La imagen holográfica de Caleris IV giraba perezosamente, mostrando con todo detalle las ciudades, asentamientos y accidentes geográficos del planeta. El capitán Antoninus Cesáreo de los Ultramarines frunció su bronceado rostro y clavó una fría mirada analítica en el holograma. Todas las ciudades y asentamientos del planeta estaban siendo atacados, en un principio pensó que era una ofensiva de la Legión traidora de los Portadores de la Palabra, pero tuvo que descartarlo al ver en el mapa holográfico cómo sus posiciones estaban siendo también asediadas y atacadas con virulencia. Los pesados pasos del sargento Agripino lo sacaron de sus pensamientos y miró a su viejo amigo, su rostro estaba lleno de cicatrices y enmarcado por una fina barba blanca, se detuvo ante él e hizo el signo del águila imperial antes de cuadrarse, para luego entregar una placa de datos con cuidado. Antoninus respondió haciendo también el signo del águila y cogió la placa de datos, pulso su superficie con un dedo acorazado y la pantalla se iluminó mostrando una imagen. Sus corazones se aceleraron al ver la imagen y pasó con rapidez su dedo por la pantalla, viendo el resto de imágenes capturadas por los satélites espías.
-Astartes -gruñó Antoninus con ira apenas contenida, ante las imágenes de figuras acorazadas gigantes comandando a millares de ciudadanos rebeldes. -No reconozco sus colores de Legión. ¿Son leales o traidores?
-Son descastados, mi capitán -espetó con acritud Agripino, observando el mapa holográfico y como las ciudades en azul y en rojo cambiaban al color ámbar, indicando que estaban bajo el control de aquella tercera fuerza en conflicto. -Son malditos renegados expulsados de sus Legiones o que se han huido de ellas, para formar bandas de guerra mercenarias y de piratas que luchan por el mejor postor.
-No, esto es diferente a las bandas de escudos negros -Antoninus negó con la cabeza y observó la última imagen, un guerrero enorme que blandía un hacha que hería la vista con solo mirarla. -Solicito un desembarco masivo, quiero acabar con esta amenaza de raíz. Comunícate con la flota y que lo hagan de forma inmediata, envía todas las escuadras no necesarias de la base como apoyo a nuestros hermanos asediados.
-Si mi capitán -asintió Agripino, girándose y alejándose hacia la puerta del Estrategium para cumplir las órdenes. -Voy a la sala de control principal para dar la orden, esperamos que nos comande hasta la victoria por el Primarca.
-Allí estaré, viejo amigo -Antoninus sonrió levemente asintiendo y dejando la placa de datos sobre una mesita auxiliar. -No pienso perder un mundo de Ultramar, lo juro por el Emperador.
Hilos de espesa niebla gris se arrastraban por aquellos cañones polvorientos, envolviendo la zona en un grueso manto funerario y ocultando la instalación Altaris. Trajana la observó desde su escondite entre las rocas, su vista alterada por su fisiología Astartes y la bendición de Malal la hacían ver cómo si fuera un día de sol despejado. A su alrededor, miles de humanos temblaban de frío y miedo bajo la mirada inclemente de sus guerreros, listos para atacar el centro de defensa planetaria y cuartel general de los Ultramarines en Caleris IV, mientras Har'kan y sus guerreros atacaban las ciudades como distracción. Solo necesitó un susurro a través del comunicador de su casco y la horda de humanos se lanzó a la carga, saliendo de sus escondites frenéticos hacia delante. Los Bólters pesados de las torretas de defensa y los rifles láser de las fuerzas auxiliares de las almenas dispararon, segando filas de cuerpos como si fueran simples tallos de trigo y dejando campos de cuerpos rotos. Trajana sonrió y señaló las torretas y las almenas con su hacha, disparos sónicos de alta frecuencia de su escuadra de antiguos Hijos del Emperador las reventaron de forma sistemática, mientras una escuadra de Portadores de la Palabra reconvertidos a la fe de Malal cargaban hacia la puerta principal junto con la muchedumbre. Los Ultramarines formaron una fila con sus largos escudos de abordaje y los clavaron al suelo, a la vez que disparaban contra la muchedumbre y los Astartes enemigos. Trajana salió de su cobertura rocosa, escoltada por Dorak rugiendo órdenes a sus guerreros, Kortal gruñía ansioso de derramar sangre al sentir el mordisco de los clavos del carnicero, Vartus avanzaba con paso tranquilo disparando su Bólter pesado como si fuera una simple pistola, Lenial ya había desenvainado sus espadas ornamentadas de duelo y sonreía de forma macabra. Detrás del grupo les seguía el nuevo integrante de la escuadra, el antiguo capellán de los Portadores de la Palabra, Chapael con sus ojos enmarcados en ojeras y mirando con terror reverencial a su nueva ama. Trajana lo miró de reojo y río suavemente, había necesitado dos meses de tortura para aplastar el espíritu de Chapael y había saboreado el proceso de romperlo, hasta que él mismo rogó servirla.
La escuadra de antiguos Portadores de la Palabra chocó contra la línea de escudos, recibiendo una andanada de disparos a corta distancia y haciendo caer a la mitad de los Astartes. Esos guerreros no importaban, pensó Trajana, viendo como la escuadra era mermada y sabiendo que debían ganarse la aceptación total de Malal, luchando como habían hecho sus seguidores anteriormente y ella misma. Kortal se adelantó y saltó sobre la línea de escudos, golpeando con brutalidad la protección de un Ultramarine con su hacha sierra y derribándolo, para luego desenfundar su pistola y dispararle a quemarropa reventándole el casco. Usando la apertura hecha por Kortal, Trajana se introdujo entre las filas de Astartes enemigos, lanzando hachazos a diestra y siniestra, seguida de cerca por su grupo de guerreros y los supervivientes de la escuadra que había usado como carne de cañón. Licerian reía a carcajadas danzando con sus espadas e hiriendo a enemigos con cada preciso ataque, Vartus utilizó su Bólter pesado como si fuera un enorme garrote doblando escudos y manchando cuerpos. Chapael y Dorak luchaban flanqueando a Trajana, atacando a cualquier enemigo que amenazará a su maestra con letalidad asesina dejando un sendero de muerte a su paso. El combate duró apenas unos minutos, los cuerpos retorcidos de las fuerzas de defensa auxiliares yacían retorcidos sobre las almenas y el suelo del patio interior, junto a decenas de cultistas sacrificados en aquel ataque de forma suicida. Los pocos Ultramarines que pudieron, se retiraron al interior de la instalación y sellaron la puerta tras ellos, intentando ganar algo de tiempo de forma desesperada para organizar un defensa efectiva. Trajana observó en silencio como los cultistas apuñalaban a los cadáveres de las tropas auxiliares, mientras sus guerreros revisaban los cuerpos de los Ultramarines buscando a alguno que siguiera vivo.
-Mi señora, hemos tomado exterior de la instalación -Dorak lo dijo con tranquilidad analítica y observó con desprecio a los cultistas, frunciendo su rostro con asco apenas disimulado.-Hemos encontrado tres supervivientes de los Ultramarines. ¿Qué quiere que hagamos con ellos?
-Que sean reducidos y teletransportados a la Humillación de Russ, los quiero romper y demostrar que no son tan rectos como ellos se creen -el tono de Trajana sonó cruel, mientras siguió la mirada de Dorak y vio a las tropas mortales que había traído, sintiendo desprecio por ellos. -Tienes permiso para acabar con estas ratas inútiles, ya nos llevamos a la nave a los huérfanos y el ganado que necesitábamos -le palmeó la hombrera derecha y se rio con crueldad. -No tardéis mucho con su sacrificio a Malal, tenemos un mundo que hacer arder.
Antoninus palideció al observar las pantallas de la sala de control de la instalación, los habían engañado pese a seguir el nuevo libro táctico del Primarca al pie de la letra. Los murmullos entre los técnicos y soldados de las fuerzas auxiliares eran un ronroneo al límite de su audición. Respiró profundamente y cerró los ojos, calculando mentalmente el número de tropas disponibles que tenía y las defensas interiores de la instalación, para saber si podían aguantar hasta la llegada de refuerzos.
-Agripino, arma a todo el personal de la instalación -ordenó Antoninus, girándose y mirando a su viejo amigo lleno de determinación. -Manda una señal de auxilio a todas nuestras fuerzas en el planeta y prepara parapetos, zonas de muerte en cada pasillo y encrucijada hasta este puesto de control. Pagarán con sangre cada paso que den en su interior, lo juro por el Emperador.
-Sí, mi capitán -asintió Agripino y empezó a dar órdenes por los canales de mando a todos los Astartes supervivientes del primer ataque y a las reservas del interior. -Lucharemos hasta el final por la gloria del Primarca.
-Y si todo falla...-un brillo tenebroso apareció en la mirada de Antoninus, posando su mano en la empuñadura de su mandoble de energía. -Nos los llevaremos con nosotros al infierno destruyendo la instalación.
En el mismo instante que pronunció aquellas palabras, las luces de la sala temblaron, provocando un mar de sombras parpadeantes de las que salieron criaturas humanoides con cabeza de lobo y piel gris aullando como almas condenadas. Antoninus maldijo, sorprendido y desenvainando su mandoble, se dispuso a hacer frente aquella incursión. Los gritos de terror de las fuerzas auxiliares humanas resonaron junto con los disparos de Bólter en sala, mientras seguían surgiendo criaturas de las sombras que cargaban hambrientas y ansiosas de carne mortal. Enormes figuras acordadas en bronce y con rebordes en color negro salieron de las sombras, siguiendo a aquellas monstruosidades lobunas como nadadores saliendo del mar. Trajana salió de las sombras con perlas de escarcha sobre sus hombreras y empuñando su hacha del Pánico cargo hacia delante, sabiendo que aquella misma situación estaba sucediendo en cada una de las salas donde sus enemigos se habían escondido como ratas. Antoninus reconoció a Trajana como el Astarte renegado que había visto en la imagen de la pantalla de datos, sabiendo que era quien comandaba aquel ataque y que si acababa con el líder enemigo podría cambiar las tornas de aquella batalla perdida. El mandoble de energía chocó contra la cabeza del hacha de Trajana, obligándola a retroceder ante los rápidos ataques de su enemigo pese al enorme peso y volumen de aquella enorme espada. A su alrededor era todo un caos, docenas de monstruosidades lobunas despedazan humanos y luchaban contras los Ultramarines, Chapael y Dorak que habían acompañado a Trajana en aquel ataque se abrían paso a sangre y fuego, combatiendo cada paso que daban con fiereza fanática cargada de odio y sed de venganza. En las pantallas de la sala de control, Trajana logró vislumbrar imágenes fugaces de combate, Kortal empapado en sangre luchando sobre una montaña de cuerpos, Lenial danzaba asesinando con sus espadas de duelo de forma eficiente entre aterrados humanos, Vartus disparaba su Bólter pesado destruyendo parapetos y asesinaba con su cuchillo de combate a todo el que se acercaba. Aquellas escenas la distrajeron un segundo, que era lo único que necesitaba Antoninus y lanzó un fugaz ataque contra su enemiga. El enorme mandoble penetró el pectoral de Trajana y la atravesó el pulmón izquierdo, saliendo la punta de la hoja de energía por la espalda manchada de sangre negra.
Una bocanada de sangre oscura salió por la rejilla de voz del casco de Trajana y un grito de dolor se arrastró entre sus labios. Una sonrisa arrogante apareció en el rostro de Antoninus, cuándo fue a hacer girar la hoja de dentro del pecho de su enemigo para matarlo. Llena de furia, Trajana agarró la mano con de Antoninus y le dio un brutal cabezazo, para luego con su otra mano enarboló el hacha del Pánico y rompió la hoja de arma a escasos centímetros de su pectoral. El Ultramarine retrocedió con la frente abierta por el golpe, regueros de sangre caían por su curtida cara llena de cicatrices, a la vez que vía a su enemigo quitarse el casco roto dejando su rostro al descubierto. Trajana arrojó el casco roto al suelo y escupió al suelo un chorro de sangre, jadeaba como una bestia salvaje, sus labios pintados de negro y su rostro pálido estaban manchados de sangre oscura, sus ojos negros se clavaron en su enemigo con odio.
-¿Qué blasfemia es esta a la obra del Emperador? -preguntó Antoninus, desenfundando el gladio de su cargo que colgaba de su cadera y apuntó a Trajana con el arma. -Las mujeres no pueden ser Astartes, esta es otra afrenta al Imperio y morirás por ello.
-Siempre ladrando como los perros…-respondió con los dientes apretandos Trajana, mientras agarraba la hoja que sobresalía de su pecho y la arrancó de un fuerte tirón. -Si es una blasfemia contra el Imperio, el mismo que permitió la traición de Horus y qué arda la galaxia por la guerra, que así sea -gruñó arrojando la hoja sucia de sangre oscura a los pies de Antoninus y sonriendo de forma burla a su enemigo. -Yo no empecé la guerra, pero me vengaré de traidores y leales por dejarme en las garras de la muerte. ¡Ahora ven a luchar necio!
Antoninus se lanzó al ataque, intentando conectar una estocada precisa en el herido pecho de su enemiga. Trajana giró con rapidez sobre el brazo armado del Ultramarine y dan un golpe descendente con su hacha, destrozándole la mochila y dejando sin energía la servo-armadura. Antoninus trastabilló hacia delante por el golpe y luego sintió aumentar el peso de su cuerpo, antes de poder recuperarse Trajana le pateó la parte de atrás de las rodillas haciéndolo caer y obligándole a soltar el gladio para evitar herirse con el arma al golpearse contra el suelo de acero. Con movimientos tranquilos de un verdugo, Trajana hizo descender el hacha para decapitar a su enemigo caído de un solo golpe. Antoninus rodó por el suelo encharcado de sangre, esquivando el letal golpe del hacha y chocó contra el cadáver de un soldado humano destripado que aún sujetaba con sus manos rígidas el rifle láser con la bayoneta calada. Sin pensarlo dos veces agarró el arma y disparó contra Trajana, que arrancó el arma del suelo y avanzó hacia su Antoninus, ignorando los disparos que dejaban marcas quemadas en su servo-armadura y le dio un manotazo, arrancándole el rifle de las manos. Sonrió igual que un depredador y dejó que la oscuridad de su interior saliera, cerrando la herida y sellando el pectoral sin dejar marca, mientras un halo de negrura enmarcaba demostrando su oscura santidad e irradiando un aura de miedo y terror. Antoninus empezó a convulsionarse, al sentir aquella oscuridad asaltar su cerebro y mostrándole los verdaderos secretos tras la Disformidad de locuras y corrupción, haciéndole perder la conciencia y cayendo en estado catatónico. La escena enloqueció a los pocos humanos que quedaban vivos, haciendo entrar en estado catatónico a los Astartes leales para evitar ser atrapados por las visiones de muerte y locura que les arrojó Trajana.
-Chapael… prepara a estos perros de Ultramar para llevárnoslos -la voz de Trajana sonó rasposa y cruel, mientras se apartaba del comatoso Antoninus. -Lanza los misiles, Dorak. Quiero que ardan nuestros misiles y este miserable mundo chille de dolor.
-Sí, mi señora -asintió Chapael, para configurando la baliza de cada Ultramarine catatónico, a la vez que murmuraba una plegaria.
-Témenos dos problemas -gruñó Dorak comprobando la consola principal y tecleando sin parar sobre el teclado, a la vez que se le perlaba la frente de su rostro patricio. -Estos cabrones han bloqueado el sistema y activado la autodestrucción de la instalación. Todos los códigos de acceso imperiales que introduzco están siendo rechazados... nos quedan dos minutos antes que este lugar desaparezca con nosotros dentro.
-Ya veo...-Trajana miró pensativa el cuerpo de Antoninus y sonrió al ver un bolsillo cuadrado, se arrodilló con cuidado y lo abrió sacando con cuidado un libro encuadernado en cuero con las letras del título escritas en pan de oro. Abrió el libro por la primera página y una carcajada irónica salió de sus labios, al leer el título y el autor. -Prueba con Codex Astartes.
-Accediendo al sistema -respondió Dorak, introduciendo las coordenadas de ambas flotas que rodeaban el planeta y reconfigurando la autodestrucción de la instalación para los siguientes treinta minutos. -Misiles listos y en proceso de lanzamiento, instalación preparada para explorar en media hora, mi señora.
-Buen trabajo -asintió Trajana tocando su comunicador y activando todos los canales de voz con cada uno de sus guerreros. -Es hora de irnos, teleportación general a la Humillación de Russ, tenemos un espectáculo de fuegos artificiales que ver.
Trajana estaba de pie en el puente de mando de la Humillación de Russ, todos sus Astartes estaban a detrás de ella y a sus pies ante ella yacía encadenado Antoninus, observando como se desarrollaba el espectáculo de muerte de millones de seres humanos con asombro. Los cientos de misiles salieron de la atmósfera impactando en las naves capitales de las dos flotas, provocando explosiones masivas en las que se llevaron por delante a las más pequeñas que las rodeaban. Miles de toneladas de metal, plástico y cuerpos caían sobre la superficie de Caleris IV, como una mortal lluvia que arrasó toda su superficie y destruyó cada ciudad por la fuerza de los impactos. Una sonrisa de malsano placer apareció en el rostro de Trajana, al ver las dos flotas destruidas y aquel planeta arder hasta los cimientos, devolviéndolo a la anarquía y miseria que en la Era de los Conflictos. Los gemidos de angustia de Antoninus se mezclaron con las risas crueles, las alabanzas a Malal y los rítmicos golpes de puños sobre los pectorales, toda aquella cacofonía le sonó como una dulce melodía a Trajana y la saboreó con gusto. Había experimentado cambios en aquella campaña, bendiciones otorgadas por Malal y sabía que aquello era el primer paso a la inmortalidad. Una risa irónica se escapó entre sus sensuales labios, el Imperio y sus intrigas la habían condenado a muerte, transformándola en una fuerza impulsada por la venganza y ahora ascendería a la inmortalidad sobre las cenizas de leales y traidores al Imperio.
Comentarios