La quilla del barco crujía en su lento avance por las corrientes de niebla cósmica, qué separaban cada uno de los nueve reinos cómo si fuera un enorme océano. Loki mantenía sujeto el timón de la embarcación de aspecto nacarada, su mirada cargada de determinación estaba fija hacia el punto brillante apenas visible que era Asgard. Su rostro aún le picaba por el veneno de la sierpe, en su corazón ardía a fuego lento la sed de venganza contra Odín y los demás Ases, por los crímenes cometidos contra los suyos. Loki escuchó los pasos renqueantes de uno de los guerreros muertos del ejército de su hija Hela acercarse, alzó sus oscuros ojos y examinó al cadavérico guerrero que estaba frente a él. El guerrero vestía pieles raídas y polvorientas, su armadura de bronce estaba oxidada y las filigranas de plata grabada se habían oscurecido hasta ennegrecer, su rostro estaba demacrado y sus labios retraídos dejaban ver los dientes podridos, sus ojos ardían cómo teas encendidas ansiosos por la batalla.
-Vuestra... hija... os reclama para... el consejo de guerra -las palabras del muerto sonaron de forma cavernosa y brutal, a la vez que hacía una leve reverencia a Loki. -Yo me ocuparé del timón, gran señor.
-Ahora mismo iré -Loki asintió con la cabeza, haciendo, que su rebelde pelo negro se agitará al levantarse y ceder su sitio en el timón al guerrero muerto. -Me vendrá bien estirar las piernas... llevo lo que parece una eternidad al timón.
Loki dejó al guerrero tomar el timón y observó la flota que los seguía, cientos de enormes Drakkares avanzaba con las grandes velas desplegadas y a la vez que eran impulsados por brutales remos, los titánicos gigantes de Jötunheim remaban al son de los tambores de guerra y cantaban canciones de venganza contra la progenie de Odín. Detrás de la flota podía ver al enorme titán de fuego Sutur, envuelto en llamas y sujetando una descomunal espada de filo tan oscuro como la noche sin estrellas, avanzaba ansioso por destrozar Asgard y al mismísimo Odín. Loki contuvo el aliento emocionado y se giró para ir a la proa del barco, avanzó por la pulida cubierta esquivando a los cientos de miles de guerreros muertos que formaban impasibles en la cubierta, sabiendo que miles de guerreros muertos esperaban en las bodegas para desembarcar. El hedor a muerte y descomposición era terrible, haciendo que le llorarán los ojos y sintiera náuseas a cada paso que daba, sabía que únicamente había un motivo por el cual su hija reclamaba su presencia, estaban llegando a Asgard.
En pie, sobre la cubierta lo esperaba Hela, cómo si fuera el mascarón de proa del propio barco. Su vestido era oscuro y un velo de gasa negra cubría su cabeza, dejando oculto tras las sombras el tétrico rostro de la Diosa de la muerte. Sus pálidas y huesudas manos acariciaron la capa de piel de lobo, que cubría sus hombros y espalda para protegerla del frío cósmico, se giró y vio a su padre acercarse entre la multitud de sus guerreros. Su padre estaba magnífico con su armadura de malla de escamas verdes, que brillaban con los colores del arcoíris al reflejarse la luz del firmamento sobre ella, en su cintura colgaban dos dagas gemelas forjadas por los enanos de las profundidades. Su pelo negro parecía mecerse por un viento insustancial y su rostro pálido reflejaba las cicatrices del veneno de sierpe. Loki se paró ante su hija y clavó sus oscuros ojos en ella, esperando qué le dijera el motivo por el cual requería su presencia.
Bienvenido padre, me alegra que hayas podido venir a este consejo de guerra -Hela sonrió tétricamente, mientras las acorazadas figuras de Balder y Hödr salían de las sombras con sus caras pálidas inexpresivas. -Nos acompañarán rostros que tal vez te sean familiares, mi querido padre.
-¿Vamos a usar a los propios hijos de Odín contra él? -preguntó con malicia Loki, sintiendo una leve punzada de orgullo por su cruel hija. -Eso sería algo que lo hará enfurecer y mucho, Hela. ¿Dónde están el resto del consejo de guerra?
-En unos instantes se reunirán con nosotros -contestó Hela, señalando detrás de Loki a las figuras qué avanzaban con determinación hacia la proa del barco, abriéndose entre los guerreros allí reunidos. -En seguida nos dispondremos a empezar, mis sirvientes traerán algo de comer y beber para amenizar el consejo.
Loki se giró y vio avanzar con paso tranquilo entre la multitud de muertos al rey de los gigantes Utgarda-loki, vestido con ropones amplios de piel y cuero, sobre su largo pelo blanco llevaba una corona hecha de hierro y colmillos de terribles bestias, sacaba medio cuerpo de altura a los guerreros muertos, qué se apartaban para abrirle paso y sonreía de forma enigmática a Loki. A su derecha avanzaba Sigyn, antigua Valquiria y esposa de Loki, enfundada en una armadura de cuero y acero pulido, tenía el pelo recogido en una larga trenza rubia, su rostro era una mezcla de frío odio y determinación por los deseos de vengar la muerte de su hijo Narfi. Detrás de ella caminaba encogido su hijo Váli, con unos rasgos parecidos a los de su padre Loki y unos ojos ambarinos llenos de amarga pena, su pelo se había vuelto blanco cómo la misma nueve y parecía olfatear el aire constantemente, pese a haber recuperado su aspecto humano y dejado de ser un lobo blanco, seguía conservando ciertos instintos animales. A la izquierda de Utgarda-loki avanzaba el espectro de una diosa, que mostraba quemaduras terribles en todo su cuerpo, irradiaba una ira y odio casi palpables contra Odín, Sigyn le había hablado de ella, era la diosa llamada Gullweig causante de la guerra entre los dioses Vanes y Ases. Todos se pararon ante el círculo de sillas de huesos humanos colocadas por sombrías figuras envueltas en sudarios, las miradas de todos los asistentes se clavaron con fiereza en Loki y sintió la tensión en el ambiente se dirigía contra su persona.
-Bien, ya estamos todos -dijo con parsimonia Hela sentándose cómo el resto en una de las huesudas sillas y recostándose con tranquilidad en su mullido respaldo. -Es hora qué nos digas cómo marcharemos contra Asgard, cuéntanos tu plan de batalla para esta guerra.
-Claro, hija mía -sonrió de forma ladina Loki y se giró en redondo para mirar a cada uno de los presentes, reordenando con rapidez sus pensamientos y evaluando los activos presentes. -El rey Utgarda-loki comandará los ejércitos de gigantes, qué actuarán como tropas de choque, Hödr se encargará de liderar a los arqueros y las máquinas de asedio, Balder irá al frente de tus ejércitos de guerreros muertos, Sigyn y Váli de las tropas caballería y de los exploradores, finalmente Gullweig y tú mi querida Hela de las os encargaréis de las protecciones mágicas. Los Trolls, sierpes y lobos seguirán por instinto a Jormungand y Fenrir, hostigando a nuestros enemigos y evitando que se puedan reagrupar.
-Interesante, tienes un cometido para cada uno de los presentes del consejo e incluso para tus hijos bestiales, Loki -asintió Utgarda-loki sonriendo y acariciándose, su larga barba con tranquilidad, sin apartar sus ojos del engañoso dios. -¿Pero cuál será el tuyo? ¿Vas a dejarnos luchar y morir mientras observas desde la retaguardia?
-¡Ni mucho menos! -rugió Loki con el rostro crispado hacia Utgarda-loki, mientras apretaba los puños con ira. -Para mí me he reservado el papel más importante, mientras lucháis contra las tropas de Odín, yo con un pequeño grupo nos infiltraremos entre las mismas narices de los Ases y Vanes, abriremos las puertas dobles de las murallas.
-¿Y cómo harás eso, Loki? -preguntó la espectral Gullweig con el ceño fruncido ante la posible respuesta-. ¿Es que sabes usar el seid? ¿Y cómo harás para burlar mirada mágica de Heimdall?
-No pienso utilizar el seid, varios artesanos excavadores enanos ya nos esperan en Asgard -Loki sonrió ampliamente, al ver los rostros de perplejidad de los integrantes del consejo. -Únicamente piden cómo botín de guerra a Freya, la princesa de los dioses Vanes que casualmente está ahora en Asgard.
-Veo que lo has planeado todo y no has dejado nada al azar, Loki -dijo suspirando Balder con su pálido y bello rostro brillando con luz mortecina. -Odio tener que alzar mis armas contra mi padre y mis hermanos, pero debo obedecer los deseos de la señora de la muerte.
Un silencio incómodo reinó en aquel consejo, pues incluso una pequeña parte del mismo Loki no deseaba nada de esto, pero él sabía qué no podía luchar contra el destino y el suyo era iniciar el Ragnarök. Las gaviotas costeras chillaron rompiendo el solemne momento de silencio y todos los integrantes del consejo de guerra se marcharon para preparar a sus tropas, dejando solo a Loki junto al rugiente esqueleto que formaba el mascarón de proa. Un escalofrío recorrió su cuerpo, sabiendo que el fin de todo e incluso el suyo propio estaba cerca, además de preveer la posible traición de Sigyn y que volviera con sus hermanas. Aun así, no le importaba a Loki, si podía saborear, al menos la humillación y derrota de Odín.
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