Taris ardía bajo el incesante bombardeo de la flota Sith, que lo rodeaba cómo si fuera una bandada de carroñeros sobre un cadáver fresco. Darth Malak observó la destrucción de aquel planeta, era su castigo por dejar escapar a la Padawan Jedi Bastila Shan y cómo lección de lo que esperaba a los planetas, que lo desafiarán en su conquista galáctica. Un suspiro salió de su mandíbula protésica, sabía hacia dónde huiría Bastila y es allí dónde iría a capturarla, al enclave más cercano de los Jedis en busca de protección y consejo. Malak dio una última mirada a la ardiente y humeante esfera, que era ahora el destrozado planeta Taris, sabiendo que su nombre sería grabado a fuego en la galaxia y temido durante generaciones.
-¿Cómo ha escapado de Taris? -rugió Malak, haciendo estremecer a todos los oficiales del puente de mando y girándose, para mirar al corrupto almirante Saúl Karath. -¿Cómo en nombre del lado oscuro lo ha conseguido?
-Ha tenido ayuda, lord Malak -el almirante Saúl Karath permaneció firme ante el señor de los Sith, sintiendo su ardiente cólera brillar en sus ojos. -Le ha ayudado Carth Onasi, un condecorado héroe de la República durante las Guerras Mandalorianas. Por lo que se ve estaba en la Espiral de Endar y escapó a su destrucción junto a Bastila, además se ha visto a otras personas ayudándolos en Taris según un testigo.
-Prepara la flota, siento una perturbación en la Fuerza -gruñó con un asentimiento de su tatuada cabeza Malak, apartando la mirada de Saúl y alejándose del cristal blindado del puente de mando. -Partimos de inmediato, avanzaremos a toda velocidad hacia Datooine, estaré meditando en mis aposentos personales y envíame un informe con las descripciones de los acompañantes de Bastila.
Malak se encaminó hacia el ascensor, sin hacer caso a los oficiales y soldados que sé cuadraban ante él, ansioso por llegar a un cámara de meditación cuánto antes y encontrar una respuesta a la perturbación que sentía en las mareas de la Fuerza. El silencio llenaba aquella pequeña sala de meditación, la respiración de Malak se hizo regular, mientras yacía sentado sobre aquel suelo de esterilla, con las piernas cruzadas y enlazando su mente con el poder desenfrenado de la Fuerza. Sintió la vorágine de dolor y agonía del mundo moribundo que tenía a pocos miles de kilómetros, apartó con toda su fuerza de voluntad aquella herida que podía abrumar incluso a un maestro y llevarlo a la locura. Parpadeó y todo cambió a su alrededor, ahora estaba en una vieja nave de carga qué volaba a toda velocidad por el hiperespacio en busca de los Jedis de Datooine, los pensamientos de sus ocupantes eran susurros leves en el fondo de su conciencia.
Notaba seis presencias en aquella nave, la plana mente de un droide mecánico, la salvaje conciencia de un wookie, una inocente niña twi'lek, la amargada psique de un mercenario mandaloriano y la de tres humanos, tembló levemente al sentir la presencia de la Fuerza en dos de ellos de forma desmedida. Malak reconoció el poder de Bastila, había sentido cómo había usado su meditación de batalla para asaltar la nave de mando de Revan, pero la otra fue la que le llamó la atención, era una presencia conocida y extraña a la vez, con un poder bruto que amenazaba incluso con superarlo. Se acercó a aquel hombre, que dormía presa de pesadillas inducidas por la propia Fuerza y gritaba de terror, observó su rostro y al verlo Malak retrocedió presa del miedo. Aquel rostro lo conocía muy bien, estaba inmaculado y limpio de cualquier corrupción, esa cara era la de Revan, quién le había llevado por la senda de la condenación del lado Oscuro.
Malak abrió sus ojos al volver a su cuerpo, la ira y el miedo ardían en su interior ante la revelación de la supervivencia de su maestro, mientras las dudas crecían en su interior ante la miriada de preguntas, que surgían en su interior sin parar. ¿Se había aliado Revan con los Jedis? ¿Había buscado su redención? ¿O los estaba utilizando para recuperar su trono cómo señor de los Sith? El sonido del comunicador lo apartó de sus pensamientos y lo activó, escuchando la rasposa y flemática voz de Saúl Karath.
-Mi señor, estamos en camino a Datooine y llegaremos tras hacer varios saltos, debido al tamaño de la flota no podemos ir directamente -informó Saúl Karath con su voz distorsionada por el comunicador. -Además, he comprobado las descripciones del grupo de Bastila... y el miembro desconocido de su grupo coincide... con la imagen y signatura biológica de Revan…
-Lo sé, guardarás silencio, Saúl -respondió amenazante Malak por el comunicador intentando contener su ira, mientras salía de su sala de meditación hacia la sala de entrenamiento adyacente. -Nadie debe saber su identidad, que todas las tropas se preparen para atacar y arrasar hasta los cimientos cada sistema, hasta que lleguemos a Datooine. Quiero capturar vivo hasta el último Jedi, voy a hacerles caer y que me cuenten sus planes sobre Revan. Manda cazadores en todas direcciones con sus descripciones, no quiero que se me vuelvan a escapar otra vez entre las manos.
Malak apagó su comunicador, planificando mentalmente cómo capturar a su antiguo amigo y maestro, a la vez que encendía su sable láser de hoja carmesí, para destruir a los droides de entrenamiento que tenía delante de él. Se lanzó a la carga contra ellos, mientras las dudas seguían creciendo en su interior y preguntándose, qué hubiera pasado si hubiera sido él, en vez de Revan el elegido para una posible redención. Malak destrozó los droides con brutalidad desmedida, presa de la ira y las dudas hasta reducirlos a restos fundidos y humeantes, jadeando pensadamente y empapado de sudor, se dejó caer sobre el tatami, sintiéndose perdido y débil por primera vez en mucho tiempo, ante el mar de dudas que lo abrumaban.
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