Después de la Guerra Infinita

 

Sé que ahora mismo todo ser pensante del universo me odia, no les culpo, ni tampoco niego su odio, pese a que eso los hace débiles y limitados de miras. No se dan cuenta, que con mis actos y sacrificios por inclementes que parezcan, les he asegurado la supervivencia a ellos y sus hijos. Me miro las manos manchadas de sangre sin remordimientos,  puede que fueran inocentes, pero he tenido que destruirlos sin piedad, con un solo pensamiento eliminé a la mitad de los seres vivos del universo sin piedad alguna y volvería a hacerlo si fuera necesario. Me levanto cada día y veo los verdes campos que me rodean en este olvidado mundo jardín, en este exilio autoimpuesto, una vez cumplido mi objetivo, intentando encontrar un poco de paz en soledad. Pero las gemas del infinito me hacen escuchar los gritos de los desaparecidos, además de acosarme en sueños las visiones de mi hija, Gamora. La sacrifiqué, por un poder absoluto con el que devolver el equilibrio al universo, perdí lo que más quería y ahora, su recuerdo me acosa estando despierto y dormido. Ya no soy el titán loco o el destructor de civilizaciones, ahora soy simplemente Thanos, el granjero y guardián de las gemas del infinito hasta el fin de mis días.

El azadón en mis manos remueve la tierra y siembro vidas ahora en vez de arrebatarlas, no puedo evitar sonreír ante la ironía del universo. Miro al cielo anaranjado día tras día, sabiendo que pronto vendrán a este paraíso en busca de venganza, su propio nombre dice su propósito, los Vengadores. Dicen llamarse héroes, pero cuándo lleguen ante mí lo harán como asesinos, deseosos de matarme y usar las gemas del infinito, solo para deshacer mi trabajo. Tendré que matarlos, podría utilizar el poder de las gemas y borrarlos con un simple chasquido de mis dedos, pero una parte de mí quiere morir y al fin descansar en el frío abrazo de la muerte. Han pasado días, semanas, tal vez algunos meses y los sueños van a peor, son más frecuentes y temo por lo que le pase a la vida que crece aquí. Miro los campos verdes, cultivados con cuidado y mimo, bajo mi propia mano, dándome una paz que no he tenido desde que vi crecer a mis hijos e hijas. ¿Cuántos de ellos quedarán vivos? ¿Cuántos no maldicen mi nombre? Las gemas en burlesca respuesta me susurran que pocos quedan en el universo y todos ellos me odian, maldiciendo mi nombre cada día de sus vidas. La furia llena mi cuerpo y mi mente, por un instante deseo no haber hecho mi cruzada y haber aniquilado a medio universo, en ese momento me doy cuenta de que las gemas me ponen a prueba. Por eso desde de ahora, el guantelete yace sobre mi chimenea igual que un trofeo de caza, aunque para mí es más un recordatorio de lo que hice y de quién fui, un puño acusador que parece señalar al cielo de donde vendrán mis ejecutores.

Me despierto gritando y empapado en sudor, la visión de mi hija Gamora ha sido esta vez la más real que he tenido en mis sueños, es un aviso de que ya vienen a por mí. Aparto las sábanas, me levanto y salgo al porche de mi cabaña, en el cielo nocturno veo las estelas en la atmósfera de las naves, ya han llegado los Vengadores y los demás supuestos héroes del universo. Ahora sabré si esta vez están a la altura, si pueden vencerme o simplemente morir, pero pase lo que pase será culpa de ellos. Vuelvo a entrar y avanzo hacia la chimenea, mi mano titubea durante un largo segundo antes de coger el guantelete del infinito, me lo pongo y noto su frío roce sobre la piel curtida de mi mano. Sería menospreciar a mis enemigos ir a la batalla sin él, por eso llevo el guantelete como señal de respeto hacia ellos. Salgo otra vez fuera de mi cabaña y simplemente los espero bajo el cielo estrellado, listo para enfrentar el juicio por mis actos. Noto el poder corriendo por mis venas de nuevo, veo el fluir del tiempo, presente, pasado y futuro, vislumbrando muchos posibles futuros en segundos, mientras las naves descienden en mi búsqueda. Puedo sentir sus pensamientos, la culpa de Stark, la determinación del Capitán América, la mezcla de miedo y odio del resto seres, que ellos lideran hacia una muerte segura. Veo naves de descenso Kree, cápsulas de ataque Skrull, cañoneras Shiar y los restos del cuerpo Nova, entre otras muchas naves más de civilizaciones caídas por mi propia mano. No importa cuántos sean, solo me importa saber si alguno de ellos puede darme lo que deseo ahora, la muerte.

Siento una presencia caminar entre los campos de largas espigas, me giro y la veo acercándose a donde me encuentro, mi amada Muerte. Vestida de negro sobre su exótico y sensual cuerpo, esta vez su rostro no es una limpia calavera, si no uno pálido y femenino de belleza heladora, su mirada es impasible y solo observaba con indiferencia eterna. Ahora lo entiendo, siempre me ha despreciado y utilizado como un medio para cumplir sus propósitos, mi amor y adoración por ella no le importaron jamás. Una risa amarga sale de mi garganta, sabiendo que he sido una marioneta de otros pese a todos mis poderes y maquinaciones. Tengo la certeza que con el guantelete podría acabar con ella, matar a la Muerte sería casi algo poético, pero hacerlo conllevaría que en unos milenios el universo volviera al punto de colapso otra vez y todo mis actos no habrían servido para nada. Aparto asqueado esos pensamientos débiles y respiró profundamente, al ver aterrizar las naves y descargar a las legiones de seres que me desafían. Forman líneas de combate y me rodean, como si temieran que escapará a su venganza y a mi castigo. Son necios, piensan que soy como ellos, en vez de como un ser que ha visto civilizaciones alzarse y caer en el abrazo del tiempo. El humano conocido como el Capitán América se adelanta de entre las filas de guerreros, héroes y villanos ansiosos de matarme. Camina tranquilo, portando su escudo con la estrella grabada en el centro, vistiendo un traje de combate de color negro y con su mirada llena de determinación. Es uno de los pocos mortales que puedo llegar a respetar, no por su fuerza o por su liderazgo, sino por su carácter indomable ante la adversidad.

-¡Thanos! -el grito del Capitán América resuena entre los campos de cultivo que nos rodean, mientras me señala con el escudo. -Si deshaces el chasquido y nos das el guantelete del Infinito, te prometo que nos marcharemos en paz y podrás vivir en tu exilio.

-Son solo promesas vacías -respondo con tranquilidad absoluta, acariciando con mi otra mano los contornos y detalles labrados del guantelete, sin dejar de sostener la mirada a aquel humano. -Si deshago todo, el universo entrará en colapso por la falta de recursos. Todas las especies aquí reunidas como aliados, se lanzarán al cuello de las otras por territorio, recursos y finalmente por supervivencia.

-Puede ser, pero es nuestra decisión que eso ocurra o no -espetó el Capitán América, ya sabía que el conflicto era inevitable y aun así tenía que intentarlo, por qué estaba en su naturaleza. -Que así sea, Thanos. ¡Vengadores reunidos!

Sonrío, al escuchar esas últimas palabras y los veo cargar contra mí desenfrenados. Mortales ansiosos por ejecutarme y recuperar todo lo que les he arrebatado por el chasquido, sus deseos y esperanzas débiles me asquean, por su simplicidad y estrechez de perspectivas. Activo el poder de las gemas y me lanzó contra ellos, dejando una estela de cuerpos rotos a mi alrededor, mientras noto la mirada de la Muerte ansiosa por recoger la cosecha de almas de los muertos. Un rugido llama mi atención y veo al gigante esmeralda conocido como Hulk saltar sobre mí, golpeándome con sus brutales puños y obligándome a retroceder por su ira desatada. Veo su mente gracias al guantelete, dos personalidades rotas en un solo cuerpo, una brutal impulsada por la brutal ira y otra inteligente, pero cobarde por años de abuso paterno. Poso mi enguantada mano en su rugiente rostro, uso la gema de la mente para encerrar al Hulk en el interior del cerebro de Banner, haciendo que su cuerpo se desinfle como si fuera un globo y volviendo a su forma original, mientras mi mano aprieta su cabeza, que revienta como un huevo entre mis dedos. Un mar de rayos caen a mi alrededor, cuando un Dios furioso del Trueno desciende del cielo esgrimiendo la tormenta, ha perdido a su amada Jane Foster en el chasquido, por su fallo y ahora viene a intentar enmendar su error. Lanza su hacha hacia mi cabeza, ha aprendido la lección desde nuestro último encuentro, pero eso no es suficiente en este instante, agarro el mango del arma al intentar decapitarme y saltó empuñándola a dos manos, partiéndole con un brutal golpe en dos desde su hombro derecho hasta la cadera izquerda con su propia arma y la arrojo sobre sus ensangrentados restos como si fuera una baratija sin valor.

La horda retrocede como la marea, han perdido a dos de sus más poderosos guerreros y las dudas asaltan sus pensamientos. Escupo una flema sangrienta, notando las decenas de cortes y heridas menores, que me han infligido a un coste enorme de vidas. Una estrella de energía ilumina de golpe el cielo nocturno y dispara un haz de fotones contra mi pecho, arrojándome al suelo por la fuerza del impacto, noto como mis costillas se rompen y mi piel se quema, podría haberme incinerado si no fuera por el poder de las gemas del Infinito. La reconozco, es la híbrida Kree y humana llamada Capitana Marvel, desciende sobre mí y empieza a golpearme, sin darme espacio para responder. Noto mis huesos crujir con cada golpe, aun así me niego a rendirme y uso el guantelete, bombeando energía cósmica sin parar en el cuerpo de mi enemiga, que sigue golpeándome sin darse cuenta de la trampa hasta que es demasiado tarde. Las energías de su interior están desbordadas y sobrepasan lo que puede manejar, se eleva al cielo gritando y brillando como un sol al mediodía. La veo explotar de forma cataclismica, el fuego cósmico barre toda la zona de forma inclemente, las naves explotan en el aire y los cuerpos arden al contacto de la energía desbocada, mientras todos los seres vivos atrapados en la vorágine gritamos de dolor agónico durante largos microsegundos, que parecen prolongarse eones.

Parpadeó confuso, estoy de rodillas en el fondo de un cráter cristalizado y lleno de esqueletos calcinados bajo la lluvia cargada de radiación, que cae sin parar sobre aquel osario en el que se ha transformado aquel campo de batalla. Siento como la vida se me escapa entre los dedos, alzo la mirada y veo a la Muerte ante mí, sonriendo de forma inclemente y sin rastro de bondad en su pálido rostro. Podría salvarme usando el guantelete o acabar con ella, pero solo me queda fuerzas para hacer un último acto de redención. Chasqueo los dedos con el guantelete y utilizo todo su poder para deshacer el único pecado que me ha torturado durante los últimos meses. Veo como el alma de Gamora sale de la propia gema del Alma engastada en el guantelete del Infinito, creando un nuevo a partir del poder del resto de gemas y volviendo a ser de carne y hueso. Siento su mirada cargada de desprecio y odio por todo lo que he hecho, mientras siento la fría caricia de la Muerte en mi quemado rostro. Mis fuerzas me abandonan y mi vista se nubla, quedando grabada una última imagen en mi agonizante mente, mi hija que me mira con una mezcla de odio y tristeza a partes iguales. Una última sonrisa aparece en mis labios y me derrumbo muerto sobre la cristalina superficie del cráter, fundiendome con la oscuridad para toda la eternidad y entregándome a mi amada Muerte al fin.

Comentarios