La senda del Odio. Capítulo 8. La llegada de Lupercal.

 La Humillación de Russ vibró al salir de la Disformidad, habían pasado ocho días de la visita de Vashtorr y toda la nave se había envuelto en una actividad febril. Dorak, Kortal, Vartus y Lenial se habían dedicado a entrenar a cuarenta niños y niñas seleccionados por Trajana de entre la chusma sacada de Caleris IV, usando el poder de Malal y las servo-armaduras de Legionarios muertos para transformarlos en Astartes. Har'kan y sus antiguos Manos de Hierro se habían dedicado a rehabilitar un par de Thunderhaws y varios transportes Rhino, mientras el resto de fuerzas habían entrenado tácticas de ataque y coordinación entre todas las escuadras para dejar atrás los viejos odios. Trajana observó aquel ruinoso sistema solar gobernado por una enana blanca, tres planetas giraban a su alrededor de forma perezosa, además de un anillo interior de escombros y asteroides. Los dos planetas más alejados de la estrella y del anillo de escombros eran gigantes gaseosos de color azulado con largas vetas grises, el más cercano al sol era una roca de color óxido sin lunas. Cinco pesadas naves de guerra recibieron a la Humillación de Russ, podía verse el símbolo del cráneo dentro de la rueda de engranaje en sus proas y toda sus placas de blindaje estaban pintadas de rojo y negro. Sus pesadas armas eran capaces de destruir flotas enteras, apuntaron a la nave recién llegada y se posicionaron para rodearla, para así poder abatirla de forma rápida y eficiente en caso necesario. Las alarmas de proximidad y de emergencia sonaron por toda la Humillación de Russ, Trajana observó las cinco naves y se preguntó cuál sería la fidelidad de aquella flota del Mechanicus, si al Emperador o a Horus.

-¡Transmisión entrante! -gritó desde su puesto uno de los encapuchados operadores de comunicación, sin alzar su rostro de la pantalla verde. -Esperando órdenes de como proceder, mi Señora.

-Acepta la transmisión y activa el haz holográfico -respondió Trajana, colocándose el casco para ocultar su identidad y su género, mientras se ponía en pie. -Veamos que nos tienen que decir estos roedores de cables.

-Nave desconocida, está rodeada y en el objetivo de nuestros cañones -dijo una voz mecánica, el haz holográfico creó una imagen de una figura más mecánica que humana y envuelta en un hábito sacerdotal rojo con detalles dentados blancos, la mitad derecha su rostro era un cráneo mecánico. -Soy el Magos Gilmor, identifíquese nave Astarte, indiqué su afiliación o abriremos fuego hasta reducirlos a átomos…

-Esta nave es la Humillación -contestó Trajana, cambiando el tono de voz a uno más grave, estudiando al Adepto del Mechanicus con interés y viendo como se agitaban los largos conectores neuronales que salían de su espalda de forma nerviosa y que parecían danzar de forma desordenada. -Soy el Capitán Trajana y no estamos afiliados a ninguna Legión, somos supervivientes de las Purgas de Istvaan. Renegados que asesinar por parte de las Legiones de Horus y legionarios sospechosos de espionaje por parte de las fuerzas del Emperador -midió cada palabra y suspiró, fingiendo desesperación y haciendo temblar su voz con falsa rabia. -Ahora somos los Renacidos, una partida de guerra mercenaria que desea ofrecer sus servicios al Adeptus Mechanicus.

-Es lo más lógico, al ser perseguidos por todos el escoger el bando neutral en este conflicto -asintió el Adepto algo más relajado ante la explicación detallada de la situación de aquellos legionarios Astartes. -Bien sean bienvenidos a Engram, sus fuerzas y su nave servirán para proteger este sistema del glorioso Omnissiah de todos aquellos deseos de hacerse con los tesoros de este sistema -su voz metálica resonó con aquella fría bienvenida. -Avancen hasta Engram y pónganse en órbita, estoy informando de su presencia y deberán presentarse ante el Archimagos Belias, que les espera en la prefectura central.

-Gracias por su bienvenida, Gilmor -respondió Trajana aliviada y sonriendo cruelmente debajo de su casco, sabiendo que había pasado solo la primera fase de su infiltración hacia su objetivo, el corazón de datos de Engram y los que quería Vashtorr. -Nos ponemos en marcha, no queremos hacer esperar al Archimagos Belias.

Trajana hizo un movimiento de su mano y el operador de comunicación cortó la transmisión, se quitó el casco y sonrió al ver como se alejaban las naves de guerra del Mechanicus. Habían conseguido engañarlos de momento, debían darse prisa, pues algo la decía que la misión de Vashtorr se podría complicar en cualquier momento, ante la aparición de fuerzas leales al Emperador o al Señor dea Guerra Horus. La Humillación de Russ avanzó por el sistema en dirección a la roca muerta que era Engram, mientras Trajana trazaba su plan con sus lugartenientes, ella y un grupo de escolta se reuniría con el Archimagos, mientras Har'kan se infiltraría con un pequeño destacamento de ataque en las instalaciones del Mechanicus, hasta el nodo central de datos y colocaría el artefacto de Vashtorr, después sería una carrera contrarreloj para escapar de aquel sistema y de las naves, que lo vigilaban con férrea determinación. La Humillación de Russ se puso de forma perezosa en órbita a Engram, otras dos naves pesadas del Mechanicus yacían ancladas en órbita, listas para actuar en caso de amenaza.

 Dos Thunderhaws salieron de uno de los hangares ventrales de la Humillación de Russ hacia el planeta, Trajana observó el planeta que se cernía bajo ellos de pie en la cabina de una de ella con una funesta mirada. Sentados en el compartimiento de tropas estaban Dorak y sus guerreros revisando su equipo en silencio, además de una de las nuevas escuadras reclutadas que murmuraban nervios entre ellos, en la otra nave que seguía a la primera, iban otras dos escuadras de reclutas ansiosos por demostrar que eran dignos de servir a Malal. Ambas aeronaves estaban pintadas en bronce desgastado y con adornos negros, una escuadra de seis Archaeopteros de rojo oscuro del Mechanicus los flanquearon como escolta. Trajana observó las enormes necrópolis de ángulos geométricos exactos de piedra verde desgastada por el tiempo, a sus ojos le parecieron icebergs en un mar de tierra pedregosa, que ocultaban gran parte de sus estructuras en las entrañas de aquel mundo. Sus ojos apartaron de aquellas reliquias olvidadas y se fijaron en su objetivo, una ciudad de metal que se extendía como un cáncer plateado, desentonando con el verde de las necrópolis y el marrón oscuro de la tierra quemada. La Thunderhaw sobrevoló los chamizos de chapa y metal de la periferia, para luego esquivar las fábricas, factorías y laboratorios que se alzaban hacia el cielo como dedos acusadores, entre todos ellos destacaba el edificio del centro de la ciudad, la Prefectura. Era una mezcla de palacio y megafactoría, largos y gruesos tubos de metal oscuro salían de su estructura y bajan internándose como raíces en la oscura tierra, la efigie de Omnissiah estaba grabada en los cuatro enormes costados del edificio y parecían mirar a su alrededor con cruel indiferencia. Capitales y estatuas megalíticas lo adornaban, escondiendo armas de defensa en su interior, su techo estaba coronado por seis grandes plataformas de aterrizaje y varias baterías antiaéreas, que barrían de forma automática los cielos constantemente. Ambas Thunderhaws se posaron con pesadez en una de las enormes plataformas de aterrizaje, levantando ráfagas de aire caliente y polvo a partes iguales en su descenso, mientras las aeronaves de escolta seguían volando en círculos como pájaros carroñeros sobre un cadáver.

Las rampas de desembarco se abrieron de golpe de forma pesada, Trajana descendió de la Thunderhaw con paso tranquilo y observando todo a través de su casco automatizado, mientras su mano izquierda acariciaba de forma inconsciente el Hacha del Pánico con su servo-armadura de color bronce relumbrando por la luz del mortecino sol blanco. A su alrededor se movía su escolta, Dorak y Kortal iban al frente, Lenial y Vartus detrás de ella, todos con las armas preparadas y listos para el combate ante la mínima amenaza contra su señora. Tres pasos por detrás de ellos iba una de las escuadras de niños y niñas de Caleris IV, ascendidos a Astartes de la misma forma en la que fue transformada Trajana, sus pasos eran pesados y sus posturas tensas, los comandaba uno de los supervivientes de los hijos de Lorgar llamado Olmar, que los amonestaba por el canal de voz ante cualquier fallo. Las dos escuadras de la otra Thunderhaw también descendieron, eran todos novatos guiados por un veterano de los guerreros de los Renacidos veteranos. Trajana vio el comité de bienvenida ya les esperaba, al borde de la plataforma y cercanos a la enorme pasarela de metal que les llevaría al interior del edificio. Dos escuadras de Skitariis formaban una junto a la otra en dos perfectas filas de cinco hombres de ancho, sujetando con fuerza y tranquilidad absoluta sus largos rifles de aspecto extraño, mientras los observaban a través de sus pesados cascos. Estaban protegidos por segmentadas armaduras de caparazón sobre la que llevaban largas túnicas abiertas de color rojo. Dos pasos por delante de ellos se encontraba una figura extraña y tan grande como un Astarte, de cintura para abajo tenía el cuerpo de un caballo de guerra mecánico y blindado, la parte superior estaba acorazada y sus dos brazos biónicos sujetaban una pesada hacha de energía, su túnica roja se agitaba con la brisa de aquel mundo muerto, la parte inferior de su rostro era un mar de claves y tubos que se perdían bajo el cuello de su bruñida coraza y sus ojos dos lentes azules que zumbaban al ajustarse, el resto de su bulbosa cabeza estaba oculta bajo la pesada capucha que proyectaba una sombra siniestra.

-Sean bienvenidos a Engram, soy el Archimagos Belias -el Archimago se presentó haciendo una reverencia, mientras los cascos de sus patas mecánicas patearon la superficie de la plataforma metálica rítmicamente. -Sé que ha debido ser un largo viaje y su situación es... delicada, pero su ayuda será recompensada ampliamente con equipo y municiones.

-Un honor conocerte Archimagos, yo soy el Capitán Trajana -Trajana hizo la señal del águila imperial sobre su pecho con sus manos y activó su baliza de localización, para que Har'kan pudiera saber dónde estaba el lugar al que debía teletransportarse. -Pensaba que este sitio era solo un puesto avanzado del Mechanicus, no un floreciente complejo industrial que puede rivalizar con un mundo forja.

-Al principio, era un puesto avanzando hasta que encontramos el mineral de piedra negra -Belias pareció sonreír, como si estuviera orgulloso de todo lo construido en aquel mundo y del elogio recibido a su obra. -Después de encontrarlo y empezar a investigar las ruinas de esta raza olvidada en el tiempo, la base de investigación creció hasta lo que es ahora, un momento por favor tengo una comunicación entrante… -abrió su mano derecha y un haz de luz azulado apareció, formando el mecánico rostro del Magos Gilmor manchado de sangre y aceite a partes iguales. -¿Qué sucede Gilmor? ¿Qué es tan importante para molestarme?

-Mi señor… nos hemos equivocado… ya están aquí -la voz de Gilmor sonó llena de estática y su rostro se distorsionaba sin parar, mientras el sonido de combate espacial de fondo era distinguible. -Los Traidores ya han llegado…

-No es posible, los augures de Disformidad dijeron que teníamos al menos dos semanas más -Belias tembló levemente con la mirada fija en el parpadeante rostro holográfico de Gilmor. -¿Quién es el enemigo? ¿Los Portadores de la Palabra? ¿La Legión Alfa? ¿Los Guerreros de Hierro?

-No, mi señor. Es el Señor de la Guerra…-una explosión eclipsó las palabras de Gilmor, que pareció estar maldiciendo y temblando sin parar de terror. -Es… Lupercal… él está aquí en persona. 

-¿El Señor de la Guerra? -el miedo afloró en la voz del Archimagos Belias y la imagen holográfica se apagó con un fogonazo. -¿Gilmor? ¡Responde Gilmor!

-Está muerto y si no nos preparamos… pronto lo estaremos nosotros -Trajana lo dijo tensa, sabiendo que aquello era el peor escenario posible. Si enfrentarse a un Primarca era algo casi imposible, contra Horus sería un milagro sobrevivir para contarlo. -Que las naves en órbita se escondan en el anillo de asteroides y estén a la espera, por qué ahora se nos viene una lanza contra nuestras cabezas, Archimagos.

-¿No deberíamos usar las naves para detener la flota enemiga o al menos retrasarla? -preguntó confuso y conmocionado Belias, mirando a Trajana y estudiando al Astarte con desconfianza. -Eso nos daría tiempo a luchar... y fortificar la ciudadela…

-¡Es el jodido Señor de la Guerra! -rugió Trajana avanzando hasta Belias agarrándole de la túnica, mirándolo con cruel desprecio a través de su visor. -Su nave insignia, el Espíritu Vengativo es una nave clase Gloriana, pasará por encima a cualquier nave menor, sin un rasguño y estaremos aislados a su merced -soltó al Archimagos y gruñó furiosa, Vashtorr sabía esto y se lo había ocultado, condenándolos a una muerte casi segura. -Debemos prepararnos, nos arrojará un asalto planetario de punta de lanzacontra nuestras posiciones. Es la maldita estrategia favorita de Horus. Que cada hombre, mujer y niño empuñe una arma, vamos a vender cara esta maldita roca y reza al Omnissiah porque eso sea suficiente para frenar su avance al menos un par de horas.

Trajana se alejó del aterrado Archimagos Belias, que empezó a dar órdenes a gritos y observó las vistas de aquel mundo. Sabía que se iba a desatar un infierno en aquella roca olvidada, esas necrópolis de alienígenas ancestrales que habían sobrevivido millones de años serían reducidas a polvo y esa ciudad derruida hasta sus cimientos, Horus Lupercal no tendría piedad de ningún ser de aquel mundo, solo esperaba que Har'kan cumpliera con su misión antes de que la garra del Señor de la Guerra se cerrará sobre sus gargantas. Vashtorr la había utilizado, sabía que Horus se abalanzaba hacia ese planeta y tal vez por el mismo premio que aquel semidiós buscaba, si sobrevivía a aquella trampa, reclamaría su pago y con intereses.

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