Los gritos de los heridos y moribundos se mezclaba con el choque de las armas retumbando por todo Asgard, anunciando el final de una era y la muerte de todo lo antiguo. Un dolor punzante en su estómago despertó a Loki, parpadeó confuso, sin recordar dónde estaba y por qué sentía su cuerpo pesado. Sus ojos miraron a su alrededor y vio el cuerpo sin vida de Heimdall, los recuerdos de la terrible lucha a muerte contra el dios de la penetrante mirada volvió a su mente. Las manos de Loki palparon su estómago, manchándose de la sangre que brotaba de la fatal herida que le había provocado Heimdall y notando cómo la vida se escapa cada segundo que pasaba. Con un esfuerzo sobrehumano se medio incorporó y vio la batalla que se desarrollaba a su alrededor, los fantasmagóricos guerreros de su hija rodeaban y acosaban sin piedad al ejército de Asgard, gigantes de fuego, hielo y Jötuns barrían con sus enormes armas las filas del estandarte del cuervo.
Una sonrisa manchada de sangre apareció en su rostro al ver aquella escena, complacido por ver caer el reinado de Odín y el resto de dioses de Asgard. Su mirada fue atraída a la lejanía, hacia un combate en particular que se desarrollaba con particular brutalidad. Allí había un carro de guerra derribado, vislumbró luchar a tres valquirias, luchando hombro con hombro contra las hordas de muertos andantes. Estaban empapadas en sangre y polvo, sus armas se movían en terribles arcos que cercenaban miembros y decapitaban cabezas con una fuerza descomunal. La sonrisa de Loki murió en sus labios, al reconocer a la valquiria que comandaba a sus otras hermanas guerreras, su querida y amada esposa, Sigyn. Su rostro estaba manchado de sangre seca y polvo, su largo pelo rubio se agitaba con cada movimiento, su esplendorosa armadura estaba destrozada y abollada, sus espadas estaban rojas por la sangre de los enemigos derribados y sus ojos destellaban con el anhelo de morir luchando. Loki estaba asombrado, era la primera vez que veía a su esposa Sigyn en su papel de valquiria, su pecho se llenó de sentimientos encontrados y el deseo de destruir Asgard fue sustituido por el de querer salvar a su amada.
Sin apartar la mirada en aquella titánica refriega, Loki se giró y empezó a arrastrarse, dejando un rastro de sangre, mientras apretaba los dientes para contener el dolor. Las valquirias dirigidas por Sygin estaban siendo rodeadas y acometidas por podridos guerreros, el fin se acercaba y lo sabían, pero en vez de asustarse, redoblaron sus ataques riendo de forma frenética. La valquiria a la derecha de Sygin fue derribada de un martillazo y sobre ella se lanzaron una docena de fantasmales enemigos, que la apuñalaron sin parar ansiosos por saborear la sangre y carne caliente de los vivos. Loki siguió arrastrándose, notando cómo sus fuerzas se apagaban y la oscuridad de la muerte venía a reclamar su vida.
Sygin partió otra cabeza más y paró con su otra espada la acometida de otro guerrero no muerto, sabiendo que solo era cuestión de tiempo que la muerte la reclamará, mientras su hermana valquiria de la izquierda era atravesada por tres lanzas ante sus ojos. Apartó la mirada de su hermana caída, intentando alejar aquellos pensamientos de fatalidad y los sustituyó por la ira de haber perdido a sus hijos, por el cruel castigo infligidos a su esposo Loki y a ella, a la vez que también maldecía sus principios y lealtad a Asgard, pues pese a todo era una valquiria y se mantenía firme a su juramento a proteger la creación. Soltando un terrible grito de ira, partió al enemigo más cercano en dos y al caer se abrió una breve brecha en las líneas de los no muertos, dejándola ver más allá de las cabezas podridas de sus enemigos. Vio una figura maltrecha y agonizante arrastrarse por el suelo cubierto de polvo y sangre, le costó un momento reconocer el familiar rostro de su esposo y artífice de toda aquella carnicería.
Loki sintió la mirada indomable de Sygin clavarse en él y alzó su cabeza para mirarla a los ojos. En aquellos azules y bellos ojos no había odio hacia él, solo amor y una pena tan grande cómo los nueve reinos, que hizo estremecer el alma del dios de las mentiras. Entonces sucedió, Sygin fue derribada y cayó de bruces al suelo, mientras intentaba repeler desesperada los incesantes ataques de sus enemigos.
-¡No! -el grito de horror salió de los labios de Loki y retumbó por los campos de guerra de Vigrid. -¡Sygin!
Impelida por el grito agónico de Loki, Sygin se alzó igual que un oso, lanzando a los muertos hacia atrás y recogió sus espadas. Sin apartar la ardiente mirada de su esposo, empezó a segar enemigos con brutalidad con sus armas en un último esfuerzo por llevarse al mayor número de no muertos por delante. Pese a su furia, Sygin notaba sus extremidades pesadas como si fueran de plomo, cada golpe que asestaba conllevaba un esfuerzo titánico. Entonces lo sintió un cuchillo clavándose en su espalda, sus piernas cedieron y cayó de rodillas, mientras los guerreros no muertos abrieron un pasillo de forma instintiva, para que Loki pudiera ver el fin de su esposa. Sus armas rebotaron en el suelo cuándo se le cayeron de los insensibles dedos de Sygin, a la vez que se estremecía con cada puñalada que le daban sin soltar ni un solo grito de agonía o dolor. Loki se detuvo en su lento arrastre y vio la escena horrorizado, sintiendo cada puñalada en sus propias carnes, como si fuera él y su esposa la que estuviera sufriendo aquella tortura. Un enorme guerrero no muerto acorazado pateó la espalda de Sygin, arrojándola boca abajo al suelo y alzándose sobre ella, listo para descargar con herrumbrosa hacha el golpe final. Sygin tenía el cuerpo molido y su sangre se derramaba por cada herida de su cuerpo, sabía que era el fin, aun así se negó a morir sin más. En el mismo momento que el hacha descendió pateó con fuerza el tobillo del gigantesco muerto, que perdió pie y cayó al suelo con un gran estrépito. Usando cada ápice de voluntad, agarró el hacha con sus manos insensibles y se levantó temblorosa, para luego descargar un letal golpe contra el guerrero caído. Como si fueran una manada de lobos, todos los no muertos se lanzaron contra ella, aplastándola y perdiéndose en una brutal acometida de más de un centenar de cuerpos ansiosos de despedazarla y devorar su vida.
El valor mostrado por Sygin y su terrible muerte, golpeó más fuerte a Loki que cualquier arma en los nueve mundos de la creación. El dolor de la perdida hizo que su mente se separará de su cuerpo, notando cómo las pocas fuerzas que le quedaban se evaporaban y su alma era liberada de su cuerpo moribundo. Todos sus recuerdos y pensamientos pasaron ante él en segundos, los remordimientos por la pérdida de su familia y la ira de haber sido un instrumento del destino para llevar el fin de todo, lo atormentaron durante lo un instante que pareció durar eones. Finalmente, la oscuridad de la muerte lo envolvió, sintiéndose libre de todo pesar y deber, se dejó llevar, mientras un último pensamiento de amor hacia Sygin brilló en lo más profundo de su ser antes de hacerse uno con la creación.
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