El enorme coloso conocido como el Devastador salió del hiperespacio, apareciendo en aquel sistema solar de la nada. Flotaba con viejas heridas recorriendo toda su estructura, mostrando sus cubiertas abiertas al frío espacio y sus amenazantes cañones ennegrecidos. La nave iba dejando una estela de restos a su paso. A su alrededor, un enjambre de naves de todas las formas y tamaños flotaban como un banco de peces carroñeros persiguiendo a una ballena herida. En el puente de mando del Devastador reinaba un tenso silencio, solamente roto por el teclear de los oficiales esclavos Sith y por el parpadeo de los escáneres. Darth Nihilus permanecía de pie como una estatua, totalmente vestido de negro y con la máscara de marfil cubriendo su rostro, contemplaba el vacío, sintiendo las poderosas mareas de la Fuerza moviéndose por toda la galaxia. El hambre lo había atraído a este lugar llamado Katarr, un planeta dominado por la raza Miraluka, conocida por su sensibilidad a la Fuerza. Ansioso, alzó una mano firme que señalaba hacia el planeta para dar la orden de avance a la flota completa.
Las alarmas resonaron por todo el Devastador cuando docenas de naves de la República se lanzaron contra la ominosa flota Sith, empezando un mortífero y luminoso baile espacial. Ambas flotas intercambiaron disparos de artillería láser y torpedos fotónicos, que explotaron contra los escudos de las naves de guerra. Mientras tanto, enjambres de cazas y bombarderos intentaban derribar a las naves capitanas de sus enemigos. El Devastador avanzó implacable cómo una rugiente bestia, disparando sus pesados y poderosos cañones de asedio, destrozando cruceros y corbetas con facilidad pasmosa, con una furia concebida para aplacar el hambre de su terrible maestro. Darth Nihilus observó la batalla y los viejos recuerdos de las Guerras Mandalorianas volvieron a su mente como fogonazos en la oscuridad en terrible y rápida sucesión, hasta llegar a la batalla de Malachor V. Allí, en ese instante y lugar, fue cuándo sintió el hambre por primera vez. La vorágine de millones de muertes en un mismo microsegundo y la misma Fuerza desgarrarse hasta herir el propio tejido del universo. Apartó los recuerdos y volvió su atención a los insectos que luchaban y morirán a su alrededor, fijándose en el último obstáculo entre su presa y él, una gigantesca nave de combate Mon-calamari.
Ambas naves empezaron su particular danza, como si fueran dos leviatanes luchando por el territorio o el derecho a aparearse. Los disparos láser y plasma iluminaron la oscuridad del vacío, al impactar en las rutilantes pantallas de energía de los escudos de ambas naves, que acortaban distancias atacándose con todo lo que tenían. Cazas y bombarderos explotaban como si fueran pequeñas chispas de un pedernal, mientras alrededor de ambas, decenas de astronaves de todos los tamaños y formas se transformaban en tumbas flotantes al perder sus soportes vitales o al desmenuzarse en mil pedazos.
Entre aquel caos de fuego y metal, una pequeña lanzadera voló directamente hacia el puente de mando del Devastador, estampándose contra él y atravesando su mamparo blindado. Darth Nihilus alzó sus manos enguantadas, canalizando la Fuerza en una onda de repulsión que lo lanzó al otro lado del puente mando, para escapar de ser aplastado por la lanzadera estrellada. Los postigos de seguridad cayeron cerrando la abertura y sellando el puente para evitar la descompresión y la asfixia de todos los presentes. En ese instante, se abrió una compuerta en el morro de la lanzadera, dejando desembarcar a un caballero Jedi y dos guardianes del templo, que ya estaban preparados para atacar al Lord Sith, mientras blandían sus sables láser de brillante hoja amarilla con mortífera soltura.
Los ojos de Darth Nihilus ardieron hambrientos, desenfundó su sable carmesí con su mano derecha, a la vez que alzaba su mano izquierda lanzando una descarga de rayos hacia el primer guardia, que cayó al suelo presa de convulsiones. El segundo guardia y el caballero Jedi lanzaron rápidas estocadas contra el lord Sith, que detenía cada ataque con facilidad pasmosa, mientras lo envolvía una terrible aura de oscura hambre. Darth Nihilus dejó que el aura se expandiera por todo el puente de mando. El guardia de templo y los oficiales sith cayeron de rodillas gritando, notando cómo aquella malsana hambre los devoraba desde el interior, drenando sus vidas hasta no ser más que carcasas vacías. El caballero Jedi retrocedió sangrando por la nariz y los oídos, usando toda su concentración y poder para aguantar la acometida de Darth Nihilus, además de parar desesperado cada ataque del sable carmesí, mientras retrocedía hacia la cabina de la lanzadera intentando escapar de aquel mortífero lugar. Darth Nihilus estaba hambriento, alzó sus manos y utilizó su ansioso apetito como un arma, rayos de color rojizo salieron de las puntas de sus dedos y se clavaron cómo serpientes en el cuerpo del caballero Jedi, drenándolo de vida y consumiendo cada ápice del poder de la Fuerza de su cuerpo.
El silencio volvía a llenar el puente de mando del Devastador, mientras soldados Siths acorazados retiraban los restos resecos de los oficiales y de los atacantes. Darth Nihilus podía sentir la muerte de la pesada nave Mon-calamari y a su flota bombardear sin piedad Katarr. Ya había tomado un aperitivo y era hora de tomar la vida de cada ser tocado por la Fuerza de aquel mísero planeta. Se concentró y volvió a expandir su poder oscuro, llenando cada centímetro del poderoso destructor y atacó sin compasión. Un enorme haz roja salió disparada de la afilada estructura del Devastador, golpeando al planeta y drenando la vida presente en su superficie. Todo ser vivo en Katarr gritó de agonía y dolor, desgarrando el mismo tejido de la Fuerza. Aquel acto brutal lanzó ecos por toda la galaxia, una cacofonía de muerte que cualquier ser sensible a la Fuerza podía percibir sin importar su ubicación. El proceso duró segundos y nada sobrevivió, salvo un miserable ser que se aferraba agónicamente a la vida en Katarr. Darth Nihilus saboreó su último banquete y sonrió, viendo que había encontrado un posible nuevo acólito entre las cenizas de ese mundo consumido. Se giró y caminó hacia el hangar más cercano, dispuesto a reclamar los despojos de Katarr.
El polvo se arremolinaba ante los restos bombardeados y resecos del planeta, sus cielos ardían con los pecios de las naves que caían como escoria fundida al planeta. Darth Nihilus caminó entre los cuerpos momificados y resecos de los habitantes del planeta, viendo entre los cadáveres los restos de caballeros Jedis. Con un solo gesto de su mano, los asesinos y los acólitos Sith que le acompañaban empezaron a saquear los cuerpos sin compasión ninguna. Deteniéndose ante una enorme masa de cuerpos, semicubierta por los restos y agonizando la vio. Entre la vida y la muerte, rogando por morir y por vivir a la vez, aquel era el ser por el que había descendido a ese cementerio polvoriento. Darth Nihilus movió su mano derecha y la sacó de entre los restos usando la Fuerza. Aquel ser era una Milakura, que se había cegado para sobrevivir y aun así agonizaba por su toque. Sonrió bajo su máscara, insuflando un poco de energía oscura en aquel cuerpo roto, que gritó de dolor al decantarse por la vida y caer de rodillas ante el lord Sith.
-Maestro…-jadeo Visas Marr llorando sangre y dejando rojos senderos en su sucio rostro. -¿Por qué me has dejado en el mundo de los vivos?
-Vives para servir -las palabras de Darth Nihilus se escucharon en la misma mente de Visas, por el simple poder de la Fuerza de su maestro. -Noto un cambio en la Fuerza, los Jedis se esconden y tú me ayudarás a encontrarlos o sufrirás.
Sin decir nada más, Darth Nihilus dio la espalda a su nueva aprendiz, sintiendo las llamas del hambre encenderse otra vez y sabiendo, que pronto volvería a cazar a su enemigo, hostigando a los Jedis con los que podría alimentar su poder oscuro y saciar su voraz apetito.
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