El calor insufrible de Tatooine, fue sustituido por el frío y helado viento de la noche, moviendo las cambiantes arenas del desértico planeta. Obi-wan Kenobi echó unas pocas raíces secas para avivar el pequeño fuego, mientras se sentaba y miraba las llamas bailar de forma incesante. A su alrededor bajo aquella tierra reseca y arenosa podía sentir las mareas de la fuerza, los ecos de aquel antiguo planeta una vez cubierto de mares y cómo fue arrasado. Se concentró y relajó su respiración, entrando en un estado de meditación y dejando que la Fuerza le mostrará los caminos, aquellas posibilidades que podrían haber sucedido, si sus decisiones hubieran sido distintas.
Las visiones siempre me llevaban al mismo momento y lugar, al fin de las Guerras Clon en el planeta volcánico de Mustafar. Sujetaba todavía en mi mano el sable de luz azul, en frente de mi está él, Anakin. Apostado sobre una plataforma, que se hundía en un río de lava inexorablemente y obligándolo a actuar. Ese momento parece alargarse toda una eternidad y pesé a mi advertencia, Anakin se lanza al ataque sin importarle su propio bienestar, seguro de su poder y habilidad. Únicamente necesito un rápido movimiento y escucho caer el cuerpo de la persona que más quería en esta cruel galaxia, lo miro postrado en el suelo y retorciéndose de dolor. Siento su ira y su odio, mientras le grito frustrado y veo como intenta arrastrarse lejos de las llamas volcánicas sin éxito. Lo veo arder, huelo su piel quemada y oigo sus gritos, esta vez no aparto la mirada cómo hice cuándo sucedió. Avanzó por la ardiente tierra quemada, hacia el achicharrado cuerpo de Anakin y alzo el sable de luz, debo acabarlo o se convertirá en un monstruo aún peor, sé lo qué hará por qué lo he visto.
-Esto se acabó -mis palabras suenan cargadas de pena y de dolor, mientras veo como alza sus ojos amarillos y me mira con una sonrisa, rompiendo la negrura de su carbonizado rostro. -Voy a hacer lo que tenía que haber hecho hace unos años.
Respiro profundamente para centrarme, busco en mis recuerdos y lecciones de mi maestro, encontrando la respuesta a mi problema y apagó el sable de luz, mientras lanzó a Anakin lejos de la lava con un suave empujé de la Fuerza, dejándolo con delicadeza sobre una polvorienta pasarela. Esta vez será diferente, sabía lo que debía haber hecho cuándo descubrí el romance entre Anakin y Padme, fui egoísta al hacer la vista gorda y ambos habían pagado por mi error. Le oigo insultarme entre jadeos roncos, lo miró con seriedad sabiendo que tal vez esto me cueste la vida, pero no me importa, por qué necesito ver que habría sucedido, si hubiera tenido el valor de hacerlo.
-Anakin Skywalker se te juzga por traición a la orden de los Jedis -hablo solemnemente, encendiendo mi sable de luz frente a mi rostro y mirando a mi yaciente amigo. -El castigo normal por caer en el lado Oscuro es la muerte, hay otro castigo que darte diferente, uno poco inusual pero impuesto a veces por los maestros del Consejo Jedi.
-Los... Jedis...sois... débiles...-Anakin intenta incorporarse sobre la pasarela de metal cubierta de ceniza volcánica. -Me vengaré... te cazaré cómo... un perro... y te mataré... Obi-wan... Por qué yo... soy... Vader.
Me aisló de sus retorcidas y vanas amenazas, para prepararme para usar un poder casi prohibido por los Jedis. Clavo mi sable de luz en el ardiente suelo y extiendo mis manos, de las puntas de mis dedos salen cientos de rayos que golpean el maltrecho cuerpo de Anakin. Grita de dolor, al sentir cómo cada uno de mis rayos va cortando cómo si fuera un escalpelo su conexión con la Fuerza, privándolo de ella y anulando toda su influencia en él. Caigo de rodillas, jadeando y sudando, no solo por el infernal calor de los ríos de magma detrás de mí, sino por el esfuerzo y la tarea que he realizado. Ahora únicamente escucho un simple sollozo apagado, alzó mi mirada y sonrió con amargura, ya no queda nada de Vader, solo está el destrozado Anakin, llorando ante la inmensidad de sus acciones al caer el velo que lo cegaba.
La escena cambia a mi alrededor, Padme permanece de pie cómo una estatua sujetando dos bebés con cuidado maternal, mirando un enorme tanque de kolto. Me encuentro en la puerta de aquella enfermería de la nave de senador Organa, a mi lado está Yoda apoyado en su bastón en silencio, mientras miramos la escena como si fuéramos dos sombras. Anakin jadea dentro del tanque, flotando en su interior y sanando las heridas de su cuerpo, alza su mano mecánica para tocar el cristal hacia su esposa y sus hijos. Su mirada se desvía y me mira, siento en sus ojos una mezcla de odio, dolor y agradecimiento a partes iguales, mientras intento no llorar por ver a mi amigo en aquel estado.
Otra vez la visión ha cambiado, parpadeó confuso y miró a mí alrededor, veo la sala táctica de un puente de mando de un viejo crucero de la República, una figura imponente está ante el mamparo blindado, estudiando el fluir de la batalla con serenidad. Su voz es áspera y jadeante, su piel pálida está cubierta de viejas cicatrices y sus ojos azules miran hacia la batalla espacial, viste una armadura corporal de color azul añil con el símbolo de la Alianza Rebelde en el pectoral.
-General Skywalker, naves enemigas avanzando desde el borde del sistema -dice uno de los operadores de los sensores. -Las tropas del Comandante Rex esperan la orden de desembarco y los caballeros Jedi están listos para su asalto al Senado.
-Que las naves Mon-calamari apoyadas por cazas Y-wings y X-wings las intercepten -la voz de Anakin sonó áspera y jadeante, mientras daba las órdenes con rapidez mental, sin apartar la vista de la batalla espacial sobre Coruscant. -Informad al Comandante Rex, que empiece el desembarco de tropas. ¿Obi-wan estáis listos para acabar con Palpatine y sus Inquisidores?
-Eh... si, claro... General Skywalker-digo con cierta sorpresa y lleno de emoción, ante la espectativa de estar en el frente del segundo asedio a la capital galáctica, pese a mi avanzada edad. -Ten cuidado aquí arriba, Anakin. Qué la Fuerza te acompañe, amigo mío.
-Procura que no os maten a Ahsoka y a ti allí abajo, viejo amigo -lo dice sin girarse, mientras sigue validando órdenes a diestro y siniestro, todo para ganar la batalla espacial. -Recuerda toda la información que te di, acaba con ese cabronazo Sith. Procura que no hable, su lengua es viperina y embelesante.
Asiento con la cabeza mientras me alejo para salir del puente de mando, en ese instante todo rilea a mí alrededor otra vez, sustituyendo aquel lugar por la enorme sala del Senado galáctico. Estoy sentado en una de las plataformas de las balconadas del senado, a mi lado está Ahsoka Tano y sus dos jóvenes Padawan, los hijos de Anakin y Padme. Veo a Anakin, está a dos plataformas a mi derecha y rodeado de oficiales, vestido con un uniforme gris lleno de galones y veo al senador Organa en la plataforma central, su voz suena emocionada ante todos los presentes.
-Hoy se ha restablecido la República -Organa habla vestido con su traje azul con ribetes dorados, no puede evitar sonreír sin parar. -Gracias a los esfuerzos de la senadora Amidala y los Jedis, se ha devuelto la libertad a la galaxia. Por eso quiero, que sea nombrada canciller de este Senado y que así, se empiece una nueva era de paz y prosperidad.
Oigo los aplausos y los gritos de alegría, veo sonriendo alegre y feliz a Anakin, me mira y hace un leve asentimiento de agradecimiento con la cabeza. En ese instante, siento el aire cálido y la arena arremolinarse a mí alrededor, abro los ojos y veo que estoy otra vez en Tatooine, todo ha sido una visión de la Fuerza. Es lo que podría haber sido y lo que tendría que haber sucedido, si hubiera tenido el valor para hacerlo y no haber dejado en Mustafar a Anakin, para que Palpatine lo transformará en el monstruo llamado Darth Vader. Me levanto y suspiro, sabiendo que esa visión me perseguirá cada noche, atormentarme hasta el final de mis días, pero la acepto y busco aprender de ella, porque ese es el camino de los Jedis.
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