador de Har'kan al terminar con el último de aquellos dementes, miró a su alrededor y vio un mar de cuerpos agonizantes gemir, aun en el borde de la muerte, aquellos dementes se llevaban pedazos de carne ensangrentada de sus hermanos a la boca o las rejillas de los amplificadores de voz presas de una ansía feroz.

-Ejecutad hasta el último de ellos -ordenó con frialdad Har'kan, viendo que tres de sus Legionarios habían muerto despedazados por las garras de los dementes y yacían sobre pequeñas montañas de cuerpos rotos. -Activad las balizas de teleportación de los muertos y sigamos, quiero terminar con este asunto antes que vaya a peor.

Las palabras de Har'kan fueron proféticas, al cruzar la puerta abierta entraron en el enorme centro de datos y era peor incluso que el largo pasillo que acababan de recorrer. Otro centenar de dementes estaban postrados ante un pedestal de acero pulido del cual salían cientos de cables de datos y de energía, a diez centímetros de su superficie flotaba una piedra del color de la carne recién desollada, brillando de forma terrible y emitiendo un aura de locura homicida. Conectados a los enormes y cilíndricos tanques de datos había una docena de servidores lobotomizados cubiertos de pieles humanas, que gritaban en un idioma antiguo y desconocido al unísono, las gigantescas pantallas estaban manchadas se sangre y dejaban ver un extraño código de jeroglifos descendiendo en cascada y montañas de cuerpos rotos se alzaban amontonados en las esquinas. El tiempo se acababa, Har'kan sabía que Horus estaría ya descendiendo a aquel mundo para reclamarlo, enfurecido por aquella situación y asqueado por esos dementes, dio la orden de disparar. Los Bólters rugieron contra los servidores y adeptos postrados ante el pedestal, salpicándolo todo de sangre y restos en todas direcciones, hasta que no quedo más que una masa irreconocible de carne que alfombraba el suelo ante el pedestal. Con cuidado reverencial, Har'kan sacó de un compartimento de su cinturón el cubo de Vashtorr, que actualmente tenía el tamaño de un dado, lo dejó sobre su palma de la mano extendida. Un segundo después, el dado se elevó hacia el techo abovedado de la sala, a la vez que se expandía y se transformaba en un gigantesco aro, para luego iluminarse con runas oscuras y activar un portal de energía en su interior de color plateado. Del portal descendió Vashtorr, como un ángel de las antiguas religiones de Terra, con sus alas mecánicas abiertas y extendidas, aterrizando consabidas sobre la alfombra de carne que habían sido los dementes adoradores. Se apoyó en su martillo como si fuera un bastón, giró su alargado rostro y una risa cruel salió de su amplificador de voz biónico, mientras clavaba una mirada ansiosa en la piedra que flotaba sobre el pedestal. 

-La esquirla del C'tan conocido como el Desollador -dijo Vashtorr con un tono de cierta fascinación, mientras alargaba su garra biónica e introdujo sus afiladas cuchillas dentro del campo de contención del pedestal. -Mira lo que has hecho, si te hubiera dejado un poco más de tiempo... habrías conseguido formar un cuerpo nuevo para ti.

-¡Suéltame! - rugieron a la vez todos los servidores enchufados a los tanques de datos, que extraían información de la esquirla del C'tan. -Yo soy un Dios y volveré a vivir, para vengarme de los Necrontyr por lo que me hicieron. ¡Aparta tus sucias garras de mí!

-No lo creo, tú eres mi premio y voy a usarte en mi camino a ser el nuevo quinto Dios -una risa cruel salió distorsionada de su amplificador de voz y cerró la garra alrededor de la esquirla, mientras decenas de descargas eléctricas recorrieron la superficie de su cuerpo. -Eres mío y no escaparás jamás de mis garras -saco de golpe la garra con la esquirla y al hacerlo todos los servidores temblaron por la desconexión, para luego empezar a derretirse lanzando un ululante lamento. -Habéis cumplido el trato heraldos de Malal, recibiréis el pago en su templo por vuestros servicios y os recomiendo ue salgáis de este mundo con urgencia. Los durmientes ha sido despertados y llevan en su interior la marca del Desollador.

Vashtorr se elevó con su premio entre sus garras hacia el portal y lo cruzó, dejando el plano material, mientras todo el centro de datos empezó a desmoronarse ante la falta de la esquirla del C'tan. Har'kan maldijo y salió corriendo con sus guerreros detrás de él, intentando evitar que las explosiones y derrumbes los aplastaran o convirtieran en escoria derretida. Desesperado encendió su baliza de teleportación y activo el protocolo de salto, esperando poder hacerlo a tiempo, sin dejar correr por aquellos pasillos que colapsaban como si fueran un castillo de naipes. El suelo crujió bajo sus pies y cayó al vacío que se había creado al derrumbarse los piso inferiores, que soportaban aquella planta. Un grito de terror salió de su garganta un instante antes de ser teletransportado fuera de aquel mundo y cruzar la agitada Disformidad, para acabar tendido boca abajo sobre la cubierta de la sala de Teleportación de la Humillación de Russ. Con un fuerte movimiento de mano derecha se arrancó el casco y respiró profundamente, saboreando el regusto a ozono residual de cruzar la Disformidad, sabiendo que había sobrevivido a una muerte segura.

-¿Lo has conseguido, hermano? -preguntó Chapael ofreciéndole su mano derecha a Har'kan para qué se levantará. -¿Has hecho lo que pidió Vashtorr?

-Lo conseguí -asintió Har'kan agarrando la mano de Chapael, incorporándose con trabajo y mirar a los ojos a su hermano Renacido. -Pero Vashtorr nos engañó, el cubo era un generador de portal y el mismo reclamó lo que ocultaba el Mechanicus -la amargura estaba presente en cada una de sus palabras, mientras miraba a su alrededor y viendo que solo cuatro de sus guerreros habían podido encender sus balizas a tiempo. -Encima lo que se llevó ha despertado a algo dormido en ese mundo muerto. ¿Nuestra señora a vuelto?

-No, sigue en aquel mundo asediado por los Hijos del Señor de la Guerra -Chapael negó con la cabeza ampliamente, mostrando una profunda preocupación en su rostro tatuado. -Además, han interferido todas las comunicaciones y creo que ya no será posible la teleportación.

-Es la elegida de Malal -respondió Har'kan con determinación y fé en su terrible líder, mientras empezaba a alejarse de la sala apoyándose en Chapael. -Encontrará la forma de salir de allí, pero será mejor ayudarla en ello. No quiero sufrir su ira rencorosa.

Ambos Astartes se rieron de forma amarga, sabiendo que deberían preparar una misión de rescate y extracción para Trajana de Engram lo antes posible. Aquel mundo se iba a convertir en un hervidero de enemigos, deseosos de reclamar la cabeza de la elegida de Malal.

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