Cientos de imágenes llenaban las pantallas del enorme laboratorio, mientras decenas de ingenieros y científicos recogían todos los datos pertinentes, que recibían de forma constante de las sondas enviadas al planeta Namco. El profesor Samuel Oak se alejó de la ventana de cristal blindado, apartando la vista del trabajo de sus ayudantes del laboratorio y se dejó caer en su mullida silla. Su mirada fue directamente al retrato de su nieto, sabía que esta era la única solución para que sobrevivieran, sus manos acariciaron el teclado y el ordenador se encendió. La Kanto, susurró impresionado cuándo la pantalla mostró los planos de la enorme nave colonial, que los llevaría en un viaje de veinticinco años en el espacio hasta el planeta Namco. Las sondas y satélites enviados, habían demostrado la viabilidad del planeta e incluso que ya había formas de vida en constante evolución, compitiendo entre ellas en el cambiante ecosistema de ese mundo. Oak abrió el segundo archivo, su trabajo y misión más importante, el proyecto Pokémon. Observó las imágenes de la fauna de Namco, solo en la zona dónde estarían ubicadas las colonias, habían ya catalogado con éxito ciento cincuenta especies difirentes de la fauna local. La misión de su proyecto serviría para que los colonos se adaptarán al entorno, evitando problemas cuando llegarán a aquel nuevo mundo, así ya conocerían la fauna y la flora del planeta, porque era un viaje sin retorno a la Tierra. Oak comprobó los resultados de la simulación, los sujetos de pruebas se habían adaptado a la perfección a ella, en unos días podrían despegar en dirección a Namco.
Oak acarició el cristal blindado de la cápsula criogénica, apartando los cristales de hielo con su mano derecha y viendo la durmiente figura de su nieto. Sabía que ahora su mente estaba dormida, pero pronto estaría conectada al mundo virtual y se cargarían los recuerdos implantados, para que no hubiera ningún problema de tensión mental o incoherencia del entorno simulado. Oak se alejó de la cápsula y caminó por el enorme pasillo hasta el ascensor, sin ni siquiera mirar el resto de miles de cápsulas, que cubrían las paredes igual que un panal de abejas. La puerta del ascensor se abrió y entró en su interior, pulso con cuidado el botón y sitio el súbito empujón del ascensor al ponerse en marcha, nervioso se metió las manos en los bolsillos de su bata blanca y empezó a silbar la música de fondo, que salía por los altavoces del cubículo. Tras casi caerse al pararse el ascensor, Oak salió a la enorme sala dónde estaba el servidor central, sus ojos miraron con asombro el enorme ordenador y el círculo de cápsulas que lo rodeaba, sabiendo que una de ellas sería la suya. Avanzó con paso decidido hacia su cápsula, sabía que lo estaban haciendo era necesario, pero eso no quitaba que fuera algo poco ético, soltó un gran suspiro al llegar ante la cápsula y la abrió con delicadeza.
-Vamos Oak, métete de una vez en la cápsula -dijo una voz detrás de él con amabilidad. -Debemos empezar cuánto antes la simulación.
-Lo sé, pero aun así no se me hace fácil -las palabras salieron con delicadeza de los finos labios de Oak, mientras giraba a mira su interlocutor. -Nos vamos a sacrificar por todos, nuestras mentes serán uno con el servidor y no sabemos los efectos secundarios del proceso, Herbal.
-Ya, pero no tenemos alternativa -asintió el doctor Herbal, acariciándose su bigote de forma pensativa con su mano derecha. -Tú serás el primero en ser integrado con la IA del servidor y gestionarás el progreso de los durmientes de la zona de criocápsulas RA1996.
-La zona dónde está mi familia -Oak sonrió levemente con cierto alivió, mientras se metía en la cápsula. -Nos veremos dentro, si todo va bien.
-Si, buena suerte Oak -respondió Herbal, activando el cerrado de cápsula de crioestasis y comprobando las constantes vitales de su amigo y compañero. -Duerme bien amigo mío, nos veremos pronto dentro de la simulación.
Oak no pudo escuchar las palabras de Herbal, ya que en ese momento el frío gas criogénico llenó la cápsula y la oscuridad del helado sueño lo envolvió. Parpadeó confuso un momento sintiéndose mareado, cuándo su vista se volvió más nítida, pudo ver que estaba en lo que parecía un laboratorio, rodeado de ayudantes y de dos chicos que reconoció en el momento. Sintió las miradas preocupadas de su nieto Gary y su mejor amigo Ash, se levantó de la mullida silla y les sonrió con amabilidad antes de empezar a hablar.
-Perdonadme, solo estaba un poco ensimismado -Oak se estiró un momento y recogió las dos pequeñas bolasde color rojo y blanco, para entregar una a cada niño. -Aquí tenéis a vuestro primer compañero Pokémon, un Eevee para Gary y un Pikachu para Ash. Ahora salid recorrer el mundo, convertiros en grandes entrenadores y capturad muchos Pokémon, sed el mejor entrenador de la Liga.
Los dos niños asintieron contentos y salieron corriendo del laboratorio, emocionados por la nueva aventura que tenían ante ellos. Oak los vio marchar, sabiendo que todo esto sería un entrenamiento, para cuándo llegarán al planeta Namco y vieran a los Pokémon de verdad. El largo viaje empezaba por el vasto espacio, mientras sus cuerpos estarían décadas sin envejecer, congelados y dormidos, plácidamente engañados, pensando que este mundo simulado era real y solo unos pocos sabrían la verdad hasta no llegar a su nuevo planeta.
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