La leyenda de Vox Machina: El pacto de la venganza.


Las pesadillas y los recuerdos lo despertaron, haciéndole gritar de angustia en aquel mugriento callejón de la ciudad de Emon. Percival De Rolo parpadeó varias veces y se recolocó las gafas de cristales agrietados, intentando convencerse de que ya no estaba en una celda en Piedra Blanca y siendo torturado por la ingeniera Anna Ripley, que servía a los malnacidos de los Frondespino. Se levantó apoyándose en la desconchada pared, su rostro se reflejó en un charco de agua sucia y parecía devolverle la mirada, como si le juzgará por escapar dejando atrás a su hermana. Estaba en un estado terrible, sus ropas eran arapos remendados y sucios, su escuálido cuerpo apestaba a sudor rancio y sangre seca, su pelo se había encanecido pese a su corta edad y su rostro estaba demacrado, se había convertido en una parodia retorcida del noble que fue antaño. Un pensamiento se abrió camino en su aturdida cabeza, debía sobrevivir para poder vengarse de los Frondespino por asesinar a toda su familia y robarles el ducado de Piedra Blanca. Percival salió del callejón cojeando con determinación, sabiendo que pese a haberlo perdido todo aún le quedaba su mente aguda y el odio para forjar su camino hacia la venganza.

Los días se transformaron en semanas y estás en meses, en su empeño de sobrevivir, Percival había tomado trabajos como aprendiz de ingeniero, gracias a sus conocimientos había salido de la mendicidad, pero el odio y la sed de venganza era una herida enraizada en su alma. El calor del horno de la forja de su taller bañaba la habitación y el torso desnudo lleno de cicatrices de tortura estaba empapado y cubierto de perlas de brillante sudor, mientras el repiqueteo del martillo sobre el metal resonaba en su cabeza. Alzó el trozo de enrojecido acero con unas tenazas y lo estudió durante un instante, a la vez que en su mente veía donde debía encajar aquel trozo de metal en el encargo que le habían realizado. Percival asintió y lo sumergió en el cubo, un siseo salió de las burbujas, que se formaron al entrar en contacto el metal al rojo vivo con el agua helada. Suspirando, recogió uno de los trapos de la mesa cubierta de papeles llenos de diagramas y diseños fallidos, secándose el rostro y el torso con fueza para quitarse el sudor, mientras sus ojos azules se clavaron en las llamas del horno que bailaban de forma insinuante y extraña. Hilos de tenue humo negro salieron de entre las llamas que crepitaban con más fuerza, arrastrándose en dirección a Percival a la vez que transportaba un susurro cargado de promesas.

-Arde con fuerza el fuego de la venganza en tu interior...-aquellas palabras sonaron de manera rasposa y tenue en los oídos de Percival, una voz sin garganta y cargada de antigüedad. -Yo puedo guiarte, ayudarte a encontrar tu camino como el vengador de tu familia...

-Debo haberme pasado demasiado tiempo en trabajando -Percival negó incrédulo, temiendo que el calor del horno le hubiera reblandecido la mente y estuviera alucinando. -Debe ser el calor y el cansancio... debería dejarlo por hoy y acostarme... 

 -No, no es una alucinación, joven Percival -le corrigió la voz con un tono de diversión, a la vez que las llamas se agitaron mostrando imágenes en sus danzantes movimientos. -Observa lo que puedo darte, lo que puedes ser y lo que estás destinado a hacer.  

Percival observó las llamas y vio una figura alta envuelta en un abrigo de cuero azul, su rostro estaba cubierto por una máscara picuda idéntica a la que utilizaban los médicos de plaga y sus manos enguantadas sujetaban una pistola. Sus ojos recorrieron las formas pulidas del arma, los nombres grabados al rojo vivo en el cañón rotatorio de la pistola hicieron que su ceño se frunciera al reconocerlos. Ante aquel vengador aparecieron los Frondespino y su camarilla de secuaces, dispuestos a matar al enmascarado con sus armas y magia preparadas, para solo ser despedazados por la potencia de aquella extraña y potente arma. El vengador enmascarado se giró y las lentes de su máscara relumbrón por el fuego, cuándo clavó su dura mirada en Percival durante un largo instante, para luego alzar una mano enguantada y quitarse la máscara revelando su rostro. Percival se quedó sin habla, pues la identidad de aquel vengador no era otra que la de él mismo. 

-¿Lo quieres? ¿Quieres ese poder? -la voz susurró esas palabras al oído de Percival, mientras el humo se hacía más espeso y acariciaba su torso desnudo, igual que una apasionada amante, envolviéndolo como si fuera a abrazarlo. -Solamente tienes que pedirlo, firma un pacto conmigo y tendrás lo que necesitas para vengar a los De Rolo. Ahora despierta y empieza tu trabajo, niño.  

Percival parpadeó confuso de pie en mitad del taller, miró en todas direcciones sin saber si todo había sido un sueño o no. Su rostro se crispó ante la repentina inspiración que le llegó, se giró sobre sí mismo, para luego abalanzarse sobre el escritorio y coger un carboncillo con su mano derecha, empezando a trazar líneas frenéticas sobre el papel. El tiempo pareció detenerse en su taller, mientras dibujaba las especificaciones del arma de su supuesto sueño y cómo debía hacerse la máscara picuda de cuero negro. Lo que a Percival habían parecido segundos, en verdad habían sido horas, el sol empezaba a alzarse y su luz ya filtraba a través de las rendijas de las ventanas del taller, cuándo finalmente soltó el casi agotado carboncillo con las manos manchadas. Observó con absorto asombro las líneas del diseño del arma y una sonrisa desquiciada satisfacción apareció en rostro normalmente impasible, ante la visión de aquella maravilla de la ingeniería. 

Los disparos retumbaron en el patio, cuándo Percival probó la pistola contra los muñecos de paja, usados para la prueba de armas. Le había consumido una obsesión por terminar aquella pistola, obligándose a trabajar durante tres días seguidos sin parar hasta tener el primer prototipo en sus manos. Aunque era potente y fácil de cargar, notaba que su trabajo estaba incompleto y que le faltaba algo que igualará aquella arma a la que vio en su sueño. Percival notó un movimiento furtivo detrás de él, por instinto saltó hacia delante y se giró en el aire con arma apuntando hacia la espesa niebla de la mañana, sin encontrar a nadie a quien disparar. Negó con la cabeza, el no dormir, lo estaba haciendo ver cosas donde no había nada. 

-Un arma magnífica... digna de un vengador, Percival -susurró la familiar voz de su sueño, mientras zarcillos de humo negro salieron de la niebla, envolviéndole cómo si fuera un sudario. -Pero le falta el toque final, para completarla firma un pacto conmigo y tendrás el poder para tu venganza. 

-¿Venganza? -logró preguntar Percival, mientras se sentía como si lo hubieran emborrachado o drogado, solo por aspirar aquel humo negro que lo cubría por entero. -Si... venganza para la familia De Rolo, muerte a los Frondespino y sus lacayos -rugió hacia el cielo extrañamente eufórico ante aquel propósito, notando las lascivas caricias del humo sobre su ropa y las visiones de la muerte de sus enemigos en su mente. -¡Lo quiero! ¡Dame el poder! ¡Poder para vengarme! 

-Si, déjate llevar por el odio y la venganza -susurró el humo negro, flotando y arrastrándose sobre su cuerpo ansioso de tomarle. -Derrama tu sangre sobre el arma y firma el pacto, seamos uno en tu venganza, Percival.  

Percival se dejó llevar y se mordió el labio inferior, la sangre brotó de la herida tiñendo si boca de un rojo metálico por la hemorragia. El humo empezó a moverse frenético a su alrededor y sobre él, mientras alzaba el cañón de la pistola y lo besaba con pasión cómo si fuera una amante. La sangre manchó el metal, el humo negro empezó a arremolinarse en el arma, para un instante ambos componentes ser absorbidos en su interior, dejando como único rastro los nombres objeto del pacto de la venganza ardiendo sobre el cañón rotatorio de la pistola. Agotado, se derrumbó instantes después sobre el empedrado patio, sujetando y acunando el arma contra su cuerpo inconsciente, como si fuera un bebé al que proteger. Sueños oscuros de venganza y sangre envolvieron su mente, mientras una presencia oscura lo observaba y reía desde las sombras, ansiosa por tomar el cuerpo del último de los De Rolo cuándo su venganza se culminara.

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