La escena se repite sin parar en cada universo, siempre aparezco en aquel momento, que ha marcado toda mi juventud y vida adulta, el día de la muerte de mis padres, el punto común con todas mis versiones. Los veo oculto en la oscuridad envuelto en mi capa negra cómo la noche, salen del cine de ver la película "la máscara del zorro", caminando con tranquilidad, ajenos a la tragedia que está a punto de suceder en breves instantes. Siento cómo mi cuerpo se tensa, oigo los pasos de aquel sicario, recuerdo su rostro mal afeitado, sus ropas ajadas y sucias, el metal de la pistola brillando bajo las tenues luces de callejón. Igual qué yo, los ve entrar al callejón sin preocupaciones, los estaba esperando como un depredador a su presa, listo para fingir un simple atraco, pero su intención es matar a mi padre, Falconni ha dado la orden de quitar de en medio al Doctor Thomas Wayne. Veo la escena desarrollarse a cámara lenta, cómo mi padre se interpone entre el ladrón y su familia, cómo aquel sicario le dispara casi abocajarro, escucho el chillido histérico de mi madre intentando proteger a mi versión de aquel universo. Uno de los disparos falla e impacta en mi madre, la oigo gemir agónicamente y derrumbarse en el suelo, salpicando al joven Bruce de sangre. Sus sollozos resuenan por todo el callejón, el sicario está pálido por el error cometido y alza su arma hacia el chico, quiere eliminarlo para no dejar testigos.
-Esto no tendría que haber sido así...-murmura el sicario, amartillando la pistola para dar el tiro de gracia al joven Bruce Wayne. -No es nada personal, chico. Lo siento...
-Los has matado... ja ja ja...-ríe de forma desquiciada el joven Bruce, alzando su rostro manchado de sangre y lleno de lágrimas con una sonrisa demente. -Ellos... ja ja ja... están...muertos... ja ja ja...
El sicario retrocede sorprendido, al ver a aquella versión mía con la mente rota, por el trauma de la muerte violenta de sus padres, se escuchan las sirenas de la policía y huye corriendo, dejando solo al destrozado joven Bruce Wayne. Por un momento pienso qué es suficiente, qué no quiero ver el tétrico y tal vez oscuro futuro de esta versión mía, pero entonces recuerdo por qué estoy aquí, para ver y saber si han surgido más caballeros oscuros, cómo el Batman qué ríe, además de encontrar aliados con qué detenerlos. Me hundo en las sombras, guiado por el artefacto de Metal que porto cómo una corona, dejando atrás aquel callejón y sigo la estela de esta versión mía, llevándome a dos días en el futuro a un lugar qué conozco terriblemente bien, Arkham.
Los gritos de los dementes que residen allí resuenan sin parar, aquel sitio huele a locura, dolor y desinfectante, avanzo en silencio entre las sombras cómo un espectro, conozco la posición de cada cámara y punto de seguridad, cómo la palma de mi mano, esquivándolos con facilidad para no aparecer en ninguna grabación cómo la sombra que soy. Llego hasta un pequeño despacho guiado por la corona, allí está mi fiel Alfred sentado frente a mi doctor, su rostro está roto por la pena y el dolor de la tragedia sucedida. Escucha mi diagnóstico con tristeza, temiendo qué esté perdido su joven señor, qué es cómo un hijo para él.
-Ya veo, el señorito Bruce está muy grave -en las palabras de Alfred hay dolor y resignación, cómo sí ya se hubiera rendido conmigo. -¿Entonces no hay solución para él, Doctor Napier?
-Su mente está rota, ha visto morir a su familia delante de él y no pudo hacer nada -el Doctor Napier suspira, es un médico joven y aun así sus rasgos me son muy familiares. -El proceso de bucear en la mente del joven Bruce y llegar a él será largo, espero qué entienda eso. No pienso rendirme, voy a poner todo mi esfuerzo en su recuperación.
-Gracias... es todo lo que pido -Alfed asiente y sonríe algo más aliviado, estrechando la mano del Doctor Napier y levantándose para irse de vuelta a la mansión Wayne. -Le dejó al joven Bruce en sus manos, rezo por qué algún día se recupere.
Observó y escuchó en silencio, no puedo más qué fruncir el ceño ante la ironía de la situación, pues Jack Napier era en mi mundo un cómico de segunda, qué acabó cómo el criminal conocido cómo el Joker. Me pierdo otra vez en las sombras, saliendo de aquel despacho y aparezco en una sala de rehabilitación, el salto de tiempo esta vez ha sido de años en vez de días. En ella veo al Doctor Napier y a mi versión de este universo, veo cómo lo trata con cuidado y lo habla sosegadamente, cerca está su ayudante Harley Quinn tomando nota de todo y observando con interés la sesión. Me miró a mí mismo, ya no es un niño el Bruce de esta dimensión, es un adolescente de dieciocho años de constitución delgada y rostro fino con la cabeza afeitada, aún se ve destellos de locura en sus ojos, pero parece tener cierto control de sí mismo. En ese instante suenan las alarmas, me conecto con la central de seguridad de Arkham y veo qué se ha producido un motín, cuándo se iba a trasladar al señor del crimen conocido como el Pingüino. Veo cómo los criminales aporrean las puertas de aquella sala de rehabilitación, Napier actúa con rapidez, coge a mi versión y a Quinn llevándolos al interior de una pequeña sala auxiliar usada cómo almacén de medicamentos y aparatos de rehabilitación. Cierra la puerta, pero eso no me impide pasar a través de las sombras, notando que aquel momento será importante para esta versión mía. Saben qué su escondite es una ratonera, si los encuentran los tres estarán muertos, Napier mira por todo el cuarto y encuentra una salida, el conducto de ventilación.
Desesperado se sube a uno de los voluminosos armarios y agarra la rejilla, tira con fuerza y la arranca de cuajo, mientras ve cómo Quinn con la ayuda de mí yo joven de esta dimensión, bloquean la puerta con unas cuántas máquinas de rehabilitación. Los gritos de los locos y dementes de Arkham resuenan en el pequeño cuarto, cuándo entran en la sala de rehabilitación destrozando todo a su paso, Napier ayuda a subir primero a Quinn y luego al joven Bruce, intentan no mirar hacia la puerta que está siendo golpeada con brutalidad. La puerta cedé y los enfermos se lanzan en tromba contra Napier, quiero intervenir, pero sé que no debo hacerlo, aprieto la mandíbula por frustración de ver un inocente en peligro. Una mano agarra desde arriba a Napier y lo alza hacia el conducto, veo la escena y sonrió levemente cuándo mi yo de esta dimensión lo salva y ayuda a entrar al conducto de ventilación, alejándose los tres de la furiosa turba arrastrándose por los pequeños conductos.
Ha pasado una hora, he visto a Arkham presa del caos y la demencia desenfrenada, mientras los celadores y guardias intentaban detener el motín sin éxito. Ahora estoy en los depósitos de residuos y de reciclaje de agua del manicomio, Quinn, Napier y Bruce salen de uno de los conductos de ventilación delante de mí, sucios y llenos de arañazos de arrastrarse por ese laberinto metálico, aterrizando sobre una de las pasarelas de malla metálica, sin poder verme gracias al poder de mi artefacto de Metal. Mi atención se fija en varias figuras que se mueven por las otras pasarelas, veo al Pingüino escoltado por dos matones y un hombre enfundado en una larga gabardina marrón. El Pingüino vestido aún con su traje de color naranja que le marca con uno de los internos de Arkham, señala con una de sus deformes manos hacia la pasarela dónde está el pequeño grupo de mi versión de este universo y masculla una orden que parece más un graznido de una ave. Veo al hombre de la gabardina marrón, una placa de policía brilla en su pecho, qué lo identifica cómo el inspector Jim Gordon, en esta dimensión es un policía corrupto, que se vende al mejor postor. Avanza hasta dónde se encuentra Napier, Quinn y el joven Bruce, les sonríe de forma amable y tranquilizadora, sin soltar su arma en ningún momento. Yo sé lo que va a suceder, va a dispararles y no dejar testigos vivos que le puedan incriminar como el culpable de toda esta fuga.
-¿Qué hacen aquí? -Gordon sonríe deteniéndose frente al agazapado trío, evaluando cómo proceder. -¿No ven qué esté sitio no es seguro?
-Nos hemos... perdido -Napier se ha dado cuenta de lo que sucede, en todas las dimensiones qué visto es una persona inteligente, que sabe evaluar a la gente y la situación con rapidez. -Llevábamos a este paciente de vuelta a su celda, cuándo estalló el motín y tuvimos que huir de la horda de locos. ¿Pero qué hace usted aquí, inspector Gordon?
Jim Gordon no responde, guarda silencio y alza su arma, una nueve milímetros de pulido acero y apunta a Napier, entonces es cuándo sucede, lo veo pasar a cámara lenta desde las sombras. El joven Bruce Wayne reacciona, movido por una fuerza y una determinación que no tuvo el día de la muerte de sus padres, se lanza hacia delante y aparta justo a tiempo a Napier de morir de un disparo, para luego golpear el rostro del inspector Gordon con su puño derecho envuelto en las correas de las largas mangas de su camisa de fuerza. Gordon grita de dolor escupiendo sangre y dientes rotos, mientras empieza a forcejear con el joven Bruce Wayne sobre una pasarela, mientras Napier y Quinn se ponen a cubierto. El arma cae al suelo y Bruce empuja a Gordon contra la barandilla de metal, ambos se miran a los ojos listos para atacar.
-Maldito loco -ruge Gordon escupiendo más restos de dientes rotos y sangre, mirando con ira y odio al joven Bruce. -¿Quién coño eres tú?
-¡Yo soy Arkham! -responde con frialdad Bruce, sonriendo con el rostro manchado de suciedad y su cabeza afeitada perlada de sudor. -Y no permitiré qué les hagas daño, maldito asesino.
-Vale, vale...me rindo...-Gordon alza sus manos hacia arriba, ve a su adversario relajarse y aprovecha el momento, para sacar una pequeña pistola de su muñeca derecha. -Aunque pensándolo mejor... ¡Muere!
Veo cómo mi joven yo de esta dimensión esquiva la bala en el último segundo y golpea con un brutal cabezazo el rostro de Gordon, qué pierde el equilibrio y cae por la barandilla. En ese instante su caída se detiene, al ser agarrado velozmente por el joven Bruce y dejándolo suspendido sobre una enorme cuba de burbujeantes desechos tóxicos, veo cómo sus músculos se tensan cuando empieza a subirlo, pero en ese instante los matones del Pingüino disparan contra ellos. Un grito de dolor sale de los labios de Gordon cuándo una de las balas le impacta en la espalda, soltándose y cayendo en la burbujeante tina de desechos, desapareciendo en aquel oscuro líquido. Yo sé qué sobrevivirá y volverá cómo una parodia demente, Jim Gordon será el Joker de esta dimensión tan parecida y a la vez diferente a la mía.
Parece un parpadeó en vez de dos años, veo qué ya no estoy en las cloacas de Arkham, sino en el tejado de la comisaría principal de Gotham, un foco ilumina la oscuridad rasgando la noche y marcándola con el símbolo de una barroca letra A. Sobre ese lugar espera el comisionado de policía Bullock fumando un puro, envuelto en su gabardina negra y su rostro está lleno de arrugas de la tensión del cargo, mientras espera a mi versión de este mundo. Lo veo salir a mi lado, porta un traje oscuro con blindaje acolchado y correas de sujeción, en su pecho hay una enorme letra A, su máscara es muy parecida a la mía y no lleva capa, a su lado hay otra figura con una capucha roja y un traje táctico con una letra R grabada en su pecho izquierdo. Observó el movimiento de ambos y por un instante nuestras miradas se cruzan, notando cómo si aquella versión de mí pudiera verme, aún sabiendo que aquello era imposible.
-Arkham y Red Hood, gracias por venir tan rápido -Bullock sonríe aliviado y temblandoa pesar de su pesado abrigo, sobre aquella fría terraza. -El Joker y Bárbara Gordon, alias "Oráculo" han secuestrado al fiscal de Gotham, Harvey Dent. Se han hecho fuertes en los tribunales y tienen decenas de rehenes, qué han amenazado con asesinar si nos acercamos.
-No se preocupe, comisionado -Arkham asiente mirando hacia la enorme estatua en forma de dama ciega sosteniendo una balanza, que sobresale sobre los edificios y marca la posición de los juzgados de la ciudad. -Nosotros nos encargaremos, usted prepare a sus hombres para entrar cuándo le demos la señal.
Arkham se gira un momento, mirando hacia las sombras, dónde me oculto un largo momento, sosteniéndome la mirada cómo si en verdad pudiera verme y medir mis intenciones, para finalmente perderse en la noche, seguido de Red Hood, para detener al Joker. Sonrío levemente, al haber encontrado al primer miembro de mi equipo de Guardianes de la Noche y tocó con cuidado mi corona de Metal, volviendo a mi realidad otra vez. Todo cambia a mi alrededor, un baile de sombras y luces me rodea, envolviéndome en un abrazo multicolor, qué me deja sobre un frío suelo de acero hecho un ovillo.
-Veo... que has tenido un placentero viaje, Bruce -dice una voz cruelmente familiar, desde el otro lado de la sombría habitación. -Pero eso no me detendrá, otros caballeros oscuros de universos caídos aparecerán y me liberarán, para acabar con estas parodias de universos de perfección luminosa y sumirlas en el oscuro caos.
-Sigue soñando maldito monstruo, jamás saldrás de entre estos muros -respondo con frialdad e ira, sintiendo aún el dolor de las heridas sin curar del todo, tras nuestra última batalla. -Yo soy Batman y te volveré a detener, cómo ya he hecho dos veces antes.
-Puede ser, pero yo también soy tú. Soy el Batman qué ríe -aquella parodia mía me sonríe cruelmente, pues es un reflejo oscuro retorcido de una forma tan vil y grotesca, qué temo lo qué puede llegar hacer. -Es solo cuestión de tiempo... juegas contrarreloj, en una guerra qué no ganarás y finalmente tú serás cómo yo... ja ja ja ja.
Le doy la espalda a la figura del Batman qué ríe, atrapado en aquella celda en un campo de contención de energía cósmica en lo más profundo del Salón de la Liga de la Justicia. Únicamente Batman puede detener a Batman, ese pensamiento viene constantemente a mi cabeza, mientras abandonó la celda y me quito la corona de Metal, sabiendo qué la siguiente batalla entre nosotros puede ser la que decida el futuro del mismo multiverso.
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