Star Wars: El sonido de la Fuerza.

 

La noche había caído sobre Coruscant, sucias nubes de polución flotaban perezosamente entre las titánicas torres de cristal y metal. Los enormes focos iluminaban el antiguo templo de los Jedis, que posteriormente había sido reconvertido en el palacio del Emperador Palpatine, los estándares rojos oscuros con el símbolo de Imperio brillaban por la luz artificial y soldados imperiales de blanca armadura montaban guardia en cada uno de los sus accesos. Norac Vak se ajustó los harapos que cubrían su uniforme de cadete de la academia imperial, mientras sentía el ruido que siempre escuchaba en el fondo de su mente acentuarse. Rubel y el resto de cadetes miraron nerviosos las esclusas de ventilación de la base del Palacio, sabían que el Emperador había partido a Endor y era la oportunidad perfecta para su incursión de iniciación. Norac apartó de su rostro los largos mechones de su pelo rojo y frunció sus labios, como hacía siempre desde pequeña, cuándo algo la molestaba o sentía miedo, sin apartar la mirada del resto de cadetes. Los instructores los ponían aprueba a todas horas, sus compañeros y ella misma habían aceptado el desafío de los cadetes veteranos, solo para demostrar su valía ante ellos.Debían colarse en el viejo templo y traer un recuerdo, se decía que era una tradición entre los cadetes de la academia desde la desaparición del los Jedis. Rubel apartó la enorme rendija de unas esclusas de ventilación con la ayuda de otros dos compañeros, esta daba a enormes conductos que se internaban hasta los niveles más profundos de la capital imperial. 

-Vamos Norac, no te quedes atrás -sonrió nervioso Rubel, guiñando uno de sus ojos azules a su compañera. -No quiero que el resto consiga cosas mejores que nosotros.

-Esto no es buena idea, Rubel -Norac habló en voz baja y mirando de forma furtiva a su compañero. -¿Sabes lo que nos harán si nos pillan aquí?

-Vamos tortolitos -gruñó Brac mirándolos con frialdad, mientras entraba con el resto de los otros cadetes. -Quedaos aquí ligando cómo los idiotas que sois, así conseguiremos nosotros el mejor botín.

Norac le lanzó una mirada llena de odio a Brac, aquel enorme gigantón era un cabronazo y no había hecho más que meterse con ellos dos desde el primer día. Rubel posó una mano enguantada en el hombro de ella, para evitar que se lanzará a pelear contra aquel imbécil y sus compañeros. Ambos esperaron un par de minutos, dejando que el resto empezará a bajar por los túneles del pozo de ventilación, mientras comprobaron todo su equipo. Norac y Rubel empezaron a descender por aquel enorme pozo sin fondo aparente, bajando despacio por las viejas escaleras de servicio a los diferentes niveles de andamios clavados a las paredes, que daban a oscuros túneles de ventilación. El aire se hacía más espeso y enrarecido según descendían, enormes manchas de moho y líquenes empezaron a aparecer en las paredes del pozo y se vieron obligados a ponerse los pesados recicladores de oxígeno. Norac revisó el altímetro incorporado en la muñeca de su uniforme y le indicó a Rubel que parará, a la vez que señalaba al suelo del andamio dónde se encontraban. Allí había los restos de envoltorios de barras alimenticias recientes frente a un túnel de ventilación, Brac y sus compañeros iban dejando un rastro de basura a su paso, tan fácil de rastrear cómo la destrucción que dejaba un Rancor a su paso.

Avanzaron por el túnel en silencio, empuñando sus pistolas bláster y sujetando una linterna en la otra mano cubriéndose mutuamente, motas de polvo flotaban en el ambiente y restos de telarañas cubrían cada vuelta del pasillo. Norac se paró al llegar a un cruce de cuatro pasillos, pasó la luz por el suelo y vio que sus compañeros habían ido por el camino de la derecha. Rubel asintió al ver la huellas y empezó a ir hacia ese camino, cuándo la mano de Norac lo detuvo y negó con la cabeza, para luego señalar el camino de en frente de ellos.

-Vamos por ahí -ordenó Norac con el ceño fruncido, sintiendo como el zumbido en el interior de su cabeza crecía cada vez más. -Creo que encontraremos algo más interesante, Rubel.

-Pero... ellos han ido por aquí…-protestó Rubel, sabiendo que al final haría lo que ella quisiera. -Si vamos por dónde dices, más te vale que encontremos algo bueno…

-Deja de quejarte -Norac sonrió divertida bajo su reciclador de oxígeno, guiñándole un ojo a Rubel. -Si no encontramos nada, te prometo que te lo compensaré... con una cita.

Lanzando un largo suspiro, Rubel siguió a Norac por aquel túnel de ventilación, hasta una puerta de acceso, al acercarse se abrió con un siseo de forma automática ante ellos. Ambos se miraron y tragaron saliva nerviosos, cuándo cruzaron la puerta salieron a un bello pasillo de muros finamente decorados y con columnas que se perdían en el oscuro techo, por aquel pasillo podría desfilar una columna de stormtroopers y aún sobraría espacio, calculó Norac asombrada. Pequeñas luces integradas en los muros iluminaban aquel enorme corredor, cada pocos metros había puertas que daban a viejas aulas redondas, gimnasios de entrenamiento de suelo acolchado y talleres llenos de bancos de trabajo abandonados. Registraron habitación por habitación, encontrando pads de datos polvorientos, viejas armas de entrenamiento oxidadas y piezas de repuestos para sables de luz. Rubel sonreía ampliamente con la mochila cargada bajo la máscara de reciclaje de oxígeno a Norac, cuándo dos disparos de bláster le impactaron en el pecho, haciéndole caer al suelo entre convulsiones y escupiendo sangre. Norac gritó aterrada y sujetó al malherido Rubel, mientras sus ojos vieron al Brac y dos de sus compañeros con las pistolas aún humeantes en la mano.

-Dame todo lo que lleváis, perra -gruñó riéndose Brac cómo una bestia cruel, sin dejar de apuntarla con el arma. -Si no, podemos terminar el trabajo aquí mismo.

-Vale, vale... pero danos un poco de medigel -Norac tiró las dos mochilas a los pies de Brac y vio como sus compañeros las recogían con tranquilidad. -Ya tienes lo que quieres, ahora dame el medigel para Rubel.

-Que os jodan a ti y al guaperas…-dijo Brac riéndose y lanzándole un único paquete de medigel y retrocediendo sin dejarla de apuntar. -Vosotros os quedáis aquí... qué pena tan jóvenes y ya sois unos desertores...jajaja.

Norac quería coser a disparos a Brac, pero no tenía tiempo que perder, sacó las ampollas del paquete de medigel y se las aplicó en las heridas a Rubel, que estaba pálido por la pérdida de sangre. Sabía que debía encontrar una estación médica o su compañero moriría por la infección, soltando una maldición en voz baja se echó a la espalda a su compañero y empezó a andar. Norac sudaba y jadeaba por el agotamiento de cargar a Rubel, sin dejar de avanzar por aquel enorme corredor hasta el final del mismo, allí había una enorme puerta labrada y dos estatuas de lo que parecía ser dos Jedis sosteniendo sables de luz. Con cuidado dejó a Rubel en el suelo frente a la puerta, tocó su frente perlada de sudor que ardía por la fiebre, el medigel había cerrado las heridas, pero la infección y el shock traumático estaba matando a su compañero, sacó la cantimplora y le obligó a beber un poco de agua. Suspirando ampliamente, Norac se puso en pie y se acercó a la puerta, notando cómo el ruido de fondo de su cabeza se volvía casi insoportable y la hizo perder el equilibrio, posando sus manos en la enorme puerta para no caerse. Al instante su superficie se iluminó y crujió, abriéndose lentamente y mostrando una enorme sala circular, llena de lo que parecían por unas gradas ocupadas por vitrinas llenas de máscaras, sables de luz, vasijas, brazaletes, armas extrañas y bustos de Jedi muertos siglos o incluso milenios atrás, en el centro había un pedestal sobre el que flotaba un cubo que brillaba con luz verdosa interior. Norac entró en la sala, esperando encontrar algo que ayudará Rubel y al instante fue asaltada por la sensación de estar siendo observaba. El cubo del pedestal se iluminó y sobre su superficie se formó la figura hecha de luz de un anciano y pequeño alienígena vestido con una túnica, que se apoyaba  encorvado en un bastón y la miraba con curiosidad.

-Bienvenida pequeña Padawan -dijo la imagen holográfica del anciano alienígena Jedi. -¿En qué ayudarte puedo?

-¿Qué eres? -preguntó Norac, mirando con asombro al pequeño holograma. -Necesito una estación médica, mi amigo se muere. Por favor ayúdame…

-Yo ser el maestro Yoda y esto ser mi holocrón -respondió el holograma del maestro Yoda, mirando a Norac y luego al semiinconsciente Rubel. -No haber aquí estaciones médicas, la única solución posible  es utilizar la Fuerza.

-¡Pero eso está prohibido! -gritó aterrada Norac, mirando al holograma y luego a Rubel, llena de dudas y desesperación. -Si uso la Fuerza, seré perseguida por el Imperio y no me darán tregua…

-La decisión tuya es, pequeña Padawan -sonrió el holograma del maestro Yoda. -Pero recuerda, la Fuerza un poderoso aliado ser y lo único que a tu amigo poder salvar.

-Mierda…-Norac frunció con enfado los labios y suspiró ampliamente. -Bien... que debo hacer…

-Sentarte primero y apartar el miedo de tu mente debes -la voz del maestro Yoda sonó suave y tranquilizadora. -Dejar de apartar el ruido de tu interior y escuchar el verdadero sonido de la Fuerza. Sentir como en tu interior corre y tocar las heridas de tu amigo debes.

Norac asintió y se sentó al lado de Rubel, escuchando las suaves palabras del maestro Yoda, mientras posaba sus manos en las heridas aún frescas de su amigo. Cerró los ojos y se concentró solo en escuchar el ruido de fondo que sonaba constantemente en su cabeza, poco a poco aquel sonido se tornó más nítido y escuchó la melodía del universo que era la Fuerza. Sintió cómo la llenaba y corría por su interior libremente, como si hubiera roto la presa que aprisiona un río y este volviera a fluir por su cauce descontrolado. Norac abrió los ojos y vio como sus manos se iluminaban, haciendo desaparecer las terribles heridas apenas cicatrizadas del cuerpo de Rubel. Respiró profundamente y posó su mano derecha sobre la frente empapada de su compañero, notando cómo la fiebre había desaparecido y su respiración se había vuelto más regular.

-El primer paso en la Fuerza acabas de dar, pequeña Padawan -asintió satisfecho el holograma mientras empezaba a deshacerse. -Huir de Coruscant debes, vuestro camino por empezar está. Esté holocrón ayudarte, hasta encontrar al Jedi que guiarte debería.

Norac asintió de forma respetuosa y se levantó agotada, caminó despacio hacia el pequeño holocrón y lo cogió guardándolo entre sus harapos, sabiendo que gracias a Brac, ya eran considerados desertores. Únicamente podían hacer una cosa, seguir hacia delante y encontrar a la Rebelión, era la forma de que ambos sobrevivieran de la ira del Imperio. Norac se tumbó al lado de Rubel y lo abrazo, durmiéndose con rapidez, mientras escuchaba en su cabeza la suave canción de la Fuerza.

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