El despertar duende

 


Las alarmas sonaron sin parar, retumbando con fuerza por todo el laboratorio armamentístico secreto, Norman Osborn gritó de terror y golpeó desesperado las puertas blindadas de contención, mientras toda la estancia se llenaba de la forma gaseosa de su intento de recrear el suero del supersoldado. El gas entró en sus pulmones, quemándole la garganta y ahogándolo al intentar respirar, mientras empezaba a sufrir los primeros efectos en su cuerpo. Sus músculos se tensaron y fortalecieron, quemando cada ápice de grasa sobrante de una vida de lujosos caprichos, sus huesos crecieron y aumentaron de densidad, mientras se arrastraba por la estancia de forma desesperada por llegar a la consola de seguridad y activar el sistema de ventilación de emergencia. Una risa resonó en su cabeza y Norman miró en todas direcciones buscando su origen, su mirada se posó en el traje de combate blindado que había diseñado para vendérselo a SHIELD. El traje de un tono claro azul había cambiado de color al contacto con gas, volviéndolo de un color verde pálido y el rostro del casco parecía contorsionado en un terrible rictus sonriente y observarle con cruel malicia. Al mirarlo sintió un escalofrío recorrer su cuerpo empapado en sudor y su frente arder por la fiebre, en ese momento Norman Osborn escuchó una voz proveniente de aquel traje vacío, que parecía llamarlo y atrayéndolo como una polilla al fuego.

-Norman…-dijo la aguda voz en su cabeza, riéndose cruelmente. -Eres débil y solo yo puedo ayudarte, soy la solución a todos los problemas que tienes.

-Eso es mentira, yo no soy débil -chilló Norman al rostro de la armadura de combate con la cara manchada de su propia sangre, mientras su cuerpo intentaba asimilar el gas y no colapsarse. -Yo soy un empresario de éxito y CEO de Osbcorp, además de un gran científico e innovador con contratos del gobierno. ¡Lo tengo todo! ¡No necesito nada de nadie!

-No te mientas a ti mismo, Norman -contestó con acritud la voz y resonando con más fuerza en su cabeza. -La junta directiva está a punto de quitarte tú preciada empresa, Stark te ha arrebatado casi todos tus contratos con el gobierno y Wilson Fisk te chantajea para que le fabriques un ejército de monstruos, para solo matar a Spiderman. Asúmelo Norman, tu vida se desmorona y yo soy el único con la fuerza para salvarte. Déjame tomar las riendas de la situación, nos vengaremos de todos ellos y obtendremos los que nos merecemos por derecho propio.

Norman sabía que la voz en su cabeza tenía razón, si quería vivir y vengarse contra aquellos qué le querían quitarle todo lo que había construido, tenía que aceptar la ayuda que le ofrecía su parte más oscura. Aún tosiendo y llorando sangre, empezó a ponerse pieza a pieza la armadura,  con cuidado miró el contorsionado rostro del casco una última vez antes de ponérselo. Avanzó por los bancos de trabajo y recogió la malla de nano fibras con capucha de color púrpura, ajustándola sobre la armadura para qué no molestará sus movimientos. Luego llenó los bolsillos de su cinturón con granadas explosivas y de gas, pero lo que le llamó su atención de todo su arsenal fue el prototipo de aerodeslizador de guerra, que había sido encargado por SHIELD para ataques relámpago. De ala a ala media tres metros y estaba equipado con un lanzagranadas, dos ametralladoras de cañón rotatorio y un lanzagarfios con una cuerda de acero de hasta cinco metros de longitud. Norman acarició superficie con delicadeza y se colocó el brazalete neuronal de control en el antebrazo derecho, luego saltó sobre el aerodeslizador y activó la fijación magnética de su traje para no caerse, antes de encender sus poderosos motores. El ruido que hacía el aerodeslizador parecía al aullido de los condenados, abrió la claraboya de salida y despegó a la fría noche de Manhattan, pero no cómo Norman Osborn sino renacido como la encarnación del miedo, el Duende Verde.

El viento acariciaba su blindado cuerpo, que se acomodaba a cada movimiento del aerodeslizador, mientras veía la ciudad desde el cielo y cómo se movía la gente, como las miserables hormigas que eran atrapadas en sus monotonas vida. El Duende Verde hizo acelerar el aerodeslizador en dirección a la torre de Osbcorp y ascendió en círculos al llegar a ella, viendo reflejado su glorioso y amenazante imagen en los pulidos cristales de su edificio en su rápido vuelo. Embistió salvajemente usando el aerodeslizador como un ariete, atravesando la ventana de la sala de juntas del último piso, entrando bajo una brillante lluvia de cristales y el sonido de los gritos de miedo de la junta de accionistas de Osbcorp, qué lo miraron desde sus asientos aterrados y temblaban como corderos ante el hacha del carnicero.

-Mira qué tenemos aquí -dijo el Duende Verde con su voz distorsionada para sonar más amenazante, mientras flotaba por la sala en círculos cómo un buitre sobre ellos. -Un montón de cerdos ambiciosos, qué quieren hacerse con lo que no es suyo y eso merece un castigo ejemplar. 

Antes de qué nadie pudiera encararsele activó las armas y los cañones rotatorios se encendieron, rugiendo y escupiendo una mortal lluvia de proyectiles sobre la junta de accionistas, destrozando cuerpos y mobiliario sin piedad alguna, transformando el lugar en una zona de guerra arrasada por las balas. Una parte de Norman se sintió horrorizada por aquel brutal acto, pero fue acallada por la sensación de poder y la sed de venganza con una rapidez aplastante. Los cañones pararon de disparar sobrecalentados y humeando, el Duende Verde se rio satisfecho al ver los cuerpos sin vida y destrozados de los codiciosos accionistas, observó su obra con demente regocijo y tras asentir levemente con su cabeza, salió volando del edificio en busca de su siguiente objetivo. La junta de Obscorp había sido su prueba inicial y había sido todo un éxito, el siguiente objetivo sería Wilson Fisk, luego iría tras Tony Stark y el molesto Spiderman. El Duende Verde se perdió en la noche riéndose desquiciadamente, embelesado en visiones de venganza y poder, dejando tras de si una estela de muerte y caos.

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