La ira del Traidor.



El gélido viento arrastraba los gritos de los agonizantes y las últimas salvas de artillería, mientras la heladora noche caía sobre el demoniaco mundo de Skalathrax, obligando a los dos ejércitos contendientes a firmar una forzosa tregua, para evitar no morir congelados. Khârn estaba empapado en sangre corrupta de los pies a la cabeza de los Hijos del Emperador, cuando se dio la orden de retirada a los búnkeres y refugios hasta que pasará la mortífera noche, que no podría soportarla ni siquiera un Astartes como ellos. Sus dientes se apretaron al sentir el clavo del carnicero, aguijonearle el cerebro y su indignación crecer sin parar, ante la cobardía de sus hermanos de los Devoradores de Mundos, por desobedecer las enseñanzas de su Primarca y del Dios de la Sangre. Retrocedió pesadamente hacia las líneas de refugios, sintiendo como su interior hervía de furia y negándose a ceder terreno ante un enemigo tan indigno como los hijos de Fulgrim. Khârn entró en uno de los refugios, sujetando aún con fuerza su hacha sierra Destripadora y mirando a sus hermanos con un odio visceral, deseando alzar su arma contra aquellos estúpidos cobardes que se habían detenido de su deber sagrado de cosechar cráneos y derramar sangre en nombre de Khorne.

El destello del pulido metal de un lanzallamas lo atrajo, igual que una vela a una polilla y avanzó hasta aquella arma, que colgaba de la cadera de uno de sus hermanos de batalla. Sin ni siquiera dirigir palabra alguna, lanzó un golpe decapitador de izquierda a derecha, separando la cabeza de aquel legionario y arrebatando el arma del cuerpo acorazado, que era presa de brutales espasmos de muerte. Todas las miradas se clavaron en Khârn, presas del horror por lo que había hecho, justo en el momento que encendía el lanzallamas y dirigía ráfagas de ardiente promethium contra todos los allí reunidos. Los gritos de dolor resonaron por aquel refugio y le hicieron sonreír de gozo, ansioso por extender el caos y la matanza salió a la fría noche, mientras detrás de él, aquel refugio se desmoronaba pasto de las salvajes llamas, para luego empezar a extenderse por todo el campamento de guerra.  Khârn presa de una locura homicida inducida por los clavos del carnicero, se lanzó a la carrera por todo el lugar, prendiendo fuego a todo refugio y búnker que se encontraba a su paso, sin dejar de aullar el nombre de su Primarca Angron y de Khorne al frío viento nocturno. 

Tres enemigos cubiertos de hollín y envueltos en humo se lanzaron a la carga contra él, obligándole a detenerse para asesinar a aquellos que le desafiaban, sin importar que fueran amigos o enemigos. Khârn arrojó el lanzallamas vacío al suelo y se lanzó a la carga gritando entre los disparos de bólter, una bala golpeó su pectoral y le obligó cambiar su trayectoria, lanzando un golpe de revés con el mango de Destripadora contra su enemigo más cercano, rompiéndole el cráneo y haciendo saltar sangre, dientes y sesos. Se giró sobre sí mismo y lanzó un golpe descendente cercenando el brazo de otro enemigo, que empuñaba la pistola bólter con la que le había alcanzado antes, para luego derribarlo de un brutal cabezazo. Frenético se lanzó sobre el tercer atacante lanzado hachazos adiestra y siniestra sin parar, abriendo un enorme tajo en el cuello de su enemigo, salpicándolo con sangre arterial de la humeante herida.  Khârn se volvió con sus sentidos agudizados por la adrenalina y la sed de sangre, fijando su mirada en el único enemigo que había quedado vivo, que se apoyaba contra la congelada pared de uno de los refugios y le dirigía miradas de odio. Una leve y minúscula punzada de remordimiento paso por su mente, al reconocer el rostro del herido marine espacial: era su antiguo Centurión, Gruner. Aquel hombre lo había entrenado y enseñado a luchar hacía siglos atrás, era una parte de su pasado, cuando aún era inocente y creía en el sueño del Falso Emperador de Terra.

-Traidor...es lo que eres... Khârn -gruñó Gruner, pálido por la perdida de sangre a la vez que intentaba recuperar su pistola bólter. -Has matado a tus hermanos, eres un perro rabioso y loco que ha perdido el juicio.

-Eso no... importa...-ladró Khârn en un gran esfuerzo por vocalizar cada palabra a la vez que se acercaba hacia el caído Gruner. -Solo importa que la sangre fluya... y cosechar los cráneos para el trono de cráneos.

-Yo te... maldigo... bastardo -respondió Gruner asiendo la pistola bólter y alzándola hacia su antiguo pupilo.  -Tus actos han condenado a la legión, eres un traidor para todos nosotros...

Destripadora descendió como la hoja de un verdugo, silenciando a Gruner y evitando que pudiera disparar contra Khârn, partiendo su cabeza como si fuera un melón, manchando de sangre y materia gris el congelado muro. Como si una fuerza de la naturaleza desatada se tratara, Khârn salió del campamento para cruzar las trincheras y llegar ante los Hijos del Emperador, matando a todo el que se interpusiera en su camino. No le importaba que le llamarán traidor, pues era fiel al credo del Primarca Angron y de Khorne.  Aquel lugar solo era otro campo de batalla más, un lugar donde mostrar su retorcida devoción y que era el mejor berserker de los Devoradores de Mundos. Su mirada se fijó en las formas acorazadas de color púrpura y adornos chillones de los Hijos del Emperador, que salían a la noche atraídos por el caos desatado en el campamento de sus enemigos y para ver asombrados a la horda de locos sedientos de sangre lanzarse contra ellos, como si fueran un tsunami, que amenazará con barrerlos con violencia pura.

El amanecer despuntó en Skalathrax, iluminando las ruinas y la carnicería que se había llevado a cabo aquella helada noche, mientras la legión de los Devoradores se rompían en pedazos y se dispersaban en partidas de guerra, escuadras saqueadoras y puñados de guerreros errantes en las naves que orbitaban alrededor de aquel demoniaco mundo. Lanzándose al espacio a llevar la muerte a cada rincón de la galaxia, para satisfacer los sedientos deseos inculcados por su Primarca y el Dios Khorne.  Khârn miró ansioso hacia el estrellado vacío del espacio, a través del cristal blindado del puente de mando de la Hedonista, la nave que acaba de robar a los Hijos del Emperador y deseó llegar cuanto antes a la siguiente zona de guerra donde poder desatar su ira, para así limpiar el decadente Imperio del hombre con mares de sangre.

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