La senda del Odio. Capítulo 7. El trato.

 

Trajana caminaba por las silenciosas y desiertas cubiertas de la Humillación de Russ, su destino era un antiguo barracón de la anterior tripulación humana de aquella nave. Ante la puerta blindada del antiguo barracón reconvertido en una celda esperaba Chapael, estaba arrodillado, rezando en silencio a su nuevo Dios, Malal. Eso hizo sonreír levemente a Trajana, los hijos de Lorgar eran unos fanáticos religiosos y el Emperador había sido un imbécil al negarles su adoración hacia su persona, iniciando el mismo la propia rebelión en su contra. Al escuchar los pasos de Trajana, Chapael se levantó y dejó de murmurar sus silenciosas plegarias, para dirigir una mirada cargada de miedo e hizo una leve reverencia con su tatuada cabeza.

-¿Está todo preparado? -preguntó Trajana, ansiosa y sonriendo, estaba emocionada ante la tarea que tenían por delante. -No admitiré más demoras, si tu respuesta es negativa… sufrirás las consecuencias por tu fallo.

-Todo está preparado, mi señora -asintió Chapael, sintiendo como un par de gotas de sudor nervioso caían por su tatuado rostro, mientras introducía el código en la cerradura de seguridad de la puerta. -Nuestros invitados están listos, probarán en su carne la bendición de la Disformidad y tendrán el privilegio de unirse con uno de los No Nacidos de nuestro Dios.

-Esto será interesante -rio cruelmente Trajana, a la vez que se lamió los labios de forma seductora ante la perspectiva de romper y corromper a un grupo de estirados Ultramarines. -Veamos si son tan rectos estos perros de Ultramar o caen en el abrazo de Malal.

Ambos entraron en el barracón, que había sido limpiado de todos los muebles y cuerpos resecos que había podrido en su interior. Enormes cadenas de pesados eslabones colgaban de las paredes y terminaban en gruesos grilletes cerrados alrededor de las muñecas, tobillos y cinturas de once figuras acorazadas, que yacían en un estado comatoso autoinducido. Las luces del techo parpadeaban sin parar, creando danzantes sombras por toda la enorme habitación, la cambiante marea de locura de la Disformidad era visible a través del ventanal blindado y en el suelo había escrito con sangre complejas runas protectoras, para evitar intrusiones de los No Nacidos indeseadas. Habían tenido que esperar once días para el ritual de posesión, pero ahora el momento de proceder y aquello sería un gran regalo para su señor, los primeros Legionarios Poseídos de Malal. Trajana miró a aquellos Astartes y sintió desprecio por ellos, eran perros orgullosos, pero cobardes que en vez de enfrentarse a la locura y la oscuridad, habían preferido caer en un coma para protegerse de enfrentar a sus demonios internos. Chapael descolgó el Libro de Lorgar de su cinturón, abriéndolo exactamente por la página donde estaban los hechizos para iniciar el rito de posesión y se arrodilló ante Trajana, mientras sujetaba el libro abierto de par en par para que ella pudiera leer e iniciar el llamado a los No Nacidos de Malal. Trajana miró con sus oscuros ojos a las danzantes letras escritas con oscura tinta escrita sobre hojas de piel de Aeldari, sus labios pintados de negro empezaron a entonar aquellas palabras que no estaban destinadas a ser pronunciadas por una garganta humana. Las sombras temblaron y de ellas emergieron de demonios de piel pálida y cabeza lobuna, sus dos pares de ojos de sus rostros miraban hambrientos a los catatónicos Astartes y son bocas llenas de colmillos babeaban ansiosas. Trajana escuchó el grito de pánico de Antoninus, que era el único Ultramarine consciente y saboreó su miedo, antes de pronunciar la siguiente frase. Al hacerlo, los demonios empezaron a transformarse en un espeso y oscuro humo, que danzó formando espirales alrededor de la elegida de Malal acariciando la servo-armadura de ella de forma lasciva. Soltando una risa cruel, Trajana guio utilizando toda su fuerza de voluntad el espeso humo hasta sus nuevos recipientes. Hebras de niebla oscura empezaron a entrar en los Ultramarines por su boca, oídos y nariz con rapidez, sacándolos de su trance y haciéndoles gritar de dolor por aquella violación de su carne y alma, cayendo al suelo presas de espasmos violentos a la vez que luchaban desesperados por el control sus cuerpos. Trajana avanzó hasta Antoninus y este se lanzó hacia ella como un león furioso, solo para caer al suelo por el peso de su destrozada servo-armadura y el fuerte agarre de las gruesas cadenas. Riéndose ante aquel fútil ataque, la elegida de Malal lo agarró del cuello y lo alzó como si fuera una muñeca de trapo, mirándolo impasible a los ojos, sonrió de forma cruel al ver como el humo oscuro empezaba a entrar en su interior, mientras Antoninus la golpeó desesperado el brazo y el peto en un último intento de liberarse de su férrea presa y detener aquel ritual.

-Tú ya no eres como tus hermanos, el miedo ha calado en tu interior -las palabras de Trajana sonaron suaves y con tono relajado, a la vez que dejaba caer el cuerpo de Antoninus que empezaba a convulsionarse al perder el control de sí mismo. -Dentro de once días volveré para ver cuántos seguís vivos y os habéis convertido en algo superior a lo que sois. Ascended o caed en el olvido, es vuestra decisión escoria de Ultramar.

Trajana se giró y vio que Chapael ya estaba de pie, colgaba de pesadas cadenas el Libro de Lorgar, a la vez que su tatuado rostro se contorsionaba en una mueca de malsano placer al ver el sufrimiento de sus enemigos. Sin decir nada, Trajana salió del antiguo barracón sabiendo que Chapael la seguía igual que un perro leal a su ama. Odiaba tener que esperar para obtener sus Legionarios Poseídos, pero todo llevaba un proceso y dependía siempre del número sagrado de cada Dios. El chasquido del comunicador la sacó de sus pensamientos y activo la comunicación con ira a penas contenida por ser molestada.

-Tenemos un problema en el puente de mando, mi señora -la voz de Dorak sonó tensa y llena de estática en el oído de Trajana. -Es una incursión de la Disformidad, que reclama una audiencia con la elegida de Malal.

-Voy para allá, evita un combate innecesario -ordenó Trajana acelerando el paso hacia el ascensor más cercano, sabiendo que el tiempo y la paciencia de aquel ser seguramente fuera muy escasa. -Manda guerreros a proteger a los iniciados y al ganado que llevamos en la bodega de carga. No me fío que sea el inicio de un posible ataque de los seguidores de los Cuatro Dioses.

El tiempo parecía pasar a cuentagotas y los veinte minutos que necesitó Trajana para llegar al puente de mando le pareció una eternidad. Al entrar un tenso silencio la recibió, Dorak y los Astartes que comandaba empuñaban sus Bólters, espadas y hachas sierras, sin dejar de mirar a la figura gigantesca que miraba por el Oculus de observación del puente de mando. La mirada de Trajana se clavó en aquel ser de la Disformidad de aspecto extraño, que parecía observar el cambiante éter con tranquilidad absoluta. La criatura se giró dejando ver su extraño cuerpo, una amalgama de implantes mecánicos, carne envejecida y demonio, que se apoyaba como si fuera un anciano en un largo y pesado martillo de herrero que irradiaba un antinatural calor de un horno. Sus alas mecánicas se agotaron y relumbraron las pulidas hojas de guadañas en más que acababan, los rojos ojos biónicos del chupado rostro se clavaron en Trajana estudiándola con curiosidad científica, como si deseará diseccionarla como si fuera un insecto. Su respiración era jadeante, dejando salir en cada exhalación hilos vapor de forja de su boca y de los respiradores mecánicos que tenía incrustados bajo su mandíbula, mientras avanzaba cojeando apoyándose en el martillo hasta quedar a pocos metros de Trajana.

-Saludos, elegida de Malal -dijo con voz reseca el demonio a la vez que hacía una reverencia a Trajana, mientras las cuchillas de terrible garra mecánica de su mano chirriaban al rozarse entre sí. - Yo soy Vashtorr, señor de la Forja de Alma y semidiós de la creación e invención. He venido a ofrecerte un trato comercial, que nos beneficiará a ambos.

-Te saludo Vashtorr -respondió Trajana, haciendo también una reverencia, pues sabía que aunque aquel ser no estaba afiliado a uno de los Cuatro Dioses, podía sentir un poder que dejaban como insectos a cualquier gran demonio. -¿Qué es lo que deseas de esta humilde sierva de Malal? ¿Qué negocio deseas proponerme Vashtorr?

-Como bien sabrás, los Cuatro han empezado una cruzada contra el Emperador y eso me ha causado un problema, me falta mano de obra para un trabajo importante -Vashtorr lo dijo con tranquilidad absoluta, apoyándose en su martillo y acariciando un cubo de negra obsidiana que colgaba de su cintura con las afiladas garras de su mano izquierda. -Si me ayudas, tendrás las armas, equipo y máquinas de guerra para armas a toda una Legión de Astartes.

-Es una oferta tentadora -asintió Trajana pensativa, estudiando las palabras de Vashtorr en busca del engaño implícito en ellas, pero sin encontrarlas en ningún momento. -¿Y qué es lo que deseas que hagan mis huestes y yo? ¿Cómo sé que cumplirás con tu parte del trato tras hacer el trabajo?

-Necesito que vayáis al planeta forja Engram del Adeptus Mechanicus e instaléis este cubo de datos en el nexo de datos principal de ese mundo -Vashtorr le ofreció el cubo de obsidiana negro con su mecánica mano y sonrió de manera escalofriante. -Yo siempre cumplo con mis tratos, pero podemos crear un contrato escrito vinculante con nuestra sangre, que nos obligue a cumplir a ambas partes el acuerdo.

-Me parece bien, un contrato de vinculación es la forma más apropiada de asegurarse que ambas partes cumplan -respondió Trajana cogiendo el enorme cubo, que empezó a menguar en su mano hasta tomar el tamaño de un dado y tras observar el artefacto, lo guardó con cuidado en uno de los compartimentos de su servo-armadura. -Prepara el contrato y lo firmaré tras revisar los términos.

-Claro, solo me llevará un momento -una sonrisa satisfecha apareció en el largo rostro de Vashtorr, mientas de la palma de su garra mecánica surgía un pergamino de piel humana y sus garras escribían sobre su superficie a toda velocidad. -Aquí está, si cumples tu parte tendrás el armamento como para equipar toda una Legión, si fallas tendrás una eternidad para pagarme la deuda en sangre y almas.

Trajana agarró el documento que el semidiós le ofrecía y leyó las oscuras palabras escritas, los términos del contrato eran sencillos, pero el castigo por fallar y los intereses del mismo eran abrumadores. Aun así, sabía que no tenía opción, si quería elevar la escala de sus ataques a algo más que simples incursiones y escaramuzas, debía firmar aquel maldito manuscrito. Se mordió el labio inferior con fuerza y de la herida que se hizo brotó una perla de sangre oscura, se llevó el pulgar derecho a los labios y lo mojó en sangre, para luego plantarlo en el documento, dejando una huella sangrienta como firma y se lo ofreció de vuelta al semidiós. Vashtorr asintió complacido y se pasó una de sus garras afiladas mecánicas por una de sus chupadas mejillas, uno fino hilo de corrupto éter salió del arañazo y mojó la punta de una de sus garras, firmando también el documento con su propia esencia. La hoja vibró y se elevó a lo alto del puente de mando, flotando sobre las cabezas de todos, irradiando una luz oscura y corrupta que iluminaba la estancia. Trajana vio como Vashtorr hizo una reverencia y empezó a desvanecerse, mientras reía de forma siniestra y haciéndola temer si tal vez había hecho un trato con el ser equivocado.

-¡Rumbo a Engram! -gruñó Trajana recostándose en el trono del capitán, mientras observaba con el ceño fruncido el flotante contrato. -Tenemos un trato que mantener o estaremos atados a ese semidiós por toda una eternidad.

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