Estoy entre la delgada línea de la vida y la muerte, recuerdo que morí o al menos debería haberlo hecho, pero no es la primera vez que escapo de las garras de la muerte. Mis ojos ven a tres versiones del que fue mi fiel Alfred, están sobre mí usando todo el conocimiento y tecnologías prohibidas, que he conseguido en mi periplo por el Multiverso Oscuro. En este momento de claridad cristalina, mi mente recuerda toda mi vida, que pasa ante mis ojos como si fuera una vieja película antigua en blanco y negro. Hubo un momento en que solo fui Bruce Wayne, un niño pequeño de una familia de las más ricas de todo Gotham, pero todo eso cambió una noche en un callejón envuelto en la oscuridad con el asesinato de mis padres. Ese momento y lugar ha cambiado a todas mis versiones, dos balas en la oscuridad, que han marcado toda nuestra existencia y cambiado nuestro futuro. Ese instante me llevo al sendero de la búsqueda de justicia, transformando al pequeño niño en lo que un día sería un héroe de la noche, un ser que su nombre sería temido por los criminales y lunáticos, siendo conocido cómo Batman.
El sonido de la respiración de los tres Alfreds, se mezcla con el pitido del sensor de constantes vitales y con el ahogado jadeo de la bomba de oxígeno, sacándome un momento de mis pensamientos. Los veo trabajar sobre mí con extremo cuidado, mientras injertan los restos de mi mente moribunda en aquel cuerpo robado a otro Bruce Wayne, uno que consiguió el poder del Dr Manhattan y al cual lobotomicé de una rápida puñalada en el cerebro, para luego guardar su cuerpo en un estado criogénico. Cierro los ojos apartado mis divagaciones a un lado y volviendo al hilo de mis pensamientos, centrándome en mis recuerdos para saber qué voy a ser, cuándo este trance termine. Recuerdo ser Batman, luchar con monstruos, lunáticos y criminales en Gotham, también a mis aliados de la Liga de la Justicia y todas las malditas crisis por las que pasamos, pero nada de eso me preparó para lo que vino a continuación. El Joker cansado de nuestra eterna lucha, movió ficha matando a todos mis aliados y enemigos en Gotham.
Fui a por él, no para detenerlo, sino para matarlo sin más, presa de la ira por la muerte de Alfred y de Gordon. Mientras sus bombas esparcieron nubes de gas por Gotham, transformando a cientos de niños y adultos en versiones retorcidas del Joker, lo estrangule con mis propias manos tras una lucha sin cuartel, hasta que su cuello crujió entre mis dedos. Su último suspiro fue una cruel carcajada, que dejó salir una muestra más potente del gas y que inhale sin poder evitarlo. Aquel gas me transformó otra vez, convirtiéndose en esa ocasión en las mismas balas en aquel oscuro callejón, rompiendo las cadenas de la moralidad y la cordura que tenían aprisionado a mi ser, convirtiéndome en el Batman que ríe. Mi nuevo yo, acabó con facilidad con la Liga de la Justicia, los villanos y los demás héroes de la Tierra, conquistando aquel lugar, sin saber que mientras lo hacía mi universo se hundía en el Multiverso Oscuro.
Y en mi trono de aquel mundo bajo mi poder, en ese universo hundido en la más terrible oscuridad, vino a buscarme Barbatos y me convertí en su heraldo para subyugar todos los Multiversos. Bajo su tutela aprendí más sobre el Multiverso Oscuro y recluté los Caballeros Oscuros, otras versiones de Batman caídas en la oscuridad, para formar mi propia camarilla, que estuviera a la par con la Liga de la Justicia de cada Universo que aún no se había hundido en la oscuridad. Eso me llevó a enfrentarme al Batman del universo primigenio, el original del cual somos todos un reflejo, algunos luminosos y brillantes, otros retorcidos y oscuros como los miedos que habitan en lo más profundo de su alma. Lo llevamos al límite y cuando Barbatos estaba a punto de hundir cada universo en la oscuridad, fuimos derrotados, volviéndose todo polvo entre mis dedos para acabar encarcelado por aquel Batman.
Pero eso fue solo un contratiempo, pues nada puede detener a Batman, incluso a uno tan retorcido como yo. Escapé de mi prisión e infecté con la misma toxina del Joker a gran parte de la Liga de la Justicia, transformándolos en unas versiones tan dementes y psicóticas como yo lo era, pero en ese momento encontré mi gran carta del triunfo, Perpetua la diosa encerrada en el muro de La Fuente. Ella quería remodelar todo el Multiverso a su conveniencia, algo que yo podía explotar en mi beneficio, tentándola con el poder del Multiverso Oscuro y convirtiéndome en el Rey Batman que ríe al traicionarla. Con la ayuda de Perpetua dominé ambos Multiversos, encerramos a aquellos que héroes y villanos que serían un problema para mí, mientras un ejército de retorcidas y pervertidas versiones de Batman gobernaban cada Universo, obedeciendo solo mis perversos designios.
Entonces llego lo qué había previsto, por qué cualquier Batman siempre va por dos pasos por delante y sabía que alguno de los héroes del universo original se alzaría contra mí. No fue una sorpresa que la Amazona de Temisira se rebelaría y me mataría, terminado con la historia del Batman que ríe con un brutal tajo. Pero no es el final, pues ese instante fueron los nuevos disparos en el callejón en la oscuridad para mí, un nuevo comienzo qué me transformará en un ser de oscuridad cósmica, al hacer mío este nuevo cuerpo. Abro los ojos y veo a los tres Alfreds preguntar si estoy ahí, si recuerdo quién soy y si estoy bien. Me alzó de la camilla y en ese instante, mi mente salta por todo el Multiverso Oscuro, nutriéndome de cada recuerdo y experiencia de cada versión caída del Batman original, para hacerlas parte de mí, abrumando mis sentidos y llenando mi mente en décimas de segundos.
Ahora soy un ser de oscuridad cósmica, estoy a un paso de ser imparable y de no solo controlar todos los universos del Multiverso Oscuro, si no de poder hundir todos los demás universos pesé a qué todavía no hayan caído. Solo debo capturar a Wally West, el velocista que tiene en su interior el poder encerrado del Dr Manhattan del universo original y devorarlo para estar completo, para poder crear el Multiverso que ríe dónde lo controlaré todo y todo sea únicamente yo.
-Mi señor, la operación ha sido un éxito -dice uno de los Alfreds, mientras los tres me miran ansiosos y tensos con sus rostros sudorosos por las horas de extenuante operación. -Si está ahí, díganos algo mi señor.
Sonrió mientras la oscuridad pura cubre mi cuerpo y emana de mi interior una aura de maldad absoluta, antes de contestar con una sola palabra. -¡Bang!-lo digo con una terrible crueldad, que resuena con los ecos de un millar de voces de las retorcidas versiones de Batman y río sin parar, mientras me marcho en busca de mi presa.
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